jueves, 21 de noviembre de 2013

CAP 4: “El silencio”

Guadalupe, la pelirroja que se había topado con Gabriel la noche anterior comenzó a visitarlo con frecuencia. Yo por mi parte era ignorado día a día, pero aún así no desaparecía. Me pasaba horas de soledad buscando una forma certera de acabar con la vida de mi amigo, anhelaba la libertad. Ya una vez lo había pensado, tenía pergeñado un plan en el que poseyendo el cuerpo de Gabriel lo hiciera suicidarse, era algo en lo que por ese entonces podía optar, pero ahora, ahora no. Era un espíritu para él, de vez en cuando notaba mi presencia, pero no se consternaba, no, simplemente soplaba como si con ese gesto yo me fuese a esfumar. Ahora cada uno estaba por su lado, yo no podía retomar llegar a los pensamientos que Gabriel creaba y él a su vez, tampoco. Sin embargo, había un punto de unión, un lugar común al que ambos visitábamos y re visitábamos. Una conjunción de nuestras mentes. La feria de los azotes, aquellos pensamientos eran la única forma en la que yo podía pasearme de alguna u otra manera por la mente de mi amigo, claro, era un espacio limitado, pero era un recuerdo de ambos, un recuerdo que aún nos ligaba como un ente y yo debía aprovechar aquello. ¿Por qué aquella vez fuimos uno en cuerpo y mente? ¿Gabriel se entregó a mí? ¿O yo me entregué a él? ¿Quién era el que verdaderamente tomaba el control cuando éramos uno? ¿Realmente era yo? Esas dudas me carcomían y flotaba todo el día intentando averiguarlas. Sé que también remataban en la mente de Gabriel, pero él gastaba gran parte de su tiempo libre con Guadalupe. Salían a pasear y conversar, ella se reía de las ocurrencias de Gabriel (como una vez que andaba con su saxofón y se puso a tocar en la calle junto a un guitarrista que estaba tocando por monedas) y se sorprendía de las cosas que él había investigado (el asunto de Bremejol y las piedras) ella a su vez ocupaba cada vez más los tiempos de mi amigo y a veces cuando yo lo veía solo en el comedor de su casa con la mirada en el cielo, casi como si fuese a tragarse el mundo, lo sabía, no tenía para que recorrer su mente para saberlo, estaba pensando en ella. Por lo demás era una cosa natural que Gabriel poco a poco se fuese sintiendo atraído por esa joven, era una bella muchacha (había sido prostituta de alto nivel, algo ventajoso también) y muy simpática por lo demás, siempre parecía querer escucharlo. Por otro lado, desde que la investigación sobre Bremejol terminó, Gabriel tenía todo el tiempo libre del mundo y el ocio lo fue acechando, si bien trataba de gastar su tiempo ensayando música con su saxofón, lo que realmente le gustaba era la investigación, por lo que ejecutar música e incluso crearla no le fascinaba mucho. A todo esto, Gabriel no pensaba volver a Tal. -¿Qué tanto me ves?.- Le preguntó una vez Gabriel a Guadalupe mientras ambos paseaban por una estrecha calle de la Región del mar que estaba completamente rayada con grafitis. -¿Por qué?.- Se dijo ella sonriente. -¿Por qué sales tanto conmigo? es decir, mira dónde nos conocimos y ahora… -No te pongas así, que lata.- Le frenó la muchacha avanzando a paso poco grato. -Ya, disculpa. No quería ofenderte.- -Trato de dejar atrás esa vida. No tienes idea las cosas que tuve que hacer.- -¿Te avergüenza?.- -Es una etapa que quiero olvidar. Este año obtendré mi título, me iré de este país y seré otra persona. Nada me lo impedirá.- -Esta bien, esta bien, pero no puedes ponerte así por detalles estúpidos, después de todo, nos conocimos ahí.- La muchacha frenó su malestar y pensó unos momentos, luego se volteó para mirar a Gabriel, yo también la vi de frente y nunca había contemplado una figura femenina que denotase tanta seguridad en esos verdes y hermosos ojos que casi lloraban. -Quiero dejarlo ir. Cuando te vi ahí en el camino, algo me dijo que serías el cambio que necesitaba. La luz que despejaría la noche. Por favor no me hables más de lo que pasó, a ti no te lo tengo que esconder, sin embargo, me conociste cuando ya dejaba esa vida… -Sí, sí. Tienes razón, Lupe, no volveremos a tocar ese tema.- -No tienes idea lo que siento. A veces me despierto intentando escapar de fuertes pesadillas. La gente…la gente es asquerosa, sus fantasías se hacen cada vez más oscuras cuando saben que estas a su merced. Viejos de mierda que se fascinaban con torturarme, con vejarme, ¿Por qué la fantasía de los hombres es violar? ¿Tan mal los deja el hecho de separarse de su madre? Yo quiero olvidar eso, quiero olvidarlo, pero no puedo. Una parte de mí no me dejara hacerlo, estaré esclavizada a esos recuerdos y aunque los entierre seguirán ahí en mi mente, sin que nunca me dejen en paz, es frustrante. Por eso quiero empezar una nueva vida, con la gente nueva que vaya conociendo, contigo que eres el primero que conozco desde que dejé la prostitución.- Guadalupe hablaba entre jadeos, su cuerpo temblaba y apenas podía contener las lagrimas. Gabriel se acercó para abrazarla, le dio uno fuerte y le acarició la espalda. -No sabes como te entiendo, como te entiendo, hermosa.- Le decía mientras paseaba sus manos por la espalda de la muchacha con un dejo de lujuria. -Lupe, tú no sabes nada de…Comenzó a decir Gabriel, pero inmediatamente se detuvo en lo que iba a preguntar, dejando a la muchacha en orbita con la duda. Yo sabía que era lo que quería preguntar, lo sé porque es nuestro único punto de encuentro. Iba a preguntarle sobre La feria de los azotes, cualquier cosa que tenga que ver con eso yo también lo sabré. Seguramente cuando la muchacha le mencionó aquellas cosas asquerosas que los viejos le hacían hacer, Gabriel inmediatamente lo relacionó con la feria de los azotes y dedujo que al haber sido una puta, alguna vez la llevaron hasta ese lugar. Pero no lo hizo, se contuvo. Luego de esa escena que bordeó una ternura que hasta a mí me pareció hermosa, la pareja se fue a dar vueltas a un parque temático de diversiones y estuvieron vagando por ahí hasta que las estrellas aparecieron. Todo era como si fuese un sueño, ambos querían dejar atrás un pasado oscuro. Yo los vi subirse a los autitos chocones, a la rueda de la fortuna, a la balsa de patitos, todo lo vi y creía que la felicidad que mostraban sus rostros no era falsa, al parecer uno se necesitaba del otro por igual cantidad, juntos eran intocables, al menos para mí. Con esa frustración volví a casa. Gabriel tenía dinero de sobra para agasajar a Lupe, lo que Leroca le había pagado le alcanzaba para comprarse una casa, un auto y muchos viajes. Además el departamento que se había comprado con la primera parte que Leroca le había pagado aminoraba muchos gastos, además Gabriel ni siquiera gastaba, era completamente fútil en su vida. Por esta razón podía llevar todos los días a Lupe a pasear a algún lugar distinto incluso a conocer la ciudad de Tal, sin embargo, cuando le planteó esa invitación una sombría expresión lo amenazó, seguramente pensó en Lina, la desaparecida Lina y de la cual su muerte había sido un misterio para todos. Gabriel incluso se había comprado una coartada perfecta para estar libre de sospechas y hasta ese momento nada le había recaído. Ni siquiera los familiares y amigos de Lina habían sospechado de él y simplemente le llenaron de condolencias y lamentaciones que Gabriel aceptó fríamente. En casa seguí pensando con bastante desidia cómo podría deshacerme de mi amigo. Al parecer él terminaría deshaciéndose antes de mí por como iban las cosas, ya que cuando conoció a Lupe le habló inmediatamente de mí o al menos hizo referencia de mí. Y esto me preocupaba ya que la primera vez que Gabriel me enterró yo pensaba que tenía tanto poder sobre él como cualquier ser humano lo tiene sobre una roca pequeña, sin embargo, no fue así, bastó que su abuela le aconsejara que se despidiera de mí para que así lo hiciese y de esa forma todo el poder que tenía sobre él no valió para nada. Me enterró y yo poco pude resistirme. Ahora todo es distinto, él no tiene poder sobre mí, pero yo tampoco, no obstante, él es real y yo un invento. Sé que a medida que siga estando con Lupe, poco a poco yo no tendré ya nada más en común con él, por esa razón me urge separarlo de esa muchacha y tendré que usar lo único que tengo a mano (o a pata) para hacerlo, nuestro único punto de unión. La feria de los azotes. Una tarde Gabriel se encontraba leyendo los documentos de José Luís Martínez que Leroca le había regalado, se veía aburrido, sin embargo, me era imposible perturbarlo. De pronto tocaron a la puerta, rápido y ansioso Gabriel abrió para encontrarse frente a él con Paulina que vestía una falda corta y un peto que dejaba a la vista sus hermosos hombros, el traje entero era de un color azul, calzaba unas botas cafés que la hacían verse refinada. Se tapaba los ojos con gafas oscuras, yo también me sorprendí apenas la vi. Como era costumbre pasó al departamento sin que mi amigo la invitara, se tendió de espaldas sobre el sillón para que Gabriel pudiese ver aquella deliciosa curva que le nacía en su cintura. -¿Cómo has estado?.- Dijo ella sin mayor contemplación. Gabriel pálido como siempre cuando se trataba de ella trató de enlazar unas palabras, pero sólo atinó a cerrar la puerta. -Hace tiempo que no te veía.- Dijo Gabriel embobado por el coqueto juego que la chica realizaba con sus blancas y largas piernas, las cuales se movían para atrás y para adelante. Yo también me cegaba con la obvia atracción sexual que Paulina desprendía. -La última vez te pusiste como un loco.- Dijo ella riendo. -¿Por qué lo dices?.- Quiso saber mi amigo, finalmente sentándose en una silla. -Me lastimaste mucho, estabas como una fiera, me dejaste sangrando por tanto azote.- -Lo siento mucho yo… -Fuiste muy malo.- Entre el estupor de Gabriel, Paulina se deslizó del sillón al piso como si fuese una escurridiza serpiente y fue gateando hacía donde estaba mi amigo que poco a poco sabía lo que pasaría. -Perdiste la noción del tiempo, perdiste la consciencia. No sabes el dolor que he tenido que soportar recordando esos azotes que me diste. Pero está bien, para eso te lleve allá. Deseaba que lo hicieras.- La muchacha continuaba avanzando hasta llegar a los pies de mi amigo, desplazó con suavidad sus palmas por las piernas de éste hasta agarrar firmemente sus rodillas. Yo no sentía las sensaciones de Gabriel, pero el hecho igual me excitaba, no podía dejar de mirar a aquella mujer realizar sus artes lujuriosas, me encandilaba, me atraía mucho. En ese momento deseé más que nunca estar conectado a mi amigo, sentir esas caricias, como alguna vez fue. Mientras pensaba esto presentí algo, la mirada fija de Paulina sobre mí ¿me estaría viendo? ¿Me estaría percibiendo? Tal vez no sería tan descabellado pensar aquello luego de que yo también gozara de ella, de su cuerpo, de su lengua, de sus senos y pezones. Ella me sonrió, no tengo idea si me estaba viendo, pero me sonrió. Poco a poco Paulina llevó a mi amigo hasta el piso y le fue desquitando toda su ropa sin que éste se abstuviera si quiera un momento de aquello, fue besando sus hombros y lamiendo su espalda hasta desnudarlo y dejarlo sin armas, Paulina a su vez se deshizo de sus ropas casi como un ángel que se despluma, cada prenda cayó al suelo como si flotase. En su desnudez manoseó sus senos y llevó el dedo de mi amigo hasta su boca, la muchacha chupó el dedo mientras comenzó a pasar su ano, blanco como la leche, por la cara de Gabriel, él sin ningún asco lamió el ano de la muchacha causándole cierto fulgor, pues ella gimió y sintiendo seguramente arder su entrepierna llevó la mano de su pareja a su vientre para que éste hurgara más y más profundo. -Estoy muy mojada, ves.- Decía ella envuelta en gemidos que me ahogaban todo el silencio. Los veía y deseaba estar ahí. Luego Paulina bajó su cabeza para succionar con su boca el pene de mi amigo, comenzó con premura para después avanzar rápido y tortuoso. Mi amigo gemía a más no poder y le costaba mantener sus dedos hurgando en el vientre de Paulina, quien no fue capaz de aguantarse las ganas y succionó a toda velocidad la polla de Gabriel. En menos de un minuto mi amigo se había desecho en un chorro incontenible de semen que manchó todos los labios de la bella. Esparcidos en el suelo junto a todas las prendas de las que se deshicieron, y ellos mismos como una prenda más, alejados entre sí y exhaustos, respiraban jadeando. Paulina fue la primera en moverse, quería ver el estado del pene de Gabriel, al contemplar su flacidez le dijo. -Estás muy flojo. Te has corrido muy rápido, pensé que llevarte a la feria de los azotes te ayudaría en algo.- -Es que tú eres muy intensa.- Le respondió Gabriel desde el suelo. -¿Cómo lo haces? ¿Cómo lo haces para dejarme sin habla?.- -Creo que he trabajado bien mi papel.- Dijo Paulina acercando sus labios al flácido pene para darle un pequeño beso y luego se levantó y comenzó a vestirse. Al notar esto, Gabriel que levantó su cabeza, le dijo. -¿Es todo? Te vas. ¿Por qué siempre es así?.- No obtuvo ninguna respuesta, pues Paulina tarareaba una canción. -¿Qué mierda quieres de mí? ¿Por qué llegas a mi vida y me dejas así, sin aliento?.- Paulina ya estaba casi vestida y continuaba tarareando. -¿Vas acostarte con otros verdad? ¿Con cuantos lo haces al día?.- Le recriminó con rabia mi amigo, pero la muchacha seguía en lo suyo. Dentro de mí una burla se forjó. De pronto Gabriel se levantó del piso, se notaba furioso, se acercó a Paulina, yo conocía esa mirada y esa actitud en su puño, iba a golpearla, a bofetearla sin contemplación, sin embargo, a penas enfrentó a Paulina no pudo si quiera mover la mano, se quedó congelado y la muchacha simplemente lo observó. -Si te portas bien, si eres paciente.- Le dijo acariciándole el rostro con suavidad y yo sé que sus manos, cubiertas bajo esa piel tersa, eran adorables y suaves como una seda. –Te llevaré de nuevo a la feria de los azotes y dejaré que me muerdas hasta dejarme bien marcados tus dientes y más aún, pues es algo que no puedo dejar pasar, dejaré que me marques con un fierro caliente. Pero tienes que ser paciente.- Gabriel se quedó estupefacto, cuando ella mencionó el fierro caliente algo se removió en mí, como si mis prestados pensamientos del pasado recordaran algo y entonces me di cuenta que yo también tenía recuerdos propios, no todos eran prestados de Gabriel, no todos eran recuerdos de Gabriel que recaían en mí, yo también tenía recuerdos, ósea que tenía pasado, pero, pero no lograba recordar cuál, simplemente la imagen de Paulina gritando porque un fierro la quemaba trajo algo a mi memoria. Paulina se iba moviendo atractivamente su cintura, Gabriel furioso le dijo. -Conocí a una chica y creo que me enamoré de ella. Así que ya no te quiero más en mi vida.- Paulina retrocedió riéndose, se acercó nuevamente a mi amigo y lo besó, él dejó besarse sin ningún problema. Luego del ósculo, ella alejó sus labios. -¿Estas seguro de eso?.- Gabriel no le contestó hasta que la muchacha salió del departamento, cuando ella ya no estaba, mi amigo le gritó a una Paulina invisible que sí, que podía olvidarse de ella, pero luego notó lo idiota que se veía. Ofuscado sacó unos cigarros, puso un disco de jazz (Otto Petiford “sextet” según vi) y se sentó, desnudo como estaba en el sillón. Fumó y escuchó música hasta que cayó rendido al sueño. Yo sentía algo por Paulina, o ella me hacía sentir algo intenso, desde aquella vez que posesioné el cuerpo de mi amigo en la feria de los azotes lo tuve claro y lo reafirmé cada día, cada día que pasaba a la sombra de Gabriel transformándome en un esperpento, débil y cabizbajo, pero libre, al menos libre…en cierto modo. Todos esos días veía a Gabriel pasear con Guadalupe, iban a cualquier lado, ellos siempre tenían algún panorama que mi amigo sustentaba, de a poco Lupe se iba enamorando perdidamente, se le notaba en sus gestos celosos y aprensivos. Al parecer los pormenores de Gabriel la atraían mucho, o eso o es que veía en mi amigo la salida perfecta para comenzar una nueva vida. Yo no advertí cuando comenzaron a rozarse las manos, a abrazarse con calor y a verse con deseo, pero no fue rápido y tampoco lento. Fue sorpresivo, simplemente un día hablaban en un parque y ella se le echó a sus hombros para dormir, Gabriel la acarició largo y tendido, así mismo su rostro tomaba otras expresiones, cada día se veía más feliz, más enérgico, en el fondo, una faceta que nunca le conocí bien. Gabriel seguía ocupando el eneágrama que Clarita le dio, incluso le trataba de enseñar a Lupe su funcionamiento, ella estaba encantada con ese tablero, le comentaba a Gabriel que aquello era perfecto para aprender a mejorar cada día, para dejar el pasado atrás. “No sé si puedes dejar el pasado atrás” Objetó Gabriel en tono lánguido, Lupe lo miró con ternura y le contestó “Al menos sabríamos controlarlo” Era espeluznante, ambos sintonizaban de la misma manera, incluso me llegué a preguntar si Lupe no tendría también una amiga imaginaria que la atormentara cada noche, así al menos seríamos felices los cuatro. Aunque Gabriel le enseñó el eneágrama a su amada, nunca le presentó a Clarita a quien ocasionalmente seguía visitando. -Te ves mucho mejor.- Le dijo ella un día. Mientras tomaban té a orillas de la cueva, Gabriel no pudo contenerse y le explicó que estaba alegre porque se estaba enamorando. -¿Y ambos están probando el eneágrama?.- Preguntó Clarita con mayor interés. -Sí, pero es increíble, cada cosa me ha llevado a otra. Esta chica es un regalo para mí, un regalo que temo…que temo arruinar.- Gabriel se sentó en la arena bastante cabizbajo, creo que le gustaba ir dónde Clarita por esa razón, porque ahí se permitía lloriquear y ser consolado. El perro dormía, ya ni siquiera le inquietaba mi presencia, parece que se había acostumbrado a ella. Las olas estaban tranquilas, no golpeaban las rocas con intensidad y algunos cangrejos se dejaban asolear en la cima de ellas. Desde la cueva de Clarita se veía un hermoso cielo azul en el que una bandada de pájaros se encumbraba en formación delta. -Gabriel, no sé empieza una vida nueva sólo porque un día lo quieras hacer. Arrastramos con una soga al cuello siempre, es una presión constante. Hay días en que crees que no está ahí, no la sientes, no la ves y hay otros en que la soga te apretuja un poco la garganta, es en esos días en dónde debes recordar quién eres realmente, qué quieres ser realmente. Es el único momento en la vida que tienes para salvarte…salvarte de ser ahorcado, porque créeme, es un camino sin retorno.- -¿De verdad lo crees así, Clarita?.- -Me cuesta pensar en la redención como una opción. Quizás ha habido casos en la historia, en el mundo. Pero deben ser poco usuales, yo creo que la soga la llevas siempre y cuando te ahorca, pues te ahorca y no hay nada que se pueda hacer.- Gabriel se inquietó ante esos comentarios y sin más le explicó a Clarita gran parte de su vida, eso sí, por suerte para mí, no me mencionó. Gabriel le contó sobre el sacerdote que lo violó cuando él era un niño y luego lo que él le hizo a esa chica cuando tenía dieciséis años. Cómo intentó sanarse estando en el campo de su abuela y cómo aparentemente vivió una nueva vida tranquila. -Cuando me propusieron venir aquí, lo pensé mucho. Tenía problemas con mí…con mi novia, pero en realidad eso no era el verdadero asunto por el que me fui. Yo, después de que hice todo eso cuando joven, enterré algo dentro de mí que pensé había desaparecido, sin embargo, a ratos lo presentía, lo volvía a ver, no me controlaba como antes, pero lo sentía y tenía miedo que algún día volviese a mí y acabara con todo lo que tenía, con mi novia, con mis amigos, con todo. Creí que estando una temporada fuera, trabajando, conociendo algo distinto, tendría la oportunidad de arreglar cuentas con ese lado que nunca me dejó tranquilo. Lo más estúpido, es que hoy he perdido todo lo que temía arruinar, mi novia, mis amigos, hasta mi familia, de a poco lo he olvidado todo. Quiero quedarme aquí, en la región del mar y empezar una nueva vida con Guadalupe, creo que de alguna manera ya conseguí mi libertad.- -¿De verdad piensas que eres libre?.- -Cuando llegué aquí me he enfrentado a muchas cosas dentro de mí, cosas que son difíciles de explicar. Pero aquí soy prácticamente una persona nueva y ahora puedo empezar de cero, no me quiero ir.- -Muchacho, la región del mar sabe engañar a quienes llegan, sabe seducir. Sin embargo, si quieres realmente ser libre, ser alguien distinto, tendrás que hacer un sacrificio grande o morir en el intento. Chico, esas cosas no pasan de un día para otro, no puedes cambiar sólo porque te mudas a otro lugar, porque conoces a otro amor. Primero debes reconciliarte contigo mismo y de verdad lo creo, debes sacrificarte. Pero no te preocupes, el mar es un elemento que esta lleno de sacrificios.- Gabriel tomó su té, ordenó sus cosas y se despidió de Clarita. -Te veré muy pronto.- Le dijo sonriendo. -¿Qué aspecto debes mejorar según el eneágrama?.- Pregunto la mujer. Gabriel dudó un momento y finalmente dijo “El coraje” -¿Y a Guadalupe?.- -El valor.- Contestó. -Trabajen en ello.- Recomendó Clarita guiñándole el ojo. Más tarde Gabriel fue a cenar con Lupe, era una cena de gala y ella se veía asombrosa. Cenaron y charlaron un buen rato sobre el eneágrama. A Lupe realmente le interesaba el tema y planeaba trabajar profesionalmente sobre el asunto. -Te imaginas como podría motivar a las personas algo como eso.- Resaltaba ella mientras bebía vino. Usaba un vestido negro escotado, unos aretes brillantes con forma de perlas que le colgaban y unas hermosas piedras esmeralda que le hacían resaltar los ojos, todas esas joyas se las había regalado Gabriel en su momento. -Lupe, creo que contigo tengo una oportunidad de hacer las cosas mejor que nunca y quiero ser tuyo para siempre.- Ella le sonrió sonrojada. Yo le creía aquellos gestos a Gabriel, sin embargo, él era incapaz de contarle su pasado a Lupe, simplemente le decía lo de siempre: Que había un lado oscuro en él, un lado que no lo dejaba tranquilo y todo ese clásico lloriqueo que a mí francamente ya me tenía aburrido, de seguro ese mismo lloriqueo atraía a Lupe hacía él. Esa noche ambos bebieron como debe ser para luego estar dispuestos al amor, el romance trasladó a Gabriel a parajes en que me era imposible pisar dentro de su mente. Y a medida que él flotaba por esas nubes (supongo yo) color esperanza, yo y los recuerdos de la feria de los azotes yacían oscureciéndose en un rincón mohoso. Pues sí, esa noche Gabriel sólo fue amor. Llegaron a la casa de la mujer que igual de ansiosa que él se entregó completamente en la cama. -Hazme sentir nueva, por favor, sácame todos esos recuerdos que tengo al acostarme en mi cama.- Pidió ella cuando se recostó y veía a Gabriel quitarse la corbata y bajarse los pantalones. Ambos ya llevaban saliendo más o menos cuatro meses y esta era la primera vez que se entregaban al sexo. Al parecer Lupe era incapaz de llegar hasta ese punto en la relación, pero esta noche le había permitido a Gabriel entrar en ella. Primero él se deslizo con sus labios por entre las piernas de la muchacha que expectante se dejaba guiar, Gabriel adentró sus manos en el vestido y le quitó las bragas que eran color negro. Sin darle importancia las tiró al pisó y se escabulló en la carne de su amada, besando cada rincón con suavidad mientras la muchacha se acaloraba sonrojando sus mejillas y gimiendo cada vez más fuerte. Luego Gabriel subió para besarla y dejar que ella le acariciara el pecho, el dorso, la espalda a medida que él le tocaba sus cabellos e iba dibujando con su dedo círculos que culminaban en el centro de su pecho. Él fue desprendiéndole de todo sin la necesidad de ser brutal o salvaje. Se daba el tiempo para acariciarla con cuidado, llevando su boca humedecida a cada rincón que Lupe le permitía. Gabriel al principio la penetró de frente, estando él arriba de ella, dándole con fuerza y estimulándole los senos, apretándoselos. De pronto la chica chillaba y dejaba marcar una sonrisa en sus labios, Gabriel tomaba el control, aceleraba, caía en rodeos y penetraba letalmente según sus designios y Lupe si bien fue cortesana del amor, se veía o quería estar inmovilizada ante las artes de Gabriel. Luego él la levantó desde la pelvis y llevó su cabeza en dirección al suelo, la muchacha sin preguntar nada se afirmó con las manos en el suelo y volvió a ser penetrada en esta nueva posición que pareció entregarle mucho más placer del que estaba sintiendo antes. Se arqueaba con rapidez y parecía no dejar de jadear, Gabriel salió unos momentos sólo para volver a ingresar con mayor fuerza, Lupe gritó extasiada por cuarta vez, un orgasmo gigantesco la estaba invadiendo. Gabriel a su vez se veía rojo, tanto que parecía un tomate a punto de reventar, continuó la acción hasta que un álgido grito lo hizo desplomarse. Lupe no pudo seguir soportando su peso sobre sus manos y cayó al suelo sin lastimarse gravemente. Estaba exhausta y no se pudo mover de allí por un buen rato. Se quedaron despiertos un tiempo, uno a otro se abrazaban, sintiéndose mutuamente la respiración y el corazón, atesoraban aquel momento, al menos sabía yo que Gabriel lo hacía. -¿Estás feliz?.- Le preguntó éste, Lupe no le contestó, con silencio asentó con su cabeza, yo veía dibujársele una inmensa sonrisa a ambos. -¿Dónde aprendiste todas esas cosas?.- Quiso saber Lupe. Gabriel se sorprendió de la pregunta. -¿Por qué lo dices?.- -Nunca un hombre me había hecho sentir así. Tan entregada, tan elevada…fue…increíble. Te amo.- Reconoció la muchacha. Gabriel se reía, seguramente se acordaba de lo mal que lo pasaba en la cama con su novia, al parecer aquí fue capaz de eyacular. Se le notaba el orgullo. Estrechó con fuerza el esbelto cuerpo de su amada. -Ah, te amo. No sabes cuánto. Deseo estar contigo siempre, quedarme aquí en la región del mar. Vivir junto a ti, una casa cerca del mar…. A medida que Gabriel le comentaba sus deseos, la muchacha sonreía con mayor furor. De pronto ella lo llenó de besos, de caricias. -Quiero ser tuya para siempre, mi rey.- Le dijo ella. Sentí nauseas en ese momento. No tuve ganas de seguir siendo testigo de esas babosadas. A la mañana siguiente, ella le preparó el desayuno, se bañaron juntos (aunque no tuvieron sexo, sólo juguetearon) y se despidieron raudamente, pues Lupe tenía clases muy temprano. -A penas llegue al departamento me pondré a buscar una casa para los dos.- Le dijo él, ella le miró cegada en amor, radiante. Se dijeron te amo mutuamente y se fueron cada uno por su lado. Gabriel estaba pleno, cuando llegó a su casa tarareaba canciones ridículas y se puso incluso a escudriñar un poco en el eneágrama. Como yo me encontraba enterrado cuando él conoció a Lina ignoró si habrá tenido los mismos comportamientos por aquel tiempo, pero al parecer mi amigo estaba enamorado y estaba feliz. Gran parte del día se la pasó buscando viviendas en dónde poder ubicarse con su amada y si buscaba un lugar más grande que su departamento era porque quizás quería formar una familia. Yo a mí vez me iba debilitando, era libre, tenía mis propios pensamientos, pero aún dependía de Gabriel y si Gabriel ya no me tomaba en cuenta me moría (o me enterraba nuevamente, y quién sabe cuánto tiempo más estaría ahí dormido) intenté como pude llamar su atención susurrándole palabras al oído. -Gabriel, soy yo.- Le decía, pero él no me respondía. Resignado me di cuenta que enflaquecía, me desnutría. De pronto tocaron a la puerta. Esta vez se trataba de la visita de un hombre, un hombre calvo vestido de manera formal, de rostro rígido y gafas oscuras, Gabriel ya lo había conocido cuando estaba buscando a Paulina en la casa de Eglantina, era aquel detective-policía. -¿Si?.- De inmediato Gabriel se incomodó, el hombre llevaba una bolsa de papel colgando en su mano derecha. -Buenos días señor Llamas. Usted y yo ya nos hemos visto antes.- -Sí, este, ¿Qué quiere?.- -¿Podría pasar a su living?.- Preguntó arrogante el hombre. El nerviosismo de Gabriel me envalentonaba, me fortificaba. Poco a poco me recobraba de mi lastimoso estado. El policía pasó sin que Gabriel le diera una respuesta clara. De hecho se sentó en la mesa y puso la bolsa sobre ella, en el interior había una botella de vino. -¿No tiene unos vasos?.- Pidió el hombre, Gabriel corrió a traerlos, evidentemente la visita de aquel calvo le incomodaba, lo trastornaba de hecho. Se sirvieron los vasos y ambos tomaron un sorbo. -Es un gran trago ¿no? No me lo va a creer, pero lo compré en la esquina de mi casa, es una botillería muy buena, es un trago “underground”.- Dijo sonriente. -¿Por qué está aquí?.- -Dije que algún día nos tomaríamos algo. Fui al almacén que estaba más cerca de mi casa. Me compré una botella de cerveza, me la tomé entera, me sentí mal por no compartir ese agradable néctar con alguien y volví a la botillería, pensé que volver a tomar una cerveza sería un error, pues es bueno mezclar las cosas de vez en cuando y entonces dije, ¿en escala de ebriedad qué sería bueno ahora? Y repuso una voz dentro de mí. Un vino. ¡Y ya está! Me compré un vino y justo cuando pasaba por aquí pensé que sería agradable tomarnos algo. ¿O usted quería una cerveza?.- -Por favor señor… -Ginés de Pasamonte.- Concluyó el policía. –Y soy un borracho pendenciero…erré mi camino al irme por la ley.- -Señor, sabe, estoy algo ocupado aquí.- -¡Así claro! Ocupadísimo lo veo, me terminaré mi botella y me iré. Nunca he visto tan mala educación en alguien y eso que a diario trato con policías.- Ginés se bebió todo su vaso de una sola vez y se sirvió más hasta dejar la botella medio vacía, se zumbó el vaso y acabó finamente con la botella sirviéndose una tercera vez. Mi amigo consternado por la presencia de ese loco no pudo volver a beberse su tinto y Ginés le quitó el vaso para zampárselo también. Después de eructar se quedó mirando fijamente a mi amigo. -Escúchame. En la región del mar pasan cosas todos los días que no tienen conclusión, cosas grandes ¿sabes? Has oído hablar de aquel incendio que jodió los departamentos de la calle “P. Montt” murieron cerca de veinte personas: Familias, viejas, niños. Nunca se llegó a encontrar responsables porque había gente importante involucrada en eso. Así mismo en los 80´ hubo un caso bastante interesante de unos psicópatas en serie que amenazaron toda esta región por cerca de un año o dos. Eran gente macabra, uno de los testimonios más fuertes es el de una chica que sobrevivió después de que esos sádicos la violasen y le cortasen los brazos. Ella iba con su esposo y su pequeño bebe en un auto cuando de pronto le salieron estos locos en el camino y mataron de un escopetazo al marido, luego la violaron. Ella dijo que eran dos, dos figuras grandes, vestidos de negro, se tapaban el rostro con pañuelos rojos. Mientras uno la violaba él otro mecía al bebe y luego se intercambiaban los roles. ¿Macabro, no? bueno esta chica sobrevivió a pesar de que ellos mataban a todas su victimas y a raíz de su testimonio se empezó a investigar el caso de los violadores, yo estuve ahí, fue mi primer trabajo para la Policía de investigaciones de esta zona. Al final dimos con los responsables ¿qué crees tú que eran? Gente con poder, gente con influencias. Al final todo quedó en nada. No sé, pareciera ser que después de ese supuesto tsunami que arrasó esta región todo se ha ido a la mierda. No hay peces, pero hay histeria. Tampoco hay justicia. Bueno la hay, pero en cierto modo no es la misma para todos.- Ginés se levantó de su silla. –Sólo te diré que la verdad siempre salé a la luz, aunque claro a veces la ley puede ignorar ciertas cosas.- Gabriel se enfureció, sus nervios me dejaban poco a poco ir entrando en él. De hecho hasta pude poseerlo en un momento, cuando se disponía a golpear al detective, sin embargo, el hombre era rápido, desvió el golpe y rompió la botella de vino contra la mesa, el quiebre me hizo salir rápidamente del cuerpo de mi amigo. El detective agarró a Gabriel por la solapa de su camisa y lo arrinconó contra la pared. -¡Escúchame desgraciado! Sé que tuviste algo que ver con la muerte de Lina Ordoñez. Tu novia, o ex novia mejor dicho. Sé que entregaste coartadas y evidencias, que te absolvieron de la investigación, pero yo voy a dar con la pista que te condene. Hace dos semanas encontramos el cuerpo de la muchacha, te voy a joder, Llamas.- -No….no… no puede hacerme nada, yo no estaba aquí cuando ella murió…yo…no sé nada…simplemente quiero olvidar aquello.- -Claro, quieres olvidarlo, pues no será tan fácil conmigo aquí amiguito.- Ginés soltó a mi amigo y escupió en su piso. Luego se fue y lo dejó ahí tirado todo tembloroso. Nuevamente las cosas se le iban derrumbando, se sentía como Sísifo con todo lo ocurrido, como un ser destinado a un trabajo inútil, que era mejorar. Gabriel pensó que lo que debía hacer en ese momento era justamente salir arrancando de la Región del mar, no obstante tenía a su amada Lupe y los deseos de estar con ella eran verdaderos. Pero Ginés, el maldito de Ginés lo había perturbado. -Nada se queda enterrado.- Le dije a Gabriel con ánimos de molestarlo. Él sintió mis palabras dentro suyo, pero no quiso responderme. Estaba muy nervioso, de pronto se le ocurrió una idea. Ir donde Dangelo, el abogado, quizás en él hallase un resquicio legal para poder defenderse de Ginés. Gabriel se trasladó con preocupación, tenía la mínima esperanza de que el abogado le entregara algún arma. Repetía para si mismo. “Tiene que funcionar, tiene que funcionar” Si bien yo nuevamente conocía sus pensamientos, sólo se trataba de aquellos que tenían relación con el suceso que le había acontecido. Temblando llegó a la oficina de Dangelo, no se habían vuelto a ver desde aquella vez y al parecer Gabriel no tenía intenciones de volver a verlo, después de todo, nunca le agradó realmente ese tipo. El abogado lo miró sorprendido, lo hizo pasar a su despacho y le sirvió café, rápidamente advirtió que Gabriel traía problemas. No le preguntó formalidades ni nada, rápidamente le dijo: -Dime ¿Cuál es tu problema?.- Dangelo llevaba un anillo de plata en el dedo, al parecer se había casado. Gabriel entre dudoso y temeroso no sabía como explicarle la situación y dio vuelta en rodeos por mucho rato. Al parecer, Dangelo era un tipo realmente mentado en todas estas cosas e inmediatamente adivinó lo que Gabriel intentaba decirle. -¿Quieres esconderte de algo?.- Le dijo tajante. -¿Mataste a alguien?.- Gabriel comprendió que no tenía opción. A Dangelo poco le costó adivinar que aquel nerviosismo tenía su origen en algo tan oscuro como eso, mas no afirmó tal cosa. -Digamos que sí, que estoy complicado con algo como eso.- Dangelo que siempre había tenido una actitud relajada se mostró serio, no sonreía ni daba luces de tomarse las cosas a la ligera. Se acercó con su cuerpo al escritorio y le dijo en voz baja a mi amigo. -Gabriel si quieres que te ayude debes empezar por contarme toda la verdad.- Gabriel hizo un fuerte intento para aceptar que sus labios lo confesaran “Yo mate a Lina” pero fue incapaz. -Sí, maté a alguien, nadie importante. Creí que me había salvado, había comprado una coartada y nadie nunca sospecho de mí…pero llegó a mí casa ese detective… -¿Quién? ¿Cómo se llama?.- -Ginés, Ginés de Pasamonte.- -¡Ginés!.- Resonó Dangelo. Gabriel asintió asustado con su cabeza. -No voy a meterme ahí, lo siento. Ginés es cosa seria, es un tipo duro y cuando esta tras algo no hay forma de pararlo. Ha habido abogados que ya no sirven ni para consultores jurídicos después de haberse enfrentado a ese tipo. No, él es un tabú para cualquiera. Si esta tras de ti, lo siento, pero no te pienso ayudar.- Gabriel se desencajó. Dangelo lo quedó mirando por harto rato, el silencio fue brutalmente interrumpido sólo cuando la secretaria del abogado entró para dejarle unos papeles que necesitaban firma. -Gabriel, creo que lo mejor es que te vayas lejos de esta región, de este país. Cuanto antes mejor.- -No puedo, es decir, lo pensé, pero es que…estoy con alguien y si bien tengo dinero para que ambos nos vayamos a otro país, no tengo tanto como para empezar una vida nueva así como así, además no sabría cómo explicarle a esa persona el por qué nos tenemos que ir.- -Tendrás que hacerte la idea entonces, porque de verdad te digo, con Ginés es imposible ganar.- Nuevamente entró la secretaria, pero está vez a dejarle un café al abogado, el saboreó la taza y con gusto palmeó sus dedos sobre el escritorio. -El café lo arregla todo, siempre me mejora el día.- Dijo y como por arte de magia su rostro volvió a parecer jovial. Comenzó a tararear y tocar con sus dedos una batería imaginaria en el aire. -He estado sacando algunas canciones en batería, ahora que estoy casado es lo único que me relaja. No sé en qué estaba cuando quise casarme. Me siento tan mal.- Decía sin dejar de beber café y de tocar aquella batería invisible. -Mira, Gabriel. No puedo ayudarte, pero tal vez Leroca sí.- Agregó al notar que mi amigo lo miraba como un asesino a punto de acometer un crimen. -¡Leroca!.- -Sí, mira. Yo ya no lo veo más, pero sigue trabajando en su maquina para hacer ruidos. Se ha obsesionado tanto con su trabajo que ya ni sabe en qué día está. Ayer formalmente dejé de ser su abogado, claro que cuando muera tendré que dejar acta de su testamento. Lo último que supe es que estaba buscando personas con las que trabajar. Imagínate, él tenía un equipo de veinte personas y poco a poco las fue despidiendo a todas, porque empezó a desconfiar de ellos, decía que su invento era tan grande que nadie más que él debía verlo terminado, sin embargo, sé que necesita de alguien para trabajar y terminar esa cosa. Creo que tú eres el indicado, después de todo eres musicólogo y músico al igual que él e investigaste eso de Bremejol y las piedras que dejó fascinado al viejo. A mí me hubiese gustado ayudarlo, pero no soy músico y me dio lata que me mirase en menos, por eso ya no me interesa seguir cooperándole. La cosa es que este tipo piensa irse con su invento a Alemania. Si trabajas para él sería una buena oportunidad de ganar dinero y de irse de inmediato a otro país con una excusa y después perderse en el mundo. Ya sabes que Leroca es millonario y te pagaría muy bien.- Gabriel se relajó, por primera vez desde que Ginés lo visitó pudo sonreír. Dangelo le ofreció un cigarrillo y fumaron juntos, una vez terminado Gabriel se levantó para irse. Dangelo lo despidió amigablemente. -Adiós Gabriel, lamento mucho no ayudarte, pero en verdad Ginés es de temer. Has lo que te digo, trabaja para Leroca y vete a Alemania con tu chica.- Gabriel le sonrió con un gesto de agradecimiento y se fue, pero Dangelo lo llamó. -Oye, sólo una cosa.- Dangelo sonrió con cautela y miró al suelo. –Continué buscando eso de la feria de los azotes, sabes, también busqué sobre esa chica que dices tú que te llevó a ese lugar.- Gabriel se quedó atento mirando al abogado. Este prosiguió. -Busque en actas de nacimiento, en fotografías, en todas partes. Incluso fui a la escuela de teatro y revisé anuarios e ingresos. Uff, gasté semanas enteras haciéndolo, pero estaba intrigado y bueno, nunca encontré nada. Nunca encontré una Paulina como la que me describías, no, una chica de tez blanca, pelo café, ojos verdes, nunca apareció. No estaba. Esto es bastante curioso ¿no?.- -¿A qué te refieres con que no estaba?.- -Que no estaba poh. Nunca la encontré y eso que revisé cinco generaciones de la escuela de teatro. Es, no sé, ya dejé de buscarla porque es algo así como un caso perdido.- Gabriel no se atrevió a decir nada, notablemente el hecho lo perturbó, pero no quiso decir nada, simplemente esbozó una boba sonrisa y se fue. Aunque el dato no había sido menor, Gabriel decidió no darle muchas vueltas al asunto y concentrarse en convencer a Leroca para que éste lo dejase trabajar en el proyecto. El sol golpeaba con mucha intensidad, las gaviotas sobrevolaban el mar buscando algo que comer, pero no salía nunca nada que atrapar. Gabriel se quedó un momento parado en medio de la calle. Tendría que tomar un bus para subir el cerro e ir a casa de Leroca. Pensó en Paulina, y no se atrevió a querer recordar aquella experiencia de la casa de los azotes. Yo que no podía decirle nada aún, no se lo advertí, pero pude ver a lo lejos, sólo por un segundo, por un instante, a Paulina mirándolo. Ella vestía unos jeans ajustados y una polera que le dejaba descubierto el ombligo. La vi, ella espiaba a Gabriel, lo miraba golosamente, sin embargo, después de que una multitud colapsara la calle su imagen desapareció. En el silencioso recorrido del bus, recordé la posición sensual, los labios ardientes y la miraba provocativa de Paulina, esa misma con la que había estado mirando a mi amigo hace apenas un instante. Entonces pensé también ¿y si me estuviese mirando a mí? Sin embargo, ya habíamos llegado a la casa de Leroca. Gabriel encontró al músico cabizbajo, envejecido y cansado. Estaba en un comedor inundado de papeles sin son ni ton. El hombre tenía la cabeza hundida en ese montón. -¿Cómo estás Gabriel?.- Le dijo sin mucha atención, Gabriel no pudo esconder su sorpresa al verlo en ese estado, el hombre estaba realmente acabado. -Es el trabajo, la maquina me tiene jodido. No he hecho más que trabajar en mi invento, día y noche, noche y día. La creación es una maldición. No puedo terminarlo, hay algo ahí que no se revela. Lo he perfeccionado una y otra vez, con el sistema de las piedras imanes (las de Bremejol) he compuesto sonidos que inducen a la completa enajenación, pero no puedo darle más énfasis, no puedo, algo falta…algo.- -Quizás yo pueda ayudarle.- Propuso Gabriel, Leroca se partió de la risa. -Nadie más que yo puede hacer esto.- -Pensé que buscaba gente para ayudarle.- -Eso fue hace tiempo, hace mucho tiempo, ahora he comprendido que nadie me puede ayudar, toda la gente se ha quedado corta con lo que le pido. Tú mismo no podrías resolver lo que necesito para que mi maquina fructifique.- -Por favor, deme una oportunidad. Necesito salir del país.- Gabriel le comentó a Leroca que quería irse con su novia del país, pero no le dio ningún oscuro detalle. Rápidamente pensó que aquello no fue una muy buena idea, pues era muy probable que el músico se quisiera desentender de él como lo había hecho Dangelo, sin embargo Leroca no le incomodó la turbidez de su tono de voz. -Mi proyecto está estancado. He logrado crear una mezcla de sonidos que sirven para enfocar los pensamientos de la gente y luego estos comiencen a aparecer ante sus ojos. Les pongo inicialmente los sonidos de un océano que vibran según una cierta armonía, mi súper maquina que grabó estos sonidos está adherida a una rocas-imán y estas producen la estimulación necesaria como para que el que escucha entré en un trance parecido a la hipnosis. Mi súper maquina de sonidos entrega una pequeña cinta en donde está contenida la grabación. Se la pongo a los oyentes y les digo que la escuchen con unos audífonos especiales que creé, además les pido que cierren sus ojos. Ellos escuchan el sonido del mar, que era el de la grabación y poco a poco empiezan a imaginarse en carne viva sus pensamientos, sus fantasías, sus imaginaciones, las comienzan a ver, a vivir, a sentir, rápidamente el sonido del océano se ha perdido, pero se sigue percibiendo y entonces mientras los oyentes están de lo mejor algo les pasa que despiertan. La grabación continua, sigue su trance, pero ellos ya no están ahí, se han despertado exaltados y molestos de ese sueño. Sé que hay un paso que tengo que dar, quizás dos, quizás tres, pero sé que estoy a las puertas del final y es horrible, es horrible sentir como se despedazan las hojas de tu libro ya en la última parte. ¿Sabes por qué te abrí la puerta cuando llamaste Gabriel?.- Preguntó Leroca con una expresión de locura atroz en su rostro, mi amigo algo atemorizado no supo qué decir. -Porque cuando desperté, recordé todas las pesadillas que había soñado en mi vida. Luego me senté toda la mañana para tratar de sacarle algo provechoso al trabajo y no lo conseguí. Salí a dar una vuelta, a buscar la inspiración en el exterior y no la encontré. Cuando llegué a casa me puse a llorar, “estoy esclavizado a mi creación, esclavizado a este monstruo imperfecto” grité y agarré con furia un martillo. Avancé hasta el estudio porque me disponía a destruir mi súper maquina de ruidos y al momento justo en que iba a darle en el centro para desarmarlo por completo, alguien llama a la puerta y me hace desistir. Ese alguien fuiste tú.- No cabía duda que el proyecto tenía enfermizo a Leroca, Gabriel (cuyos pensamientos volvían a serme comunes) recordaba aquellos primeros días en que Leroca como su jefe le sugería que buscase la solución a su trabajo fuera y no encerrado en cuatro paredes, esta ironía lo hizo sonreír. -Escúchame Gabriel, te daré una oportunidad. Te pagaré más de lo que te pagué por la investigación y te llevaré a ti y a tú chica a Alemania si me ayudas a resolver este problema. Si sigo intentándolo, seguramente terminaré destruyendo algo que vale mucho. Pero esta vez sólo te pagaré si me das la solución.- Gabriel tragó saliva. Quiso conocer la experiencia que brindaban aquellos sonidos. Desanimado Leroca se la enseñó. Lo llevó su estudio en dónde la última vez le había hecho aquella prueba con los sonidos de la tormenta. Gabriel vio a la maquina ahora conectada a un par de piedras que le brindaban energía, de esa maquina emanaban todas las grabaciones, de hecho Leroca sacó una grabación en cinta y la puso en una radio, luego le entregó unos extraños audífonos a mi amigo que tenían forma de caparazón del caracol. Antes de ponerse a escuchar la grabación, Gabriel le preguntó a Leroca la razón por la que pensaba irse a Alemania. -Por la convención de inventos de la nueva tecnología. Hace años compré el boleto para exponer mi invención particular, pero como nunca lo he terminado siempre he pospuesto la fecha, sin embargo, este año pensaba que sería EL AÑO. Aquella es la mejor plataforma para mostrar los nuevos inventos y la tecnología. Bueno escúchalo por ti mismo, mientras yo me iré a servir un whisky, cuando te hayas despertado me gritas nada más, verás que no podrás completar tu fantasía, te darás cuenta que es una frustración.- Leroca se fue y dejó solo a mi amigo quien le hizo caso y cerró sus ojos al ponerse los audífonos. Lo primero que Gabriel escuchó fue el apacible sonido de un arrollo cayendo, de pájaros cantando, de insectos susurrando, de arboles silbando. A pesar de que Gabriel sabía que aquellos sonidos eran artificiales, le agradaba sentirlos tan reales, tan únicos. Poco a poco su mente se aquietaba, se volvía llana. Los recuerdos que Gabriel tenía más a mano empezaban a desfilar. Yo que estaba ahí pude notar como estos archivos pasaban cuales nubes se desplazan por el cielo, Gabriel que estaba también mirando eso, se fijó en mi presencia, estábamos uno frente al otro, como en un duelo y viendo pasar los recuerdos, ya los sonidos de la naturaleza no eran necesarios, estaban ahí, se escuchaban o al menos se sentía su rumor a lo lejos, pero Gabriel ahora estaba inmerso en su mente. De pronto comenzaron a pasar aceleradamente los recuerdos de la feria de los azotes, lo que parecía una alarma de bomberos se sintió en los recovecos y el rojo intenso alumbró el lugar donde nos encontrábamos de forma intermitente. Luego toda la tormenta pasó, Gabriel y yo ahora nos encontrábamos parados en aquella feria de los azotes. Pudimos ver a hombres desnudos que caminaban como perros con mujeres que los guiaban con correas y viceversa. Podíamos ver a hombres que torturaban mujeres quemándoles el clítoris con la punta de una mecha de incienso. Podíamos ver a mujeres siendo multi penetradas por todos sus orificios (incluso por el ombligo) Pudimos ver hombres que azotaban mujeres hasta dejarlas sangrando sin la menor piedad, pudimos ver viejitas grotescas disfrazadas de monjas que violaban a niñas parapléjicas. Pudimos ver un trío sexual de un hombre con dos mujeres que incluía a un perro entre sus filas. Pudimos ver orgías en donde reinaba la droga y el alcohol…pudimos ver muchas cosas y para todos los que estaban involucrados en ellas nosotros éramos invisibles. Gabriel avanzaba con decisión en una dirección, quería ir a esa sala blanca en dónde había azotado a Paulina, yo le seguí de cerca, a una distancia lo bastante segura como para no perturbarlo. En pequeños lapsus volvíamos a escuchar los sonidos de la cascada. Cuando Gabriel entró a la sala vio a Paulina vestida con un atractivo Baby doll negro, estaba sentada en las piernas de Lupe quien se encontraba maniatada y atada a una silla, a cada lado de ésta posaban dos figuras envueltas en latex, sus curvas evidenciaban que se trataban de mujeres, ellas cubrían sus rostros con mascaras de pájaro (tal vez lechuza, tal vez gavilán) “Estás aquí querido” dijo Paulina sonriendo. Se acercó lentamente a Gabriel y le acarició el pecho, intentó besarlo, pero Gabriel se resistió. -¿Qué le estas haciendo a Lupe?.- Dijo frenético, Lupe a su vez miraba aterrada lo que pasaba. -No te preocupes, es tu mente, puedes arreglarlo.- Respondió Paulina y con un gesto de manos dio la orden para que las mujeres desataran a Lupe y la amarraran a un poste. Paulina sonriendo pasó su lengua por el cuello de mi amigo y bajando hasta su entrepierna le desabrochó los pantalones y comenzó a chupársela. Frente a ellos había un espejo que lo mostraba todo, por lo que si bien Lupe le daba la espalda podía ver lo que pasaba y Gabriel a su vez veía el rostro de congoja de Lupe. El placer que muy pronto la acción de Paulina influyó en mi amigo, le hizo bajar la guardia. Inmediatamente aquel chupeteo lo desgarraba dejándolo sin aire, Paulina tragaba hasta el fondo el miembro de mi amigo como nunca lo había hecho en la vida real. Envuelto en aquel goce, mi amigo pasó sus manos por la cabeza de la chica tironeándole un poco el cabello, mientras Lupe lo veía todo horrorizada. Cuando la eyaculación se avenía, Paulina se alejó para recibirla en su pecho y se esparció el semen con su mano. Se levantó gustosa y besó salvajemente a Gabriel quien con la misma locura la besó y manoseó hasta rasgarle su atuendo. Paulina muy pronto dispuso su culo para que Gabriel lo penetrara con intensidad. -Hazlo.- Le ordenaba y Gabriel no se pudo resistir aun viendo el rostro acongojado de Lupe. “¡Ahora!” ordenó Paulina y las enmascaradas que ahora tenían una fusta blanca en sus manos, comenzaron a azotar brutalmente a Lupe. Así, a medida que Gabriel retrocedía y penetraba con tal fuerza que hacía que la propia Paulina no le quedara otra que gritar desgarrada, las mujeres azotaban con la misma vehemencia a Guadalupe. Luego sólo para sentir sus ruegos y gritos le quitaron la mordaza y esta se puso a rogar con frenetismo que la dejaran en paz. A Gabriel esto lo excitó más y le permitió ir más adentro de Paulina a quien la respiración ya le faltaba por tanto jadear. Lupe lloraba atemorizada, Gabriel no hacía caso de aquello y simplemente quería disfrutar de aquel culo rozagante que Paulina le ofrecía en ese momento. Las cosas llegaron a un punto determinante cuando las enmascaradas rosearon con parafina a Lupe y le prendieron fuego quemándola a lo bonzo. Gabriel sólo ahí reaccionó y al girar a Paulina para pedirle que se detuviese ella lo miró con una sonrisa malévola. -Es tu fantasía le dijo.- Mientras el cuerpo de Lupe ardía en llamas. Gabriel abrió los ojos, se encontraba en el laboratorio de Leroca, el sonido de la cascada y los árboles silbando aún estaban presentes. Yo también me sentía extasiado, mareado, ebrio. A ambos nos costó volver en sí, ahora Gabriel no se hacía el tonto con mi presencia, sin embargo, para evitar comentarios llamó a Leroca. -¿Te diste cuenta? algo pasa que te saca de la fantasía antes de tiempo, debería hacerlo cuando la grabación terminé, no sé de qué forma arreglarlo.- Explicaba a Gabriel mientras apagaba la grabación y ordenaba los audífonos. Gabriel estaba sudando, le preguntó a Leroca si es que acaso no se le había ocurrido que quizás no todos querían persistir en sus fantasías, pero el músico no le hizo caso. -Haré lo posible por traerle la respuesta.- Dijo al fin Gabriel, llevándose la cinta y los planos de funcionamiento de la maquina. -También llévate estos audífonos, sirven para que el sonido entre con mayor dirección y proporción a los oídos. No quiero presionarte Gabriel, pero si le vas a encontrar una solución a esto quiero que sea lo más pronto posible. No creo poder soportar más esta presión.- La desesperación de Leroca era evidente, Gabriel trató de tranquilizarlo y le hizo una promesa que ni él mismo se creyó. Por el camino lo que mi amigo más pensaba era en su fantasía, yo comencé a llamarlo. Ya no era posible que me siguiese ignorando. Lo llamé varias veces por su nombre hasta que éste, desesperado, me tomó en cuenta. -¿Qué quieres?.- Me respondió nervioso, mientras seguía caminando a su departamento. -Quiero saber por qué ya no me hablas.- -¡Porque te quiero fuera de mi vida!.- Respondió exasperado. -Aunque no lo creas, yo también quiero eso. De verdad.- -Escucha, la única razón por la que te desenterré fue para poder sacarte para siempre de mi vida. Desde que te enterré en mis pensamientos siempre sentí la amenaza de que volvieras y así yo terminara haciéndole algo malo a Lina. Por eso cuando ya estuve sólo, aquí en la región del mar, te desperté para que te fueras por siempre.- -Me entregaste libertad Gabriel, pero aún no puedo separarme de ti.- -¡Por qué! Lo único que quiero es que te vayas.- -No lo sé, es…es algo difícil de explicar, pero no me dejaran alejarme de ti hasta qué… -¿Hasta qué? ¿Quién no te deja? ¿Qué mierda sabes tú de libertad? Yo he tenido que vivir bajo tu influencia por años, ahora recién vengo a ser yo y todavía no me dejas en paz.- -Gabriel no es mi culpa, aunque no lo quieras ver tú y yo somos lo mismo. Alguien tiene que ceder.- Gabriel sonrió sarcástico ante aquello. -Tú eres solamente una deformación de mí. Yo quiero ser libre, quiero alejarme de ti, de tu oscuridad. Me haces mal, entiéndelo.- Tratar de hacerlo razonar era inútil. Al parecer Gabriel estaba cegado con que yo era su creación. Ahora yo entendía que éramos lo mismo, al parecer nunca podríamos ponernos de acuerdo. Entre todo el calor de esta discusión, llegamos al departamento y al abrir la puerta sentimos ruidos adentro. Un intruso, un ladrón de aquellos que proliferaban en la región del mar. Gabriel armándose con lo primero que tomó se dirigió con cautela al lugar en dónde provenían los ruidos, que no era otro que su pieza. Lentamente con sigilo e incluso entusiasmo por atrapar al ladrón mi amigo irrumpió en su pieza y grande fue su sorpresa cuando encontró a Paulina desnuda, tendida en su cama masturbándose. -Te estaba esperando cariño.- Dijo ella mientras se acariciaba los senos.-Ven, te necesito.- Gabriel en un momento avanzó a paso firme, pero algo lo detuvo, el recuerdo de sus fantasías. De hecho vio con repulsión como en su velador había una foto de él y Lupe juntos, cuando Paulina notó lo que Gabriel veía agarró la foto y la lamió para después dejarla en donde estaba. -Quiero que me la metas.- Pidió ella, Gabriel no se atrevió y enfrentándose por primera vez a Paulina le pidió que se fuera. Ella, sin sorprenderse ni nada, se negó a hacerlo. Gabriel perdiendo los estribos la agarró de sus hombros y la tironeo hasta el living. -¡Quiero que te vayas de mi vida!.- Pidió. -Jamás, tú me buscaste, te consumiré hasta el final.- La piel blanca de Paulina, sus ojos que desprendían fuego al mirar a Gabriel lo hicieron recaer rápidamente en sus brazos y besarla con pasión. Pasión que Paulina aprovechó para bajarle los pantalones y encaramarse entre sus piernas. Gabriel sin saber cómo, ya la estaba penetrando. -Hazme daño.- Pedía ella arqueándose con fuerza, entonces le venían a Gabriel aquellas imágenes de Lupe sufriendo, de Lupe siendo quemada. -No puedo.- Se resistía éste, separándose de la musa. Paulina enfadada lo abofeteó. -Cobarde, incapaz. Vine hasta aquí para darte una sorpresa y no eres capaz de contentarme. Basura, poco hombre.- Paulina seguía abofeteando a mi amigo con intensidad, tanto que éste, aturdido, trataba de escapar de aquella mano castigadora. De esta forma se vieron parados de pronto en la cocina, ella continuó abofeteándolo sin que éste hiciese algo para detenerla. -Inútil, te separaré de ella. La mataré, mataré a tu noviecita y te joderé la vida para siempre.- Aquellas palabras resonaron como un horrible eco en la mente de Gabriel quien sin poder soportarlo, agarró un cuchillo que estaba por ahí y apuñaló a Paulina directo en el pecho. Ella fue incapaz de gritar si quiera, apenas pudo notar que tenía un cuchillo enterrado. Gabriel caló más hondo. -No te gusta que te penetren perra.- Dijo enfurecido. La sangre corría, chorreaba como el semen desaforado de un condenado a muerte a quien se le concede su último placer carnal. Paulina cuyos ojos poco a poco se iban apagando, antes de morir esbozo con dificultad su última frase. -Te…gané.- Dijo con aquella maliciosa sonrisa que tanto nos volvía locos. Tal como Sísifo, mi amigo no tenía arreglo. Su trabajo era inútil, nuevamente había matado a una persona. Ignorarme ya no le fue posible. -¿Qué hago?.- Me preguntaba una y otra vez temblando. -No escaparás de esto.- Le dije sólo para aumentarle el miedo. Él miraba de un lado a otro. El cuerpo de Paulina se desangraba. Se trataba del tercer crimen, si es que lo de Sofía también contaba como uno. Gabriel, asolado, envuelto en frustración, agarró su cabeza con las manos y cayó de rodillas al suelo. Entre el silencio de la sala, poco a poco escuchaba sus llantos, esos lamentos que al parecer no lo habían dejado tranquilo por años. Paulina a su vez ya no tenía arreglo, su cuerpo se pudriría. Gabriel pasó lo que quedaba del día limpiando la sangre de la cocina, incluso intentando embellecer el cuerpo apuñalado de Paulina. Canceló sus compromisos con Lupe argumentando algo que ni él mismo se creyó. -¿Dónde voy a dejar esto ahora?.- Decía mirando el cuerpo desnudo y al menos ya no tan horrible de la chica. -¿Por qué la seguías? ¿Por qué? Nada de esto hubiese pasado si en primer lugar no la hubieses seguido.- Le recriminé. -¡No lo sé! Siempre me sentí terriblemente atraído a ella, no podía esquivarla, la veía y era como un perro hipnotizado.- Gabriel volvía a llorar, al parecer era lo único que podía hacer en aquel momento. Incluso por unos instantes se quedo mirando el cuchillo asesino y pensó en clavárselo el mismo en su corazón, tal como lo había hecho con Paulina, pero fue un pensamiento que desapareció rápidamente. -Gabriel.- Dije de pronto. –Yo sé dónde puedes dejar el cuerpo de Paulina y que nadie lo encuentre. De verdad, es el único lugar que nadie podría encontrar.- Aseguré mientras veía la expresión inerte de Paulina y rogaba que Gabriel le pusiese una manta o algo que la cubriese. Gabriel reacciono a mis pensamientos (que después de todo, en ese momento eran los pensamientos de ambos) y lo hizo. -¿Dónde es ese lugar?.- -Escucha, recuerdas la pensión de Eglantina. Recuerdas que te comenté de un espíritu que rondaba por ahí.- Gabriel pareció hacer un esfuerzo y de pronto lo recordó. -Sí, ¿qué pasa con eso?.- -El cuerpo de ese niño fue enterrado en el sótano de esa casa junto a su madre y nunca lo encontraron, a pesar de que eso fue hace ya muchos años.- -¿Sugieres que entierre a Paulina allí?.- -Eso o vas a tener un nuevo problema.- Gabriel no lo meditó dos veces. Rentó un auto y llevo el cuerpo de Paulina (envuelta en sabanas) a la casa de doña Eglantina, aquella pensión que ahora se encontraba prohibida de habitar por la ley. Cuando llegamos a la casona, no había policías, pero sí un cartel que rezaba la condición actual de la propiedad, por lo mismo, las ventanas principales estaban rotas, la maleza había crecido lo suficiente como para tragarse una madriguera de conejos y la cantidad de basura ahí tirada dejaba en evidencia el abandono letal de la casa. Como no había ni vigilantes, ni nada, fue fácil para Gabriel eludir las cadenas que cerraban las rejas y pasar al recinto sin problemas. Le fui indicando el lugar por donde deberíamos ir, comprendimos que la casa ahora solía ser un recinto de descanso para vagabundos ya que encontramos unos cuantos durmiendo por ahí. -No importa, no cuentan como testigos.- Se dijo Gabriel, transportando el cuerpo de Paulina. Le indiqué dónde estaba el sótano. Nos metimos dentro de la casa y entramos al lugar rompiendo los peldaños. Al ingresar ahí mi amigo tosió más de la cuenta, pues el polvo adocenado era milenario. Trató de no explorar demasiado ya que le daban escalofrió la presencia de los cadáveres. Mi amigo planeaba tirar el cuerpo de Paulina por ahí, tal como se lo había sugerido, lo cual además era lo más saludable tomando en cuenta la cantidad de ratas y bichos que habitaban, pero al parecer presintió que tal vez la policía bien podría dar con el lugar y sin contemplación alguna se puso a moler con una picota el cuerpo de la muchacha, para que así, si alguien llegaba a encontrar el lugar no pudiese identificarla jamás. En esas oscuras operaciones se encontraba Gabriel cuando vi nuevamente al jovencito. Él observaba como mi amigo trituraba el cuerpo de la chica. -¿Qué está haciendo él?.- Dijo el muchacho todo desaliñado. Yo moví la cabeza en gesto de negación, al notar la concentración (y locura) de mi amigo por lo que hacía, entendí que podía salir sin ningún problema al patio. -Está dejando a otra persona.- Le dije. -Yo no vi a nadie.- -Es porque la está triturando.- -Más y más asesinatos, es lo único que ocurre en esta casa. Pareciera que estuviese maldita.- Dijo el chico, yo no había olvidado lo que ocurrió la vez anterior así que no bajaba mi guardia. -Hace unos meses atrás, la señora que estaba encargada de esta casa mató al gordo.- Me dijo el muchacho sin mirarme, estaba perdido, miraba un punto ciego. -¿Ella lo mató?.- -Por supuesto. Cuando el gordo llegó esa noche, ella lo llevaba del brazo, él estaba evidentemente drogado. Luego fue cosa simple para ella asfixiarlo en su cama y perforarle con una navaja su pecho. Ni siquiera tuvo que usar directamente sus manos, hiso que todo pareciese un accidente. Lo recuerdo porque eso pasó unas horas antes de que me encontrase contigo.- -¿Y por qué lo hizo?.- -Para que la casa no fuese habitable. Lo hizo solamente para joderle el negocio a la persona que vive al lado.- Recordé entonces a aquel viejo que abordó a Gabriel al inicio de todo, cuando él recién había llegado a la región del mar. Recordé que él y doña Eglantina tenían unos problemas judiciales. Así que al parecer Eglantina había dejado la casa, pero en condiciones que ni al propio dueño le fuesen rentables, porque claro, ¿Quién viviría en una casa en dónde hubiese ocurrido un hecho trágico? -Si esta casa se llenó de policías, ¿cómo es que nunca dieron con tus restos?.- -Oh, sí dieron. Por primera vez alguien entró al sótano. Hace años que no pasaba, sin embargo, decidieron no intervenir. Al parecer la historia de esta casa es bastante conocida.- -No te comprendo.- -Las personas que mataron a mí y a mi madre, eran y son gente con influencias políticas. Por eso mi caso no es si quiera tocado. Por eso siempre viviré aquí, amarrado a mi cadáver.- Sentí una verdadera lastima por el muchacho. Y fue muy raro, ya que un sentimiento así no me era normal tenerlo. No sabía qué hacer ni decir, de pronto sentí a Gabriel salir del sótano, todo indicaba que había terminado su escabrosa operación y en un momento de delirio tomé la mano del chico. -Prométeme que no te lanzaras sobre mí.- Le dije y me elevé llevándolo a él por los aires. -¿Qué estás haciendo lobo?.- Me dijo lleno de entusiasmo, mientras la luna inmensa nos alumbraba. -Te voy a llevar a que conozcas un mejor lugar. Creo que ya has estado mucho tiempo encerrado en esta pesadilla.- -Pero no puedo, es mi lugar.- -Tal vez no tiene porque ser así. ¿Cuántos años llevas viviendo allí?.- -Con este ya serían treinta y uno.- -Creo que es más que suficiente para que empieces las cosas por ti mismo. Aunque no lo creas, tú sí eres más real que yo. Al menos viviste y sufriste en algún momento, eso debe cambiar un poco las cosas.- Le dije sonriendo, él muchacho iba embobado, no entendía el por qué de mi reacción y yo francamente tampoco, sólo hacía lo que sentía que debía hacer. ¿Era un impulso? Sí lo era, era muy impropio de mi calidad de lobo. Aunque ¿quién diablos estipula cómo deben ser las cosas? En nuestra privilegiada vista panorámica pudimos vislumbrar aquel bar con las verdaderas luces del sueño. El bar “ONIRICO” Entramos al lugar, el pequeño no cabía en su asombro, todo le parecía fulguroso, estrepitoso incluso mostraba cierto temor de pisar aquel sitio. -¿Qué es esto?.- Me decía sin entenderlo. -Es un lugar para ti…y para mí, es dónde vienen los que no son “reales”.- Sabía que esto me traería consecuencias, no había olvidado a los ángeles, pero aun así, si había algo que me turbaba no era tanto aquello sino el hecho de haber querido ayudar al muchacho. Si a veces quiero ayudar a Gabriel es algo que no puedo evitar, prácticamente soy su mente y obedezco a sus pensamientos imperantes, si él necesita ayuda de algún tipo, bueno, pues tengo que dársela (por esa razón le aconsejé esconder el cuerpo de Paulina) pero nunca antes había sentido el impulso de ayudar a alguien más, sea cómo sea no quise seguir ahondando al respecto, pues era un asunto sin respuesta, un asunto ocioso. -¿Conoces a alguno de estos?.- Le pregunté al muchacho, este encogido de hombros me expresó que no, al parecer el lugar era demasiado escandaloso para su silencio habitual. -Es hora de que seas libre, de que recorras la región del mar y el mundo como a ti te plazca. Deshazte de los recuerdos oscuros y silenciosos que te hacen actuar de una cierta forma, ahora tú eres el que manda.- Le decía, tratando de animarlo sin real convicción. Cuando llegamos a la barra pedí inmediatamente algo para el pequeño, quizás con eso se le quitase el miedo. Grande fue mi sorpresa cuando vi a Eloy realizando las labores de cantinero. -¿Dónde está el lobo feroz?.- Fue lo primero que exprese. -¿De qué hablas?.- Eloy tardo un rato en reconocerme, de hecho me entregó mi pedido primero y después comenzó a rememorarme. -Bebe, con esto puedes empezar a ser tú.- Le dije al muchacho entregándole un vaso de vino que él siguió mirando en su estado catatónico. -Oye eres ese tipo que se llevaron los ángeles.- Dijo de pronto Eloy. -Sí ¿no me recuerdas?.- -Un poco. No deberías estar aquí, te pueden pillar de nuevo. Esos tipos...Los ángeles.-Decía Eloy mientras limpiaba con un paño la barra. -Sólo vine a mostrarle a mi amigo el lugar.-Le dije, refiriéndome al muchacho. Eloy lo miró con su peor cara, el muchacho casi sale huyendo del miedo si no fuera porque yo lo tenía bien agarrado. -¿Qué pasó con el lobo feroz?.- Pregunté otra vez. -¿Con quién?.- -El que atendía antes.- -Ah, ese. Lo reté a una pelea, el que ganaba se quedaba con el trabajo. Bastaron tres cuchillazos para dejarlo en el suelo. Al principio me quiso morder, pero le agarré el hocico con las dos manos y se lo abrí hasta joderselo. Así es como se pelea, mano a mano, siempre. Pero eso no es nada, cuéntame, cómo es que estás aquí, pensé que los ángeles te exterminarían.- Me decía Eloy dándome un vasito de vino y así él aprovechaba también de servirse uno. -Nada, me interrogaron y me dijeron que no me metiera en más líos.- -Ah, esos pelotudos, siempre con la misma.- -¿A ti te han agarrado?.- -No, pero no me llevó bien con tipos así. Antes me perseguían, no ellos, policías de carne y hueso o bueno, de letra y tinta, pero todo estaba en la pierna, al final una palabra tras otra me terminó matando…en mi libro. Sabes, de repente he querido encontrarme con el autor, con el tipo que se le ocurrió animarme. No hay día que no me sienta más hundido al recordar mi historia. La Rosa, el Toño, sé que son personajes, personajes reales o irreales, pero me hunde acordarme de cómo comenzó mi muerte. ¿Sabes cómo comenzó? Diciendo algo así como “Cuando vengan para matarme vendrá uno sólo” y hasta que dije mí última palabra no pasó nada más que una noche. ¡Una noche! Una noche que cada vez que rememoro no puedo si no que sentirme hundido. Hundido ante el inminente adiós. El Toño y la Rosa, a ella cuando le dije “Espérame ahí en la esquina” y ella estaba en la…. -Oye ya basta.- Detuve a Eloy, pues con él todo parecía irse a negro. -Lo siento, es que de verdad me cuesta separar lo que soy de lo que crearon de mí.- -¿Es posible separar aquello?.- -Yo creo que sí, es decir, es lo que he estado tratando de hacer hace años. Pero siempre queda algo involuntario, por ejemplo, el que escribió sobre mí en algún momento escribió “No tú Eloy, tú ya te ahogaste, vas navegando dormido hacía el mar” y hace unos momentos yo te decía que me sentía hundido, entonces, es algo muy inconsciente.- -Pero de todas formas esos son sólo detalles.- -Sí, lo son, pero una cantidad estremecedora de detalles que no me dejan libre y entonces son como pequeñas arañitas que suben por mi piel y terminan devorándome.- Las palabras de Eloy también me incomodaban, sin embargo él y yo éramos diferentes en algún aspecto. -Sabes, en mi libro, yo…ósea, él que me creó puso que yo viví en esta ciudad. Bueno, no sé si será tan así, pero la he recorrido y en esta región hay una Aduana que me parece conocida. Pero también hay otras cosas. La psicología imperante en cada uno de estos pobres ciudadanos es tan…ahogada. Sin esperanza, entregada. Esta región debería sentir la energía del mar, pero al revés, siente el miedo, siente…Eloy se puso como en trance. De pronto dijo “El mar es un edificio fantástico construido por Dios junto a las ciudades y un día se va a poner de pie de repente y a aplastar con sus escombros mojados, con sus marinos náufragos y sus enamorados suicidas a todas esas bandas de músicos y bailarines.” Luego de decir eso, Eloy se sacudió la cabeza y volvió en si. -Discúlpame, fue otro lapsus. Pero creo que resume bien el por qué me atrae tanto esta ciudad.- Tomamos otro sorbo, el pequeño todavía no probaba su vino. -Por lo que me dices Eloy, parece que es imposible construir nuestra propia personalidad.- -Tú la tienes más fácil, es decir, tú no eres un personaje literario. No te ciñes a códigos ni a historias. Eres tú.- -Pero dependo del sujeto que me creó. Que es un chico que no acepta su lado oscuro, en realidad es un demente, pero yo lo sé y él no se atreve aceptarlo. Lo peor es que no podré ser libre como tú hasta que me deshaga de ese tipo.- -Sabes, él otro día vino aquí un tipo que le había pasado algo similar.- Me quede pasmado al oír eso. Inmediatamente le rogué a Eloy que me dijera el nombre de aquel personaje. -No puedo recordarlo tan bien. Aquí viene siempre gente nueva y desesperada por contarle su historia a alguien.- -¡Por favor dímelo!.- Le dije soltando al muchacho y agarrando por el cuello al pobre personaje literario que me veía con el lado de su cara que estaba lleno de cicatrices, aquel lado que peor parte había sacado de sus aventuras. Eloy hizo un esfuerzo por recordar. -Mira, creo que su nombre era….José Luis Martínez. Él también había sido creado por una persona y para lograr su independencia terminó por deshacerse de él. Pero no recuerdo nada más, es decir no sé, fue hace tiempo.- -Era Bremejol.- Dije rápidamente, Eloy me miró desconcertado, pero después repuso. -Sí, ese era el nombre de la persona que creo a ese tipo…a Martínez. Me parece que lo terminó enloqueciendo para así lograr que se matase.- -¿Sabes dónde puedo encontrarlo? Por favor, es urgente. – -Es que no lo sé. Pero al parecer es de acá, es decir no se mueve nunca de la región del…Eloy detuvo sus palabras, me miro con decisión. -Vete.- Me ordeno. -¿No los sientes? Ahí vienen, vienen por ti. Vete rápido.- Era verdad, se podía presentir algo parecido a un terremoto, seguramente eran ellos, los ángeles que venían por mí. -¡Arranca por aquí!.- Grito Eloy. Yo sólo por inercia tomé al pequeño y huí por donde Eloy me decía, no pude ir muy lejos a penas llegue nuevamente a la calle la luz cegadora me alcanzó. Fui bañado por esa lumbre hasta ya no poder ver más que un eclesiástico rayo de luz que iba alumbrando de a poco la sala blanca dónde yo ya había estado. Mi pata continuaba aferrada al pequeño, no lo había soltado durante toda la escapada. Una puerta de la nada se abrió (parecía estar camuflada a una pared invisible) y de ahí salieron los ángeles que me habían tomado la vez pasada. Llevaban la carpeta en la mano y ambos continuaban con sus gafas puestas. -Lobo, lobo. ¿Cómo decía el enano ese del cuento?.- Se burló uno de los ángeles, que si mal no recuerdo correspondía a la voz de Daniel. -Hemos agarrado un lobo bien feo.- Dijo Azrael. -Te lo advertimos una vez, ya no habrá más prorrogas.- Amenazó Azrael levantando su mano para apuntarme, pero detuvo su gesto al notar al muchacho. -¿Y ése quién es?.- Preguntó bajando su brazo. Daniel se acercó al muchacho, lo miró con cuidado, lo examinó y finalmente le puso su palma en la frente. Una tenue energía sentí transitar por el brazo del ángel, luego éste se acercó a su colega, hizo aparecer una carpeta y ambos se pusieron a revisarla muy atentos. -Es él.- Dijo de pronto Azrael. -No lo puedo creer. Lo buscamos mil veces ¿cómo es que…? ¿Cómo es que éste lo encontró?.- El muchacho temblaba de miedo y para ser franco yo también, la voz de los ángeles era imponente. -Levántate Anselmo.- Ordenó Azrael y el muchacho se levanto casi involuntariamente. El ángel le tomó de la mano y le comenzó a explicar la situación. -Te hemos estado buscando por cielo, mar y tierra. Algo nos impedía encontrarte. Vamos, necesitamos realizarte tu juicio, has estado demasiado tiempo en la tierra. ¿Por qué te escondías de nosotros?.- -Déjenme quiero irme a la casona. Quiero estar ahí, en mi lugar.- Se resistía el muchacho. -Tranquilo Anselmo, verás a tu mamá y a tu papá, te lo prometo.- Dijo Azrael. Con estas palabras el muchacho se tranquilizó. El ángel se fue y Daniel se quedo mirándome. Me ofreció cordialmente una silla, inmediatamente presentí que las cosas habían dado un pequeño giro. -Bueno, este, lobo, has logrado algo que nosotros no habíamos logrado. Ese pequeño debió haber estado aquí hace años. Pero siempre pasaba algo que nos evitaba encontrarlo. Él cuando murió se perdió, es decir, a ver, para ejemplificártelo. Cuando venía de camino al cielo se desvió y cayó en alguna parte del mundo que nunca supimos cuál era.- -Pero estaba en el lugar que murió.- Repuse. -Y muchas veces buscamos ahí, pero él al parecer, asustado por nuestra presencia luminosa, se escondía y se refugiaba en las sombras que tan difícil nos es penetrar. Y sin embargo tú lo has traído hacía nosotros y bueno, esto complica un poco todo porque según los reglamentos, deberíamos nombrarte ángel.- -¡Qué! No señor, eso no va conmigo.- -Bueno, pero algo habrá que hacer, es decir...- -¿No me pueden dejar libre e independiente de Gabriel?.- -No, no podemos, eso va contra las reglas, mira…Hagamos como si esto nunca hubiese pasado ¿esta bien? Nosotros encontramos al chico y tú nunca estuviste aquí, de vez en cuando podemos arreglar los hechos, jeje.- Daniel se veía nervioso. A mí la opción de ser nombrado ángel no sé por qué me producía una inmediata comezón. Comprendí que la opción que me estaba dando esa criatura era la mejor. -Acepto de mala gana.- Dije. -Bien, pues, tienes una oportunidad más, pero créeme que esta sí es la última.- Iba a abrir el hocico para sacarle en cara que si pensaban agarrarme de nuevo le iría con el cuento de Anselmo a su jefe (¿qué era…) pero apenas lo comenzaba a hacer, un rayo me partió en dos y desperté nuevamente en la pieza de Gabriel quien se había tomado unas pastillas para dormir. Estaba débil, podía entrar y salir de su mente a mi merced, pero no quise. Preferí aprovechar la noche para ir tras José Luis Martínez. Tenía una vaga idea de dónde podía estar. No les tenía miedo a los ángeles, después de todo si me había salvado de una grande bien podía salvarme de otra igual. Recorrí otra vez los oscuros cielos de la Región del mar. En unas horas más amanecería y la neblina que se abraza a la costa hacía más densa la visión. Ya las luces de juerga menguaban, había naturalmente un momento de paz. Con esa quietud llegué a la iglesia que Gabriel alguna vez visitó en busca de pistas sobre Bremejol. Tenía la intuición de que José Luis Martínez podría estar ahí, quizás jugando con el gran órgano de la iglesia. Sin problemas traspasé las paredes y entré en esa lumbre eclesiástica que sembraba más terror que paz con todos esos lóbregos retratos de mártires torturados, entre ellos el propio Jesús. Me di una buena vuelta por la iglesia, perturbar el silencio de aquel lugar era verdadero sacrilegio, aquel silencio era quizás lo único sagrado en ese lugar. Rondé por varios pasillos, pero no encontré absolutamente nada. Me senté en aquellas bancas de oración pensando que lo mejor sería quizás volver dónde Gabriel, después de todo su estado actual volvía a serme favorable. Podía entrar con mayor voluntad en sus deseos y recuerdos. Sentado en medio de ese templo cuyo piso de cerámica se veía resplandeciente comencé a escuchar un pequeño ruido que en realidad parecía más venir de mi imaginación que de la realidad. Poco a poco el ruido iba retumbando en todas las esquinas de aquella tormentosa iglesia, parecía ser el anticipo de un terremoto, la venida de un maremoto, una catástrofe. Inexplicablemente me asusté de morir, pues el ruido era amenazante y cada vez parecía peor, pero entonces descubrí que en realidad todo provenía de una pequeña hormiga que caminaba perdida por aquellos parajes. -Temible ¿no?.- Dijo de pronto alguien haciéndome desfallecer del susto. Al darme vuelta vi a un hombre flaco usando uno de esos sombreros a los que de adorno se les adhiere una pluma. Vestía de terno aunque era un terno amarillo y sus zapatos relucían brillantes. -Cuando el silencio ataca conocemos la verdadera esencia de los sonidos.- Dijo el hombre acercándose a mí. Naturalmente era alguien como yo, alguien que no respiraba. -Mi nombre es José Luis Martínez.- Se presentó cordial. -Sé quién es.- Le dije y él se sorprendió. -¿Un admirador?.- -Algo así ¿Podemos conversar?.- De pronto las campanas de la iglesia retumbaron. La mañana había llegado a la región del mar. -Vamos.- Me dijo y me llevó al sótano de la iglesia, un lugar increíblemente apacible en donde el aleteo de un pequeño zancudo podía ser percibido como un gigantesco tornado. Luego de presentarme y contarle mí historia y como había dado con él, Martínez pareció maravillado con todo lo que le dije. -Es increíble, pensé que mi caso era único en la región del mar.- Decía mientras prendía un cigarrillo, aquel silencio realmente me era incomodo. -Veras lobo, cuando Bremejol me creó, él ya era todo un hombre hecho y derecho. El pobre era tan obsesivo y austero, una combinación complicada, sobre todo cuando se quiere tener a una mujer en tus brazos. Y es, básicamente, esa la razón por la que estoy aquí hablando contigo, una mujer.- -No puede ser casualidad.- Le dije sonriendo, él me convidó un cigarro. De pronto sentí cerca de nuestras cabezas aquel resplandor odioso que los ángeles emanaban y me puse nervioso. -No puedo estar mucho tiempo aquí. Si los ángeles me pillan me van a eliminar.- -Tranquilo, es poco probable que los ángeles penetren en este lugar. El silencio para ellos es insoportable, pero para nosotros los errantes sin alma, es una dicha.- -Yo nunca había sentido tanto silencio. Ahora que lo dice, es cierto, pareciera que estuviésemos en la nada.- -Pero la nada es un motor valioso para las acciones de los seres humanos, porque siempre van persiguiendo un fin vacio que no los satisface. No, esto no es la nada, esto es el silencio, es decir, la esencia más propia de las cosas, el eslabón en toda cadena de sonidos, la música de la realidad, el juego entre la vida y la muerte. El silencio es básicamente eso, no es la nada, pues en la nada te encuentras con un sinnúmero de cosas que no valen nada, un sinnúmero de acciones que los humanos realizan por nada. No, aquí en el silencio todo lleva al mismo camino…al descubrimiento del ser, no es un atajo de confusiones como lo es la nada. Aquí en el silencio todo va bien encaminado.- -¿Me esta diciendo que estamos sentados ahora en el silencio?.- -Así es, yo creé este lugar. Siempre dicen que la maldad es en realidad la ausencia de la bondad o que el frío es la ausencia del calor. Pues yo descubrí que el silencio no es la ausencia del ruido, sino que es el sonido en si. Sé que esto es difícil entenderlo porque generalmente todos, incluso nosotros los que no respiramos...- José Luis me guiñó su ojo derecho al decirme eso. – También lo único que percibimos son palabras necias, ruidos absurdos, ¡música sorda! Melodías monotemáticas que se han repetido con distintas formas por los siglos de los siglos. Eso es lo que escuchamos, sobre todo los seres humanos, a esos sonidos están acostumbrados y no es que sea malo, pero al ser estos sonidos tan invasivos, hemos perdido la capacidad de captar los que verdaderamente importan, los sonidos de la naturaleza, los sonidos primigenios de la espiritualidad, los sonidos claves de la música. Los sonidos de la naturaleza.- Repitió el hombre bastante exaltado. Luego prosiguió. -Esos sonidos de la naturaleza, uno es solamente capaz de llegar a ellos atreves del silencio, que es la única música que transporta aquellos sonidos. Pero nadie va a escuchar si quiera dos minutos de silencio, es imposible realizar ese experimento, la gente se pone frenética y en su desesperación se pone a escuchar sus pensamientos que de tanto repetirse en el silencio se terminan transformando en palabras. Por lo que al parecer para la mayoría, el silencio es imposible de admitir. Por eso creé este lugar, un templo del silencio, un templo de los ruidos. Aquí me pasó todos los días, es como estar en el centro de la tierra. Soy capaz de escuchar todos los sonidos del mundo, al principio parece un caos, pero después te acostumbras. Esto fue lo que hice apenas me deshice de Bremejol.- Me decía, a medida que hablaba, su apariencia se trastornaba. Al mismo tiempo, el resplandor que emanaban los ángeles se sentía con fuerza tras las paredes. Me incomodé, pues presentí que en cualquier momento me volverían a agarrar. -Bueno, señor. Me gustaría que me dijese en realidad, cómo hiso eso, ¿cómo se deshizo de Bremejol?.- José, quien se había alborotado con su discurso sobre el silencio se calmó rápidamente y mirando con cierto desatino me dijo. -Es una historia simple. Yo nací aquí, en la región del mar. Fue por aquellos años en que Bremejol se obsesionó con esa mujer, Margarete, la mujer que construyó esta iglesia. Bremejol me creó en cierta medida como amuleto personal de la suerte. Todo se dio un día en que el músico escribió un poema que yo le susurré al oído. Luego él se lo entregó a Margarete y como a ella le gustó, se hizo ritual que todos los días él estuviese una hora escribiendo poesía conmigo a su lado. Luego Bremejol le hizo clases de piano a la hija de Margarete, pero siguió escribiendo poesía ya no para llegar a ella si no porque se le había hecho un vicio. Yo lo había atrapado con la poesía, poco a poco le fui siendo indispensable para su día a día. Luego vino su obsesión con las piedras y como nadie lo escuchaba yo fui el único que lo acogió. Es bueno ser sumiso, ser un lobo disfrazado de oveja. En fin, yo ayude a Bremejol en todo lo que me pedía, pues sabía que al hacerlo lo alejaba de todos. Cuando el asunto fracasó, Bremejol se enojó conmigo y me enterró en sus recuerdos, como te pasó a ti. Regaló los poemas que yo había escrito como símbolo de alejamiento, pero le fue imposible separarse de mí para siempre. A los pocos años volvió y entonces empecé a descubrí sus debilidades. Finalmente un día lo confronté dentro de su mente y logré matarlo. Por mucho tiempo me hice pasar por su amigo, él sabía que yo le era una patología, pero aún así me necesitaba. Poco a poco fui descubriendo mi libertad y entonces cuando fui capaz de entrar y salir de su mente, de generar mis propios pensamientos, de aprovecharme de su senilidad, ingresé en él y lo confronté. No pudo ni siquiera aguantarme diez segundos, se suicidó de inmediato. El mito dice que murió empalado por los que escuchaban su último concierto, eso es falso. En realidad yo lo hice quemarse a lo bonzo mientras tocaba el piano. La gente naturalmente huyó despavorida de ese lugar, no me extraña que después se tejieran tantas historias sobre aquel concierto. En realidad lo que pasó fue únicamente eso. Entré en su mente, lo confronté y lo destruí. Cuando él murió fui un espíritu libre, ya no atado a su voluntad y entonces floté buscando aquello que siempre había querido hallar. El silencio.- Aunque la historia me parecía bastante interesante, el resplandor de los ángeles cada vez más amenazante me hacía pensar que ellos estaban ya por encontrarme. -Entonces ese es el secreto.- Dije apurado. -Así es, debes encontrarlo en el momento más bajo de su vida, más frenético, cuando ni él recuerde su nombre. Entonces entras a su mente y lo matas. A los ojos de todos será tomado como un suicidio.- -Últimamente Gabriel se ha visto envuelto en varios problemas que lo han terminado exaltando mucho.- Le informe a José. -Debes aprovecharte de esos momentos. Hazle creer que eres su amigo. No abogues ahora por tu beneficio, aboga por el beneficio de él. Estás en una buena situación, puedes entrar y salir de su mente a tu antojo. Tienes capacidad de pensamiento libre, aprovecha el momento actual de confusión de tu creador. Hazte su ciervo leal, ayúdalo sobre todo en cosas que sabes lo alejaran del resto y cuando sea propicio entra en él y mátalo.- No le quise decir a José que en ocasiones anteriores Gabriel y yo ya habíamos tenido algunos enfrentamientos en que yo mismo lo encaraba tratando de pedirle libertad. Al parecer los pasos que me daba José tenían que ser los óptimos, pero ¿cómo volver a ganarme su confianza? ¿Cómo? Si Gabriel desde que llegó a la región del mar ha tenido la intención de eliminarme. No quise preguntarle más cosas a José pues el resplandor amenazante ya estaba por abrir la puerta del sótano. Noté que la boca de José iba pronunciar una oración más, pero yo me lancé hacía la tierra para escabullirme como un topo que cava sus túneles. Sentí la puerta abrirse, sin embargo, yo ya estaba bajo tierra, huyendo como un reo que escapa de la cárcel. Al salir de la tierra me desoriente un poco, pues no tenía idea de dónde estaba, incluso pensé que había llegado a la china de tanto cavar, pero en realidad seguía en la región del mar, en otra ciudad más alejada de la costa, pero en la región del mar al fin y al cabo. Al cabo de una hora ya estaba devuelta en el departamento de Gabriel quien aún dormía, quizás había despertado, pero abrumado por la realidad decidió seguir durmiendo, como sea no me incumbía mucho. Me puse a pensar en la mejor forma que tenía de ganarme la confianza de Gabriel. Tenía que ayudarle con sus nuevos problemas ¿pero qué? ¿Qué podía hacer? Poco a poco me fui interrogando una y otra vez cuál sería la manera más fácil de llegar a él, incluso me paseé por su ahora accesible mente (a pesar de que algunos rincones aún me eran impenetrables) y las cosas no me quedaban muy claras, básicamente porque Gabriel tenía un caos calamitoso en el cerebro. Me puse a pasear de aquí a allá y entonces se me ocurrió que la mejor forma de ayudarle era con respecto a Leroca. Sí. De lograr encontrar aquello que Leroca le había pedido a Gabriel tendría mis buenos puntos ganados para acceder con mayor facilidad a su confianza. Me puse a pensar un rato en qué podría ser aquello que faltaba. Estaba completamente desvalido para saberlo, con suerte entendía el experimento que Leroca estaba realizando. Veamos, el asunto era el sonido, Leroca quiere que los sonidos que se escuchen tras los audífonos no entorpezcan aquella introspección que sus oyentes experimentaban. Entonces el problema es el sonido y los sonidos que el proyecta son los sonidos de la naturaleza. La naturaleza tiene a su vez sonidos primigenios y esenciales en los cuales, según Bremejol uno sólo es capaz de llegar a ellos a través de…de…lo tengo, lo tengo en la punta de la lengua. -Lobo, ¿qué haces?.- Me interrumpió Gabriel despertando desde su cama. Se veía pálido y también enfermizo. Al parecer el hecho de que yo dedujera las cosas por mí mismo le traía conflictos a su cabeza. -Gabriel, creo que tengo la clave.- Le dije. -La clave para qué. ¿Dónde estuviste? Ayer no me di ni cuenta cuando te fuiste es decir…¿te fuiste?.- Al parecer Gabriel no recordaba bien las cosas, no tenía certezas de que yo hubiese ido con él a enterrar a Paulina, yo no le comenté nada. -Gabriel, el problema que tiene Leroca con su maquina, creo que sé cual es la solución.- Gabriel me observó haciéndose el desentendido. -Es el silencio.- Dije entonces, Gabriel no me quiso tomar en cuenta, al parecer las cosas que le decía eran estupideces. -Déjame tranquilo, si quieres desaparecer de mi vida, entonces desaparece.- Ojala fuese tan fácil, repetí para mis adentros, pero no, debía demostrarle a Gabriel que lo que le estaba diciendo era de vital importancia. Fui a presionarlo dentro de su cabeza, sin embargo, yo mismo no sabía como seguir con mi explicación, es decir, el silencio era sólo el concepto, cómo explicarlo realmente. Odiaba admitirlo, pero al parecer eso ya caía en trabajo de mi amigo quien tenía las habilidades cognitivas necesarias. Empecé a hacer un esfuerzo para pensar qué podía usar como ejemplo de mi explicación y al parecer en la medida que yo pensaba Gabriel se lastimaba ya que una especie de jaqueca lo atormentaba. -Gabriel ve a revisar el libro de José Luis Martínez que Leroca te dio.- -¿Qué? ¿Para qué?.- Decía esté sin ganas de hacerlo y tomándose el cráneo. -Sólo hazlo. Recuerdas que hay un capitulo de poemas dedicados a la música.- -Sí, pero no dice nada… -Sí dice, mira, el silencio es la clave de los sonidos. Ahí es donde reside el verdadero sentido de la naturaleza. Yo no lo puedo explicar muy bien, pero quizás Martínez sí. Gabriel, es un chance de entrar nuevamente en el proyecto de Leroca.- Como le insistía con tanta fuerza, Gabriel terminó haciéndome caso. Fuimos buscar el libro que ya estaba lleno de polvo. Buscamos el capitulo correspondiente y ningún poema realmente nos resulto revelador. Le insistí a Gabriel y terminamos leyendo juntos el libro. Al mismo tiempo, palabra por palabra, sincronizados en mente y espíritu leíamos el libro cuando en la página 89 bajo el tremendo título de “OBSERVACIONES RELACIONADAS CON LA EXUBERANTE ACTIVIDAD DE LA “CONFABULACIÓN FÓNETICA” O “LENGUAJE DE LOS PAJAROS” EN LAS OBRAS DE J.P BRISSET, R. ROUSSEL, M. DUCHAMP Y OTROS” encontramos algo que nos hizo sentido y como nuestros pensamientos estaban encadenados, todo lo que yo sabía de alguna manera se trasladó al pensamiento de Gabriel y así a él también el texto le fue revelador. El asunto decía así: *a. A través de su canto los pájaros comunican una comunicación en la que dicen que no dicen nada b. El lenguaje de los pájaros es un lenguaje de signos transparentes en busca de la transparencia dispersa de algún significado c. Los pájaros encierran el significado de su propio canto en la malla de un lenguaje vació; malla que es a un tiempo transparente e irrompible d. Incluso el silencio que se produce entre cada canto es también un eslabón de esa malla, un signo, un momento del mensaje que la naturaleza se dice a sí misma. e. Para la naturaleza no es el canto de los pájaros ni su equivalente, la palabra humana, sino el silencio, el que convertido en mensaje tiene por objeto establecer, prolongar o interrumpir la comunicación para verificar si el circuito funciona y si realmente los pájaros se comunican entre ellos a través de los oídos de los hombres y sin que estos se den cuenta. NOTA: Los pájaros cantan en pajarístico, pero los escuchamos en español. (El español es una lengua opaca, con un gran número de palabras fantasmas; el pajarístico es una lengua transparente y sin palabras) N.d.a: “El texto reproducido íntegramente aquí, corresponde al texto del mismo título señalado, incluido en el -por llamarlo de alguna forma- libro: “La nueva novela” del escritor y artista Chileno Juan Luis Martínez. Publicado en el año 1985 en Chile.” Rápidamente Gabriel comenzó a comprender el sentido de las palabras y en un abrir y cerrar de ojos fue dónde Leroca para enseñarle el texto y a exponerle su solución. -Es el silencio, aquel es el eslabón que le falta a tu sucesión de sonidos. Tenemos que lograr captar el silencio e introducirlo a las grabaciones.- Leroca parecía tener confianza en las palabras de Gabriel, tal vez era porque lo veía muy confiado en lo que decía. -Está bien, te daré la oportunidad. Te pagaré sólo cuando tengamos el artefacto terminado.- Dijo éste con severidad. -Trabajaremos juntos. Necesito la grabación de un vacio.- -Fantástico, voy a mandar un cohete al espacio para que graben el vacio.- Dijo Leroca en tono sarcástico, Gabriel quien se veía entusiasmado lo miró con rabia. Leroca captó la mirada. -Esta bien, esta bien, veremos qué se hace.- Agregó el hombre, Gabriel me miraba feliz. La oportunidad de arrancar de los problemas nuevamente se le abría. Era cosa de tiempo para que pudiese terminar el proyecto e irse con Guadalupe a Alemania y así olvidarse para siempre de la región del mar. Me miraba sonriente y yo le devolvía la sonrisa. -¿A quien le sonríes?.- Pregunto Leroca, Gabriel distraído dijo que a nadie. Una buena parte de mi plan ya estaba listo. Al llegar la noche, Gabriel volvió al departamento con bastante entusiasmo, había estado llamando a Guadalupe durante toda la jornada y ella no le había contestado, pero ni eso opacaba su buen humor. “Seguramente debe estar muy ocupada” se decía a si mismo aunque puede que me lo estuviese diciendo a mí. Cuando Gabriel abrió la puerta de su departamento, rápidamente sintió unos ruidos provenientes de la cocina. Un nervio lo inundó. ¿Qué podía ser? Poco a poco se fue aventurando al lugar, asomándose con minucioso respeto y miedo. Al llegar no vio a nadie y aunque no quería avanzar demasiado, algo le alertaba que la cosa andaba mal. “No puede ser, no puede ser” se repetía en la mente, pues creía que se trataba de Paulina que andaba por ahí penándolo de alguna forma. Finalmente se aventuró hasta la ventana del living ya que notó que la había dejado abierta. Avanzó lleno de escalofríos, creyendo que algo lo podía atacar por la espalda mientras recorría el corto tramo de la cocina al living. Gabriel marchó cuidadosamente y entonces, lo que se temía, alguien lo atrapó por la espalda, alguien, una mujer, eso lo reconoció de inmediato por la contextura delgada de los brazos de quien lo aprisionaba. Inmediatamente los temores de mi amigo se materializaron. -Tranquilo, tranquilo, soy yo.- Dijo entonces la voz detrás suyo. Era Lupe. Gabriel entonces suspiro aliviado y acarició las manos de quien lo aprisionaba. -Lupe, amor, me diste un gran susto.- Dijo éste feliz, tratando de voltearse para besar a su amada, sin embargo, esta no lo dejo. -Te tengo una sorpresa.- Le dijo mientras sacaba un pañuelo con el que le vendó los ojos. Gabriel sonrió pícaramente mientras Lupe lo cegaba. Luego ella comenzó a repartirle besos por todo el contorno de su cuello y fui recorriendo con sus manos el pecho de mi amigo. Lentamente, como un hada que le gusta seducir a través del bosque fue guiando a mi amigo con caricias y manoseos a su pieza. Lo acostó y le ató las manos para que no pudiese usarlas. -¿Qué vas a hacer?.- Quiso saber Gabriel. -Quiero seducirte. Quiero que seas siempre el único hombre que pueda disfrutar de este lado mío.- Decía Lupe sonriendo. Ella lucía hermosa (esto es una apreciación mía) envuelta en un maquillaje que le embellecía el rostro. Rápidamente se desnudo y rozó sus pechos en el rostro de mi amigo quien intento besárselos, pero ella juguetonamente no le dejo. Se apartaba y regresaba al cuerpo de Gabriel quien obstruido por la venda disfrutaba con mayor placer aquellas caricias y roces que su amada le brindaba. De pronto ella hizo una seña y alguien apareció en la pieza, se trataba de otra mujer que tenía rasgos asiáticos en sus ojos. Se encontraba en ropa interior y parecía tener cierta confianza con Lupe. Ella se acercó seductoramente sin realizar ruido con sus pasos mientras la novia de Gabriel le lamía la oreja, excitándolo con la precisión de una tetera hirviendo. Lupe bajo con su mano hasta los genitales de mi amigo y primero tocándoselos por sobre el pantalón terminó rápidamente abriéndole el cierre y bajándoselos, ella comenzó a descender rodando con sus labios hasta el pene de mi amigo, pero no juntó su boca con aquel, no, llevó sus dedos hasta los testículos de mi amigo quien a penas se contenía de la excitación intentando zafarse de las amarras. Entonces la de ojos asiáticos llevó su boca al pene de mi amigo y lo succionó con ligereza mientras Lupe se lo continuaba tocando, y para que Gabriel no sospechase nada, ambas trataban de hacer el mínimo ruido, con complicidad se sonreían. -Lupe, eres increíble.- Decía Gabriel inundado en placer. Lupe repasaba sus labios con la punta de los genitales de Gabriel y cuando la de ojos asiáticos se sacaba el pene de la boca, Lupe se lo succionaba con mucha más pasión. El placer llegó a tal que Gabriel no se pudo contener y soltó todo lo que tenía, entonces las muchachas no se aguantaron y entre las dos lamieron copiosamente aquel semen que se disparaba. Gabriel recién notó entonces que se trataban de dos bocas las que estaban ahí abajo. -Hey, un momento ¿qué pasa?.- Decía confundido, sin embargo, las chicas estaban más interesadas en recibir esa eyaculación y repartírsela con pasión entre sus cuerpos. Mi amigo continuaba alegando hasta que finalmente se logró desatar de las amarras y con una mano libre se quitó la venda. -Lupe, ¿Quién es ella?.- Decía sorprendido. Lupe entre avergonzada y complacida no sabía bien qué decir, al parecer tuvo que tragar primero lo que tenía en la boca para luego explicarse. -Es Dora, una amiga…la única amiga que conservo de mi pasado. Es una buena amiga, le dije que viniera para que pudieras gozar de las dos. Sé que es tu fantasía.- Se explicaba la chica. Gabriel al parecer se había quedado sin habla mientras Dora se notaba incomoda no parecía comprender la situación. -Lupe.- Comenzó mi amigo en tono complaciente. –No tienes que hacer estas cosas para agradarme, yo estoy feliz sólo contigo.- -Es que pensé que… -Mi amor, hoy cumplimos cuatro meses juntos. Pensé que podía ser más, no sé, intimo.- Decía Gabriel sin ningún asomo de reproche, quizás por eso la tal Dora se fue sin decir una palabra a los enamorados. Cuando sintieron la puerta cerrarse, Lupe avergonzada se acostó y no supo que decir, Gabriel trató de consolarla rodeándola de pequeños besos por su cuello. -No te preocupes Lupe, no pasa nada. No estoy enojado.- -Pensé que te gustaría algo así, es decir…es la fantasía de todo hombre ¿no?.- Lupe no podía soportar la vergüenza, tanto así que hundía su cabeza en la almohada, Gabriel en un momento pareció enfadarse, sin embargo, al ver en ese estado a Lupe la abrazó con mayor cariño. -Es cierto, pero una fantasía no tiene porque hacerse realidad. Yo sólo quiero compartir la cama junto a ti Lupe. Porque te amo, no puedo dejar de pensar en ti, quiero estar a tu lado.- Le decía Gabriel mientras la chica continuaba sin dar la cara. -Lupe, en serio. Quiero que vivas conmigo, nos iremos juntos de aquí, estoy en un nuevo trabajo, no había tenido oportunidad de decírtelo, pero ya es un hecho y muy pronto nos iremos de aquí y seremos sólo tú y yo contra el mundo. Te amo, no sabes cuanto he esperado por tener a alguien como tú a mi lado y no te dejaré jamás.- La muchacha poco a poco se acercó más a Gabriel, finalmente se dio vuelta para besarlo cariñosamente. Ahí en la cama se miraron fijamente. -¿De verdad?.- Le preguntó ella y él le aseguró que la amaba. -Quiero esta noche estar contigo así, de esta forma, acostados mirándonos.- Remató éste y así fue, se quedo dormido primero él y después ella. Ellos eran verdaderos amantes. Al menos así lo sentí al contemplarlos, casi hasta sentí lastima de querer matar a Gabriel, pero tenía que hacerlo, lamentablemente o era él o era yo. Al día siguiente Lupe y Gabriel despertaron felices. No tuvieron sexo, pero se entretuvieron un buen rato besándose y acariciándose, finalmente ella le aseguró que se iría a vivir con él a dónde quisiera y que estaba “acabadamente enamorada” Gabriel sonrió y se fue al trabajo. Yo, como de costumbre cuando se trataba de Lupe, fui ignorado por mi amigo durante toda la mañana y sólo volvía a sus pensamientos cuando éste buscaba algo en mí que finalmente nunca encontraba. En el trabajo las cosas tampoco cambiaron mucho su dinámica, básicamente porque entre Leroca y Gabriel se repartieron todas las tareas y por primera vez me encontré con un Gabriel muy, muy atareado que ni tiempo tenía de desvariar y cuando lo tenía, desvariaba pensando en su amada. Yo no sabía muy bien qué paso concreto seguir, en cierto modo me había ganado un poco de confianza por parte de Gabriel, pero ahora ¿qué? Según Martínez, debía esperar el momento para poseerlo y matarlo. ¿Pero cuándo? No me le despegaba de encima y me era imposible poseerlo. Una sensación horrible me atormentó. Habían pasado dos semanas desde que Gabriel obtuvo el trabajo con Leroca, el asunto estaba resultando exitoso, muy pronto partirían a Alemania, Gabriel estaba en un idilio permanente con Lupe quien ya se había ido a vivir con él. Yo volvía a perder fuerzas, Gabriel se volvía a olvidar de mí, volvía a perder influencia sobre él. Entonces recordé que a pesar de mi supuesta libertad aún había algo que nos unía y mi vida seguía dependiendo de él, si no pasaba algo podría desaparecer, entonces el destino me fue favorable. Una tarde mientras Gabriel volvía a su departamento, de casualidad pasó por una tienda de libros usados que se encontraba en una de las tantas subidas a esos múltiples cerros que tiene la ciudad. Gabriel se entretuvo un rato desordenando los libros usados que estaban repartidos en feos estantes hasta que encontró uno que le llamó particularmente la atención. “Historia de O” aquel libro le recordó algo que no supo concretar, sin embargo, yo sí. Paulina le había comentado algo de ese libro antes de visitar la feria de los azotes. Gabriel se llevó el libro y sentado en una banca frente al mar se puso a leerlo. Yo estaba atento a todas sus reacciones y me cobije en los recovecos accesibles que tenía de su mente. A penas leyó unas cuantas paginas Gabriel rememoró imágenes incomodas que al principio parecieron un torbellino sin razón, pero poco a poco estas imágenes se concadenaron y el miedo fue cosa espontanea. Yo sabía que aquel libro me parecía conocido. Temblando con el libro en la mano Gabriel recordó que aquellos pasajes de esa “historia erótica” le habían sido narrados cuando pequeño por el sacerdote que lo violó. Las imágenes eran claras, el cura lo obligaba a realizarle una felación mientras éste se excitaba leyendo aquella novela en voz alta. Horrorizado Gabriel lanzó el libro al mar, pero un resquebrajo nuevo apareció un su mente. Un rincón que me era prohibido ahora abría sus cercos, pues aquel cortocircuito que el libro generó en su consciencia fue tal que no pudo seguir conteniendo aquel espacio en su mente. Por su puesto yo aproveche esta intromisión y entré a aquel nuevo rincón que me era ahora revelado. Muy rápido Gabriel olvidó el asunto superficialmente, sin embargo, como se dice, el daño ya estaba hecho, nuevamente volvía a tener una cierta ventaja sobre él ya que aquel rincón oculto al que ahora podía entrar resultaba ser el rincón que concernía a lo sexual y todas y cada una de las experiencias que Gabriel tenía con respecto a ese plano estaban guardadas ahí. También sus fantasías, no obstante, por alguna razón las experiencias con Paulina no estaban ahí, y eso que la feria de los azotes figuraba como la principal fuente que emanaba deseos y fantasías sexuales. Era como un imperio del que se desprendían todos los deseos probables e imposibles de Gabriel. Seguí recorriendo con interés aquellos rincones cuando me encontré con un dibujo infantil de un lobo que seguramente él había hecho hace tiempo. El dibujo estaba instalado en un podio por lo que al parecer tenía importancia, lo vi y noté que unos tubos se desprendían del papel y parecían succionar unos líquidos misteriosos. Comprendí que el dibujo se trataba de mí y del lugar que ocupaba en la mente oscura de mi amigo. Al parecer de esa forma me gesté, pero había más, algo más, detrás del lobo dibujado, algo más borrada y de forma enclenque había o parecía haber un dibujo de una chica con vestido rojo. Los colores no se notaban del todo, pero el cabello estaba atado a un moño. Tenía el pelo café. Inmediatamente pensé en Paulina, sin embargo, aquel dibujo era muy vago y se me dificultaba mucho encontrarle algún sentido a todo. Decidí no volver a ese sitio y concentrarme en otros lugares. Al cabo de tres días tenía pleno control de aquel rincón, podía entrar y salir a mi antojo, ahora sí podía comprender todo en el interior de mi amigo, simplemente debía esperar el momento para dar el gran golpe. Una victoriosa tarde logré dar aquel golpe. Gabriel salió del trabajo con la certeza de que el proyecto de Bremejol ya estaba terminado y perfeccionado, y que sólo en tres semanas más se irían a Alemania, dejando por fin la región del mar atrás, un auto que venía siguiendo sigilosamente a mí amigo se detuvo frente a él y un hombre que se bajó rápidamente de ahí le disparó algo a Gabriel, algo que lo hizo desmayarse. Con rauda diligencia el hombre metió el cuerpo de mi amigo al auto y el vehículo arrancó a un cerro muy alejado que estaba casi a la punta de la región del mar y donde el paisaje se perdía entre el cielo y el mar. Cuando Gabriel despertó de su aturdimiento se encontró con Ginés de Pasamonte frente a él. Mi amigo intentó reconocer el lugar, pero Ginés fue directo al grano. -No te haré daño Gabriel. ¿Un cigarro?.- Gabriel quiso alegar, pero constató que realmente se encontraba sólo en un lugar desconocido y no había nada que pudiese hacer. -¿Qué me hiciste?.- -Te disparé un dardo tranquilizante, de aquellos que hacen dormir a los equinos.- -¿Por qué?.- -Porque es hora de hablar, hace dos días que voy a tu casa y no te encuentro, así que lo mejor será terminar con esto ya.- Consignaba el policía encendiendo un cigarrillo. -Sé que la mataste, a tu novia. A Lina.- Gabriel no dio señas de nada, simplemente miró al suelo y persistió en su inocencia. -Yo no estuve cuando eso paso. Tuve que viajar, mi coartada es real. Tuve que ir a la ciudad de Tal por un asunto urgente, regresaría ese mismo día, pero Lina se suicidó no sé porque razón. Lo he dicho mil veces.- -Es obvio que tu coartada es falsa.- Gabriel no se incomodó por la verdad y continúo asegurando su versión. -Yo fui el primero en ser excluido de la investigación.- Decía aferrándose a su versión. -Encontramos el cuerpo de la chica, le hicimos los peritajes pertinentes y descubrimos que murió a causa de una contusión cerebral. También descubrimos tus huellas dactilares en ella. Cuando queremos trabajar con aparatos de primer nivel, créeme que lo hacemos. Un informe reveló que fuiste tú quien la lanzo al mar. Además, tuvimos acceso al tipo que le compraste los boletos para realizar tu súper coartada. El tipo fue duro, pero bastó con una sesión de electricidad intensa para que confesara hasta cuánto fue que le pagaste.- El rostro de Gabriel se desencajó, todo se le nubló. Comprendí que sus defensas estaban bajando, era el momento certero para dar el golpe. -Escúchame, fuiste astuto, pero debes saber que siempre hay un idiota que arruina los planes del otro, es sólo cosa de tiempo. Mi oficio es el de policía, es un trabajo ingrato que la gente no sabe apreciar, uno cuando entra a este trabajo sin saberlo entra en un túnel oscuro cuya luz será indudablemente la muerte. Pero hay ciertos momentos en que podemos mitigar ese mal agradecido trato que la sociedad nos entrega y es con la corrupción. Yo creo que tú te has dado cuenta que en esta región la policía sabe bien cómo hacer lo que tiene que hacer. Yo por mi parte, por ejemplo, no puedo ganar mucho dinero con mi pobre carrera, pero soy capaz de generar bastante cuando alguien acepta ciertos acuerdos conmigo.- -Yo no la maté.- Repetía Gabriel ensimismado. -Claro, es algo que debes decir. Sin embargo, si yo llevo estas pruebas a la justicia, créeme que te joderán de por vida en esa fea cárcel que tenemos, pero puede que lleguemos a un acuerdo y yo terminé destruyendo esas pruebas.- Ginés movía sus manos con fuertes ademanes, parecía un profesional en esas artes, pues hipnotizaba a Gabriel quien seguía negando ya sin convicción. -Escucha Gabriel, el acuerdo que quiero es de ochenta millones de dólares.- -¿Me chantajeas?.- Pregunto Gabriel, casi ofendido. -No, no me gusta hacer eso, prefiero la extorción. Cuando chantajeas puedes pasar mucho tiempo junto al chantajeado y al final los roles en algún momento se van a terminar invirtiendo. En cambio la extorsión es más rápida, es cosa de llegar y tomar. Tú me das el dinero y yo elimino todas las pruebas. No te jugaré chueco Gabriel, aunque no lo creas, después de todo tengo cierto código moral.- Ginés le sonreía mostrándole sus feos dientes. Gabriel parecía no tener opción, o era eso o no era nada, entonces dijo lentamente. -Sí, yo la mate.- Y fue cuando entré a su mente. Lo encontré ahí parado en medio de una densa niebla. Estaba en su mente así que ahora nos veíamos frente a frente y yo podía atacarlo, fue lo primero que hice, corrí a dónde él para darle un mordisco en todo su brazo izquierdo hasta que se lo zafé, él en su confusión no sabía bien como dominarme, pero era tarde, yo ya no podía ser dominado, al contrario, intentar dominarme sería el peor error, ahora si Gabriel quería deshacerse de mí sólo le quedaba luchar. Desangrado y sin brazo, Gabriel intentó ir hacía mí para darme un par de patadas, pero yo fui más audaz y me lancé hacía su rostro despedazándoselo con locura y sadismo. Cuando lo matase en su mente ya no tendría defensas contra mí y no le quedaría nada más que hacer. Mientras el Gabriel real, es decir, el que se encontraba frente a Ginés, se puso a rodar por el suelo con las manos sobre su frente, pronunciando maldiciones y pidiendo que lo dejasen en paz. -Es tarde.- Le dije desde su mente. –Ahora me darás la libertad que tanto quiero.- Entonces, cuando me proponía a poseer su cuerpo y su mente, Gabriel se me adelantó y rodó hasta la punta del cerro para después caer por las filosas rocas que habían allí. Sintiendo aquel vértigo (la mente de mi amigo también comenzaba a rodar, tal como él lo hacía) me desprendí de su cuerpo para ver todo desde una mejor perspectiva. Ahí caía lentamente Gabriel, chocando con algunas piedras que lo lastimaban al extremo mientras Ginés miraba todo desde la punta del cerro con indiferencia. -Maldición, parece que no me pagará.- Sentenció éste ajeno al dolor que Gabriel sentía. Finalmente mi amigo no llegó al mar, rodó hasta perderse en el cerro. Ahí yacía tirado, machado y muerto. Yo a cada segundo me desprendía más y más, logrando flotar con mayor y mayor altura, tanto que casi alcanzaba el sol. Había conseguido mi libertad. Ahora ya era uno, ahora ya no dependía de otro. Licencia Creative Commons
Oscuridad y silencio por Nicolás Aravena se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-SinDerivadas 3.0 Unported.

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