jueves, 21 de noviembre de 2013

CAP 3: “La feria de los azotes”

Así tal cual, Paulina estaba frente a mi amigo quien atónito apenas podía dar espacio a una risa absurda, evidentemente no se creía lo que veía. Por mi parte la irrupción de Paulina me había otorgado algo de fuerzas a mis escuetas energías. Mi amigo la miraba de pies a cabeza: Esas pantorrillas al viento, su rodilla derecha expuesta al aire, el largo de sus piernas, su piel blanca y de apariencia suave. Su cabello castaño siempre tomado con aquel moño además de su precioso rostro que contemplaba unos labios pintados en carmesí y unos ojos bien maquillados. Sentí que cuando ella miraba en la dirección en que yo estaba, podía verme. Un éxtasis profundo me corrió. -¿Cómo llegaste aquí?.- Atinó a preguntar mi amigo después de maravillarse por lo que tenía en frente. -Te estuve buscando ya te lo dije.- Respondió ella entrando al departamento sin autorización de Gabriel quien perplejo la seguía observando. Paulina se agachó para sacar desde sus medias un largo cigarrillo y se sentó muy campante en un sillón. Comenzó a realizar agujeros de humo con sus labios. De repente, después de un rato de silencio en que tanto yo como Gabriel lo vimos todo de un rojo profundo, Paulina decidió hablarnos y lo digo en plural, pues yo estaba seguro que ella sí sentía mi presencia. -Se ve que eres una persona muy aburrida.- Aseguró ella. -¿Cómo?.- Pregunto Gabriel, como si lo hubiesen sacado de un sueño. -Te has quedado ahí parado, ¿no me sirves nada?.- -Pero es que, es que, no lo entiendo… -Bah.- Dijo Paulina mirando al techo con impaciencia. –Parecías más simpático el día que te conocí.- -No, no, sí lo soy. Sólo, sólo que estoy muy sorprendido de verte aquí.- Continuaba arguyendo mi amigo. -Ah.- Esbozó cansada Paulina. –Cuando te apareciste frente a mí sentí mucha curiosidad por saber quién eras, así que comencé a investigar. Le pregunté a la señora Eglantina si era verdad que tú habías ocupado antes la pieza, ella me dio un poco de información para encontrarte y listo.- -Que ironía, yo pasé mucho tiempo buscándote y a ti no te tomó nada encontrarme.- -Siempre encuentro lo que busco.- Paulina cruzó lentamente sus piernas y se recostó en el sillón con bastante suavidad. Gabriel aprovecho de traer unos tragos. Él no tenía idea de que mi ímpetu había vuelto lo cual exacerbaba mi idea de que podía llegar a ser una entidad autónoma. Me acerqué hacía Paulina para poder sentir de cerca su respiración, algo en ella me producía una atracción inexplicable, cierta atracción que lograba también atemorizarme con mucha fuerza, podía ver entre sus ojos un alma prisionera, pero ¿de qué? Es cierto que nunca había sentido algo así por un mortal más allá del deseo animal que puede corroerme en ciertas ocasiones, mas esta muchacha me provocaba algo mayor. De pronto llegó Gabriel quien recién ahí notó mi presencia y con molestia decidió ignorarme, mas no me importaba, ahora aunque me evitase podía yo andar ajeno a él. Gabriel le entregó un vaso de cristal a Paulina. -Quiero saber porque has sentido tantos deseos de conocerme. Eso fue lo que me dijiste cuando me encontraste ¿no?.- -Sí, tienes razón Paulina y la verdad no sé cómo explicarlo. Desde la primera vez que te vi me han pasado cosas pensando en ti. No sé, tengo una fuerte atracción a lo que desprendes.- Contestó mi amigo sentándose a la orilla del sillón. -¿Desprendo?.- -Sí, desprendes. Como, como un aura de misterio que te envuelve. Estoy como encerrado en tu telaraña, necesitaba mucho hablarte.- -Ah que tiernas palabras. Pero en vez de haberte martirizado tanto buscándome, debiste simplemente hablarme, como lo hiciste en la casona.- Dijo Paulina acariciando de pronto la nuca de mi amigo quien se entumeció por el toqueteo. -Pude saber muchas cosas de ti.- Dijo nervioso Gabriel, bebía con nerviosismo su vaso. -Así ¿cómo qué?.- Preguntó Paulina con una risa coqueta. Luego de tomarse el trago que mi amigo le había ofrecido, comenzó a acariciar lentamente con sus manos (como si fuesen serpientes. Y ahora yo también podía sentir aquellos toqueteos) el pecho de Gabriel y bajó hasta sus piernas. Él estaba pasmado porque simplemente no podía creer lo que estaba pasando, rápidamente Paulina besó el contorno de su cuello y mientras lo hacía agarró su pene con fuerza, el miembro estaba ya muy duro. -Al parecer no te han trabajado muy bien.- Le susurró Paulina al frenético Gabriel. -Hace mucho que no lo hago, este, hace mucho.- Contestaba torpemente él, provocando que con sus tiritones el vaso se volteara ensuciando la alfombra. -Tonto, lo has chorreado.- Dijo Paulina mirándolo fijamente y sonriendo con picardía, mostrando en sus ojos un goloso deseo. Luego Paulina se agachó a los pies de Gabriel y levantando su cintura para que éste pudiese apreciar su redondo trasero que estaba bien contorneado por los bordes de ese vestido rojo, le quitó suavemente el cinturón para luego desprender los pantalones muy levemente como si estuviese desnudándolo en secreto, poco a poco mi amigo comenzó a sentirse afiebrado ante los toques y caricias de la muchacha que entre risas de travesura le comenzaba ahora a quitar los calzoncillos con más fuerza, casi tironeándolos. -Yo sé que es lo que te atraía de mí. Era esto ¿verdad?.- Decía la muchacha mientras comenzaba a agarrar y masturbar el duro pene de Gabriel que se encontraba incrementado por una fuerte erección. -Todos los hombres son iguales, buscan cosas tan simples y animales en una mujer.- Alegó Paulina para luego echarse el pene de mi amigo a su boca, succionándolo ostentosamente, poco a poco mi amigo iba sintiendo su miembro ensalivado por la boca de la muchacha quien se lo tragaba todo hasta que chocaba con alguna cavidad de su garganta. Pasado un rato Paulina lo expulsó provocando un ruido muy parecido a quien descorcha una botella, mi amigo no cabía en el placer, tanto que ni siquiera podía sentir que yo también lograba ser parte de aquel festín. Paulina poco a poco lograba que el falo de Gabriel creciera alargándose irremediablemente, lo que sorprendió de buen gusto a la muchacha. “Parece que no para de crecer” decía ella lamiendo desde la punta de los testículos hasta el extremo del glande, girando su lengua por el duro falo como si ésta fuese una palanca centrifuga. Gabriel poco a poco perdía los estribos y comenzaba a gritar de placer, Paulina aprovechaba ese placer para incrementar su acción. Le agarraba con su palma los testículos y se los masajeaba levemente para después continuar realizando aquella felación que a mí también me ponía loco. El pene de mi amigo comenzó a expandirse hasta ya llegar a unos veintidós centímetros, Paulina estaba maravillada con este porte. -Me hubieses dicho que lo tenías en tan buen estado.- Dijo mientras continuaba echándose el gran pedazo de carne a la boca aunque ahora con algo de dificultad, pues el tamaño de ese pene erecto la hacía trapicarse mucho. Fue entonces cuando decidió besar con parsimonia la punta del miembro, logrando así entrar y salir con delicada suavidad, juntando todos sus labios en aquel cuerno de piel y carne. Gabriel no podía establecerse, dentro de él la excitación lo tenía completamente absorto, yo mismo me encontraba en vías de perder la razón. Fue entonces cuando mi amigo eyaculó con energía salvaje. Brutalidad y copiosidad saltaron a la boca de Paulina quien aprovechó inmediatamente la fuga para inhalar el semen y botarlo por su nariz, tanto Gabriel como yo gritamos de goce. -Aún sigue dura.- Dijo ella con expresión de niña caprichosa. Gabriel jadeaba del cansancio. Paulina impresionada por la resistencia de mi amigo se limpió la boca que estaba llena de consistentes manchas blancas. Comenzó a quitarse el vestido desde la parte de arriba realizando un movimiento muy parecido al de la danza del vientre. Yo y Gabriel comenzábamos a ver todo de color rojo, como si el fuego de un intenso incendio se cerniera sobre nosotros. La muchacha poco a poco se quitaba aquel vestido dejando ver su perfil curvilíneo. Se dio vuelta para que ambos viésemos su perfecto culo que exhibía unas bragas negras, pequeñas y relucientes. A la vez que con sus brazos se iba quitando el sostén, cuidadosamente un lado primero y luego el otro. El movimiento de esa espalda se asemejaba al vaivén de una cobra. Finalmente ella se agachó y se quitó las bragas dejando a la vista su blanco y redondo culo. -Vamos, ven y dame.- Pidió mirándole de reojo. Gabriel mareado por la excitación se levantó y fue a lo que se le solicitaba. Con ambas manos agarró las caderas de Paulina y metió de una sola vez todo su pene en el ano de aquella muchacha. El grito de dolor de Paulina no se hizo esperar, un grito fuerte y agudo que desencadenó algunas lágrimas. -Más fuerte.- Pedía ella entre intrépidos gemidos, mi amigo con algo de agallas y esfuerzo entró directamente hasta el fondo logrando que su pelvis chocara con las nalgas, realizando un sonido de piel contra piel que lo alentó más, mientras los gritos de Paulina aumentaban grotescamente. Sin decirle nada, Gabriel avanzó con sus manos hasta los senos de la chica, aquellos estaban grandes y los pezones se habían endurecido, Gabriel sintió deseos de apretarlos hasta exprimírselos. -Quiero que toques mi vagina, anda, vamos.- Pidió Paulina inundada en gritos de extremo dolor. Gabriel avanzó torpe y violento por aquel agujero. -No, ve lento, suave, roza con la yema de tus dedos mi clítoris, vamos.- Gabriel le hizo caso, buscó el clítoris de la muchacha y poco a poco le realizó aquellos toques suaves que ella pedía, luego bajo desplazándose con su mismo dedo hacía los labios vaginales y con su anular se adentró en aquellas paredes húmedas que poco a poco se volvían más gelatinosas. Paulina comenzó a gemir de intenso placer a medida que mi amigo corría su dedo por las cavidades internas de la vagina y le daba duro por detrás. Finalmente en pleno apogeo de la excitación de Paulina, Gabriel no pudo más y se corrió lanzándose hacía atrás para así poder tirar su semen en otra dirección. Cansado y maltrecho mi amigo fue a tientas a su habitación y se acostó, Paulina apareció de pronto. Tanto yo como Gabriel nos encontrábamos debilitados y nos costó mucho escuchar las palabras de la muchacha, por lo demás poco a poco la veíamos cubierta por una luz roja que nos difuminaba su figura. -No puedo creer que con semejante aparato no me dieras un orgasmo.- Regañaba ella acercándose al cuerpo de Gabriel, quien poco a poco empezaba e perderle la vista y sólo podía oírla. -Sabes que, no estuvo tan mal. Soy actriz y estoy trabajando en el tema del sexo, quiero actuar el mejor orgasmo, quedar plasmada como toda una leyenda en el mundo de la actuación.- Comentaba Paulina en un tono más conciliador, acostándose junto a Gabriel quien apenas y podía verla. -Tu penetración fue intensa, se nota que has estado muy contenido; sin embargo, no has logrado hacerme llegar al clímax y eso es algo decepcionante, pero te daré otra oportunidad. Me gustó tu pene y esa facultad que tenía para endurecerse. Já, mira ahí va de nuevo, se endurece.- -Paulina de verdad no puedo más.- Imploraba Gabriel. -Tranquilo, sé como tratar esto.- Dijo ella mientras tomaba el pene y lo comenzaba a masturbar. -No tienes idea con cuantos hombres he estado estos últimos meses, he conocido muchos, me he vuelto casi una prostituta y digo casi porque experimento el sexo con el afán de sacarle un mayor provecho que el simple placer que entrega. Soy como una sacerdotisa del amor. Busco y busco experiencias, ya no llego a temerle a nada, ni a sorprenderme con nada, lo cual no es malo si se usa como información sabia. Además todas las personas son distintas, es como si en su forma de practicar el sexo estuviese inscrito el verdadero código de su personalidad. ¿Sabes qué creo de ti?.- Preguntó Paulina mientras continuaba masturbando delicadamente a mi amigo. -¿Qué?.- Preguntó éste casi ensoñando la situación. -Creo que eres un lobo disfrazado de oveja, lo cual es muy común; sin embargo, tienes algo que inquieta. Algo que ni tu mismo puedes controlar, como este pene que crece sin parar.- Dijo la muchacha aumentando el ritmo de la frotación. -¿Has leído alguna ves el poema “Lobos y ovejas” de Manuel Silva Acevedo?.- Preguntó la chica, Gabriel gritando de excitación respondió que quizás. -Es tu poema sin duda, quieres que te lo recite, a mí me encanta, es uno de mis textos preferidos.- -Sí, sí, dímelo, pero no pares por favor.- Nuevamente una risa traviesa se dejo sentir, yo también estaba abombado, de pronto Paulina comenzó con el poema. -“Hay un lobo en mis entrañas/que pugna por nacer./Mi corazón de oveja, lerda criatura/se desangra por él… A medida que Paulina recitaba con voz seductora yo y Gabriel nos íbamos en un delirio profundo sin conciencia de nada. -“Por qué si soy oveja/deploro mi ovina mansedumbre/Por qué maldigo mi pacifica cabeza/vuelta hacía el sol/Por qué deseo ahogarme/en la sangre de mis brutas hermanas apresadas./Me parieron de mala manera/Me parieron oveja/soy tan desgraciada y temerosa/no soy más que una oveja pordiosera/me desprecio a mí misma/cuando escucho a los lobos/que aúllan monte adentro. Yo, la oveja soñadora,/pacía entre las nubes/pero un día la loba me tragó/y yo, la estúpida cordera,/conocí entonces la noche/la verdadera noche/y allí en la tiniebla/de su entraña de loba/me sentí lobo malo de repente… La frotación iba más rápido. De pronto ella se acercó al oído de mi amigo para susurrarle. -“Si me dieran a optar/los bosques silenciosos serían mi guarida/y mi aullido ominoso haría temblar a los rebaños/pero qué hacer con mis albos vellones/como transfigurar mi condición ovina/Yo, la obtusa oveja,/huía tropezando con mis hermanastras/El lobo nos seguía acezando/y entonces yo, la oveja prodiga/me quedo a la zaga/El lobo bautista me dio alcance/Se me trepó al lomo derribándome/Y enterró sus colmillos en mi cuello/Vieja loba, me dijo/Vieja loba piel de oveja/quiero morir contigo/Esperaré a los perros…. Los gemidos eran intensos, provocativos, acelerados. Con la sola respiración de Paulina yo me excitaba, todo se había vuelto rojo. Entonces con las últimas palabras que alcancé a escuchar de Paulina… -“La sangre me manaba a borbotones…Me corrí irremediablemente. Gabriel despertó con el sol pegándole en la cara, yo también entré en razón. Una eyaculación nos había despertado, el semen estaba refregado por su pierna, me sentía extraño y es que estaba dentro del cuerpo de mi amigo; sin embargo, no tenía todo el control sobre él. Gabriel miró a su alrededor y no vio pista de Paulina, apresuradamente se levantó. Se sentía con una jaqueca enorme, la cual también me pesaba. Al poco tiempo de caminar por el living, Gabriel buscó huellas de que lo que había vivido no había sido una locura, pero todo estaba ordenado, bien cuidado. “No pudo ser una fantasía” se dijo así mismo y entonces notó que en la alfombra la mancha de un liquido derramado evidenciaba que lo de anoche había sido una experiencia real. Una mayor sonrisa iluminó el rostro de mi amigo cuando encontró las bragas negras de Paulina bajo el sillón. Lleno de deseo las olió y se las pasó por todo su rostro llegando incluso a besarlas. Rápidamente se fue a bañar masturbándose con ellas alrededor de su pene. Al salir de la ducha mi amigo estaba bastante enérgico y yo también, de hecho me encontraba tan potente que no se me podía ignorar de ninguna forma. -Esto debe ser gracias al eneágrama. He estado trabajando mucho mis talentos, quizás ya es hora de cambiar de rumbo.- Yo no le dije nada, en parte porque bien sabía que él hablaba sólo. Gabriel de alguna u otra forma parecía ignorarme, mas yo ahora no desaparecía, me mantenía intacto, derecho, severo, aun así cuando mi amigo salió del departamento yo no pude mantenerme autónomo ante la situación y atraído como por un imán seguí los pasos de Gabriel que me llevaron primero, a saludar a la vieja del órgano de la iglesia (Gabriel aprovechaba de tomar desayuno con ella) y después de una hora de estar en su compañía, se iba a caminar por la costa hasta que le daba la hora de almuerzo y ahí aprovechaba de ir dónde Clarita quien además de darle comida le enseñaba técnicas de relajación. Yo sabía muy bien que Gabriel estaba ansioso por contarle a alguien su encuentro furtivo con Paulina, pero cerró su boca entre risas nerviosas. Luego Gabriel fue a buscar unos documentos a su casa y a pesar de que en todo ese rato yo había logrado estar bastante activo, no me aparté de él bajo ningún punto de vista. Al caer la tarde, Gabriel ingresó a la residencia de Leroca. Noté como el viejo miraba con sorpresa a mi amigo, comprendí que esa sorpresa era atribuida a la extrañeza que le causaba ver a Gabriel con tanta confianza en su actitud. -Tengo toda la información que usted quería.- Dijo Gabriel lanzando la carpeta en la mesa de reunión de Leroca y sentándose sin permiso en su silla. El hombre sorprendido, pero aún sin saber cómo actuar, imitó el movimiento de mi amigo y le pidió saber detalles de su investigación mientras miraba el informe. -Bremejol viene de una familia que trabajaba en el área de la minería, al menos su abuelo paterno, su madre y su padre lo eran.- Explicó mi amigo. -¿Así?.- Expreso maravillado el músico. -Sí. Es imposible encontrar datos exactos sobre si Bremejol estudio música en alguna parte, probablemente aprendió a tocar piano gracias a un buen maestro de música que tuvo en la escuela, o alguien de su familia le pudo haber enseñado…o bien puede ser que haya aprendido absolutamente solo. En fin, sea como sea, él realmente trabajaba como geólogo y ese mismo trabajo lo llevó un día de su vida a la región del mar en donde conoció a Margarete Brune, una de las poquísimas arquitectas que tenía la región por esos años. Bremejol también conoció a la hija de Margarete, quien es hoy la señora Tabita, la misma que toca el órgano en la iglesia. Me costó ganarme su confianza para que me dijese esas cosas, al principio me decía otras, pero bueno, finalmente no pudo seguir ocultándome la verdad.- -AJA.-Descubrió inmediatamente Leroca. -Fue Bremejol quien le enseñó a tocar piano a Tabita. Viniendo a un trabajo concreto, Bremejol alargó su estancia sólo para estar cerca de Margarete, arguyendo que a su investigación le faltaba algo y fue entonces cuando descubrió la sonoridad de las rocas.- -Háblame de eso.- Pidió Leroca con ojos de loco. -Bremejol a través de sus estudios fue encontrando cerca de las costas, unas ciertas piedras alargadas que al dejarlas aisladas en un lugar silencioso podían vibrar al compas de una armonía. El tema lo obsesionó tanto que pasó cerca de tres años estudiando sobre las propiedades de las rocas y traspasando a una partitura las notas que éstas dejaban sonar cuando vibraban. Durante esos tres años Margarete lo acogió en su casa, por lo demás ella estaba empeñada en la construcción de la iglesia de Playa Ancha, en medio de este trabajo y con Bremejol dedicado a algo que ya no tenía sentido para su investigación inicial, se enamoraron. Un día mientras éste paseaba cerca de la construcción de la iglesia notó que el espacio en donde iban a construir las campanas reflejaba su sonido directamente hacía un agujero que estaba bajo el piso de la iglesia. Este agujero amplificaba el sonido y lo propagaba en ondas varios metros a la redonda. El hallazgo le dio una idea a Bremejol quien hizo todo un escándalo para que dispusieran ahí sus piedras según un minucioso orden. Se ganó el desprecio de muchos obreros que no entendían por qué realizar aquellas tareas, en el fondo debían trabajar horas extra para que un loco experimentara. Ni la misma Margarete entendía el sentido de realizar una excavación más; sin embargo, se hizo. Para el día de la inauguración de la iglesia, Bremejol le confesó a Margarete y sólo a ella que la vibración de las piedras debería imponerse sobre el oído de las personas como una carga hipnótica, la mujer –que era muy creyente- no pudo aguantarse el secreto y le informó de esto al párroco y éste lo informó en la congregación entusiasmado. Finalmente todos en la iglesia se habían hecho ilusiones con el asunto de las piedras, no obstante, cuando se tocaron las primeras campanadas, nada pasó. Ni al segundo día, ni a la tercera semana, ni nunca. Margarete fue desacreditada en la iglesia y ésta volcó toda su ira contra Bremejol, que terminó yéndose del país no sé cómo, pues a esas alturas ya no tenía dinero para regresar a su país; sin embargo, gran parte de las partituras que dejó, probablemente por descuido, las guardó Tabita. Según ella, entender esas partituras era un lío. Tan sólo un día después de que Bremejol se fuera, ocurrió el desastroso maremoto y cosa rara, al parecer los temblores que acompañaron al evento reajustaron la posición en que se habían dispuesto las piedras bajo la iglesia, pues cuando ésta volvió a dar sus nuevas campanadas, la gente se sintió hipnotizada para ir a misa. Hasta el día de hoy, esas campanadas, o mejor dicho, las vibraciones musicales de las piedras atraen a la gente, sobre todo a los vecinos que van a misa casi condenadamente. Margarete nunca pudo constatar que Bremejol tenía la razón, pues ella murió con el maremoto; sin embargo, Tabita cree indudablemente que el hecho se trata de eso y de nada más, pero no tiene como comprobarlo, pues mandar a excavar adentro de la iglesia sólo para desenterrar unas rocas no tiene mucho sentido.- Gabriel se calló y se sirvió jugo de una jarra que estaba por ahí. Hasta yo estaba sorprendido por su desplante, Leroca entre absorto y maravillado sonreía. -Pero… -Ya sé. Se preguntará por qué no hay información que afirme que Bremejol estuvo viviendo tres años en la ciudad del mar. Bien, hay un acta en donde se dice expresamente que el señor Norbert Bremejol residió en esta ciudad desde el día tanto al día tanto, en total, debía permanecer sólo tres meses, que era lo que duraba su investigación, pero después como se quiso quedar más tiempo, para evitar problemas con las autoridades respecto a su visa -que no podía pagar- y todo eso, cambió clandestinamente su nombre a José Luis Martínez. Así, él fue conocido por ese nombre durante los tres años que estuvo aquí ¿Le suena ese nombre?.- -Pero no puede ser, ese poeta… -En la región del mar, Juan de Dios Martínez conoció siendo muy joven a Bremejol. Sólo que lo conoció con el nombre de José Luis Martínez. Juan de Dios pretendía a la hija de Margarete por lo que también pudo pasar mucho tiempo junto a Bremejol, aunque él siempre creyó que su nombre era José Luis Martínez. Cuando Bremejol se fue, le dijo la verdad y le pasó un montón de escritos que Juan de Dios posteriormente publicó con el nombre de José Luis Martínez. De esta forma la gente entendida en el tema, sospechaba que Juan Luis Martínez en realidad era seudónimo de Juan de Dios Martínez y finalmente nunca supieron la verdad, pues el mismo Bremejol no quería que se supiese. Él no quería ser poeta, de hecho, le entregó esos poemas a Juan de Dios porque los odiaba hondamente.- Gabriel se puso a tomar jugo. -Ah, antes que se me olvide. Un chico llamado Paul estuvo estudiando música un tiempo aquí en la región del mar. Era de California, por lo que se quedó en una hostal que resultó ser la casa de Tabita. Como ambos eran músicos tuvieron una gran afinidad. Tabita de a poco le agarró confianza y le contó la historia de Bremejol que dejó maravillado al muchacho, no obstante un día Paul desapareció y se llevó una de las complicadas partituras que el músico había dejado en casa de Tabita. Este chico unos años después formó The Usuals, luego se fue del grupo, pero ya había propuesto la idea sobre Bremejol, la cual se perdió en un viaje por lo que los de la banda tuvieron que reinterpretar la música combinándola con muchas otras cosas que tenían en la cabeza, dando por resultado una canción con un escaso parecido a lo que la partitura inicial mostraba. Tabita en cambio conoce de memoria la partitura que le robaron y muchas otras, las toca en la iglesia. Bueno, en el informe está todo detallado con gráficos, fechas y cosas así.- Al terminar de escucharlo, Leroca soltó una risa retardada. -No puedo creerlo, realmente eras el idóneo para este trabajo. Lo que más me cuesta creer es que todo esté directamente relacionado con la región del mar.- -A mí me parece de lo más lógico.- Contestó de manera fría mi amigo. Leroca se quedó impávido ante la muestra de fanfarrona confianza. Luego sin saber qué hacer comentó un aburrido chiste que a mi amigo no le gustó y finalmente sin nada más qué hacer le pagó. -Bien Gabriel, el trabajo está hecho, la información que me has dado me será sumamente útil para mi propósito.- -Me encantaría saber cuál es ese súper propósito del cual nunca me ha hablado.- Se alzó Gabriel con voz segura, como si fuese su derecho saber sobre el proyecto. -Pensé que no te interesaba, como nunca mostraste curiosidad.- Dijo extrañado Leroca. -Pues, ahora que ya todo está terminado, creo tener cierto derecho de saber realmente por qué me ha pagado.- Contestó mi amigo con la misma avasalladora personalidad que se había estado mostrando. Leroca asintió silencioso y pidió que lo siguiera hacía el piso superior. Había una pieza repleta de candados (los cuales fueron desactivados mecánicamente al escuchar la voz del músico) adentro había otro estudio de grabación, mucho más chico y en el espacio en dónde se grababa había únicamente una extraña maquina llena de botones. -¿Qué es eso?.- -Es mi maquina del amor.- Dijo Leroca entre risas y luego le apretó unos botones y la hizo funcionar. Puso una grabación y le ofreció unos audífonos a mi amigo para que éste la escuchara. Envuelto en el ruido que transportaban los audífonos, yo y Gabriel pudimos escuchar una tormenta estruendosa, terrible, amenazante. Nos iba envolviendo, parecía que estábamos a metros de los truenos y relámpagos que nos sucumbían. Gabriel parecía transportado a aquel lugar falso en dónde se estaba realizando aquella tormenta imaginaria, de pronto, la imagen que teníamos del estudio de grabación y de Leroca mirándonos se desvirtuó pasando a una letal noche en la que atronaban fuertes tormentas que parecían caernos encima y partirnos en dos, muy pronto la letal lluvia caía a cantaros sobre nosotros; sin embargo, no nos mojaba, pero a medida que mayor era el sonido de la lluvia cayendo más teníamos la impresión de que nos mojábamos. Luego venían los relámpagos que ensordecían todo alrededor. Luego avistamos una costa rocosa en dónde las olas se levantaban majestuosamente golpeando un roquerio hasta hacerlo trizas. -¡Clarita!.- Grito de pronto mi amigo, yo también me asusté casi como acto reflejo. No podía comprender cómo nos habíamos transportado a un lugar tan aterrador, en donde yo mismo percibía las mismas sensaciones de pavor que mi amigo experimentaba. Parecía que éramos uno, mas yo continuaba con mis propios pensamientos y mi amigo a su vez, también. Todo era muy extraño, confuso y extenuante, parecíamos asfixiados. De pronto vimos como unas olas se levantaban a gran altitud, dispuestas a arrasarnos violentamente como si fuésemos un pobre cangrejo varado a orillas de la playa. Gabriel gritó y entonces todo volvió a la normalidad. Nuevamente estábamos en el estudio y frente a nosotros se encontraba Leroca con los audífonos en la mano. Sonriendo le preguntó a mí amigo si le había gustado la muestra. -¿Qué fue eso?.- -Algo así como realidad virtual.- Contestó Leroca, ordenando los audífonos y apagando los equipos. Rápidamente sacaba a Gabriel del cuarto y volvía a cerrarlo bajo siete llaves. -¿Éste es tu proyecto?.- -Sí, nació cuando supe que un ingeniero sonoro había creado unos samplers de sonido que al escucharlos con los ojos cerrados parecían reales, por ejemplo: Si escuchabas un perro y cerrabas los ojos, tu mente te hacía ver un perro ladrándote frente a ti. Comencé a investigar, resultó ser que este ingeniero había creado una especie de música tridimensional que él llamó holofonía, el secreto era que el sonido de lo que fuese que se estuviese escuchando no se percibiese por un oído primero y por el otro después, si no que por ambos al mismo tiempo y también por detrás de tu cabeza y por delante de ella, llegando la información al cerebro como cuando uno respira a todo pulmón. Aquello me pareció fascinante y quise llevar el proyecto al extremo logrando que ya no sea necesario hacer ningún esfuerzo para ser trasladado al lugar que te lleva aquel sonido. Que no sea necesario ni siquiera cerrar los ojos. Para eso comprendí que necesitaba crear una atmosfera coral en donde los sonidos de la naturaleza se expresaran con brutal afinidad y definición, es por eso que he viajado tanto. Para la muestra que tú escuchaste he tenido que viajar por varios países, incluyendo las selvas amazónicas para grabar los sonidos de la lluvia, los truenos, el agua.- -Me parece realmente fascinante, pero ¿Qué tiene que ver Bremejol con todo esto?.- -Necesitaba recabar información sobre Bremejol, yo lo hacía de vez en cuando, pero como necesitaba viajar no le podía dedicar tanto tiempo y esfuerzo al asunto. Necesitaba saber de Bremejol simplemente porque su propuesta musical parece provenir de los sonidos de la naturaleza, de los silencios, de las voces incidentales. He entendido que todo eso me ayudará a completar mi proyecto. Ahora con toda la información que recabaste sobre Bremejol estoy muy satisfecho, pues sostiene que mis creencias sobre éste compositor eran ciertas. Todo lo que me has traído me ayudará mucho.- Leroca despidió a mi amigo lleno de risas y palmoteándole amistosamente la espalda, le ofreció también su ayuda para lo que fuera y una vez más elogió su capacidad investigativa. Finalmente el trabajo ya estaba hecho, ¿ahora qué? Casi inmediatamente después de que Gabriel saliera de la casa de Leroca, el cielo se comenzó a nublar, algo poco usual debido a que la región del mar solía ser un paraíso veraniego. Un par de gotas cayeron sin mucha violencia, de todas formas mi amigo decidió irse en un taxi. Mientras viajábamos, el chofer que estaba muy hablador le comentó a mi amigo acerca de un equipo de fútbol. -Puede creerlo.- Le decía el viejito canoso a mi amigo. –El técnico se vino a ser pura plata no más y ahora dejó al equipo como si nada. Si estuvo apenas una temporada con ellos y ni siquiera logró un título. Es terrible, ¿sabe usted cuanto le dieron de indemnización a ese pelotudo? Como quince millones ¡quince millones! Por hacer nada, es increíble realmente.- El chofer hablaba y hablaba y mi amigo únicamente lo escuchaba sin interés hasta que de pronto lo detuvo. -Por favor, a mí no me gusta el fútbol, no tengo idea de lo que me habla.- Le contestó cortante y confiado. El chofer avergonzado no dijo nada, pero agachó la cabeza y se limitó a conducir. Yo me quedé sorprendido, Gabriel nunca había dado muestras de tal actitud. Comprendí entonces que su confianza lo había superado bastante. Al llegar a casa, Gabriel se puso a empacar sus cosas, no me atreví a preguntarle qué tenía pensado hacer, por lo demás no tenía cómo saberlo, el acceso a su mente, pensamientos y recuerdos me estaba nuevamente clausurado. Me comencé a empequeñecer de pronto. Me sentía transitorio, débil. No comprendía la razón de aquella sensación, inmediatamente una cadena me agarró del cuello asfixiándome lentamente. -Lobo, ya es hora de que te vayas. Mi intención al traerte de vuelta desde el comienzo de este viaje era la de dejarte para siempre. No quiero que vivas más en mí.- Decía Gabriel, yo lo miraba perplejo, aunque apenas y podía sentir mis fuerzas, pues la cadena me estrangulaba con ferocidad. -Este viaje me ha enseñado cosas realmente interesantes. Logré aprender y manejar ciertos aspectos de mi vida, por lo mismo no quiero que vuelvas a mí. Tú nunca fuiste mi amigo, apareciste en mi vida sólo para sembrar odio.- -Tú fuiste el que me trajo.- Le recriminé. –Yo soy el resultado de todo tu resentimiento, todo tu dolor. Soy el lado salvaje que no puedes esconder. No me puedes matar.- Le decía, pero realmente las cadenas comenzaban a separarme la cabeza del cuerpo. No podía creer que fuese a desaparecer ¿Cómo era posible aquello? Pero entre más lo pensaba más me sentía desfallecer, fue entonces cuando sonó el timbre del departamento. Gabriel se desentendió rápidamente de mí y fue a atender la puerta, poco a poco las cadenas se ablandaron hasta dejarme respirar tranquilo. Quien tocaba era obviamente Paulina, esta vez vestía una chaqueta café, unos jeans ajustado y llevaba su eterno moño. -Me dejé las bragas.- Dijo ella pasando sin la menor autorización, como era de esperarse mi amigo se excitó inmediatamente y no escatimó en miradas lascivas hacía la muchacha, ella rápidamente sintió la presión y dándole la espalda a Gabriel giró su cabeza para sonreírle coquetamente, luego continuó avanzando y extendió sus brazos hacía su nuca. -¿Dónde te fuiste?.- Preguntó Gabriel sonriéndole. Ya parecía haberse olvidado de mí. -Tengo cosas que hacer siempre. Mi vida es atareada.- Contestaba la muchacha sentándose en el sillón. –Como ya sabes, estudio teatro y siempre tengo tareas que hacer.- -Me imagino que sí, pero por qué no te quedaste conmigo en la mañana.- -Quería inspirarte, dejarte a punto de. Me gusta cuando los hombres se quedan con las ganas, con lo testarudos que son, son incapaces de esperar. Algunos se vuelven locos, pero otros, los más inteligentes, saben aprovechar y saborear el momento. Me gusta ser una especie de aparición que visita las almas de los dormidos cuando las puertas de cada noche están medio juntas.- Poco a poco me recobré de mi dolor, entonces me levante raudamente y pude notar que mi amigo excitadísimo me estaba dejando la puerta abierta nuevamente a sus sensaciones y pensamientos. -¿Has estado con muchos hombres?.- -¿Qué clase de pregunta absurda es esa? ¿Crees que te la voy a responder?.- Gabriel se sintió sonrojado e incomodo, entonces Paulina bromeó diciendo que su trabajo como Scort le había otorgado tremendos conocimientos, Gabriel no supo como reaccionar ante tal broma, pues no entendió el chiste, pero ante la sonrisa magnética de Paulina se sintió tranquilo. Luego hubo un momento de silencio en que incómodamente no supieron uno y otro qué decirse; sin embargo, Gabriel aprovechó el momento para rozar sus dedos levemente sobre la rodilla de Paulina a quien el toque no pareció importarle mucho. Ella a su vez acarició con sus dedos las manos sudorosas de mi amigo, poco a poco fue recorriendo sus manos como si sus dedos se tratasen de pequeñas hormigas que deambulan por ahí, comenzó de pronto a subir por los brazos, llegó al pecho de mi amigo y ahora con su palma fue bajando hasta llegar a su entrepierna. Gabriel se cohibió, mas Paulina sabía muy bien lo que tenía que hacer, inmediatamente le besó los labios, y poco a poco fue introduciendo su lengua en la boca de mi amigo. Ella le recorrió toda la boca para después succionar nuestra propia lengua haciendo alusión a una felación. Nos quedamos absortos en un sentimiento de goce indescriptible, poco a poco nuestra piel se tensaba, los vellos de nuestros brazos se levantaban mientras Paulina recorría con sus labios mi cuello. Bajaba desde mi oreja hasta llegar a mi manzana. Me aventuré a tocarla para sentir sus senos rígidos, endurecidos por la dilatación que el momento nos brindaba. Rápidamente Paulina se desentendió y levantándose del sillón me dijo: -¿Cómo concedes la belleza?.- No supe que responder, apenas y podía entender la situación en la que nos encontrábamos, ella me miraba sabiendo quien era yo ahora, sus ojos verdes penetraban como un rayo que atraviesa la dura corteza de un árbol. -La belleza es lo que el alma busca.- Contesté escarbando en mi mejor repertorio filosófico. Paulina sonrió como si mi respuesta le hiciera mucha gracia y se desprendió de su chaqueta café dejándola botada en el piso. La muchacha vestía una blusa negra. Acto seguido encendió un cigarrillo y se puso a mirar la ciudad por la ventana. -La belleza no existe, puros cuentos Platónicos. Mentiras machistas para justificar la odiosa necesidad de los hombres de tener que lograr algo por lo cual enorgullecerse. Los hombres detrás de un ideal bello han sido capaces de cometer las peores atrocidades.- Decía Paulina con cierta rabia que me obligaba a mantener una respetuosa distancia. -Pero tú eres bella.- -Querrás decir que soy bonita.- Aseguró la muchacha. Un poco trastornado no supe qué contestarle, le hubiese dicho que naturalmente me atraía mucho su rostro, su aroma, su figura, eso era indudable, pero no podía obviar que dentro de la presencia de Paulina, en mi, algo muy fuerte me llamaba a amarla, a buscarla condenadamente como mi otra mitad, mi complemento necesario para el alma, ¿el alma? Entonces mis pensamientos se vieron interrumpidos al ver a Paulina acercarse a mí, susurrarme algo inentendible al oído (me parece que ella misma pronunció la palabra alma) luego pasar de largo para entrar a la cocina, me aterré entonces cuando la vi con un cuchillo. -¿Te parezco atractiva, verdad? Pero ¿Qué pasaría si me rajara la cara de arriba hacía abajo con la punta filosa de este cuchillo?.- Paulina parecía enajenada y yo que no estaba mejor, me preocupé por la locura que ella podría hacer, traté de avanzar, pero ella me frenó, amenazando con degollarse, al verme retroceder sonrió coquetamente, su sonrisa siempre me provocaba mucha excitación. -Tú dime ¿Si me introduzco la punta de este cuchillo en mi orificio nasal y luego me lo meto con intensidad, te seguiría pareciendo bella? -Sí.- Le contesté, pensando que con eso se quedaría tranquila y entonces ella rió de nuevo. -Y dime ¿Si me hiciese un corte en mis dos brazos, si me mutilara la oreja, si me apuñalara la lengua, si me arrancara un ojo, si me extirpara un seno? ¿Te seguiría pareciendo atractiva?.- Tragué saliva, dudoso noté como Paulina comenzaba a rajarse con el cuchillo su blusa negra, dejando al descubierto su torso desnudo, con la misma delicadeza con que se había desprendido de su ropa, se descubrió los sostenes rajándoselos levemente con el cuchillo y empezó a pasarse el filo del instrumento por su cuerpo. -Tú nunca sabrás lo qué es la belleza, porque para conocer la belleza debe uno sumergirse en la oscuridad más espeluznante, en el deseo más repugnante, sumergirse entre lo aberrante e injustificable. Todo aquello se ahogará, pero lo que flotará será sin duda la belleza.- Vi como Paulina pretendía clavarse el cuchillo en su corazón, me lancé sobre ella para arrancárselo y caímos al suelo, fue entonces cuando mi instinto animal no se contuvo más. Declaradamente me había vuelto un lobo. Besé con pasión a Paulina por sus labios, bajé por su cuello, lamí sus senos y le fui quitando con lentitud su pantalón mientras ella me miraba riendo. Después de quitarle las bragas, le hice sexo oral, Paulina gemía “Sí, me encanta cuando tu lengua roza mi clítoris, que tus labios besen los de mi vagina, quiero el roce de tu pene en ella, ¡lo quiero ya!” Sus expresiones no hacían más que incentivar mi salvaje deseo de poseerla con fuerza. Yo mismo me quité los pantalones y acostado en el suelo dejé que ella me montará. Entré en ella sin mucho preámbulo, ella chilló soltando incluso unas lágrimas por el profundo desgarro que mi penetración le iba causando. -Esta muy grande, esta demasiado grande.- Me decía mientras se arqueaba, luego comenzó a girar su cuerpo sobre mi pene con una increíble habilidad de contorsionista, yo no podía soportar tanto entusiasmo, sentía que me corría una y otra vez, mas dejaba que mi pene siguiera invadiendo aquella hambrienta vagina, a aquella poderosa mujer que me dominaba en los placeres del cuerpo. De pronto Paulina pidió que la insultara, me pidió que la tratase de perra, de ramera, de escoria. Yo le hice caso, al principio sonrosado por lo que mi boca le expulsaba, pero lo que me consternó (y excito más) fue cuando se separó de la copula y me pidió a mí también levantarme, muy agotado lo hice, ella se quedó de rodillas y se puso a lamer mi pene, a chuparlo con alevosía, a tragárselo hasta que eyaculara en su boca, dejándosela llena de un caliente y consistente semen, entonces fue cuando se lanzó al suelo y me pidió que le escupiera y le dijera que era una ramera de mierda. Me quedé pasmado, no podía creer lo que me estaba pidiendo, Paulina sin duda había excedido todos los limites que yo como lobo me había permitido alguna vez. Un montón de imágenes se me presentaron, el pasado de Gabriel y el mío en común pasó como una estrella fugaz que se estrella en algún rincón de la tierra dejando un inmenso y profundo cráter, ese cráter debía ser mi alma. Sin embargo, no había tiempo para cavilaciones, Paulina continuaba pidiéndome aquello y amenazó con matarse si yo no lo hacía. Cerrando los ojos le escupí en la cara y le dije los garabatos más gruesos que he podido expresar. -No es suficiente, no me haces llorar.- Dijo ella y se lanzó de nuevo contra mí, esta vez dejándome todo su coño dentro de mi boca y ella a su vez volvía a absorber mi pene. Sentía que iba a reventar. Entre todo el excelso placer, aún me preguntaba por qué esta mujer actuaba de aquella forma, ¿qué estaba buscando ella en el sexo? De todos modos las preguntas no servían de mucho, pues muy pronto ella comenzó a acomodar mi pene entre sus senos y a masturbarlo de esa forma. Así estuvo un buen rato hasta que finalmente me convidó a penetrarla por el ano. Ya estaba extenuado, apenas pude lograr una digna introspección por su culo, luego me deshice. Estaba cansado, mas Paulina me tenía otra sorpresa y es que aprovechando el intervalo en que me encontraba exhausto y sin fuerzas, me ató de manos y pies para poder rasgarme el pecho con el cuchillo. Aunque lo hacía levemente, igual lograba producirme unos cortes sangrantes que le causaban mucha risa. -Mírate ahí, indefenso, a mi merced ¡A mi merced!.- Decía mientras empuñaba mi pene con su mano. El dolor me corroía, pero de todas formas el cansancio ya no me permitía gritar. -Me vas a follar más ¿entendiste? Más.- Entonces Paulina me quitó las amarras, se acostó de espalda en el sillón y me obligó a que la penetrara de una forma distinta. Que pusiera mi pelvis a la altura de sus caderas, mientras mi cabeza estaba a la altura de sus pies mirando al suelo. Me pidió que entrara en ella. Con esta rara posición me fue difícil llegar de inmediato a un orgasmo y Paulina me insultó, luego al notar mi negligencia acomodó mi pene para que la traspasara, logré dar en el punto y me puse a darle sólo moviendo mi pelvis y afirmando mis manos sobre el suelo. -Fóllame más fuerte, más fuerte.- Me pedía y luego me rogaba que la llamase puta. -Puta, puta, puta de mierda.- Le decía mirando al suelo, mientras ella sosteniendo sus piernas blancas sobre mi espalda me golpeaba con sus pies. Después me pidió más intensidad y se la di. Progresivamente fuimos cayendo en un éxtasis de profundo placer. Hasta que inevitablemente ambos nos corrimos y sentimos como nuestros líquidos se chorreaban en conjunto. Exhaustos, ella y yo nos mirábamos en silencio. Cada uno estaba en un rincón del sillón. Quise acariciar tiernamente su rostro, peinar su cabello con mis dedos, pero me sentiría falso e imbécil realizando aquellos gestos; sin embargo, ¿podía ser amor lo que me llamaba a Paulina? Podía ser. Es cierto que el sexo lo encerraba todo en nuestra incipiente relación, mas aún así, esos ojos verdes que escondían tanto me tenían loco, mucho más loco que las penetraciones incesantes de las que habíamos gozado. -¿Quién eres?.- Le dije finalmente. Ella me sonrió aunque no podía esconder su cansancio. -¿Por qué no me inventas una historia sobre mi origen?.- Me respondió. Yo anonadado no entendí el mensaje, mas cuando se acercó a mi cuerpo y comenzó a acariciar con sus manos mi pecho sudado, me pidió sin palabras que la acogiera con mis brazos para darle calor, pude comprender el mensaje. Así mismo me puse a respirar sobre su oreja y a decirle: -Eres una hechicera que ha subido del infierno para perderme en vida.- Avergonzado por esa musaraña de palabras, me quedé callado aunque a Paulina pareció agradarle mi cumplido (¿cumplido?) -Puedo ver en tu mirada que eres un hombre solitario, que a penas ha comprendido el límite delgado y perverso entre el amor y el sexo.- -Sí, soy solitario y no sé nada de sexo, menos de amor.- Le respondí. Ella dio un suspiro. -Yo sé menos, hay caminos sin retorno, cuando te adentras más en la oscuridad, parece que no hay señal que te ayude a dar con tu destino y te encuentras vagando en un callejón sin salida ¿sabes algo de Artaud?.- -¿Era un dramaturgo?.- Dije dudoso. -Sí, tenía una teoría del teatro bastante visceral. Para él, había que vivir las cosas hasta encontrar una línea que se perdiera entre la mera representación del teatro y el teatro de la vida misma. A todo el mundo le apasiona Artaud, porque exige experiencias al límite que en teoría te hacen un mejor actor, mas los teóricos que saben mucho, han constatado que Artaud no tiene un modelo teatral terminado; sin embargo, aquello lo hace aún más excitante, pues uno se encuentra sumido en la incertidumbre y no sabe a dónde llegará.- -Acabas de decir que estás en un callejón sin salida.- -Estaba, antes de conocerte.- Quedé mudo ante su declaración. Una incomoda tensión me obligó a moverme. -Lo sé, sé que no te sientes capaz. Sientes que estás encerrado en una caja de cristal. Viendo todo, pero no pudiendo participar de aquello.- Me callé, me levanté del sillón y comencé a vestirme. Paulina continuó hablando. -Le tienes miedo, eso es lo que pasa, pero basta que lo enfrentes… -No sé cómo.- -Conmigo lo sabrás, siempre lo supiste, desde que me viste por primera vez.- Me acerqué a ella para poder besarla, ella aceptó mi beso, nos abrazamos y sonreímos. De pronto Paulina se levantó y se puso su ropa, por mi parte acabé de vestirme y fui al baño para mojarme un poco la cara. La escuché que desde el living me contaba: -Para mi proyecto de teatro he decidido optar por el modelo de Artaud y me puesto a buscar experiencias límites que me hagan remover todos los parámetros aprendidos. Pero no fue hasta que llegó a mis manos un libro erótico francés llamado “Historia de O”, que me he decidido a superar todos los obstáculos sexuales posibles para alcanzar el placer máximo, la libertad sexual absoluta. Ese libro me ha ayudado mucho, sobre todo para comprender los sacrificios sexuales que una mujer puede llegar a hacer al entregarse al amor. Es un libro sobre la sumisión sexual, el sadomasoquismo, el sexo endemoniado, pero también sobre el amor, desde algún punto de vista bastante retorcido, claro esta.- Avancé hacía dónde estaba Paulina, ya se encontraba vestida y me mostraba el libro que me decía, miré la portada, en el se veía una mujer muy hermosa encadenada de manos. Empecé a hojearlo y a reírme con algunos pasajes que mostraban un sexo realmente perverso en donde la mujer no era más que un objeto de sumisión. -Parece que es un libro horrible.- Dije a modo de broma. Aunque el libro me parecía un poco familiar. -En la historia, la protagonista llamada simplemente O… -¿Por qué así?.- Le interrumpí. -Porque O es la letra más simple que puede simbolizar la palabra “Obediencia” u “Orificio” después de todo una O es un gran orificio. Bueno, el asunto es que en la novela a la protagonista la llevan al castillo Roissy. Una especie de sociedad masculina en donde los hombres pueden hacer lo que quieran con las mujeres que ahí sirven, ellas hacen labores tanto domésticas como sexuales y están dispuestas siempre a todo lo que los hombres les exigen. Por mi obsesión con esta novela encontré un lugar muy parecido a ése, que está aquí en la Región del mar.- Me quede sorprendido. -¿Quieres ir? Se llama la feria de los azotes.- Fiel a su estilo misterioso, Paulina me llevó a aquel lugar con los ojos vendados, yo simplemente era guiado y podía escuchar los susurros de las personas que pasaban cerca mío, algunas parecían sorprenderse mucho, pero no sé de qué porque tampoco lograba entenderles del todo. Finalmente Paulina me detuvo y quitó la venda de los ojos. -Aquí está, tienes que subir.- Me ordenó mientras ella ya empezaba a hacerlo. Una gran escalera de esas que tanto caracterizan a la región del mar se me presentaba. Subí los peldaños percatándome que eran bastante más de los que creía, de hecho la escalera se hacía tan estrecha y empinada que ya llegado a cierto punto no podía si quiera ver el suelo. Seguí subiendo hasta alcanzar una puerta que se encontraba en un rincón a la derecha (la escalera seguía hacía arriba) tenía una campanilla colgando. Paulina la hizo sonar tres veces y entonces sentí que bajo la puerta una ranura se abrió. Pensé que probablemente unos ojos saldrían de ahí para inspeccionarnos, pero en vez de eso salió un dedo, al parecer el índice, Paulina lo lamió y después lo guió hasta su vientre para metérselo unos momentos en su cueva húmeda, posteriormente el dedo volvió a entrar por la ranura y entonces las puertas se abrieron. Vi un largo zaguán alfombrado de verde oscuro, pegados a ambos lados de la pared una hilera de hombres vestidos de terno que se cubrían el rostro con un antifaz, nalgueaban sin pudor a mujeres desnudas. Todos estaban sentados en sillas de mimbre y las mujeres azotadas se acomodaban sobre el regazo de los hombres. Noté como muchas de ellas tenían las nalgas de un color rojo ardiente, mas los caballeros continuaban flagelándolas sin ninguna contemplación. Las mujeres soportaban el castigo estoicamente, aunque una que otra lloraba y suplicaba que la dejasen ir, con las que hacían eso los hombres se ensañaban aún más, atacando con tanta rabia el culo que éste parecía pronto a sangrar. Junto a Paulina pasamos rápidamente este tramo del camino y ahora en vez de spankers pude ver estrechos cuartos que carecían de puerta exponiendo así todo lo que había adentro. Como Paulina me llevaba rápido no pude indagar con mucha tranquilidad, pero al paso que iba vi de todas formas que en aquellos cuartos (tanto los de derecha como los de izquierda) se realizaban sendas orgías. En una pieza una mujer realizaba felaciones a dos penes de distintos sujetos, mientras un hombre diferente la penetraba por delante y otros dos lo intentan por detrás. En otra pieza vi como a una mujer que estaba atada de brazos la azotaban con una fusta mientras que un hombre (que igual estaba atado) le practicaba sexo oral y también recibía azotes. En otra pieza pude ver a un hombre que amarrado a la cama era follado por un pastor alemán amaestrado por una pareja de hombres que le daban ordenes al can mientras éstos se chupaban sus miembros mutuamente. Me fue imposible mantener si quiera un segundo la vista en todas esas habitaciones. En otra, dos chicas (una de cabeza rasurada y otra de amplia cabellera rubia) se besaban y jugaban con dildos exorbitantes, cuando Paulina vio este espectáculo se metió a la pieza y besó a la chica rubia mientras le tironeaba los senos a la calva, luego se desnudó, yo no sabía qué hacer así que me quede inmóvil mirando, Paulina se puso una prótesis de pene en la cintura y empezó a penetrar a la calva, cuando notó que yo aún seguía ahí, se acercó y me dijo: -Si sigues este pasillo encontrarás una sala de eventos, hay una barra de bar. Pide un trago y si te preguntan diles que Paulina te mandó. ¿Ok?.- Luego subió desde el suelo una delgadísima puerta que se encontraba al interior de unas ranuras, al parecer todas las piezas tenían ese sistema, la gente subía las puertas para cuando querían privacidad. Caminé entonces. Llegué al fondo, me encontré con un salón mucho más amplio en donde sonaba una ruidosa música electrónica, las luces parpadeaban como en una pesadilla de la que uno quiere y no puede despertar. El ambiente era de discoteque, pero de una bastante desenfrenada. Me acerqué a la barra que estaba pegada al final, era el lugar más claro entre todo ese alboroto. Noté como hombres y mujeres tenían sexo en el suelo como si fuesen perros que se encontraban en la calle, mas al lado mío un hombre vestido de manera bastante elegante se la chupaba al barman quien como si nada se encontraba de rodillas en la barra mirando todo. El barman era un afroamericano de cuerpo robusto que por supuesto con su miembro le hacía honor a la fama que tienen todos los negros, de hecho el pobre hombre que estaba a mi lado realizando tal proeza parecía de vez en cuando asfixiarse. Estupefacto observé la felación por un momento, entonces el barman en completa seriedad me dijo. -¿Quiere algo amigo?.- Apenas terminó de preguntarme eso, el hombre que estaba bajo suyo se quitó el miembro gigantesco de su boca y botó en un flemático gargajo de saliva el semen que le chorreaba al barman, esto me produjo cierto asco. De pronto un mancebo vestido tan sólo con sungas me distrajo, tenía unas esposas colgando en su mano. -Oye, espósame a algún poste y méteme el puño.- Me dijo muy campante. Yo me sentí incomodo y le respondí con toda cordialidad que no era gay. Fue entonces cuando todos dejaron de hacer lo que estaban haciendo y me quedaron mirando como si fuese un completo imbécil. Incluso la música se detuvo. Todas las personas me acosaban con una mirada acusadora, fue entonces cuando con violencia dos sujetos que no logré identificar me atraparon y llevaron al suelo boca abajo, me mantuvieron presionado de esa forma. Yo intenté zafármeles, mas me era imposible realizar muchos movimientos, ya que estaba absolutamente reducido, luego sentí como unas manos me toqueteaban el culo, los susurros mutaron en risas diabólicas que me incomodaron al instante, entonces comprendí lo que me iba a pasar, ya era tarde, ya me habían desprendido de mis pantalones y de mi ropa interior. Podía sentir como me separaban las piernas y aunque yo realizaba todos los esfuerzos posibles por mantenerlas bien juntas igual pudieron abrírmelas, extendiendo mis muslos a un ángulo considerable, entonces pude sentir la penetración fuerte, directa y dolorosa de un miembro que parecía de metal. Se me ensartaba aquel báculo con tanto ahínco que el dolor me sulfuraba el alma y unos gritos me salían descontroladamente de la boca, así mismo un buen par de lágrimas brotaban de mis ojos. No sé cuanto rato estuvieron abusando de mí, sólo sé que varias pollas atravesaron mi recto, desgarrándome hasta sentir que ya no había separación alguna entre mis nalgas, que siempre las había tenido abiertas. Gradualmente el ambiente fue volviendo a su lugar, la música continuo su ritmo, las conversaciones, las luces, finalmente sentí que no tenía a nadie detrás de mí, el negro entonces apareció ante mis ojos cuando yo comenzaba a levantar la cabeza, por un momento pensé que él tomaría su turno, pero no fue así, simplemente me dio una advertencia: “En este lugar hay tres palabras que no toleramos escuchar: Gay, Lesbiana y sexo. Aquí todos somos seres humanos con deseos. En todos lados las cosas son así, sólo que aquí uno se puede expresar libremente, sin etiquetas sociales que marginen ni nada por el estilo.” Me levanté del suelo, no tenía idea dónde estaban mis pantalones y calzoncillos, desorientado y mareado me senté en la barra, el negro ya estaba ahí. -Bueno ¿Qué tienes para servir?.-Le pregunté como si todo hubiese sido nada. -Sangre menstrual de virgen, semen chorreado, progesterona lamida.- Nuevamente no supe qué decir, pero el barman se echó a reír. -Es sólo una broma, toma un ajenjo, te estimulará.- Me sirvió en un vaso pequeño. Di un sorbo y miré el lugar, aunque con esas luces que reflejaban y parpadeaban enloquecedoramente poco se podía captar. -¿Quién te trajo aquí?.- -Paulina.- Respondí. -Ah. Al principio asusta y sorprende un montón, pero después lo vas a aceptando, puedes convivir con esto. Es un poco como el sufrimiento ¿no?.- -Pero por qué son tan…excesivos.- Pregunté cuidadosamente. -Porque necesitamos expresar nuestros deseos, necesitamos realizarlos. Aquí podrás ver de todo menos pedofilia, eso es definitivamente lo único que no pasamos. Y lo otro que es sagrado para nosotros es que todo lo que aquí se realiza, se realiza con el consentimiento de quien o quienes lo realizan.- -¡Pero si me violaron!...Y…y…además, vi como usaban a un perro para penetrar a un hombre.- El negro soltó un par de risotadas. -Jajaja, perdón, a veces cuando es necesario, nos saltamos esa regla, es que algunas cosas hay que empujarlas, o mejor dicho masturbarlas para que salgan. Jajá, mejor date unas vueltas, lo pasarás bien, disfrutarás mucho cuando aprendas a abrirte…¿entendiste?.- El barman siguió riéndose solo de sus malos chistes, yo me alejé de él con mi pequeño vaso en mi mano, me acerqué a unos sillones que se encontraban por ahí, pude notar que alrededor de ellos había unas mesas que ofrecían libremente pastillas de viagra, líneas de cocaína, anfetaminas y ácidos. Sólo por curiosidad eché un par de jaladas de coca, me exorbité un poco, mas no sentí que fuese para tanto. Me senté cómodamente en los sillones sólo para mirar las luces y fue entonces cuando apareció el mismo mancebo que había provocado mi violación. -Oye, méteme el puño.- Me volvió a pedir, le hice caso y se lo metí después de amarrarlo de manos y pies para dejarlo colgado. Luego todo se volvió un carrusel de vivencias, donde a cada vuelta no tenía la menor idea de cómo llegaba a dónde llegaba. Simplemente cerraba los ojos y me encontraba haciendo cosas inimaginables. Después de sodomizar a aquel mancebo me vi en una tina rodeado de mujeres de las cuales yo me aprovechaba de ellas ocupando tanto mi pene, mi lengua y mis dedos. Posteriormente me vi envuelto en una orgia carnavalesca en dónde le lamí el ano a un hombre bastante atractivo mientras otro me chupaba los testículos con suavidad, al mismo tiempo una mujer bastante drogada me succionaba la carne de mi entrepierna. El salto de una a otra de aquellas experiencias me hacía intuir que mi mente visionaba una especie de iluminación mística, pero que se veía atrofiada por el descalabro que el sexo me ofrecía. Al final después de tanto lugar que mi pene visitó, terminé atolondrado y desnudo, bailando sólo. Fue entonces cuando Paulina se me apareció entre la oscuridad, se veía feliz y se puso a bailar conmigo. -¿Con quién has estado?.- -Con muchos.- Le respondí contento. -¿Y has eyaculado?.- -Un par de veces. ¿No quieres ir a una orgía?.- Le ofrecí gustoso, ella sonrió con aquella picardía que me desequilibraba y con delicadeza me beso los labios, luego me tomó de la mano y me hizo seguirla a un lugar distinto. Pasamos la oscuridad, pude ver nuevamente el festín sexual que se daban muchos hasta que me enfrenté a una puerta que se veía bastante imponente e inamovible, pero aún así Paulina la abrió sin problemas. En el interior había una fría pieza pintada sólo de blanco, era muy diferente a las otras del bar. No había ninguna puerta ni recoveco que pudiese ocultarse dentro. Ahí estábamos sólo Paulina y yo, frente a nosotros había un gran espejo que nos reflejaba. Recién entonces caí en la cuenta de lo estropeado que me veía. Paulina abrió una compuerta pequeña que se encontraba mimetizada con la pared. Era una pequeña despensa de donde sacó una fusta y una cuerda. -Arrendé este lugar sólo para nosotros, espérame un momento.- Paulina salió del cuarto. Yo pude inspeccionar otra vez el espacio que ya comenzaba a inquietarme sobre todo por el hecho de verme reflejado en aquel espejo. Paulina apareció de nuevo, pero ahora vistiendo como una colegiala, con jumper y camisa blanca, seguía llevando su moño de siempre. Se amarró las manos y me pidió que atará la cuerda a unos tubos que colgaban cerca del espejo, también estaban pintados de blanco y se mimetizaban con las paredes. Amarré sin muchos problemas a Paulina quien ya no se podía escapar y entonces con la fusta supe muy bien lo que debía hacer. Lentamente le quité el jumper hasta dejarla sólo en camisa y pantaletas, usaba unas muy infantiles, mi pene se ensanchó sin que me diese cuenta y entonces comenzó mi amigo a golpearla directamente en las nalgas, los gritos de Paulina no se dejaron esperar, mas mi amigo fue brutal y deseaba desgarrarla. La pobre muchacha aullaba pues seguramente las marcas de la fusta le arderían quizás un mes por la intensidad con la que se descargaba Gabriel sobre ella. El miembro de mi amigo crecía considerablemente. Luego Gabriel le desprendió de su camisa blanca con tanto ímpetu que se la rompió. Ahora la tenía casi desnuda (sólo la tapaban el sostén y las pantaletas) Gabriel se ensañó con tal demencia que la pobre muchacha no paraba de llorar y rogar ayuda. Él no paró ahí y sin poder aguantarse le rajó las pantaletas y penetró directamente su ano, la chica casi caía desfallecida. Gabriel no podía notar como la potente excitación le dominaba el alma, yo sí pude constatar eso, me sentía caliente casi como si estuviese hirviendo en lava. Gabriel continuó lo suyo con fuerza y celeridad, le excitaba mucho escuchar los gemidos quejumbrosos de Paulina, entonces poco a poco se fue corriendo dentro del ano de la muchacha, se fue corriendo y sus ojos a la vez se fueron cerrando. Desperté cuando Gabriel abrió los ojos, estaba en un estado patético, tirado en medio de un basurero, totalmente desnudo. Tenía la boca ensangrentada y una sabor a azufre en ella, rápidamente escupió un vidrio, se dio cuenta que nuevamente se había llevado una ampolleta a la boca sólo que esta vez parecía que la había mordido, pues los restos del zoquete estaban aún entre sus pobres dientes. El resto de su cuerpo se encontraba amoratado y sangrante. Era un verdadero desastre. Yo por mi parte me sentía optimo, pero desorientado, incluso me di cuenta que Gabriel no podía ejercer ningún control sobre mí por lo que hubiese podido irme lejos en aquel momento, mas mi desconcierto era tal que preferí quedarme a su lado, no para acompañarlo si no porque no sabía qué hacer. Para peor, el día estaba lluvioso aunque eso igual era positivo, pues mi desnudo amigo podía recorrer las calles sin toparse con demasiadas personas. Adolorido se levantó del basurero en que estaba tirado, trato de caminar rápido, pero sus tobillos no le respondían acorde a sus deseos, de todas formas, apenas llegó a la calle un auto casi lo arroya. El sujeto que había frenado con gran tino no era otro que el abogado Dangelo Martínez que se quedó perplejo frente al volante, mi amigo no pudo equilibrarse más y perdiendo todo razonamiento cayó al suelo desmayado. Dangelo después de unos segundos reaccionó y salió a ayudarlo. Yo, libre como gusano dentro de la carroña, decidí quedarme al lado de Gabriel, ahora no sabía qué hacer. ¿Qué hacer con tanta libertad? Finalmente mi amigo despertó en el departamento de Dangelo, estaba recostado en su cama con una manta que le cubría la desnudez, yo lo miraba desde lejos y en el entretanto que demoraba en despertar me había dado la libertad de recorrer el bonito hogar del abogado, quien ordenaba todo de manera meticulosa y perspicaz, nada quedaba sin su especifico orden, todas las cosas miraban para una dirección determinada, si un lápiz no apuntaba con su punta hacía el norte, el abogado iba y enmendaba esto que para él seguramente era un desastre. Debo reconocer que la actitud de mi amigo al despertarse me causó cuanto menos hilaridad. Apenas se vio desnudo y constató que estaba en la casa de Dangelo, pensó que su noche desenfrenada había terminado en la cama de ese hombre y se aterró (aunque en realidad ¿de qué debía aterrarse?) pero lentamente fue recordando, primero lo que le convenía recordar y después los excesos, uno tras otro. Con celeridad rememoró todo lo acontecido hasta que casi fue atropellado por el abogado, éste apareció de pronto con una camisa en la mano y un pantalón en la otra, le recomendó a mi amigo que tomase una ducha. -¿Dónde estuviste?.- Le pregunto al fin el abogado mientras le servía un poco de té a Gabriel. Él en un principio se mostraba reticente a entregar información detallada, pero pasado un rato terminó por contarlo todo con lujo de detalles. El lugar, las drogas, las orgias, las reglas, el desenfreno, todo aquello que había ocurrido en su mente en tan sólo un minuto. Dangelo parecía bastante asombrado e interesado con la historia. -No puedo creerlo, nunca he escuchado de un lugar así aquí en La región del mar. La feria de los azotes.- Se decía pensativo y tanto yo como mi amigo nos imaginábamos que el abogado pensaba en sus vicios más excesivos. -De verdad, era la locura total. Yo…yo quiero volver a verlo.- Dijo Gabriel mirándome con decisión, como si fuese yo quien tuviese la clave para entrar ahí. -Pues a mí también me gustaría visitarlo, se oye muy atractivo lo que dices, pero jamás he oído de aquel lugar. ¿En serio no sabes cómo llegar?.- -No, si te digo que la chica me vendó… -¿Cuál chica?.- -¿No te la comente?.- -No.- -Paulina.- -¿Paulina?.- -Sí, es una estudiante de teatro, no tengo idea cómo es su nombre completo, ni dónde vive, ni nada. Pero hemos estado viéndonos.- Dangelo esbozó una sonrisa picara. -Vaya, sabía que no podrías resistirte a los encantos de la Región del mar. ¿Ya olvidaste a tu novia?.- Gabriel se quedo pálido, hasta ese momento absolutamente nadie le había recordado a Lina y él mismo la había enterrado en sus recuerdos, pues los últimos días Paulina fue el centro de sus preocupaciones, un extraño frío cubrió a mi amigo (yo sentía estas reacciones como algo ajeno, como un rebote que innecesariamente me llegaban, pero nada personal) -No, digo sí. Ósea, no.- -Bien, bien, entiendo, no me des explicaciones.- Calmó el abogado al notar que mi amigo se ponía nervioso. -Así que Paulina ¿no? Y no sabes nada de ella, pero ella te llevó a ese lugar.- -Sé que folla de una manera espectacular, nunca había eyaculado tan fluidamente.- Respondió mi amigo idiotizado. -Oye, pero no me des esos detalles. ¿Cómo es ella físicamente?.- -Es de piel blanca, bastante blanca, pelo castaño, ojos verdes, labios seductores, piernas esbeltas, cadera bien formada… -Ya veo, amas a esa actriz.- -Creo que aún está estudiando.- -¿Y ella te llevó a ese lugar con los ojos vendados por la calle? -Así es, sólo sé que subí una escalera, sólo eso.- -Una escalera, vaya pista. En la ciudad del mar hay muchas escaleras y casi todas llevan a burdeles o clubes nocturnos. Yo creo que te lo imaginaste.- -Claro que no, lo que yo sentí fue…Gabriel trataba de encontrar la palabra exacta abriendo y cerrando las palmas, miraba al techo esperando encontrar un termino dantesco, pero al parecer la sola expresión de sorpresa le dejo claro a Dangelo que Gabriel lo que había vivido había sido descomunal. -Está bien, te creo.- Le dijo el abogado y mientras miraba por su ventana con bastante intriga propuso ir a buscar el lugar. Dijo: - Oye, por qué no salimos esta noche a buscar La feria de los azotes.- Gabriel sonrió, Dangelo sonrió, el trato estaba hecho. Gabriel se fue a su departamento, se cambió ropa y estuvo todo el resto del día descansando en su cama aunque yo sé que secretamente esperaba que Paulina volviese a aparecer, lo sé porque apenas sentía los pasos de alguien cerca de su puerta Gabriel se emocionaba como un perro que aguarda a su amo, aunque yo no sabía qué podía estar pensando realmente, me imaginaba que sólo pensaba en ella y también creo que sólo se imaginó a ella las ocho veces que se masturbó. Yo por mi parte vagué de lado a lado sin querer cruzar las paredes que separaban el departamento del mundo, me sentía exhausto y bastante desorientado, nunca me había enfrentado a un aluvión de sexo de esas proporciones, dentro de mí podía sentir brotar un cierto miedo, un miedo que podría domeñar a la fiera salvaje que a ratos me invadía, ese había sido el anhelo de Gabriel al querer resucitarme cuando llegó aquí. Esa revelación apareció ante mis ojos cuando lo veía masturbarse, comprendiendo que ya no pensábamos las mismas cosas y comprendiendo algo más oscuro, que sólo una bestia podía destruir a otra. ¿Podría Gabriel haber creado un monstruo más insaciable que yo? ¿Uno capaz de reducirme? Quizás todo este aparataje de irme dando paulatinamente más libertad era simplemente para engañarme. Al fin y al cabo yo era feliz estando bajo su sombra y como una sombra, cuando quería podía atraparlo y hacerlo actuar bajo mis deseos, podía poseerlo y alimentarme provocando sus anhelos más recónditos. Pero ahora estoy confundido, y razono, razono como nunca antes había creído que lo haría porque cuando era solamente la sombra acechante, mis palabras y pensamientos eran simplemente una extensión de las de Gabriel, una extensión que su mente se negaba en aceptar y por lo tanto los procesos de discriminar entre el bien y el mal, entre lo problemático y lo idóneo, no pasaban por mí cabeza si no al contrario los actos más bruscos eran invocados en mi nombre, pero ahora que he ganado una cierta libertad, esta me asusta soberanamente, no sé qué puedo hacer con ella. Todos estos problemas me achacaban cuando ya la noche había caído, entonces Dangelo llamó a mí amigo. Se pasearon por todos los bares preguntando, pero no tuvieron éxito. -La feria de los azotes, no me suena.- Dijo un muchacho que trabajaba como cantinero en un bar que era algo caro. -Vamos Mark, si tú conoces todas las movidas de esta ciudad, de toda la región del mar.- Le decía Dangelo al joven que lo miraba sin saber qué hacer. Entonces Gabriel volvió a describir el lugar y el cantinero (como muchos otros) se comenzó a reír. -Cállate Bowen.- Le reprimió Dangelo de mal humor y se fueron de ese bar. El muchacho alegó porque no obtuvo la propina obligatoria que le debían dar, furioso se puso a escribir algo en un cuaderno de notas que tenía. Los hombres estuvieron hasta altas horas de la noche buscando el lugar. Prácticamente dieron con todos los bares de la Región del mar (que eran muchos) y exhaustos se tendieron en el auto. -Gabriel, creo que sólo esa chica puede decirnos dónde queda el dichoso lugar.- Decía el abogado en referencia a Paulina, pero Gabriel le recordó amargamente que él no tenía ni el número telefónico ni nada de ella como para ubicarla, ella llegaba a su vida cuando quería. Un silencio que se cubrió con los ruidos gloriosos de la noche (las bocinas de los autos, la música de los bares, el transitar de los bohemios) se dejó sentir en el auto del abogado, al parecer ninguno sabía bien qué decir o qué hacer, entonces Dangelo le ofreció a mi amigo una idea que en principio éste pareció no aceptar de buenas a primera. Ir a una casa de putas. Dangelo conocía muchas, pero había una que sobresalía en atención y estilo. El portón verde. Dangelo fue convenciendo a mi amigo primero de manera suave diciéndole que ese lugar era más idóneo que los bares para poder investigar sobre el paradero de La feria de los azotes, pero finalmente terminó obligándolo a ir. -Bueno, aquí estamos.- Dijo cuando llegaron al Portón verde, que estaba bastantes kilómetros alejado de la ciudad, en un cerro que en principio se veía más bien inhóspito, pero que después iba cambiando en la vegetación y se volvía algo más parecido a un paraíso tropical con una vista majestuosa de toda (pero toda) La región del mar. El Portón verde era llamado así seguramente porque en la entrada un inmenso portón de color verde prohibía el ingreso. Un guardia de pronto salió a saludar a Dangelo, éste bromeó con él como lo había hecho con todos los cantineros a los que se les había preguntado por la feria de los azotes. -Lo siento señor Dangelo, pero La Madame tiene la casa grande reservada para una fiesta privada en dónde parece, se encuentra el presidente, al menos eso explicaría que su helicóptero esté aquí. Ups, por favor olvide eso.- Imploraba el guardia tapándose la boca.- -Ay, Jaime, tú sabes que nunca digo nada. Y en cuanto a lo otro, no seas pesado y al menos avísale a Ana Marie que estoy con un amigo y que al menos nos deje pasar a alguna de las casitas, que tan sólo queremos revolcarnos con alguna puta o acaso ¿todas estarán ocupadas por el presidente y sus secuaces? -Pero señor, usted sabe que a la Madame no le gusta que… -Yapos Jaime, si soy yo. Dangelo Martínez, por favor, recuerda que pronto dejaré la soltería.- El guardia se retiró unos momentos, mi amigo se veía nervioso, por lo que me había contado, su experiencia con putas no había sido grata la última vez. Dangelo debió notar el pavor de mi amigo y lo trató de tranquilizar diciendo que él era un cliente más que frecuente y que de seguro Ana Marie lo tendría en consideración. Al rato volvió el guardia. -La Madame dice que esta bien, pero que sólo puede ofrecerles cinco putas novatas.- Decía el guardia cuyo aspecto imponía más humor que respeto. Tenía la mandíbula un poco desencajada y los dientes se le escapaban por esa boca maltrecha, aparte de usar unos lentes que le acentuaban el sobre nombre de imbécil. Sin embargo, el hombre igual iba armado con una pistola. -Me parece bien y ¿dónde podremos ir? -A la casito 10.- -Me parece muy bien. Oye Jaime ¿tú por casualidad no conoces un lugar llamado La feria de los azotes?.- La respuesta fue negativa como todas las anteriores. La inmensa reja se abrió de forma electrónica y el auto ingresó a un recinto privado enorme, de amplios jardines, protuberantes paisajes e incluso un cielo algo distinto, era como entrar a otro mundo. Divisé muy lejos una mansión que expedía luces e incluso fuegos artificiales. Pasado unos kilómetros el auto se acercó a unas casitas más pequeñas las cuales estaban todas custodiadas por guardias de aspecto más temible que el famélico Jaime. El auto se detuvo en la última casa, se estacionó por ahí y el guardia ahí presente dejó pasar sin preguntas ni nada a Gabriel y Dangelo. -No te preocupes, como es tu primera vez aquí, te invitaré yo, que lastima que nos hayan tocado jovencitas nuevas. Hay unas que son muy buenas.- Comentaba el abogado a mi amigo que iba avanzando a paso tieso. Los hombres luego entraron a un salón en dónde estaban dispuestas cinco mujeres vestidas de forma bien escotada, lucían relucientes joyas y sus rostros eran prósperos en maquillaje. Dos de ellas eran morenas y altas, otra que era rubia tenía un atractivo lunar cerca de sus labios y las otras dos a pesar de que eran igual de provocadoras y curvilíneas tenían pinta de no querer estar ahí, al menos se notaban poco entusiasmadas con respecto a sus compañeras. Había en una mesa un montón de botellas del más fino champagne o al menos eso demostraba su envoltura. Dangelo no demoró nada en sentarse junto a las mujeres (las tres más entusiastas lo rodearon de inmediato) y comenzar a hablar fuerte, a reír rápido, a acariciar piernas y pantorrillas, a sacar cocaína para jalar y finalmente, a realizar acuciosas reflexiones sobre la música clásica mientras las mujeres comenzaban a desnudarlo. En todo ese rato Gabriel se mantuvo ausente, estaba casi perdido viendo a ese hombre entregarse al placer de los sentidos. De repente algunos pensamientos de Gabriel también me cruzaban a mí y sé que en esos momentos el deseaba estar en casa o con Paulina a su lado disfrutando del verdadero sexo, sé que también pensó que la música igual era una droga que sólo servía para corporizar nuestras emociones. Él pensaba aquello mientras veía con repulsión a Dangelo debatirle a una chica (la rubia) sobre la validez de Mozart sobre Salieri, por supuesto la chica no decía nada, pero Dangelo le gritaba en la cara. Finalmente todo se calmó y las tres damas acompañaron al abogado a una pieza. -Ve, ve tú también con tus muñecas. Ya esta todo pagado.- Decía el hombre bastante borracho mientras se perdía en el cuarto. Las dos mujeres que pocas palabras le habían logrado sacar a mi amigo quisieron seducirlo hasta al cuarto contiguo. Se besaron frente a él mientras se tocaban levemente con la yema de los dedos las piernas y los senos. Ellas se besaban con suavidad, casi como si sus labios flotasen por sobre sus cuerpos. Mi amigo cedió a estos juegos y se puso a abrazarlas cada uno a un lado para besarlas torpemente mientras ellas, obviando ese detalle, lo manoseaban con delicadeza por su cuerpo. No tardaron en entrar a la pieza, una de las muchachas se fue desnudando lentamente hasta quedar en ropa interior mientras la otra masturbaba a mi amigo con soltura y le iba desabrochando la camisa, Gabriel aunque disfrutaba la situación no podía dejar de pensar en La feria de los azotes y sobre todo en Paulina y yo lo sabía. Con pena más que con ganas las chicas intentaron animar a mi amigo, lo besaban deslizando su boca desde su pecho hasta su cuello, una envuelta en una exquisita lencería mientras la otra aún con el vestido, pero manipulando la mano de mi amigo y llevándola a lugares erógenos de su cuerpo. Después de un rato intentaron levantarlo realizando caricias alrededor de su pene y mientras una lo hacía la otra le pronunciaba palabras sucias “Quiero que me comas mi vagina con toda tu lengua mientras masturbas a Laura” Le decía la mujer, pero nada caló efecto en mi amigo, entonces las chica se aburrieron y preguntaron si había algo especial que le gustara. -No, nada. Saben, me quiero ir.-Las chicas primero dieron muestras de alivio, pero luego parecieron ofendidas y no le dirigieron la palabra hasta que mi amigo salió derrotado de la casa. -No importa, total, ya nos pagaron.- Dijo una al final. Yo seguí de cerca a Gabriel incluso me sentía mal por él (o sería por el hecho de que todavía no me hablaba) entonces por segunda vez, cuando iba por el camino a la gran reja, un auto casi lo arrolla. Esta vez era una muchacha la que casi atropella a mi amigo, una hermosa muchacha de pelo rojo y ojos verdes, sus labios eran carnosos y sus manos eran pequeñas. -Discúlpame, discúlpame.- Decía ella entre fuertes alaridos, aunque su voz era la de una persona relajada. -No hay problema. Me podrías llevar hasta la salida, es que el camino es larguísimo.- Preguntó mi amigo, sonaba bastante desganado, quizás por eso la chica lo subió sin pensárselo mucho. -Me llamo Guadalupe, pero no, no soy mexicana aunque a veces tuve que hacerme pasar por una. Y tú ¿eres nuevo por aquí? No te había visto nunca.- -Nunca he venido, me trajo un ami…un conocido. Pero creo que no es lo mío.- -Ah ya veo.- La muchacha sonaba realmente interesada en mi amigo, tanto que incluso apagó la radio que venía escuchando. Ella era risueña y rápidamente con su dulzura hizo reír a Gabriel. -Y tú…trabajas aquí.- Preguntó mi amigo con extrema precaución. -Trabajaba, hoy renuncié y lo hice a lo grande. Me querían meter con un senador que yo sé bien lo que le gusta, nunca he estado con él, pero hay chicas que han tenido que soportarlo y no te digo lo que han pasado, ¡al viejo le gusta atarlas y orinarles en la cara! Bueno no iba a permitir eso y Ana Marie me echó, pero ya no me importa, no pensaba dedicarme a esto toda la vida, con el dinero que tengo es más que suficiente para poder terminar de pagar la carrera de psicología.- La chica era abierta, ni yo ni Gabriel notábamos que quisiera esconder o reprimir algo en todo lo que decía, por primera vez en la noche la actitud de Gabriel comenzó a cambiar, se rió bastante. -Y dime, ¿crees que existe el oficio de prostituta? ¿Crees que alguien quiera ser así por vocación?.- Preguntó de pronto mi amigo. -Puede ser, cuando era chica una compañera de colegio nos dijo seriamente que quería ser puta, pero es más común que las situaciones de la vida te lleven a este trabajo. No es que haya sido muy traumante para mí por otro lado aprendí bastante del sexo que es algo importante en este mundo, pero en realidad a mí me interesa aprender sobre la mente humana, el por qué de las obsesiones, los caprichos, las perturbaciones. Es decir, quiero inmiscuirme en la psicología.- Gabriel se quedó callado un momento. Guadalupe notó algo. -¿Quieres decirme algo? Desde que te vi noté que no estabas contento.- -No es que no esté contento.- -Bueno, por lo general los hombres no rechazan a las mujeres aquí. Ana Marie las escoge con lupa.- -Es que…ah…Siento que hay algo dentro de mí que me consume día a día, que no me deja tranquilo. Quiero ser libre. En mi mente es como si un diablo de repente se apoderara de mis pensamientos, de mis acciones y yo no pudiese detenerlo porque soy débil a su lado. Es como si me quedase inmóvil cuando eso se manifiesta. Lo necesito, pero quiero dejarlo atrás…Gabriel comenzaba a chorrear lagrimas por sus mejillas, lo que él decía me dejaba bastante sorprendido, pues yo siempre pensé que lo que realizábamos, lo realizábamos en conjunto. Jamás lo obligué a nada en su vida, él quería hacer las cosas que yo le manifestaba, él lo deseaba tanto que necesitaba de mi ayuda para realizarlas. Nunca pensé que realmente se sintiese asfixiado por mi presencia. Recuerdo cuando aparecí en su vida, él tenía como diez años, su vida en ese instante era un caos, pues las idas, las constantes idas al psicólogo ya lo tenían mal, aislado de otros niños, no tenía con quién jugar y entonces yo aparecí tímidamente. “Hola” le dije, él me miró sin poder creérselo, yo había aparecido en medio de la noche, aquellas noches en las que él no podía dormir por estar recordando al sacerdote que lo ultrajó. “¿Quién eres tú?” me preguntó asustado, “Soy tu amigo” le dije y él de inmediato se alegró, porque ya no estaba solo en un mundo tan hostil, ahora tenía una bestia que sabría defenderlo y enseñarle a defenderse. Así comenzó nuestra amistad, yo aparecía por las noches para no confundirlo y dejarlo pensar que se perdía entre los límites de la realidad y el sueño, pero después nos fue imposible separarnos y entonces le llegó la adolescencia y con ella los deseos comunes que se reprimía y yo le concedía. Si deseaba empujar a alguien y se retraía, ahí estaba yo para susurrarle un “Hazlo” y lo hacía. Nunca disentimos, nunca nos miramos feo, éramos amigos y en el fondo éramos lo mismo, pues él lo sabía, pero fue entonces cuando comenzó con las pesadillas, pesadillas que yo no entendía, pero que lo hacían actuar extraño, entonces comprendí lo que él quería. Quería acometer, sentirse salvaje, sentirse yo de verdad y entonces ocurrió lo de Sofía y fue un común acuerdo. Yo solamente le di el coraje para hacerlo, y después le entregué el instinto para que escapara, porque sí, le dije que corriera, que huyera después de que cometió aquel acto, mas todo eso también fue maquinado por Gabriel, por eso no entiendo su resentimiento, su dolor, todavía no acepta que todo lo que hicimos, lo hicimos juntos. Y sobre todo que yo lo hice porque sé que él quería hacerlo. Durante la infancia y juventud que estuve con Gabriel fui ganando más presencia en su vida a medida que él mismo me la iba dando, si al principio sólo aparecía en la noche, camuflado entre los límites del sueño, después podía aparecer nítidamente en el día y decirle a Gabriel lo que él pensaba (pero no se atrevía a manifestar) sobre tal asunto. Y así era, sin embargo, el jamás le habló de mí a nadie, aunque eso era un pacto secreto, pues yo nunca le dije que no debía decirle a nadie sobre mí. Simplemente él no lo hacía, hasta que se lo comentó a su abuela y ahí comencé a perder fuerza en su vida. Entonces finalmente me enterró en esa tumba de oscuridad y silencio. Y, sin embargo, es la oscuridad y el silencio, esos tenues parpadeos de oscuridad y silencio que las personas dan antes de morirse, lo que nos ha ido alejando él uno del otro. Ahora yo no sé con precisión todo lo que Gabriel piensa y él tampoco lo sabe de mí. Siento que una presencia más fuerte se nos cruzó y me ha independizado, una presencia más fuerte que justamente en silencio ha entrado y de la que todavía ninguno de los dos puede dar completa cuenta. Yo y Gabriel siempre fuimos el mismo pensamiento, el complemento de un pensamiento, los dos lados de un mismo pensamiento, pero Gabriel siempre fue el real en esta historia y ahora yo también quiero gozar de esa realidad. Ahora que también puedo pensar por mi cuenta, ahora que comprendo que Gabriel quiere estar solo, acepto mi libertad. Mi condenada libertad. Salí del auto dejando a sus pasajeros en lo suyo, ya habíamos pasado la gran reja y bajado unos kilómetros por el cerro. Vagué sólo por horas hasta que encontré unas calles que bajaban y que exhibían ruidosos departamentos los cuales eran en su mayoría bares. A medida que se descendía los bares aumentaban y la clientela los atestaba. Habían bares por todos lados y de muchos sabores distintos, casi todos parecían internacionales y casi todos se exhibían como ruidosos hasta más no poder, en algunos, la gente rebalsaba y terminaba tomando a orillas de la calle, pero era imposible calmar las ansias de la población, los bares eran el alimento económico de la Región del mar. De pronto sentí que alguien me llamaba. -Oye tú, el lobo, ven.- Escuchaba la voz cerca de mí, giré para ver de dónde provenía y entonces vi a un curioso sujeto hablarme. Vestía con un manto que le cubría hasta las piernas y usaba un pobre sombrero que a esas alturas no le servía de nada. Un solo lado de su rostro estaba cubierto de cicatrices, fue avanzando (tocando el suelo) hacía mí. De pronto se instaló sin más y sacó de su bolsillo (noté que llevaba un cinturón con algunas balas y que en una de sus piernas un vendaje le cubría una herida) una botellita de vino que acabó al instante. -Estoy buscando un bar por aquí, este, no recuerdo el nombre…¿tú sabes?.- El hombre que me hablaba como si nada, se quitó el sombrero para rascarse un tanto el pelo, parecía sacado de otro lugar, totalmente desarticulado de la bohemia que transitaba frente a nosotros y que no podía si quiera percibirnos. -¿Quién eres tú? ¿Cómo puedes verme?.- Le pregunté aunque en realidad fueron pensamientos en voz alta, entonces recordé a aquel extraño niño que me encontré en la casa de doña Eglantina y pensé que este personaje también podía tratarse de un fantasma, pero tenía algo distinto del niño aquel. Como si su aura despidiera otra forma que la de aquel pobre espíritu en pena. -Bueno, ¿sabes o no?.- Me preguntó violento, mirándome amenazante, pude notar ahora que una de sus orejas le faltaba un pedacito por el borde, un pedacito ínfimo, pero que mi ojo audaz pudo percatar. -¿Qué me miras? ¿Qué me miras?.- Decía, se notaba sus aires pendencieros. Mientras tanto la gente transitaba como si nada, incluso algunos nos atravesaban. Decidí decirle a ese hombre que estaba perdido. -Buh, todos aquí estamos perdidos, sólo hace falta de un buen vino para tolerar esta miseria.- El hombre parecía concentrado en sus palabras, pero apenas terminó de emitirlas movió con fuerza su cabeza de un lado a otro y entonces, con una actitud distinta agregó: -Disculpa si sueno así, es que es difícil salirme del personaje del que me crearon, igual yo no soy tan lúgubre como crees, sólo que el que me creó me puso en una situación de mierda. Me llamo Eloy.- Ahora el hombre me tendía la mano, sus palabras me atronaban como quien tiene que soportar los sonidos de una construcción sin protección en los oídos. ¿su creador? ¿Acaso él era como yo? Nunca antes me había encontrado con alguien así, aunque también es cierto que nunca antes me había separado de Gabriel de la forma en que lo había hecho en los últimos meses, entonces recordé la frase de una película que –por su puesto- Gabriel vio alguna vez. En realidad era una acertijo “Si dices mi nombre dejo de existir” la respuesta era el silencio. Yo era el silencio y al parecer ahora Gabriel me estaba matando. -¿Eloy?.- Dije sin comprenderlo y confundido aún por todos los pensamientos que se me ocurrían. -Sí, ¿has oído hablar de mí?.- Me preguntó. -De verdad amigo, te lo aseguro, soy nuevo en esto.- -¿Hace cuanto te separaste de tu creador?.- Lo pensé con cautela y decidí decirle que sólo hace unos minutos. -Ah, ya veo. Eres nuevo. Y ¿vienes de un libro o… -¿De un libro?.- Arremetí -Sí, yo vengo de uno. Ya van a ser unos 60 años de eso, igual hace poco estoy libre, como unos quince años, es que es difícil desvincularse tan rápido del mundo que alguien te ha creado, pero cuando lo haces, es un lujo.- Aún estaba embobado, me di cuenta que Eloy se ponía a caminar rápido así que lo seguí. -Yo no vengo de ningún libro. Este… Yo era, era como el amigo del…ah es difícil de explicar.- Suspiré resignado. -¿Eras un amigo imaginario?.- Acertó Eloy, con vergüenza le dije que sí, que algo así. -Ah, tienes suerte entonces de estar aquí, esos suelen desaparecer en poco tiempo. ¿Pero por qué me miras así? ¿De verdad nunca te habías topado con nadie más?.- Pensé en aquel niño fantasma, pero no le dije nada. Al parecer Eloy sintió mi inquietud. -Relájate Lobo, digo, ¿cómo te llamas?, ¿cómo?, ¿así no más? ¿Lobo? Bueno, relájate lobo, aquí ya estás en un mundo donde puedes hacer lo que quieras. Desde que logré salir de mi historia, gracias a las personas que me daban vida leyéndome, desde que logré salir de la cárcel de la mente de un solo hombre, desde que me instauré en el imaginario popular, yo no he hecho otra cosa que disfrutar de esta vida. Imagínate, en mi libro, que leí sólo una vez, me la pasó sumido en un remolino mental, que el toño y la rosa, las traiciones, el dolor, la noche que no pasa, aquella tardes que no veré más, pues se encuentran en esos días donde la luz solía almacenar las esperanzas, y la Rosa me decía, ven Eloy, ven, y yo trataba de ignorarla porque a las mujeres es mejor a veces, sólo a veces, no darles el gusto, se ponen bravas después, pero tenía la cara de esperanza, una esperanza que yo sabía se derrumbaría, la esperanza era el toño, ese niño que ya no vi crecer mientras estoy aquí esperando a esos cobardes, que no aparecen y si no aparecen es por…Eloy se detuvo un momento, me miró consternado. -Discúlpame.- Me dijo, se quitó el sombrero y volvió a sacudirse la cabeza. -Ya vez, a veces me pasa, es difícil desvincularme de aquello, pero bueno, tampoco me desagrada tanto, es decir, me siento bien en gran parte por lo que soy. Por ejemplo, viajé a Rusia y conocí a un tal Raskólnikov, un tipo famosísimo, pero que vive deprimido. Todos los días se la pasa lamentándose, no sé, él está mal, le es difícil desligarse de lo que es, para mí es un poco más fácil, pero también es cómodo saber qué es lo que soy o que fue lo que fui. A ustedes los amigos imaginarios creo que también les va bien con eso, a los fantasmas creo que no, ellos casi siempre viven sufriendo, bueno son almas en pena, si no, no estarían aquí con nosotros.- -¿Dónde estarían?.- Eloy me miró desacertado. -En un lugar dónde no podemos ir.- Respondió y seguimos caminando calle abajo en un incomodo y respetuoso silencio, hasta que Eloy alzó la voz en un momento, declarando que ahí estaba lo que buscaba. Entramos a un bar completamente incandescente, todo iluminado por enredaderas de luces pegadas en las paredes, era un lugar onírico, de hecho ese era su nombre. Eloy me llevaba de la pata diciendo unos diálogos que me parecían incomprensibles (por momentos me parecía que el sujeto deliraba) en el bar convivían de todo: Humanos, animales, criaturas extrañas y animas. Todos invisibles para el ojo humano, todos imposibles de ser reales. Junto a Eloy llegamos a la barra en donde un lobo bípedo que vestía un camisón rosado nos atendió. -A ver, a ver. ¿Y usted quién es?.- Gritó Eloy de forma sarcástica al verlo. Admito que a mí también me produjo gracia. -Ah. Parece que sois nuevos.- Dijo el lobo vestido de abuela y sin otro reclamo le sirvió un vaso de vino a Eloy quien no tardó en perderse por los bordes del vaso de cristal que ahora tenía en sus manos. Luego el lobo recién se percató de que yo también era como él (claro que mucho menos ridículo) y me hizo un gesto de asentamiento. -¿Qué te sirvo amigo?.- Me preguntó, yo mirándolo un poco extrañado quise saber por qué usaba ese atuendo. -Inconsciente colectivo. No podemos manejar esas cosas ¿no? La gente tiene una imagen fuerte de uno y así me he quedado yo, con esa imagen. Al principio me jodía mucho, pero después fui conociendo a otros que les iba peor.- -Pero tú…¿de dónde vienes?.- Quise saber. -¿Es que no lo sabes?.- Me dijo sirviéndome un poco de vino sin que yo se lo hubiese pedido. -Bien, creo que siempre uno se puede encontrar con sorpresas. Soy el lobo feroz.- Me dijo alargando su pata para saludarme, lo hice, pero le dije que aún no sabía quién era. -Soy el lobo feroz. El lobo feroz, el de…ah…el de la caperucita roja.- Cuando me dijo esas palabras creo haberme excitado lo suficiente como para mover la cola con frenesí. -Pero viejo, tu eres una estrella…Le dije afanado. Obviamente en algún punto de la vida de Gabriel había escuchado aquella historia. -Que estrella ni nada. No tienes idea la de parodias y burlas que he tenido que soportar. Además de todos los cambios y alteraciones que la gente ha terminado por hacerme, no señor, yo soy un lobo retirado, elegí salir de ese cuento hace tiempo ya. No soportaba otro cambio más de la versión. Hoy en día los niños ya ni conocen como es en verdad esa historia, tienen la cabeza alterada.- -¿Y por qué te dedicas a esto? -Por nostalgia. Cuando comenzaron a crear el relato de la caperucita, el cuento se transmitía en sucios antros que parecían cavernas con viejos borrachos que bailaban al compás de su miseria. Aquellos viejos eran mucho más serios para conmigo y decían las cosas como eran, nada que después llegaba un leñador y me mataba, nada de que la caperucita se salvaba, no señor, eran buenos tiempos para mí. Tengo buenos recuerdos de esos bares.- -Ya veo.- Le dije mientras saboreaba con más gusto el vino, poco a poco el lugar me empezaba a gustar. Veía a los seres que por ahí transitaban jugar, apostar, beber, follar, todo con total libertad. Era un orgasmo estar ahí.- -¿Oye amigo y tú de dónde vienes? ¿Has estado en Europa? Yo estuve trabajando un buen tiempo allá.- Me dijo el lobo feroz. -Yo estuve en Europa.- Interrumpió Eloy sorpresivamente mientras se desequilibraba de su asiento debido al brusco movimiento que hizo al girarse, ya estaba algo ebrio y después de decir eso se puso a gritar garabatos y a buscar a alguien para pelear. -Tu amigo es un loco. Nunca he visto a alguien así, ni siquiera los que son recordados como borrachos se comportan como borrachos, por lo general se quieren quitar tal estigma.- -No es mi amigo, lo conocí hace poco.- -¿Será un fantasma?.- -Al parecer no. Me dijo que venía de un libro.- -Un personaje de literatura. Que aburrido, no sabes la cantidad de personajes literarios que he conocido en mi vasta vida. A veces incluso me encuentro con algunos que son una mala copia mía…eh, ¿Tú no….- -O no, yo no vengo de ningún libro.- Le respondí inmediatamente, adivinando lo que me iba a preguntar, el lobo pareció tranquilizarse. -Entonces ¿de dónde vienes?.- -Nací de la mente de un tipo que al parecer ya no me quiere.- -Ah, y cómo es eso.- -No sé, siempre pensé que éramos uno, pero supongo que en realidad yo era algo así como su amigo imaginario y ya no me quiere.- -Tienes suerte de seguir vivo, generalmente los amigos imaginarios se pierden.- -¿Se pierden? ¿A dónde van?.- -No lo sé, al olvido supongo.- -¿Y esto qué es?.- -Es lo más parecido a un limbo. Nosotros vivimos, pero no podemos existir. Aquí se reúnen los fantasmas – es decir las almas en pena- , las ideas que han provocado un cambio en la historia, los personajes míticos, los personajes literarios, los recuerdos que se niegan a morir en las personas, incluso, como tú, las ideas obsesivas de algunos mortales.- Me quedé algo triste. Así que no existía, simplemente un eterno vagabundo de las penumbras. -Pues, yo quiero existir.- Dije de pronto. -¿Qué?.- -Eso, quiero existir en la vida de los mortales, hace rato que lo he empezado a desear.- El lobo feroz pareció incomodarse con mi planteamiento. -Amigo, no seas tonto, aquí tienes de todo. Es cierto, no sentimos de la misma forma que los que están del otro lado, de aquellos que nos crearon y sufren por haberlo hecho, de aquellos que nos alimentan al pensar en nosotros, al recordarnos, al imaginarnos. Pero ahora eres libre de eso, puedes estar aquí independiente de ellos. Imagínate, eres inmortal, veras el fin de esta civilización y el principio de una nueva, conocerás más experiencias que cualquiera y si no te gusta como eres puedes cambiar de forma, conozco algunos que lo hacen. Tienes todo el poder contigo, puedes viajar a los mundos que tu quieras, inmiscuirte en las tierras de cualquier lugar, nada esta prohibido, para ti que eres libre ya no hay fronteras, no hay reglas. Aprovecha este mundo, además es imposible ser como los que nos crearon, ¿cómo crees que eso puede pasar?.- Me quedé en silencio, no sabía muy bien qué contestarle, parecía razonable, era verdad, ahora yo era libre, me podía codear con alguien tan famoso como el lobo feroz de la caperucita roja. Quizás no era mala idea conformarse con quedarse en este limbo. -Así que no hay reglas aquí.- Dije con algo de entusiasmo y fue entonces cuando irrumpieron en el bar dos sujetos vestidos con abrigos largos de color negros. Ambos llevaban gafas y se veían prominentes, absolutamente intensos, parecían estrellas y en su paso dejaban una huella de fuego que quemaba a quien osase mirarlos. Luego se aproximaron uno al lado del otro y extendieron desde su espalda lo que parecían dos alas enormes que al momento de abrirse iluminaron el lugar de una forma tan cegadora que las luces de neón con forma de enredadera que llenaban las paredes del local quedaron obsoletas ante el fulgor prominente de estos sujetos. -Mierda ¿qué hacen ellos aquí?.-Le escuché de pronto decir a Eloy que avanzaba con dificultad a la mesa, parecía que la luz lo aspiraba, él se aferraba con fuerza a los fierros que tenía más próximos. -¿Quienes son?.- Dije intentando aferrarme a lo que tuviese más inmediato, pues la luz (que ya nadie osaba enfrentar con la mirada) también me absorbía. -Son los policías de miechica que vienen a joder a uno aquí.- Respondía Eloy aferrándose a duras penas.- -Pensé que no habían reglas aquí.- Le recriminé al lobo feroz, éste me miró con algo de furia, parecía que no le gustaba ser contradicho. -Se supone que no. ¿Qué mierda pasa?.- Dijo y emitió un aullido que no pudo ser lo suficientemente potente para ser escuchado, pero yo lo escuché y me llené de miedo ante tal aullido, luego todo se volcó en esa oscuridad que ya no parecía incomodarme del todo, pero los minutos no fueron crueles y al poco rato pude ver una sala blanca, completamente blanca. Me encontraba sentado en una silla. Dos sujetos entraron a la sala, parecía que simplemente se habían aparecido ante mí, no me pude percatar bien de eso. Llevaban gafas oscuras y abrigos largos, eran los mismos que habían arruinado todo en el bar. De pronto uno hizo aparecer en la palma de sus manos una carpeta negra, la abrió y se puso a revisar unos papeles mientras el otro no me quitaba la vista de encima. -Bien, bien, ¿qué hay aquí? Aja, este personaje fue creado por Gabriel Llamas en el año…Lentamente comenzaron a relatar todo lo que había sido mi vida hasta el momento en que había pisado el bar Onírico. -¿Puedo saber quiénes son?.- Dije con mi tono más humilde, el tono más vergonzoso que un lobo podía permitirse, tanto que los tipos soltaron una carcajada, entonces el que me vigilaba se acercó a mí y me dio una bofetada, no fue muy fuerte, pero sí lo suficientemente dura como para infringirme algo de pesar. Luego se sacó las gafas y se puso a hablar. -Escúchame. No me gustan las mierdas como tú. Son malas, arruinan la vida de las personas y no sirven más que para incentivar el ocio. Odio a la gente ociosa, ¿sabes en lo qué termina la gente ociosa? ¿No lo sabes? ¿Tú lo sabes Azrael?.- Miró al que observaba la carpeta quien sonriendo movió la cabeza en sentido negativo. La voz del que me retaba sonaba como la de un locutor profundo. -Terminan en la nada, jodiéndole la vida quizás a cuantos más. Por eso detesto cuando seres, ¿Cómo decirlo? Cuando seres esquizofrénicos como tú se vienen empoderar. Y para que lo sepas, somos ángeles, yo soy Daniel y el es Azrael.- -¿Y qué me van hacer?.- Dije por primera vez nervioso. Los ángeles realmente se veían temibles. -Tienes un nombre muy original, eh. Lobo. Pero parece que no tienes buen olfato.- Dijo Daniel volviendo a ponerse las gafas y alejándose de mí. Azrael que parecía algo más tranquilo y benevolente se quitó también las gafas y me explicó la situación en la que estaba. -Veras…eh…Lobo. Has violado una ley sagrada, te has separado de tu creador estando él aún vivo. Y bueno, de repente eso pasa en algunos casos, pero en el tuyo no puede ser porque tu creador no te ha dado el consentimiento de entregarte a la opinión pública.- -¿Qué quiere decir?.- Me exalté, pues el tono de Azrael era lento y meloso, tanto que daba sueño. -Pasa que no eres Harry Potter, no eres tan famoso como para mandarte solo estando tu creador vivo.- Me explicó Daniel en un tono más agresivo que en realidad agradecí. -En conclusión, no tienes permiso para separarte de él.- Selló el caso Azrael -Pero él me liberó, es decir, ya ni siquiera me habla, ya ni siquiera pensamos lo mismo… -Sí, sí, sí. Pero mientras esté vivo le perteneces y todavía tendrán una mínima conexión con sus pensamientos. Así que olvídalo.- Me recordó Daniel. –Mira yo soy de exterminar la basura de inmediato, pero como las reglas no las creamos nosotros y esta es la primera vez que te agarramos haciendo algo indebido simplemente te irás con una advertencia, pero si te pillamos de nuevo, te juro que te irás al baúl de los no recuerdos.- Me gritó Daniel, luego se rieron un rato. Azrael felicitó a su compañero por el chiste. -Sí, es bueno porque en el baúl de los no recuerdos, nadie lo podrá recordar. ¿Muy buena no? Anótalo para la próxima mierda que agarremos. Eh, este tipo todavía sigue aquí. Mándalo a casa Azrael.- Acto seguido Azrael abrió sus alas y nuevamente la luz cegadora y aspiradora me consumió, cuando pude abrir los ojos ya sin dolor, estaba en la habitación de Gabriel, él dormía en su cama, se veía contento. Faltaban pocas horas para que amaneciera. Lo contemplé con algo de tristeza. Pensé que era libre y aunque al principio aquello me había aterrado ahora de verdad lo deseaba. Aunque lo había pensado antes ya lo había olvidado frente a la cuasi libertad que me empezaba a enfrentar. Ahora veo que no hay otra opción, lo que pensé en un momento ahora debe realizarse. Sí, Gabriel debe morir. Por mi libertad total.- CAP 3: “La feria de los azotes” Así tal cual, Paulina estaba frente a mi amigo quien atónito apenas podía dar espacio a una risa absurda, evidentemente no se creía lo que veía. Por mi parte la irrupción de Paulina me había otorgado algo de fuerzas a mis escuetas energías. Mi amigo la miraba de pies a cabeza: Esas pantorrillas al viento, su rodilla derecha expuesta al aire, el largo de sus piernas, su piel blanca y de apariencia suave. Su cabello castaño siempre tomado con aquel moño además de su precioso rostro que contemplaba unos labios pintados en carmesí y unos ojos bien maquillados. Sentí que cuando ella miraba en la dirección en que yo estaba, podía verme. Un éxtasis profundo me corrió. -¿Cómo llegaste aquí?.- Atinó a preguntar mi amigo después de maravillarse por lo que tenía en frente. -Te estuve buscando ya te lo dije.- Respondió ella entrando al departamento sin autorización de Gabriel quien perplejo la seguía observando. Paulina se agachó para sacar desde sus medias un largo cigarrillo y se sentó muy campante en un sillón. Comenzó a realizar agujeros de humo con sus labios. De repente, después de un rato de silencio en que tanto yo como Gabriel lo vimos todo de un rojo profundo, Paulina decidió hablarnos y lo digo en plural, pues yo estaba seguro que ella sí sentía mi presencia. -Se ve que eres una persona muy aburrida.- Aseguró ella. -¿Cómo?.- Pregunto Gabriel, como si lo hubiesen sacado de un sueño. -Te has quedado ahí parado, ¿no me sirves nada?.- -Pero es que, es que, no lo entiendo… -Bah.- Dijo Paulina mirando al techo con impaciencia. –Parecías más simpático el día que te conocí.- -No, no, sí lo soy. Sólo, sólo que estoy muy sorprendido de verte aquí.- Continuaba arguyendo mi amigo. -Ah.- Esbozó cansada Paulina. –Cuando te apareciste frente a mí sentí mucha curiosidad por saber quién eras, así que comencé a investigar. Le pregunté a la señora Eglantina si era verdad que tú habías ocupado antes la pieza, ella me dio un poco de información para encontrarte y listo.- -Que ironía, yo pasé mucho tiempo buscándote y a ti no te tomó nada encontrarme.- -Siempre encuentro lo que busco.- Paulina cruzó lentamente sus piernas y se recostó en el sillón con bastante suavidad. Gabriel aprovecho de traer unos tragos. Él no tenía idea de que mi ímpetu había vuelto lo cual exacerbaba mi idea de que podía llegar a ser una entidad autónoma. Me acerqué hacía Paulina para poder sentir de cerca su respiración, algo en ella me producía una atracción inexplicable, cierta atracción que lograba también atemorizarme con mucha fuerza, podía ver entre sus ojos un alma prisionera, pero ¿de qué? Es cierto que nunca había sentido algo así por un mortal más allá del deseo animal que puede corroerme en ciertas ocasiones, mas esta muchacha me provocaba algo mayor. De pronto llegó Gabriel quien recién ahí notó mi presencia y con molestia decidió ignorarme, mas no me importaba, ahora aunque me evitase podía yo andar ajeno a él. Gabriel le entregó un vaso de cristal a Paulina. -Quiero saber porque has sentido tantos deseos de conocerme. Eso fue lo que me dijiste cuando me encontraste ¿no?.- -Sí, tienes razón Paulina y la verdad no sé cómo explicarlo. Desde la primera vez que te vi me han pasado cosas pensando en ti. No sé, tengo una fuerte atracción a lo que desprendes.- Contestó mi amigo sentándose a la orilla del sillón. -¿Desprendo?.- -Sí, desprendes. Como, como un aura de misterio que te envuelve. Estoy como encerrado en tu telaraña, necesitaba mucho hablarte.- -Ah que tiernas palabras. Pero en vez de haberte martirizado tanto buscándome, debiste simplemente hablarme, como lo hiciste en la casona.- Dijo Paulina acariciando de pronto la nuca de mi amigo quien se entumeció por el toqueteo. -Pude saber muchas cosas de ti.- Dijo nervioso Gabriel, bebía con nerviosismo su vaso. -Así ¿cómo qué?.- Preguntó Paulina con una risa coqueta. Luego de tomarse el trago que mi amigo le había ofrecido, comenzó a acariciar lentamente con sus manos (como si fuesen serpientes. Y ahora yo también podía sentir aquellos toqueteos) el pecho de Gabriel y bajó hasta sus piernas. Él estaba pasmado porque simplemente no podía creer lo que estaba pasando, rápidamente Paulina besó el contorno de su cuello y mientras lo hacía agarró su pene con fuerza, el miembro estaba ya muy duro. -Al parecer no te han trabajado muy bien.- Le susurró Paulina al frenético Gabriel. -Hace mucho que no lo hago, este, hace mucho.- Contestaba torpemente él, provocando que con sus tiritones el vaso se volteara ensuciando la alfombra. -Tonto, lo has chorreado.- Dijo Paulina mirándolo fijamente y sonriendo con picardía, mostrando en sus ojos un goloso deseo. Luego Paulina se agachó a los pies de Gabriel y levantando su cintura para que éste pudiese apreciar su redondo trasero que estaba bien contorneado por los bordes de ese vestido rojo, le quitó suavemente el cinturón para luego desprender los pantalones muy levemente como si estuviese desnudándolo en secreto, poco a poco mi amigo comenzó a sentirse afiebrado ante los toques y caricias de la muchacha que entre risas de travesura le comenzaba ahora a quitar los calzoncillos con más fuerza, casi tironeándolos. -Yo sé que es lo que te atraía de mí. Era esto ¿verdad?.- Decía la muchacha mientras comenzaba a agarrar y masturbar el duro pene de Gabriel que se encontraba incrementado por una fuerte erección. -Todos los hombres son iguales, buscan cosas tan simples y animales en una mujer.- Alegó Paulina para luego echarse el pene de mi amigo a su boca, succionándolo ostentosamente, poco a poco mi amigo iba sintiendo su miembro ensalivado por la boca de la muchacha quien se lo tragaba todo hasta que chocaba con alguna cavidad de su garganta. Pasado un rato Paulina lo expulsó provocando un ruido muy parecido a quien descorcha una botella, mi amigo no cabía en el placer, tanto que ni siquiera podía sentir que yo también lograba ser parte de aquel festín. Paulina poco a poco lograba que el falo de Gabriel creciera alargándose irremediablemente, lo que sorprendió de buen gusto a la muchacha. “Parece que no para de crecer” decía ella lamiendo desde la punta de los testículos hasta el extremo del glande, girando su lengua por el duro falo como si ésta fuese una palanca centrifuga. Gabriel poco a poco perdía los estribos y comenzaba a gritar de placer, Paulina aprovechaba ese placer para incrementar su acción. Le agarraba con su palma los testículos y se los masajeaba levemente para después continuar realizando aquella felación que a mí también me ponía loco. El pene de mi amigo comenzó a expandirse hasta ya llegar a unos veintidós centímetros, Paulina estaba maravillada con este porte. -Me hubieses dicho que lo tenías en tan buen estado.- Dijo mientras continuaba echándose el gran pedazo de carne a la boca aunque ahora con algo de dificultad, pues el tamaño de ese pene erecto la hacía trapicarse mucho. Fue entonces cuando decidió besar con parsimonia la punta del miembro, logrando así entrar y salir con delicada suavidad, juntando todos sus labios en aquel cuerno de piel y carne. Gabriel no podía establecerse, dentro de él la excitación lo tenía completamente absorto, yo mismo me encontraba en vías de perder la razón. Fue entonces cuando mi amigo eyaculó con energía salvaje. Brutalidad y copiosidad saltaron a la boca de Paulina quien aprovechó inmediatamente la fuga para inhalar el semen y botarlo por su nariz, tanto Gabriel como yo gritamos de goce. -Aún sigue dura.- Dijo ella con expresión de niña caprichosa. Gabriel jadeaba del cansancio. Paulina impresionada por la resistencia de mi amigo se limpió la boca que estaba llena de consistentes manchas blancas. Comenzó a quitarse el vestido desde la parte de arriba realizando un movimiento muy parecido al de la danza del vientre. Yo y Gabriel comenzábamos a ver todo de color rojo, como si el fuego de un intenso incendio se cerniera sobre nosotros. La muchacha poco a poco se quitaba aquel vestido dejando ver su perfil curvilíneo. Se dio vuelta para que ambos viésemos su perfecto culo que exhibía unas bragas negras, pequeñas y relucientes. A la vez que con sus brazos se iba quitando el sostén, cuidadosamente un lado primero y luego el otro. El movimiento de esa espalda se asemejaba al vaivén de una cobra. Finalmente ella se agachó y se quitó las bragas dejando a la vista su blanco y redondo culo. -Vamos, ven y dame.- Pidió mirándole de reojo. Gabriel mareado por la excitación se levantó y fue a lo que se le solicitaba. Con ambas manos agarró las caderas de Paulina y metió de una sola vez todo su pene en el ano de aquella muchacha. El grito de dolor de Paulina no se hizo esperar, un grito fuerte y agudo que desencadenó algunas lágrimas. -Más fuerte.- Pedía ella entre intrépidos gemidos, mi amigo con algo de agallas y esfuerzo entró directamente hasta el fondo logrando que su pelvis chocara con las nalgas, realizando un sonido de piel contra piel que lo alentó más, mientras los gritos de Paulina aumentaban grotescamente. Sin decirle nada, Gabriel avanzó con sus manos hasta los senos de la chica, aquellos estaban grandes y los pezones se habían endurecido, Gabriel sintió deseos de apretarlos hasta exprimírselos. -Quiero que toques mi vagina, anda, vamos.- Pidió Paulina inundada en gritos de extremo dolor. Gabriel avanzó torpe y violento por aquel agujero. -No, ve lento, suave, roza con la yema de tus dedos mi clítoris, vamos.- Gabriel le hizo caso, buscó el clítoris de la muchacha y poco a poco le realizó aquellos toques suaves que ella pedía, luego bajo desplazándose con su mismo dedo hacía los labios vaginales y con su anular se adentró en aquellas paredes húmedas que poco a poco se volvían más gelatinosas. Paulina comenzó a gemir de intenso placer a medida que mi amigo corría su dedo por las cavidades internas de la vagina y le daba duro por detrás. Finalmente en pleno apogeo de la excitación de Paulina, Gabriel no pudo más y se corrió lanzándose hacía atrás para así poder tirar su semen en otra dirección. Cansado y maltrecho mi amigo fue a tientas a su habitación y se acostó, Paulina apareció de pronto. Tanto yo como Gabriel nos encontrábamos debilitados y nos costó mucho escuchar las palabras de la muchacha, por lo demás poco a poco la veíamos cubierta por una luz roja que nos difuminaba su figura. -No puedo creer que con semejante aparato no me dieras un orgasmo.- Regañaba ella acercándose al cuerpo de Gabriel, quien poco a poco empezaba e perderle la vista y sólo podía oírla. -Sabes que, no estuvo tan mal. Soy actriz y estoy trabajando en el tema del sexo, quiero actuar el mejor orgasmo, quedar plasmada como toda una leyenda en el mundo de la actuación.- Comentaba Paulina en un tono más conciliador, acostándose junto a Gabriel quien apenas y podía verla. -Tu penetración fue intensa, se nota que has estado muy contenido; sin embargo, no has logrado hacerme llegar al clímax y eso es algo decepcionante, pero te daré otra oportunidad. Me gustó tu pene y esa facultad que tenía para endurecerse. Já, mira ahí va de nuevo, se endurece.- -Paulina de verdad no puedo más.- Imploraba Gabriel. -Tranquilo, sé como tratar esto.- Dijo ella mientras tomaba el pene y lo comenzaba a masturbar. -No tienes idea con cuantos hombres he estado estos últimos meses, he conocido muchos, me he vuelto casi una prostituta y digo casi porque experimento el sexo con el afán de sacarle un mayor provecho que el simple placer que entrega. Soy como una sacerdotisa del amor. Busco y busco experiencias, ya no llego a temerle a nada, ni a sorprenderme con nada, lo cual no es malo si se usa como información sabia. Además todas las personas son distintas, es como si en su forma de practicar el sexo estuviese inscrito el verdadero código de su personalidad. ¿Sabes qué creo de ti?.- Preguntó Paulina mientras continuaba masturbando delicadamente a mi amigo. -¿Qué?.- Preguntó éste casi ensoñando la situación. -Creo que eres un lobo disfrazado de oveja, lo cual es muy común; sin embargo, tienes algo que inquieta. Algo que ni tu mismo puedes controlar, como este pene que crece sin parar.- Dijo la muchacha aumentando el ritmo de la frotación. -¿Has leído alguna ves el poema “Lobos y ovejas” de Manuel Silva Acevedo?.- Preguntó la chica, Gabriel gritando de excitación respondió que quizás. -Es tu poema sin duda, quieres que te lo recite, a mí me encanta, es uno de mis textos preferidos.- -Sí, sí, dímelo, pero no pares por favor.- Nuevamente una risa traviesa se dejo sentir, yo también estaba abombado, de pronto Paulina comenzó con el poema. -“Hay un lobo en mis entrañas/que pugna por nacer./Mi corazón de oveja, lerda criatura/se desangra por él… A medida que Paulina recitaba con voz seductora yo y Gabriel nos íbamos en un delirio profundo sin conciencia de nada. -“Por qué si soy oveja/deploro mi ovina mansedumbre/Por qué maldigo mi pacifica cabeza/vuelta hacía el sol/Por qué deseo ahogarme/en la sangre de mis brutas hermanas apresadas./Me parieron de mala manera/Me parieron oveja/soy tan desgraciada y temerosa/no soy más que una oveja pordiosera/me desprecio a mí misma/cuando escucho a los lobos/que aúllan monte adentro. Yo, la oveja soñadora,/pacía entre las nubes/pero un día la loba me tragó/y yo, la estúpida cordera,/conocí entonces la noche/la verdadera noche/y allí en la tiniebla/de su entraña de loba/me sentí lobo malo de repente… La frotación iba más rápido. De pronto ella se acercó al oído de mi amigo para susurrarle. -“Si me dieran a optar/los bosques silenciosos serían mi guarida/y mi aullido ominoso haría temblar a los rebaños/pero qué hacer con mis albos vellones/como transfigurar mi condición ovina/Yo, la obtusa oveja,/huía tropezando con mis hermanastras/El lobo nos seguía acezando/y entonces yo, la oveja prodiga/me quedo a la zaga/El lobo bautista me dio alcance/Se me trepó al lomo derribándome/Y enterró sus colmillos en mi cuello/Vieja loba, me dijo/Vieja loba piel de oveja/quiero morir contigo/Esperaré a los perros…. Los gemidos eran intensos, provocativos, acelerados. Con la sola respiración de Paulina yo me excitaba, todo se había vuelto rojo. Entonces con las últimas palabras que alcancé a escuchar de Paulina… -“La sangre me manaba a borbotones…Me corrí irremediablemente. Gabriel despertó con el sol pegándole en la cara, yo también entré en razón. Una eyaculación nos había despertado, el semen estaba refregado por su pierna, me sentía extraño y es que estaba dentro del cuerpo de mi amigo; sin embargo, no tenía todo el control sobre él. Gabriel miró a su alrededor y no vio pista de Paulina, apresuradamente se levantó. Se sentía con una jaqueca enorme, la cual también me pesaba. Al poco tiempo de caminar por el living, Gabriel buscó huellas de que lo que había vivido no había sido una locura, pero todo estaba ordenado, bien cuidado. “No pudo ser una fantasía” se dijo así mismo y entonces notó que en la alfombra la mancha de un liquido derramado evidenciaba que lo de anoche había sido una experiencia real. Una mayor sonrisa iluminó el rostro de mi amigo cuando encontró las bragas negras de Paulina bajo el sillón. Lleno de deseo las olió y se las pasó por todo su rostro llegando incluso a besarlas. Rápidamente se fue a bañar masturbándose con ellas alrededor de su pene. Al salir de la ducha mi amigo estaba bastante enérgico y yo también, de hecho me encontraba tan potente que no se me podía ignorar de ninguna forma. -Esto debe ser gracias al eneágrama. He estado trabajando mucho mis talentos, quizás ya es hora de cambiar de rumbo.- Yo no le dije nada, en parte porque bien sabía que él hablaba sólo. Gabriel de alguna u otra forma parecía ignorarme, mas yo ahora no desaparecía, me mantenía intacto, derecho, severo, aun así cuando mi amigo salió del departamento yo no pude mantenerme autónomo ante la situación y atraído como por un imán seguí los pasos de Gabriel que me llevaron primero, a saludar a la vieja del órgano de la iglesia (Gabriel aprovechaba de tomar desayuno con ella) y después de una hora de estar en su compañía, se iba a caminar por la costa hasta que le daba la hora de almuerzo y ahí aprovechaba de ir dónde Clarita quien además de darle comida le enseñaba técnicas de relajación. Yo sabía muy bien que Gabriel estaba ansioso por contarle a alguien su encuentro furtivo con Paulina, pero cerró su boca entre risas nerviosas. Luego Gabriel fue a buscar unos documentos a su casa y a pesar de que en todo ese rato yo había logrado estar bastante activo, no me aparté de él bajo ningún punto de vista. Al caer la tarde, Gabriel ingresó a la residencia de Leroca. Noté como el viejo miraba con sorpresa a mi amigo, comprendí que esa sorpresa era atribuida a la extrañeza que le causaba ver a Gabriel con tanta confianza en su actitud. -Tengo toda la información que usted quería.- Dijo Gabriel lanzando la carpeta en la mesa de reunión de Leroca y sentándose sin permiso en su silla. El hombre sorprendido, pero aún sin saber cómo actuar, imitó el movimiento de mi amigo y le pidió saber detalles de su investigación mientras miraba el informe. -Bremejol viene de una familia que trabajaba en el área de la minería, al menos su abuelo paterno, su madre y su padre lo eran.- Explicó mi amigo. -¿Así?.- Expreso maravillado el músico. -Sí. Es imposible encontrar datos exactos sobre si Bremejol estudio música en alguna parte, probablemente aprendió a tocar piano gracias a un buen maestro de música que tuvo en la escuela, o alguien de su familia le pudo haber enseñado…o bien puede ser que haya aprendido absolutamente solo. En fin, sea como sea, él realmente trabajaba como geólogo y ese mismo trabajo lo llevó un día de su vida a la región del mar en donde conoció a Margarete Brune, una de las poquísimas arquitectas que tenía la región por esos años. Bremejol también conoció a la hija de Margarete, quien es hoy la señora Tabita, la misma que toca el órgano en la iglesia. Me costó ganarme su confianza para que me dijese esas cosas, al principio me decía otras, pero bueno, finalmente no pudo seguir ocultándome la verdad.- -AJA.-Descubrió inmediatamente Leroca. -Fue Bremejol quien le enseñó a tocar piano a Tabita. Viniendo a un trabajo concreto, Bremejol alargó su estancia sólo para estar cerca de Margarete, arguyendo que a su investigación le faltaba algo y fue entonces cuando descubrió la sonoridad de las rocas.- -Háblame de eso.- Pidió Leroca con ojos de loco. -Bremejol a través de sus estudios fue encontrando cerca de las costas, unas ciertas piedras alargadas que al dejarlas aisladas en un lugar silencioso podían vibrar al compas de una armonía. El tema lo obsesionó tanto que pasó cerca de tres años estudiando sobre las propiedades de las rocas y traspasando a una partitura las notas que éstas dejaban sonar cuando vibraban. Durante esos tres años Margarete lo acogió en su casa, por lo demás ella estaba empeñada en la construcción de la iglesia de Playa Ancha, en medio de este trabajo y con Bremejol dedicado a algo que ya no tenía sentido para su investigación inicial, se enamoraron. Un día mientras éste paseaba cerca de la construcción de la iglesia notó que el espacio en donde iban a construir las campanas reflejaba su sonido directamente hacía un agujero que estaba bajo el piso de la iglesia. Este agujero amplificaba el sonido y lo propagaba en ondas varios metros a la redonda. El hallazgo le dio una idea a Bremejol quien hizo todo un escándalo para que dispusieran ahí sus piedras según un minucioso orden. Se ganó el desprecio de muchos obreros que no entendían por qué realizar aquellas tareas, en el fondo debían trabajar horas extra para que un loco experimentara. Ni la misma Margarete entendía el sentido de realizar una excavación más; sin embargo, se hizo. Para el día de la inauguración de la iglesia, Bremejol le confesó a Margarete y sólo a ella que la vibración de las piedras debería imponerse sobre el oído de las personas como una carga hipnótica, la mujer –que era muy creyente- no pudo aguantarse el secreto y le informó de esto al párroco y éste lo informó en la congregación entusiasmado. Finalmente todos en la iglesia se habían hecho ilusiones con el asunto de las piedras, no obstante, cuando se tocaron las primeras campanadas, nada pasó. Ni al segundo día, ni a la tercera semana, ni nunca. Margarete fue desacreditada en la iglesia y ésta volcó toda su ira contra Bremejol, que terminó yéndose del país no sé cómo, pues a esas alturas ya no tenía dinero para regresar a su país; sin embargo, gran parte de las partituras que dejó, probablemente por descuido, las guardó Tabita. Según ella, entender esas partituras era un lío. Tan sólo un día después de que Bremejol se fuera, ocurrió el desastroso maremoto y cosa rara, al parecer los temblores que acompañaron al evento reajustaron la posición en que se habían dispuesto las piedras bajo la iglesia, pues cuando ésta volvió a dar sus nuevas campanadas, la gente se sintió hipnotizada para ir a misa. Hasta el día de hoy, esas campanadas, o mejor dicho, las vibraciones musicales de las piedras atraen a la gente, sobre todo a los vecinos que van a misa casi condenadamente. Margarete nunca pudo constatar que Bremejol tenía la razón, pues ella murió con el maremoto; sin embargo, Tabita cree indudablemente que el hecho se trata de eso y de nada más, pero no tiene como comprobarlo, pues mandar a excavar adentro de la iglesia sólo para desenterrar unas rocas no tiene mucho sentido.- Gabriel se calló y se sirvió jugo de una jarra que estaba por ahí. Hasta yo estaba sorprendido por su desplante, Leroca entre absorto y maravillado sonreía. -Pero… -Ya sé. Se preguntará por qué no hay información que afirme que Bremejol estuvo viviendo tres años en la ciudad del mar. Bien, hay un acta en donde se dice expresamente que el señor Norbert Bremejol residió en esta ciudad desde el día tanto al día tanto, en total, debía permanecer sólo tres meses, que era lo que duraba su investigación, pero después como se quiso quedar más tiempo, para evitar problemas con las autoridades respecto a su visa -que no podía pagar- y todo eso, cambió clandestinamente su nombre a José Luis Martínez. Así, él fue conocido por ese nombre durante los tres años que estuvo aquí ¿Le suena ese nombre?.- -Pero no puede ser, ese poeta… -En la región del mar, Juan de Dios Martínez conoció siendo muy joven a Bremejol. Sólo que lo conoció con el nombre de José Luis Martínez. Juan de Dios pretendía a la hija de Margarete por lo que también pudo pasar mucho tiempo junto a Bremejol, aunque él siempre creyó que su nombre era José Luis Martínez. Cuando Bremejol se fue, le dijo la verdad y le pasó un montón de escritos que Juan de Dios posteriormente publicó con el nombre de José Luis Martínez. De esta forma la gente entendida en el tema, sospechaba que Juan Luis Martínez en realidad era seudónimo de Juan de Dios Martínez y finalmente nunca supieron la verdad, pues el mismo Bremejol no quería que se supiese. Él no quería ser poeta, de hecho, le entregó esos poemas a Juan de Dios porque los odiaba hondamente.- Gabriel se puso a tomar jugo. -Ah, antes que se me olvide. Un chico llamado Paul estuvo estudiando música un tiempo aquí en la región del mar. Era de California, por lo que se quedó en una hostal que resultó ser la casa de Tabita. Como ambos eran músicos tuvieron una gran afinidad. Tabita de a poco le agarró confianza y le contó la historia de Bremejol que dejó maravillado al muchacho, no obstante un día Paul desapareció y se llevó una de las complicadas partituras que el músico había dejado en casa de Tabita. Este chico unos años después formó The Usuals, luego se fue del grupo, pero ya había propuesto la idea sobre Bremejol, la cual se perdió en un viaje por lo que los de la banda tuvieron que reinterpretar la música combinándola con muchas otras cosas que tenían en la cabeza, dando por resultado una canción con un escaso parecido a lo que la partitura inicial mostraba. Tabita en cambio conoce de memoria la partitura que le robaron y muchas otras, las toca en la iglesia. Bueno, en el informe está todo detallado con gráficos, fechas y cosas así.- Al terminar de escucharlo, Leroca soltó una risa retardada. -No puedo creerlo, realmente eras el idóneo para este trabajo. Lo que más me cuesta creer es que todo esté directamente relacionado con la región del mar.- -A mí me parece de lo más lógico.- Contestó de manera fría mi amigo. Leroca se quedó impávido ante la muestra de fanfarrona confianza. Luego sin saber qué hacer comentó un aburrido chiste que a mi amigo no le gustó y finalmente sin nada más qué hacer le pagó. -Bien Gabriel, el trabajo está hecho, la información que me has dado me será sumamente útil para mi propósito.- -Me encantaría saber cuál es ese súper propósito del cual nunca me ha hablado.- Se alzó Gabriel con voz segura, como si fuese su derecho saber sobre el proyecto. -Pensé que no te interesaba, como nunca mostraste curiosidad.- Dijo extrañado Leroca. -Pues, ahora que ya todo está terminado, creo tener cierto derecho de saber realmente por qué me ha pagado.- Contestó mi amigo con la misma avasalladora personalidad que se había estado mostrando. Leroca asintió silencioso y pidió que lo siguiera hacía el piso superior. Había una pieza repleta de candados (los cuales fueron desactivados mecánicamente al escuchar la voz del músico) adentro había otro estudio de grabación, mucho más chico y en el espacio en dónde se grababa había únicamente una extraña maquina llena de botones. -¿Qué es eso?.- -Es mi maquina del amor.- Dijo Leroca entre risas y luego le apretó unos botones y la hizo funcionar. Puso una grabación y le ofreció unos audífonos a mi amigo para que éste la escuchara. Envuelto en el ruido que transportaban los audífonos, yo y Gabriel pudimos escuchar una tormenta estruendosa, terrible, amenazante. Nos iba envolviendo, parecía que estábamos a metros de los truenos y relámpagos que nos sucumbían. Gabriel parecía transportado a aquel lugar falso en dónde se estaba realizando aquella tormenta imaginaria, de pronto, la imagen que teníamos del estudio de grabación y de Leroca mirándonos se desvirtuó pasando a una letal noche en la que atronaban fuertes tormentas que parecían caernos encima y partirnos en dos, muy pronto la letal lluvia caía a cantaros sobre nosotros; sin embargo, no nos mojaba, pero a medida que mayor era el sonido de la lluvia cayendo más teníamos la impresión de que nos mojábamos. Luego venían los relámpagos que ensordecían todo alrededor. Luego avistamos una costa rocosa en dónde las olas se levantaban majestuosamente golpeando un roquerio hasta hacerlo trizas. -¡Clarita!.- Grito de pronto mi amigo, yo también me asusté casi como acto reflejo. No podía comprender cómo nos habíamos transportado a un lugar tan aterrador, en donde yo mismo percibía las mismas sensaciones de pavor que mi amigo experimentaba. Parecía que éramos uno, mas yo continuaba con mis propios pensamientos y mi amigo a su vez, también. Todo era muy extraño, confuso y extenuante, parecíamos asfixiados. De pronto vimos como unas olas se levantaban a gran altitud, dispuestas a arrasarnos violentamente como si fuésemos un pobre cangrejo varado a orillas de la playa. Gabriel gritó y entonces todo volvió a la normalidad. Nuevamente estábamos en el estudio y frente a nosotros se encontraba Leroca con los audífonos en la mano. Sonriendo le preguntó a mí amigo si le había gustado la muestra. -¿Qué fue eso?.- -Algo así como realidad virtual.- Contestó Leroca, ordenando los audífonos y apagando los equipos. Rápidamente sacaba a Gabriel del cuarto y volvía a cerrarlo bajo siete llaves. -¿Éste es tu proyecto?.- -Sí, nació cuando supe que un ingeniero sonoro había creado unos samplers de sonido que al escucharlos con los ojos cerrados parecían reales, por ejemplo: Si escuchabas un perro y cerrabas los ojos, tu mente te hacía ver un perro ladrándote frente a ti. Comencé a investigar, resultó ser que este ingeniero había creado una especie de música tridimensional que él llamó holofonía, el secreto era que el sonido de lo que fuese que se estuviese escuchando no se percibiese por un oído primero y por el otro después, si no que por ambos al mismo tiempo y también por detrás de tu cabeza y por delante de ella, llegando la información al cerebro como cuando uno respira a todo pulmón. Aquello me pareció fascinante y quise llevar el proyecto al extremo logrando que ya no sea necesario hacer ningún esfuerzo para ser trasladado al lugar que te lleva aquel sonido. Que no sea necesario ni siquiera cerrar los ojos. Para eso comprendí que necesitaba crear una atmosfera coral en donde los sonidos de la naturaleza se expresaran con brutal afinidad y definición, es por eso que he viajado tanto. Para la muestra que tú escuchaste he tenido que viajar por varios países, incluyendo las selvas amazónicas para grabar los sonidos de la lluvia, los truenos, el agua.- -Me parece realmente fascinante, pero ¿Qué tiene que ver Bremejol con todo esto?.- -Necesitaba recabar información sobre Bremejol, yo lo hacía de vez en cuando, pero como necesitaba viajar no le podía dedicar tanto tiempo y esfuerzo al asunto. Necesitaba saber de Bremejol simplemente porque su propuesta musical parece provenir de los sonidos de la naturaleza, de los silencios, de las voces incidentales. He entendido que todo eso me ayudará a completar mi proyecto. Ahora con toda la información que recabaste sobre Bremejol estoy muy satisfecho, pues sostiene que mis creencias sobre éste compositor eran ciertas. Todo lo que me has traído me ayudará mucho.- Leroca despidió a mi amigo lleno de risas y palmoteándole amistosamente la espalda, le ofreció también su ayuda para lo que fuera y una vez más elogió su capacidad investigativa. Finalmente el trabajo ya estaba hecho, ¿ahora qué? Casi inmediatamente después de que Gabriel saliera de la casa de Leroca, el cielo se comenzó a nublar, algo poco usual debido a que la región del mar solía ser un paraíso veraniego. Un par de gotas cayeron sin mucha violencia, de todas formas mi amigo decidió irse en un taxi. Mientras viajábamos, el chofer que estaba muy hablador le comentó a mi amigo acerca de un equipo de fútbol. -Puede creerlo.- Le decía el viejito canoso a mi amigo. –El técnico se vino a ser pura plata no más y ahora dejó al equipo como si nada. Si estuvo apenas una temporada con ellos y ni siquiera logró un título. Es terrible, ¿sabe usted cuanto le dieron de indemnización a ese pelotudo? Como quince millones ¡quince millones! Por hacer nada, es increíble realmente.- El chofer hablaba y hablaba y mi amigo únicamente lo escuchaba sin interés hasta que de pronto lo detuvo. -Por favor, a mí no me gusta el fútbol, no tengo idea de lo que me habla.- Le contestó cortante y confiado. El chofer avergonzado no dijo nada, pero agachó la cabeza y se limitó a conducir. Yo me quedé sorprendido, Gabriel nunca había dado muestras de tal actitud. Comprendí entonces que su confianza lo había superado bastante. Al llegar a casa, Gabriel se puso a empacar sus cosas, no me atreví a preguntarle qué tenía pensado hacer, por lo demás no tenía cómo saberlo, el acceso a su mente, pensamientos y recuerdos me estaba nuevamente clausurado. Me comencé a empequeñecer de pronto. Me sentía transitorio, débil. No comprendía la razón de aquella sensación, inmediatamente una cadena me agarró del cuello asfixiándome lentamente. -Lobo, ya es hora de que te vayas. Mi intención al traerte de vuelta desde el comienzo de este viaje era la de dejarte para siempre. No quiero que vivas más en mí.- Decía Gabriel, yo lo miraba perplejo, aunque apenas y podía sentir mis fuerzas, pues la cadena me estrangulaba con ferocidad. -Este viaje me ha enseñado cosas realmente interesantes. Logré aprender y manejar ciertos aspectos de mi vida, por lo mismo no quiero que vuelvas a mí. Tú nunca fuiste mi amigo, apareciste en mi vida sólo para sembrar odio.- -Tú fuiste el que me trajo.- Le recriminé. –Yo soy el resultado de todo tu resentimiento, todo tu dolor. Soy el lado salvaje que no puedes esconder. No me puedes matar.- Le decía, pero realmente las cadenas comenzaban a separarme la cabeza del cuerpo. No podía creer que fuese a desaparecer ¿Cómo era posible aquello? Pero entre más lo pensaba más me sentía desfallecer, fue entonces cuando sonó el timbre del departamento. Gabriel se desentendió rápidamente de mí y fue a atender la puerta, poco a poco las cadenas se ablandaron hasta dejarme respirar tranquilo. Quien tocaba era obviamente Paulina, esta vez vestía una chaqueta café, unos jeans ajustado y llevaba su eterno moño. -Me dejé las bragas.- Dijo ella pasando sin la menor autorización, como era de esperarse mi amigo se excitó inmediatamente y no escatimó en miradas lascivas hacía la muchacha, ella rápidamente sintió la presión y dándole la espalda a Gabriel giró su cabeza para sonreírle coquetamente, luego continuó avanzando y extendió sus brazos hacía su nuca. -¿Dónde te fuiste?.- Preguntó Gabriel sonriéndole. Ya parecía haberse olvidado de mí. -Tengo cosas que hacer siempre. Mi vida es atareada.- Contestaba la muchacha sentándose en el sillón. –Como ya sabes, estudio teatro y siempre tengo tareas que hacer.- -Me imagino que sí, pero por qué no te quedaste conmigo en la mañana.- -Quería inspirarte, dejarte a punto de. Me gusta cuando los hombres se quedan con las ganas, con lo testarudos que son, son incapaces de esperar. Algunos se vuelven locos, pero otros, los más inteligentes, saben aprovechar y saborear el momento. Me gusta ser una especie de aparición que visita las almas de los dormidos cuando las puertas de cada noche están medio juntas.- Poco a poco me recobré de mi dolor, entonces me levante raudamente y pude notar que mi amigo excitadísimo me estaba dejando la puerta abierta nuevamente a sus sensaciones y pensamientos. -¿Has estado con muchos hombres?.- -¿Qué clase de pregunta absurda es esa? ¿Crees que te la voy a responder?.- Gabriel se sintió sonrojado e incomodo, entonces Paulina bromeó diciendo que su trabajo como Scort le había otorgado tremendos conocimientos, Gabriel no supo como reaccionar ante tal broma, pues no entendió el chiste, pero ante la sonrisa magnética de Paulina se sintió tranquilo. Luego hubo un momento de silencio en que incómodamente no supieron uno y otro qué decirse; sin embargo, Gabriel aprovechó el momento para rozar sus dedos levemente sobre la rodilla de Paulina a quien el toque no pareció importarle mucho. Ella a su vez acarició con sus dedos las manos sudorosas de mi amigo, poco a poco fue recorriendo sus manos como si sus dedos se tratasen de pequeñas hormigas que deambulan por ahí, comenzó de pronto a subir por los brazos, llegó al pecho de mi amigo y ahora con su palma fue bajando hasta llegar a su entrepierna. Gabriel se cohibió, mas Paulina sabía muy bien lo que tenía que hacer, inmediatamente le besó los labios, y poco a poco fue introduciendo su lengua en la boca de mi amigo. Ella le recorrió toda la boca para después succionar nuestra propia lengua haciendo alusión a una felación. Nos quedamos absortos en un sentimiento de goce indescriptible, poco a poco nuestra piel se tensaba, los vellos de nuestros brazos se levantaban mientras Paulina recorría con sus labios mi cuello. Bajaba desde mi oreja hasta llegar a mi manzana. Me aventuré a tocarla para sentir sus senos rígidos, endurecidos por la dilatación que el momento nos brindaba. Rápidamente Paulina se desentendió y levantándose del sillón me dijo: -¿Cómo concedes la belleza?.- No supe que responder, apenas y podía entender la situación en la que nos encontrábamos, ella me miraba sabiendo quien era yo ahora, sus ojos verdes penetraban como un rayo que atraviesa la dura corteza de un árbol. -La belleza es lo que el alma busca.- Contesté escarbando en mi mejor repertorio filosófico. Paulina sonrió como si mi respuesta le hiciera mucha gracia y se desprendió de su chaqueta café dejándola botada en el piso. La muchacha vestía una blusa negra. Acto seguido encendió un cigarrillo y se puso a mirar la ciudad por la ventana. -La belleza no existe, puros cuentos Platónicos. Mentiras machistas para justificar la odiosa necesidad de los hombres de tener que lograr algo por lo cual enorgullecerse. Los hombres detrás de un ideal bello han sido capaces de cometer las peores atrocidades.- Decía Paulina con cierta rabia que me obligaba a mantener una respetuosa distancia. -Pero tú eres bella.- -Querrás decir que soy bonita.- Aseguró la muchacha. Un poco trastornado no supe qué contestarle, le hubiese dicho que naturalmente me atraía mucho su rostro, su aroma, su figura, eso era indudable, pero no podía obviar que dentro de la presencia de Paulina, en mi, algo muy fuerte me llamaba a amarla, a buscarla condenadamente como mi otra mitad, mi complemento necesario para el alma, ¿el alma? Entonces mis pensamientos se vieron interrumpidos al ver a Paulina acercarse a mí, susurrarme algo inentendible al oído (me parece que ella misma pronunció la palabra alma) luego pasar de largo para entrar a la cocina, me aterré entonces cuando la vi con un cuchillo. -¿Te parezco atractiva, verdad? Pero ¿Qué pasaría si me rajara la cara de arriba hacía abajo con la punta filosa de este cuchillo?.- Paulina parecía enajenada y yo que no estaba mejor, me preocupé por la locura que ella podría hacer, traté de avanzar, pero ella me frenó, amenazando con degollarse, al verme retroceder sonrió coquetamente, su sonrisa siempre me provocaba mucha excitación. -Tú dime ¿Si me introduzco la punta de este cuchillo en mi orificio nasal y luego me lo meto con intensidad, te seguiría pareciendo bella? -Sí.- Le contesté, pensando que con eso se quedaría tranquila y entonces ella rió de nuevo. -Y dime ¿Si me hiciese un corte en mis dos brazos, si me mutilara la oreja, si me apuñalara la lengua, si me arrancara un ojo, si me extirpara un seno? ¿Te seguiría pareciendo atractiva?.- Tragué saliva, dudoso noté como Paulina comenzaba a rajarse con el cuchillo su blusa negra, dejando al descubierto su torso desnudo, con la misma delicadeza con que se había desprendido de su ropa, se descubrió los sostenes rajándoselos levemente con el cuchillo y empezó a pasarse el filo del instrumento por su cuerpo. -Tú nunca sabrás lo qué es la belleza, porque para conocer la belleza debe uno sumergirse en la oscuridad más espeluznante, en el deseo más repugnante, sumergirse entre lo aberrante e injustificable. Todo aquello se ahogará, pero lo que flotará será sin duda la belleza.- Vi como Paulina pretendía clavarse el cuchillo en su corazón, me lancé sobre ella para arrancárselo y caímos al suelo, fue entonces cuando mi instinto animal no se contuvo más. Declaradamente me había vuelto un lobo. Besé con pasión a Paulina por sus labios, bajé por su cuello, lamí sus senos y le fui quitando con lentitud su pantalón mientras ella me miraba riendo. Después de quitarle las bragas, le hice sexo oral, Paulina gemía “Sí, me encanta cuando tu lengua roza mi clítoris, que tus labios besen los de mi vagina, quiero el roce de tu pene en ella, ¡lo quiero ya!” Sus expresiones no hacían más que incentivar mi salvaje deseo de poseerla con fuerza. Yo mismo me quité los pantalones y acostado en el suelo dejé que ella me montará. Entré en ella sin mucho preámbulo, ella chilló soltando incluso unas lágrimas por el profundo desgarro que mi penetración le iba causando. -Esta muy grande, esta demasiado grande.- Me decía mientras se arqueaba, luego comenzó a girar su cuerpo sobre mi pene con una increíble habilidad de contorsionista, yo no podía soportar tanto entusiasmo, sentía que me corría una y otra vez, mas dejaba que mi pene siguiera invadiendo aquella hambrienta vagina, a aquella poderosa mujer que me dominaba en los placeres del cuerpo. De pronto Paulina pidió que la insultara, me pidió que la tratase de perra, de ramera, de escoria. Yo le hice caso, al principio sonrosado por lo que mi boca le expulsaba, pero lo que me consternó (y excito más) fue cuando se separó de la copula y me pidió a mí también levantarme, muy agotado lo hice, ella se quedó de rodillas y se puso a lamer mi pene, a chuparlo con alevosía, a tragárselo hasta que eyaculara en su boca, dejándosela llena de un caliente y consistente semen, entonces fue cuando se lanzó al suelo y me pidió que le escupiera y le dijera que era una ramera de mierda. Me quedé pasmado, no podía creer lo que me estaba pidiendo, Paulina sin duda había excedido todos los limites que yo como lobo me había permitido alguna vez. Un montón de imágenes se me presentaron, el pasado de Gabriel y el mío en común pasó como una estrella fugaz que se estrella en algún rincón de la tierra dejando un inmenso y profundo cráter, ese cráter debía ser mi alma. Sin embargo, no había tiempo para cavilaciones, Paulina continuaba pidiéndome aquello y amenazó con matarse si yo no lo hacía. Cerrando los ojos le escupí en la cara y le dije los garabatos más gruesos que he podido expresar. -No es suficiente, no me haces llorar.- Dijo ella y se lanzó de nuevo contra mí, esta vez dejándome todo su coño dentro de mi boca y ella a su vez volvía a absorber mi pene. Sentía que iba a reventar. Entre todo el excelso placer, aún me preguntaba por qué esta mujer actuaba de aquella forma, ¿qué estaba buscando ella en el sexo? De todos modos las preguntas no servían de mucho, pues muy pronto ella comenzó a acomodar mi pene entre sus senos y a masturbarlo de esa forma. Así estuvo un buen rato hasta que finalmente me convidó a penetrarla por el ano. Ya estaba extenuado, apenas pude lograr una digna introspección por su culo, luego me deshice. Estaba cansado, mas Paulina me tenía otra sorpresa y es que aprovechando el intervalo en que me encontraba exhausto y sin fuerzas, me ató de manos y pies para poder rasgarme el pecho con el cuchillo. Aunque lo hacía levemente, igual lograba producirme unos cortes sangrantes que le causaban mucha risa. -Mírate ahí, indefenso, a mi merced ¡A mi merced!.- Decía mientras empuñaba mi pene con su mano. El dolor me corroía, pero de todas formas el cansancio ya no me permitía gritar. -Me vas a follar más ¿entendiste? Más.- Entonces Paulina me quitó las amarras, se acostó de espalda en el sillón y me obligó a que la penetrara de una forma distinta. Que pusiera mi pelvis a la altura de sus caderas, mientras mi cabeza estaba a la altura de sus pies mirando al suelo. Me pidió que entrara en ella. Con esta rara posición me fue difícil llegar de inmediato a un orgasmo y Paulina me insultó, luego al notar mi negligencia acomodó mi pene para que la traspasara, logré dar en el punto y me puse a darle sólo moviendo mi pelvis y afirmando mis manos sobre el suelo. -Fóllame más fuerte, más fuerte.- Me pedía y luego me rogaba que la llamase puta. -Puta, puta, puta de mierda.- Le decía mirando al suelo, mientras ella sosteniendo sus piernas blancas sobre mi espalda me golpeaba con sus pies. Después me pidió más intensidad y se la di. Progresivamente fuimos cayendo en un éxtasis de profundo placer. Hasta que inevitablemente ambos nos corrimos y sentimos como nuestros líquidos se chorreaban en conjunto. Exhaustos, ella y yo nos mirábamos en silencio. Cada uno estaba en un rincón del sillón. Quise acariciar tiernamente su rostro, peinar su cabello con mis dedos, pero me sentiría falso e imbécil realizando aquellos gestos; sin embargo, ¿podía ser amor lo que me llamaba a Paulina? Podía ser. Es cierto que el sexo lo encerraba todo en nuestra incipiente relación, mas aún así, esos ojos verdes que escondían tanto me tenían loco, mucho más loco que las penetraciones incesantes de las que habíamos gozado. -¿Quién eres?.- Le dije finalmente. Ella me sonrió aunque no podía esconder su cansancio. -¿Por qué no me inventas una historia sobre mi origen?.- Me respondió. Yo anonadado no entendí el mensaje, mas cuando se acercó a mi cuerpo y comenzó a acariciar con sus manos mi pecho sudado, me pidió sin palabras que la acogiera con mis brazos para darle calor, pude comprender el mensaje. Así mismo me puse a respirar sobre su oreja y a decirle: -Eres una hechicera que ha subido del infierno para perderme en vida.- Avergonzado por esa musaraña de palabras, me quedé callado aunque a Paulina pareció agradarle mi cumplido (¿cumplido?) -Puedo ver en tu mirada que eres un hombre solitario, que a penas ha comprendido el límite delgado y perverso entre el amor y el sexo.- -Sí, soy solitario y no sé nada de sexo, menos de amor.- Le respondí. Ella dio un suspiro. -Yo sé menos, hay caminos sin retorno, cuando te adentras más en la oscuridad, parece que no hay señal que te ayude a dar con tu destino y te encuentras vagando en un callejón sin salida ¿sabes algo de Artaud?.- -¿Era un dramaturgo?.- Dije dudoso. -Sí, tenía una teoría del teatro bastante visceral. Para él, había que vivir las cosas hasta encontrar una línea que se perdiera entre la mera representación del teatro y el teatro de la vida misma. A todo el mundo le apasiona Artaud, porque exige experiencias al límite que en teoría te hacen un mejor actor, mas los teóricos que saben mucho, han constatado que Artaud no tiene un modelo teatral terminado; sin embargo, aquello lo hace aún más excitante, pues uno se encuentra sumido en la incertidumbre y no sabe a dónde llegará.- -Acabas de decir que estás en un callejón sin salida.- -Estaba, antes de conocerte.- Quedé mudo ante su declaración. Una incomoda tensión me obligó a moverme. -Lo sé, sé que no te sientes capaz. Sientes que estás encerrado en una caja de cristal. Viendo todo, pero no pudiendo participar de aquello.- Me callé, me levanté del sillón y comencé a vestirme. Paulina continuó hablando. -Le tienes miedo, eso es lo que pasa, pero basta que lo enfrentes… -No sé cómo.- -Conmigo lo sabrás, siempre lo supiste, desde que me viste por primera vez.- Me acerqué a ella para poder besarla, ella aceptó mi beso, nos abrazamos y sonreímos. De pronto Paulina se levantó y se puso su ropa, por mi parte acabé de vestirme y fui al baño para mojarme un poco la cara. La escuché que desde el living me contaba: -Para mi proyecto de teatro he decidido optar por el modelo de Artaud y me puesto a buscar experiencias límites que me hagan remover todos los parámetros aprendidos. Pero no fue hasta que llegó a mis manos un libro erótico francés llamado “Historia de O”, que me he decidido a superar todos los obstáculos sexuales posibles para alcanzar el placer máximo, la libertad sexual absoluta. Ese libro me ha ayudado mucho, sobre todo para comprender los sacrificios sexuales que una mujer puede llegar a hacer al entregarse al amor. Es un libro sobre la sumisión sexual, el sadomasoquismo, el sexo endemoniado, pero también sobre el amor, desde algún punto de vista bastante retorcido, claro esta.- Avancé hacía dónde estaba Paulina, ya se encontraba vestida y me mostraba el libro que me decía, miré la portada, en el se veía una mujer muy hermosa encadenada de manos. Empecé a hojearlo y a reírme con algunos pasajes que mostraban un sexo realmente perverso en donde la mujer no era más que un objeto de sumisión. -Parece que es un libro horrible.- Dije a modo de broma. Aunque el libro me parecía un poco familiar. -En la historia, la protagonista llamada simplemente O… -¿Por qué así?.- Le interrumpí. -Porque O es la letra más simple que puede simbolizar la palabra “Obediencia” u “Orificio” después de todo una O es un gran orificio. Bueno, el asunto es que en la novela a la protagonista la llevan al castillo Roissy. Una especie de sociedad masculina en donde los hombres pueden hacer lo que quieran con las mujeres que ahí sirven, ellas hacen labores tanto domésticas como sexuales y están dispuestas siempre a todo lo que los hombres les exigen. Por mi obsesión con esta novela encontré un lugar muy parecido a ése, que está aquí en la Región del mar.- Me quede sorprendido. -¿Quieres ir? Se llama la feria de los azotes.- Fiel a su estilo misterioso, Paulina me llevó a aquel lugar con los ojos vendados, yo simplemente era guiado y podía escuchar los susurros de las personas que pasaban cerca mío, algunas parecían sorprenderse mucho, pero no sé de qué porque tampoco lograba entenderles del todo. Finalmente Paulina me detuvo y quitó la venda de los ojos. -Aquí está, tienes que subir.- Me ordenó mientras ella ya empezaba a hacerlo. Una gran escalera de esas que tanto caracterizan a la región del mar se me presentaba. Subí los peldaños percatándome que eran bastante más de los que creía, de hecho la escalera se hacía tan estrecha y empinada que ya llegado a cierto punto no podía si quiera ver el suelo. Seguí subiendo hasta alcanzar una puerta que se encontraba en un rincón a la derecha (la escalera seguía hacía arriba) tenía una campanilla colgando. Paulina la hizo sonar tres veces y entonces sentí que bajo la puerta una ranura se abrió. Pensé que probablemente unos ojos saldrían de ahí para inspeccionarnos, pero en vez de eso salió un dedo, al parecer el índice, Paulina lo lamió y después lo guió hasta su vientre para metérselo unos momentos en su cueva húmeda, posteriormente el dedo volvió a entrar por la ranura y entonces las puertas se abrieron. Vi un largo zaguán alfombrado de verde oscuro, pegados a ambos lados de la pared una hilera de hombres vestidos de terno que se cubrían el rostro con un antifaz, nalgueaban sin pudor a mujeres desnudas. Todos estaban sentados en sillas de mimbre y las mujeres azotadas se acomodaban sobre el regazo de los hombres. Noté como muchas de ellas tenían las nalgas de un color rojo ardiente, mas los caballeros continuaban flagelándolas sin ninguna contemplación. Las mujeres soportaban el castigo estoicamente, aunque una que otra lloraba y suplicaba que la dejasen ir, con las que hacían eso los hombres se ensañaban aún más, atacando con tanta rabia el culo que éste parecía pronto a sangrar. Junto a Paulina pasamos rápidamente este tramo del camino y ahora en vez de spankers pude ver estrechos cuartos que carecían de puerta exponiendo así todo lo que había adentro. Como Paulina me llevaba rápido no pude indagar con mucha tranquilidad, pero al paso que iba vi de todas formas que en aquellos cuartos (tanto los de derecha como los de izquierda) se realizaban sendas orgías. En una pieza una mujer realizaba felaciones a dos penes de distintos sujetos, mientras un hombre diferente la penetraba por delante y otros dos lo intentan por detrás. En otra pieza vi como a una mujer que estaba atada de brazos la azotaban con una fusta mientras que un hombre (que igual estaba atado) le practicaba sexo oral y también recibía azotes. En otra pieza pude ver a un hombre que amarrado a la cama era follado por un pastor alemán amaestrado por una pareja de hombres que le daban ordenes al can mientras éstos se chupaban sus miembros mutuamente. Me fue imposible mantener si quiera un segundo la vista en todas esas habitaciones. En otra, dos chicas (una de cabeza rasurada y otra de amplia cabellera rubia) se besaban y jugaban con dildos exorbitantes, cuando Paulina vio este espectáculo se metió a la pieza y besó a la chica rubia mientras le tironeaba los senos a la calva, luego se desnudó, yo no sabía qué hacer así que me quede inmóvil mirando, Paulina se puso una prótesis de pene en la cintura y empezó a penetrar a la calva, cuando notó que yo aún seguía ahí, se acercó y me dijo: -Si sigues este pasillo encontrarás una sala de eventos, hay una barra de bar. Pide un trago y si te preguntan diles que Paulina te mandó. ¿Ok?.- Luego subió desde el suelo una delgadísima puerta que se encontraba al interior de unas ranuras, al parecer todas las piezas tenían ese sistema, la gente subía las puertas para cuando querían privacidad. Caminé entonces. Llegué al fondo, me encontré con un salón mucho más amplio en donde sonaba una ruidosa música electrónica, las luces parpadeaban como en una pesadilla de la que uno quiere y no puede despertar. El ambiente era de discoteque, pero de una bastante desenfrenada. Me acerqué a la barra que estaba pegada al final, era el lugar más claro entre todo ese alboroto. Noté como hombres y mujeres tenían sexo en el suelo como si fuesen perros que se encontraban en la calle, mas al lado mío un hombre vestido de manera bastante elegante se la chupaba al barman quien como si nada se encontraba de rodillas en la barra mirando todo. El barman era un afroamericano de cuerpo robusto que por supuesto con su miembro le hacía honor a la fama que tienen todos los negros, de hecho el pobre hombre que estaba a mi lado realizando tal proeza parecía de vez en cuando asfixiarse. Estupefacto observé la felación por un momento, entonces el barman en completa seriedad me dijo. -¿Quiere algo amigo?.- Apenas terminó de preguntarme eso, el hombre que estaba bajo suyo se quitó el miembro gigantesco de su boca y botó en un flemático gargajo de saliva el semen que le chorreaba al barman, esto me produjo cierto asco. De pronto un mancebo vestido tan sólo con sungas me distrajo, tenía unas esposas colgando en su mano. -Oye, espósame a algún poste y méteme el puño.- Me dijo muy campante. Yo me sentí incomodo y le respondí con toda cordialidad que no era gay. Fue entonces cuando todos dejaron de hacer lo que estaban haciendo y me quedaron mirando como si fuese un completo imbécil. Incluso la música se detuvo. Todas las personas me acosaban con una mirada acusadora, fue entonces cuando con violencia dos sujetos que no logré identificar me atraparon y llevaron al suelo boca abajo, me mantuvieron presionado de esa forma. Yo intenté zafármeles, mas me era imposible realizar muchos movimientos, ya que estaba absolutamente reducido, luego sentí como unas manos me toqueteaban el culo, los susurros mutaron en risas diabólicas que me incomodaron al instante, entonces comprendí lo que me iba a pasar, ya era tarde, ya me habían desprendido de mis pantalones y de mi ropa interior. Podía sentir como me separaban las piernas y aunque yo realizaba todos los esfuerzos posibles por mantenerlas bien juntas igual pudieron abrírmelas, extendiendo mis muslos a un ángulo considerable, entonces pude sentir la penetración fuerte, directa y dolorosa de un miembro que parecía de metal. Se me ensartaba aquel báculo con tanto ahínco que el dolor me sulfuraba el alma y unos gritos me salían descontroladamente de la boca, así mismo un buen par de lágrimas brotaban de mis ojos. No sé cuanto rato estuvieron abusando de mí, sólo sé que varias pollas atravesaron mi recto, desgarrándome hasta sentir que ya no había separación alguna entre mis nalgas, que siempre las había tenido abiertas. Gradualmente el ambiente fue volviendo a su lugar, la música continuo su ritmo, las conversaciones, las luces, finalmente sentí que no tenía a nadie detrás de mí, el negro entonces apareció ante mis ojos cuando yo comenzaba a levantar la cabeza, por un momento pensé que él tomaría su turno, pero no fue así, simplemente me dio una advertencia: “En este lugar hay tres palabras que no toleramos escuchar: Gay, Lesbiana y sexo. Aquí todos somos seres humanos con deseos. En todos lados las cosas son así, sólo que aquí uno se puede expresar libremente, sin etiquetas sociales que marginen ni nada por el estilo.” Me levanté del suelo, no tenía idea dónde estaban mis pantalones y calzoncillos, desorientado y mareado me senté en la barra, el negro ya estaba ahí. -Bueno ¿Qué tienes para servir?.-Le pregunté como si todo hubiese sido nada. -Sangre menstrual de virgen, semen chorreado, progesterona lamida.- Nuevamente no supe qué decir, pero el barman se echó a reír. -Es sólo una broma, toma un ajenjo, te estimulará.- Me sirvió en un vaso pequeño. Di un sorbo y miré el lugar, aunque con esas luces que reflejaban y parpadeaban enloquecedoramente poco se podía captar. -¿Quién te trajo aquí?.- -Paulina.- Respondí. -Ah. Al principio asusta y sorprende un montón, pero después lo vas a aceptando, puedes convivir con esto. Es un poco como el sufrimiento ¿no?.- -Pero por qué son tan…excesivos.- Pregunté cuidadosamente. -Porque necesitamos expresar nuestros deseos, necesitamos realizarlos. Aquí podrás ver de todo menos pedofilia, eso es definitivamente lo único que no pasamos. Y lo otro que es sagrado para nosotros es que todo lo que aquí se realiza, se realiza con el consentimiento de quien o quienes lo realizan.- -¡Pero si me violaron!...Y…y…además, vi como usaban a un perro para penetrar a un hombre.- El negro soltó un par de risotadas. -Jajaja, perdón, a veces cuando es necesario, nos saltamos esa regla, es que algunas cosas hay que empujarlas, o mejor dicho masturbarlas para que salgan. Jajá, mejor date unas vueltas, lo pasarás bien, disfrutarás mucho cuando aprendas a abrirte…¿entendiste?.- El barman siguió riéndose solo de sus malos chistes, yo me alejé de él con mi pequeño vaso en mi mano, me acerqué a unos sillones que se encontraban por ahí, pude notar que alrededor de ellos había unas mesas que ofrecían libremente pastillas de viagra, líneas de cocaína, anfetaminas y ácidos. Sólo por curiosidad eché un par de jaladas de coca, me exorbité un poco, mas no sentí que fuese para tanto. Me senté cómodamente en los sillones sólo para mirar las luces y fue entonces cuando apareció el mismo mancebo que había provocado mi violación. -Oye, méteme el puño.- Me volvió a pedir, le hice caso y se lo metí después de amarrarlo de manos y pies para dejarlo colgado. Luego todo se volvió un carrusel de vivencias, donde a cada vuelta no tenía la menor idea de cómo llegaba a dónde llegaba. Simplemente cerraba los ojos y me encontraba haciendo cosas inimaginables. Después de sodomizar a aquel mancebo me vi en una tina rodeado de mujeres de las cuales yo me aprovechaba de ellas ocupando tanto mi pene, mi lengua y mis dedos. Posteriormente me vi envuelto en una orgia carnavalesca en dónde le lamí el ano a un hombre bastante atractivo mientras otro me chupaba los testículos con suavidad, al mismo tiempo una mujer bastante drogada me succionaba la carne de mi entrepierna. El salto de una a otra de aquellas experiencias me hacía intuir que mi mente visionaba una especie de iluminación mística, pero que se veía atrofiada por el descalabro que el sexo me ofrecía. Al final después de tanto lugar que mi pene visitó, terminé atolondrado y desnudo, bailando sólo. Fue entonces cuando Paulina se me apareció entre la oscuridad, se veía feliz y se puso a bailar conmigo. -¿Con quién has estado?.- -Con muchos.- Le respondí contento. -¿Y has eyaculado?.- -Un par de veces. ¿No quieres ir a una orgía?.- Le ofrecí gustoso, ella sonrió con aquella picardía que me desequilibraba y con delicadeza me beso los labios, luego me tomó de la mano y me hizo seguirla a un lugar distinto. Pasamos la oscuridad, pude ver nuevamente el festín sexual que se daban muchos hasta que me enfrenté a una puerta que se veía bastante imponente e inamovible, pero aún así Paulina la abrió sin problemas. En el interior había una fría pieza pintada sólo de blanco, era muy diferente a las otras del bar. No había ninguna puerta ni recoveco que pudiese ocultarse dentro. Ahí estábamos sólo Paulina y yo, frente a nosotros había un gran espejo que nos reflejaba. Recién entonces caí en la cuenta de lo estropeado que me veía. Paulina abrió una compuerta pequeña que se encontraba mimetizada con la pared. Era una pequeña despensa de donde sacó una fusta y una cuerda. -Arrendé este lugar sólo para nosotros, espérame un momento.- Paulina salió del cuarto. Yo pude inspeccionar otra vez el espacio que ya comenzaba a inquietarme sobre todo por el hecho de verme reflejado en aquel espejo. Paulina apareció de nuevo, pero ahora vistiendo como una colegiala, con jumper y camisa blanca, seguía llevando su moño de siempre. Se amarró las manos y me pidió que atará la cuerda a unos tubos que colgaban cerca del espejo, también estaban pintados de blanco y se mimetizaban con las paredes. Amarré sin muchos problemas a Paulina quien ya no se podía escapar y entonces con la fusta supe muy bien lo que debía hacer. Lentamente le quité el jumper hasta dejarla sólo en camisa y pantaletas, usaba unas muy infantiles, mi pene se ensanchó sin que me diese cuenta y entonces comenzó mi amigo a golpearla directamente en las nalgas, los gritos de Paulina no se dejaron esperar, mas mi amigo fue brutal y deseaba desgarrarla. La pobre muchacha aullaba pues seguramente las marcas de la fusta le arderían quizás un mes por la intensidad con la que se descargaba Gabriel sobre ella. El miembro de mi amigo crecía considerablemente. Luego Gabriel le desprendió de su camisa blanca con tanto ímpetu que se la rompió. Ahora la tenía casi desnuda (sólo la tapaban el sostén y las pantaletas) Gabriel se ensañó con tal demencia que la pobre muchacha no paraba de llorar y rogar ayuda. Él no paró ahí y sin poder aguantarse le rajó las pantaletas y penetró directamente su ano, la chica casi caía desfallecida. Gabriel no podía notar como la potente excitación le dominaba el alma, yo sí pude constatar eso, me sentía caliente casi como si estuviese hirviendo en lava. Gabriel continuó lo suyo con fuerza y celeridad, le excitaba mucho escuchar los gemidos quejumbrosos de Paulina, entonces poco a poco se fue corriendo dentro del ano de la muchacha, se fue corriendo y sus ojos a la vez se fueron cerrando. Desperté cuando Gabriel abrió los ojos, estaba en un estado patético, tirado en medio de un basurero, totalmente desnudo. Tenía la boca ensangrentada y una sabor a azufre en ella, rápidamente escupió un vidrio, se dio cuenta que nuevamente se había llevado una ampolleta a la boca sólo que esta vez parecía que la había mordido, pues los restos del zoquete estaban aún entre sus pobres dientes. El resto de su cuerpo se encontraba amoratado y sangrante. Era un verdadero desastre. Yo por mi parte me sentía optimo, pero desorientado, incluso me di cuenta que Gabriel no podía ejercer ningún control sobre mí por lo que hubiese podido irme lejos en aquel momento, mas mi desconcierto era tal que preferí quedarme a su lado, no para acompañarlo si no porque no sabía qué hacer. Para peor, el día estaba lluvioso aunque eso igual era positivo, pues mi desnudo amigo podía recorrer las calles sin toparse con demasiadas personas. Adolorido se levantó del basurero en que estaba tirado, trato de caminar rápido, pero sus tobillos no le respondían acorde a sus deseos, de todas formas, apenas llegó a la calle un auto casi lo arroya. El sujeto que había frenado con gran tino no era otro que el abogado Dangelo Martínez que se quedó perplejo frente al volante, mi amigo no pudo equilibrarse más y perdiendo todo razonamiento cayó al suelo desmayado. Dangelo después de unos segundos reaccionó y salió a ayudarlo. Yo, libre como gusano dentro de la carroña, decidí quedarme al lado de Gabriel, ahora no sabía qué hacer. ¿Qué hacer con tanta libertad? Finalmente mi amigo despertó en el departamento de Dangelo, estaba recostado en su cama con una manta que le cubría la desnudez, yo lo miraba desde lejos y en el entretanto que demoraba en despertar me había dado la libertad de recorrer el bonito hogar del abogado, quien ordenaba todo de manera meticulosa y perspicaz, nada quedaba sin su especifico orden, todas las cosas miraban para una dirección determinada, si un lápiz no apuntaba con su punta hacía el norte, el abogado iba y enmendaba esto que para él seguramente era un desastre. Debo reconocer que la actitud de mi amigo al despertarse me causó cuanto menos hilaridad. Apenas se vio desnudo y constató que estaba en la casa de Dangelo, pensó que su noche desenfrenada había terminado en la cama de ese hombre y se aterró (aunque en realidad ¿de qué debía aterrarse?) pero lentamente fue recordando, primero lo que le convenía recordar y después los excesos, uno tras otro. Con celeridad rememoró todo lo acontecido hasta que casi fue atropellado por el abogado, éste apareció de pronto con una camisa en la mano y un pantalón en la otra, le recomendó a mi amigo que tomase una ducha. -¿Dónde estuviste?.- Le pregunto al fin el abogado mientras le servía un poco de té a Gabriel. Él en un principio se mostraba reticente a entregar información detallada, pero pasado un rato terminó por contarlo todo con lujo de detalles. El lugar, las drogas, las orgias, las reglas, el desenfreno, todo aquello que había ocurrido en su mente en tan sólo un minuto. Dangelo parecía bastante asombrado e interesado con la historia. -No puedo creerlo, nunca he escuchado de un lugar así aquí en La región del mar. La feria de los azotes.- Se decía pensativo y tanto yo como mi amigo nos imaginábamos que el abogado pensaba en sus vicios más excesivos. -De verdad, era la locura total. Yo…yo quiero volver a verlo.- Dijo Gabriel mirándome con decisión, como si fuese yo quien tuviese la clave para entrar ahí. -Pues a mí también me gustaría visitarlo, se oye muy atractivo lo que dices, pero jamás he oído de aquel lugar. ¿En serio no sabes cómo llegar?.- -No, si te digo que la chica me vendó… -¿Cuál chica?.- -¿No te la comente?.- -No.- -Paulina.- -¿Paulina?.- -Sí, es una estudiante de teatro, no tengo idea cómo es su nombre completo, ni dónde vive, ni nada. Pero hemos estado viéndonos.- Dangelo esbozó una sonrisa picara. -Vaya, sabía que no podrías resistirte a los encantos de la Región del mar. ¿Ya olvidaste a tu novia?.- Gabriel se quedo pálido, hasta ese momento absolutamente nadie le había recordado a Lina y él mismo la había enterrado en sus recuerdos, pues los últimos días Paulina fue el centro de sus preocupaciones, un extraño frío cubrió a mi amigo (yo sentía estas reacciones como algo ajeno, como un rebote que innecesariamente me llegaban, pero nada personal) -No, digo sí. Ósea, no.- -Bien, bien, entiendo, no me des explicaciones.- Calmó el abogado al notar que mi amigo se ponía nervioso. -Así que Paulina ¿no? Y no sabes nada de ella, pero ella te llevó a ese lugar.- -Sé que folla de una manera espectacular, nunca había eyaculado tan fluidamente.- Respondió mi amigo idiotizado. -Oye, pero no me des esos detalles. ¿Cómo es ella físicamente?.- -Es de piel blanca, bastante blanca, pelo castaño, ojos verdes, labios seductores, piernas esbeltas, cadera bien formada… -Ya veo, amas a esa actriz.- -Creo que aún está estudiando.- -¿Y ella te llevó a ese lugar con los ojos vendados por la calle? -Así es, sólo sé que subí una escalera, sólo eso.- -Una escalera, vaya pista. En la ciudad del mar hay muchas escaleras y casi todas llevan a burdeles o clubes nocturnos. Yo creo que te lo imaginaste.- -Claro que no, lo que yo sentí fue…Gabriel trataba de encontrar la palabra exacta abriendo y cerrando las palmas, miraba al techo esperando encontrar un termino dantesco, pero al parecer la sola expresión de sorpresa le dejo claro a Dangelo que Gabriel lo que había vivido había sido descomunal. -Está bien, te creo.- Le dijo el abogado y mientras miraba por su ventana con bastante intriga propuso ir a buscar el lugar. Dijo: - Oye, por qué no salimos esta noche a buscar La feria de los azotes.- Gabriel sonrió, Dangelo sonrió, el trato estaba hecho. Gabriel se fue a su departamento, se cambió ropa y estuvo todo el resto del día descansando en su cama aunque yo sé que secretamente esperaba que Paulina volviese a aparecer, lo sé porque apenas sentía los pasos de alguien cerca de su puerta Gabriel se emocionaba como un perro que aguarda a su amo, aunque yo no sabía qué podía estar pensando realmente, me imaginaba que sólo pensaba en ella y también creo que sólo se imaginó a ella las ocho veces que se masturbó. Yo por mi parte vagué de lado a lado sin querer cruzar las paredes que separaban el departamento del mundo, me sentía exhausto y bastante desorientado, nunca me había enfrentado a un aluvión de sexo de esas proporciones, dentro de mí podía sentir brotar un cierto miedo, un miedo que podría domeñar a la fiera salvaje que a ratos me invadía, ese había sido el anhelo de Gabriel al querer resucitarme cuando llegó aquí. Esa revelación apareció ante mis ojos cuando lo veía masturbarse, comprendiendo que ya no pensábamos las mismas cosas y comprendiendo algo más oscuro, que sólo una bestia podía destruir a otra. ¿Podría Gabriel haber creado un monstruo más insaciable que yo? ¿Uno capaz de reducirme? Quizás todo este aparataje de irme dando paulatinamente más libertad era simplemente para engañarme. Al fin y al cabo yo era feliz estando bajo su sombra y como una sombra, cuando quería podía atraparlo y hacerlo actuar bajo mis deseos, podía poseerlo y alimentarme provocando sus anhelos más recónditos. Pero ahora estoy confundido, y razono, razono como nunca antes había creído que lo haría porque cuando era solamente la sombra acechante, mis palabras y pensamientos eran simplemente una extensión de las de Gabriel, una extensión que su mente se negaba en aceptar y por lo tanto los procesos de discriminar entre el bien y el mal, entre lo problemático y lo idóneo, no pasaban por mí cabeza si no al contrario los actos más bruscos eran invocados en mi nombre, pero ahora que he ganado una cierta libertad, esta me asusta soberanamente, no sé qué puedo hacer con ella. Todos estos problemas me achacaban cuando ya la noche había caído, entonces Dangelo llamó a mí amigo. Se pasearon por todos los bares preguntando, pero no tuvieron éxito. -La feria de los azotes, no me suena.- Dijo un muchacho que trabajaba como cantinero en un bar que era algo caro. -Vamos Mark, si tú conoces todas las movidas de esta ciudad, de toda la región del mar.- Le decía Dangelo al joven que lo miraba sin saber qué hacer. Entonces Gabriel volvió a describir el lugar y el cantinero (como muchos otros) se comenzó a reír. -Cállate Bowen.- Le reprimió Dangelo de mal humor y se fueron de ese bar. El muchacho alegó porque no obtuvo la propina obligatoria que le debían dar, furioso se puso a escribir algo en un cuaderno de notas que tenía. Los hombres estuvieron hasta altas horas de la noche buscando el lugar. Prácticamente dieron con todos los bares de la Región del mar (que eran muchos) y exhaustos se tendieron en el auto. -Gabriel, creo que sólo esa chica puede decirnos dónde queda el dichoso lugar.- Decía el abogado en referencia a Paulina, pero Gabriel le recordó amargamente que él no tenía ni el número telefónico ni nada de ella como para ubicarla, ella llegaba a su vida cuando quería. Un silencio que se cubrió con los ruidos gloriosos de la noche (las bocinas de los autos, la música de los bares, el transitar de los bohemios) se dejó sentir en el auto del abogado, al parecer ninguno sabía bien qué decir o qué hacer, entonces Dangelo le ofreció a mi amigo una idea que en principio éste pareció no aceptar de buenas a primera. Ir a una casa de putas. Dangelo conocía muchas, pero había una que sobresalía en atención y estilo. El portón verde. Dangelo fue convenciendo a mi amigo primero de manera suave diciéndole que ese lugar era más idóneo que los bares para poder investigar sobre el paradero de La feria de los azotes, pero finalmente terminó obligándolo a ir. -Bueno, aquí estamos.- Dijo cuando llegaron al Portón verde, que estaba bastantes kilómetros alejado de la ciudad, en un cerro que en principio se veía más bien inhóspito, pero que después iba cambiando en la vegetación y se volvía algo más parecido a un paraíso tropical con una vista majestuosa de toda (pero toda) La región del mar. El Portón verde era llamado así seguramente porque en la entrada un inmenso portón de color verde prohibía el ingreso. Un guardia de pronto salió a saludar a Dangelo, éste bromeó con él como lo había hecho con todos los cantineros a los que se les había preguntado por la feria de los azotes. -Lo siento señor Dangelo, pero La Madame tiene la casa grande reservada para una fiesta privada en dónde parece, se encuentra el presidente, al menos eso explicaría que su helicóptero esté aquí. Ups, por favor olvide eso.- Imploraba el guardia tapándose la boca.- -Ay, Jaime, tú sabes que nunca digo nada. Y en cuanto a lo otro, no seas pesado y al menos avísale a Ana Marie que estoy con un amigo y que al menos nos deje pasar a alguna de las casitas, que tan sólo queremos revolcarnos con alguna puta o acaso ¿todas estarán ocupadas por el presidente y sus secuaces? -Pero señor, usted sabe que a la Madame no le gusta que… -Yapos Jaime, si soy yo. Dangelo Martínez, por favor, recuerda que pronto dejaré la soltería.- El guardia se retiró unos momentos, mi amigo se veía nervioso, por lo que me había contado, su experiencia con putas no había sido grata la última vez. Dangelo debió notar el pavor de mi amigo y lo trató de tranquilizar diciendo que él era un cliente más que frecuente y que de seguro Ana Marie lo tendría en consideración. Al rato volvió el guardia. -La Madame dice que esta bien, pero que sólo puede ofrecerles cinco putas novatas.- Decía el guardia cuyo aspecto imponía más humor que respeto. Tenía la mandíbula un poco desencajada y los dientes se le escapaban por esa boca maltrecha, aparte de usar unos lentes que le acentuaban el sobre nombre de imbécil. Sin embargo, el hombre igual iba armado con una pistola. -Me parece bien y ¿dónde podremos ir? -A la casito 10.- -Me parece muy bien. Oye Jaime ¿tú por casualidad no conoces un lugar llamado La feria de los azotes?.- La respuesta fue negativa como todas las anteriores. La inmensa reja se abrió de forma electrónica y el auto ingresó a un recinto privado enorme, de amplios jardines, protuberantes paisajes e incluso un cielo algo distinto, era como entrar a otro mundo. Divisé muy lejos una mansión que expedía luces e incluso fuegos artificiales. Pasado unos kilómetros el auto se acercó a unas casitas más pequeñas las cuales estaban todas custodiadas por guardias de aspecto más temible que el famélico Jaime. El auto se detuvo en la última casa, se estacionó por ahí y el guardia ahí presente dejó pasar sin preguntas ni nada a Gabriel y Dangelo. -No te preocupes, como es tu primera vez aquí, te invitaré yo, que lastima que nos hayan tocado jovencitas nuevas. Hay unas que son muy buenas.- Comentaba el abogado a mi amigo que iba avanzando a paso tieso. Los hombres luego entraron a un salón en dónde estaban dispuestas cinco mujeres vestidas de forma bien escotada, lucían relucientes joyas y sus rostros eran prósperos en maquillaje. Dos de ellas eran morenas y altas, otra que era rubia tenía un atractivo lunar cerca de sus labios y las otras dos a pesar de que eran igual de provocadoras y curvilíneas tenían pinta de no querer estar ahí, al menos se notaban poco entusiasmadas con respecto a sus compañeras. Había en una mesa un montón de botellas del más fino champagne o al menos eso demostraba su envoltura. Dangelo no demoró nada en sentarse junto a las mujeres (las tres más entusiastas lo rodearon de inmediato) y comenzar a hablar fuerte, a reír rápido, a acariciar piernas y pantorrillas, a sacar cocaína para jalar y finalmente, a realizar acuciosas reflexiones sobre la música clásica mientras las mujeres comenzaban a desnudarlo. En todo ese rato Gabriel se mantuvo ausente, estaba casi perdido viendo a ese hombre entregarse al placer de los sentidos. De repente algunos pensamientos de Gabriel también me cruzaban a mí y sé que en esos momentos el deseaba estar en casa o con Paulina a su lado disfrutando del verdadero sexo, sé que también pensó que la música igual era una droga que sólo servía para corporizar nuestras emociones. Él pensaba aquello mientras veía con repulsión a Dangelo debatirle a una chica (la rubia) sobre la validez de Mozart sobre Salieri, por supuesto la chica no decía nada, pero Dangelo le gritaba en la cara. Finalmente todo se calmó y las tres damas acompañaron al abogado a una pieza. -Ve, ve tú también con tus muñecas. Ya esta todo pagado.- Decía el hombre bastante borracho mientras se perdía en el cuarto. Las dos mujeres que pocas palabras le habían logrado sacar a mi amigo quisieron seducirlo hasta al cuarto contiguo. Se besaron frente a él mientras se tocaban levemente con la yema de los dedos las piernas y los senos. Ellas se besaban con suavidad, casi como si sus labios flotasen por sobre sus cuerpos. Mi amigo cedió a estos juegos y se puso a abrazarlas cada uno a un lado para besarlas torpemente mientras ellas, obviando ese detalle, lo manoseaban con delicadeza por su cuerpo. No tardaron en entrar a la pieza, una de las muchachas se fue desnudando lentamente hasta quedar en ropa interior mientras la otra masturbaba a mi amigo con soltura y le iba desabrochando la camisa, Gabriel aunque disfrutaba la situación no podía dejar de pensar en La feria de los azotes y sobre todo en Paulina y yo lo sabía. Con pena más que con ganas las chicas intentaron animar a mi amigo, lo besaban deslizando su boca desde su pecho hasta su cuello, una envuelta en una exquisita lencería mientras la otra aún con el vestido, pero manipulando la mano de mi amigo y llevándola a lugares erógenos de su cuerpo. Después de un rato intentaron levantarlo realizando caricias alrededor de su pene y mientras una lo hacía la otra le pronunciaba palabras sucias “Quiero que me comas mi vagina con toda tu lengua mientras masturbas a Laura” Le decía la mujer, pero nada caló efecto en mi amigo, entonces las chica se aburrieron y preguntaron si había algo especial que le gustara. -No, nada. Saben, me quiero ir.-Las chicas primero dieron muestras de alivio, pero luego parecieron ofendidas y no le dirigieron la palabra hasta que mi amigo salió derrotado de la casa. -No importa, total, ya nos pagaron.- Dijo una al final. Yo seguí de cerca a Gabriel incluso me sentía mal por él (o sería por el hecho de que todavía no me hablaba) entonces por segunda vez, cuando iba por el camino a la gran reja, un auto casi lo arrolla. Esta vez era una muchacha la que casi atropella a mi amigo, una hermosa muchacha de pelo rojo y ojos verdes, sus labios eran carnosos y sus manos eran pequeñas. -Discúlpame, discúlpame.- Decía ella entre fuertes alaridos, aunque su voz era la de una persona relajada. -No hay problema. Me podrías llevar hasta la salida, es que el camino es larguísimo.- Preguntó mi amigo, sonaba bastante desganado, quizás por eso la chica lo subió sin pensárselo mucho. -Me llamo Guadalupe, pero no, no soy mexicana aunque a veces tuve que hacerme pasar por una. Y tú ¿eres nuevo por aquí? No te había visto nunca.- -Nunca he venido, me trajo un ami…un conocido. Pero creo que no es lo mío.- -Ah ya veo.- La muchacha sonaba realmente interesada en mi amigo, tanto que incluso apagó la radio que venía escuchando. Ella era risueña y rápidamente con su dulzura hizo reír a Gabriel. -Y tú…trabajas aquí.- Preguntó mi amigo con extrema precaución. -Trabajaba, hoy renuncié y lo hice a lo grande. Me querían meter con un senador que yo sé bien lo que le gusta, nunca he estado con él, pero hay chicas que han tenido que soportarlo y no te digo lo que han pasado, ¡al viejo le gusta atarlas y orinarles en la cara! Bueno no iba a permitir eso y Ana Marie me echó, pero ya no me importa, no pensaba dedicarme a esto toda la vida, con el dinero que tengo es más que suficiente para poder terminar de pagar la carrera de psicología.- La chica era abierta, ni yo ni Gabriel notábamos que quisiera esconder o reprimir algo en todo lo que decía, por primera vez en la noche la actitud de Gabriel comenzó a cambiar, se rió bastante. -Y dime, ¿crees que existe el oficio de prostituta? ¿Crees que alguien quiera ser así por vocación?.- Preguntó de pronto mi amigo. -Puede ser, cuando era chica una compañera de colegio nos dijo seriamente que quería ser puta, pero es más común que las situaciones de la vida te lleven a este trabajo. No es que haya sido muy traumante para mí por otro lado aprendí bastante del sexo que es algo importante en este mundo, pero en realidad a mí me interesa aprender sobre la mente humana, el por qué de las obsesiones, los caprichos, las perturbaciones. Es decir, quiero inmiscuirme en la psicología.- Gabriel se quedó callado un momento. Guadalupe notó algo. -¿Quieres decirme algo? Desde que te vi noté que no estabas contento.- -No es que no esté contento.- -Bueno, por lo general los hombres no rechazan a las mujeres aquí. Ana Marie las escoge con lupa.- -Es que…ah…Siento que hay algo dentro de mí que me consume día a día, que no me deja tranquilo. Quiero ser libre. En mi mente es como si un diablo de repente se apoderara de mis pensamientos, de mis acciones y yo no pudiese detenerlo porque soy débil a su lado. Es como si me quedase inmóvil cuando eso se manifiesta. Lo necesito, pero quiero dejarlo atrás…Gabriel comenzaba a chorrear lagrimas por sus mejillas, lo que él decía me dejaba bastante sorprendido, pues yo siempre pensé que lo que realizábamos, lo realizábamos en conjunto. Jamás lo obligué a nada en su vida, él quería hacer las cosas que yo le manifestaba, él lo deseaba tanto que necesitaba de mi ayuda para realizarlas. Nunca pensé que realmente se sintiese asfixiado por mi presencia. Recuerdo cuando aparecí en su vida, él tenía como diez años, su vida en ese instante era un caos, pues las idas, las constantes idas al psicólogo ya lo tenían mal, aislado de otros niños, no tenía con quién jugar y entonces yo aparecí tímidamente. “Hola” le dije, él me miró sin poder creérselo, yo había aparecido en medio de la noche, aquellas noches en las que él no podía dormir por estar recordando al sacerdote que lo ultrajó. “¿Quién eres tú?” me preguntó asustado, “Soy tu amigo” le dije y él de inmediato se alegró, porque ya no estaba solo en un mundo tan hostil, ahora tenía una bestia que sabría defenderlo y enseñarle a defenderse. Así comenzó nuestra amistad, yo aparecía por las noches para no confundirlo y dejarlo pensar que se perdía entre los límites de la realidad y el sueño, pero después nos fue imposible separarnos y entonces le llegó la adolescencia y con ella los deseos comunes que se reprimía y yo le concedía. Si deseaba empujar a alguien y se retraía, ahí estaba yo para susurrarle un “Hazlo” y lo hacía. Nunca disentimos, nunca nos miramos feo, éramos amigos y en el fondo éramos lo mismo, pues él lo sabía, pero fue entonces cuando comenzó con las pesadillas, pesadillas que yo no entendía, pero que lo hacían actuar extraño, entonces comprendí lo que él quería. Quería acometer, sentirse salvaje, sentirse yo de verdad y entonces ocurrió lo de Sofía y fue un común acuerdo. Yo solamente le di el coraje para hacerlo, y después le entregué el instinto para que escapara, porque sí, le dije que corriera, que huyera después de que cometió aquel acto, mas todo eso también fue maquinado por Gabriel, por eso no entiendo su resentimiento, su dolor, todavía no acepta que todo lo que hicimos, lo hicimos juntos. Y sobre todo que yo lo hice porque sé que él quería hacerlo. Durante la infancia y juventud que estuve con Gabriel fui ganando más presencia en su vida a medida que él mismo me la iba dando, si al principio sólo aparecía en la noche, camuflado entre los límites del sueño, después podía aparecer nítidamente en el día y decirle a Gabriel lo que él pensaba (pero no se atrevía a manifestar) sobre tal asunto. Y así era, sin embargo, el jamás le habló de mí a nadie, aunque eso era un pacto secreto, pues yo nunca le dije que no debía decirle a nadie sobre mí. Simplemente él no lo hacía, hasta que se lo comentó a su abuela y ahí comencé a perder fuerza en su vida. Entonces finalmente me enterró en esa tumba de oscuridad y silencio. Y, sin embargo, es la oscuridad y el silencio, esos tenues parpadeos de oscuridad y silencio que las personas dan antes de morirse, lo que nos ha ido alejando él uno del otro. Ahora yo no sé con precisión todo lo que Gabriel piensa y él tampoco lo sabe de mí. Siento que una presencia más fuerte se nos cruzó y me ha independizado, una presencia más fuerte que justamente en silencio ha entrado y de la que todavía ninguno de los dos puede dar completa cuenta. Yo y Gabriel siempre fuimos el mismo pensamiento, el complemento de un pensamiento, los dos lados de un mismo pensamiento, pero Gabriel siempre fue el real en esta historia y ahora yo también quiero gozar de esa realidad. Ahora que también puedo pensar por mi cuenta, ahora que comprendo que Gabriel quiere estar solo, acepto mi libertad. Mi condenada libertad. Salí del auto dejando a sus pasajeros en lo suyo, ya habíamos pasado la gran reja y bajado unos kilómetros por el cerro. Vagué sólo por horas hasta que encontré unas calles que bajaban y que exhibían ruidosos departamentos los cuales eran en su mayoría bares. A medida que se descendía los bares aumentaban y la clientela los atestaba. Habían bares por todos lados y de muchos sabores distintos, casi todos parecían internacionales y casi todos se exhibían como ruidosos hasta más no poder, en algunos, la gente rebalsaba y terminaba tomando a orillas de la calle, pero era imposible calmar las ansias de la población, los bares eran el alimento económico de la Región del mar. De pronto sentí que alguien me llamaba. -Oye tú, el lobo, ven.- Escuchaba la voz cerca de mí, giré para ver de dónde provenía y entonces vi a un curioso sujeto hablarme. Vestía con un manto que le cubría hasta las piernas y usaba un pobre sombrero que a esas alturas no le servía de nada. Un solo lado de su rostro estaba cubierto de cicatrices, fue avanzando (tocando el suelo) hacía mí. De pronto se instaló sin más y sacó de su bolsillo (noté que llevaba un cinturón con algunas balas y que en una de sus piernas un vendaje le cubría una herida) una botellita de vino que acabó al instante. -Estoy buscando un bar por aquí, este, no recuerdo el nombre…¿tú sabes?.- El hombre que me hablaba como si nada, se quitó el sombrero para rascarse un tanto el pelo, parecía sacado de otro lugar, totalmente desarticulado de la bohemia que transitaba frente a nosotros y que no podía si quiera percibirnos. -¿Quién eres tú? ¿Cómo puedes verme?.- Le pregunté aunque en realidad fueron pensamientos en voz alta, entonces recordé a aquel extraño niño que me encontré en la casa de doña Eglantina y pensé que este personaje también podía tratarse de un fantasma, pero tenía algo distinto del niño aquel. Como si su aura despidiera otra forma que la de aquel pobre espíritu en pena. -Bueno, ¿sabes o no?.- Me preguntó violento, mirándome amenazante, pude notar ahora que una de sus orejas le faltaba un pedacito por el borde, un pedacito ínfimo, pero que mi ojo audaz pudo percatar. -¿Qué me miras? ¿Qué me miras?.- Decía, se notaba sus aires pendencieros. Mientras tanto la gente transitaba como si nada, incluso algunos nos atravesaban. Decidí decirle a ese hombre que estaba perdido. -Buh, todos aquí estamos perdidos, sólo hace falta de un buen vino para tolerar esta miseria.- El hombre parecía concentrado en sus palabras, pero apenas terminó de emitirlas movió con fuerza su cabeza de un lado a otro y entonces, con una actitud distinta agregó: -Disculpa si sueno así, es que es difícil salirme del personaje del que me crearon, igual yo no soy tan lúgubre como crees, sólo que el que me creó me puso en una situación de mierda. Me llamo Eloy.- Ahora el hombre me tendía la mano, sus palabras me atronaban como quien tiene que soportar los sonidos de una construcción sin protección en los oídos. ¿su creador? ¿Acaso él era como yo? Nunca antes me había encontrado con alguien así, aunque también es cierto que nunca antes me había separado de Gabriel de la forma en que lo había hecho en los últimos meses, entonces recordé la frase de una película que –por su puesto- Gabriel vio alguna vez. En realidad era una acertijo “Si dices mi nombre dejo de existir” la respuesta era el silencio. Yo era el silencio y al parecer ahora Gabriel me estaba matando. -¿Eloy?.- Dije sin comprenderlo y confundido aún por todos los pensamientos que se me ocurrían. -Sí, ¿has oído hablar de mí?.- Me preguntó. -De verdad amigo, te lo aseguro, soy nuevo en esto.- -¿Hace cuanto te separaste de tu creador?.- Lo pensé con cautela y decidí decirle que sólo hace unos minutos. -Ah, ya veo. Eres nuevo. Y ¿vienes de un libro o… -¿De un libro?.- Arremetí -Sí, yo vengo de uno. Ya van a ser unos 60 años de eso, igual hace poco estoy libre, como unos quince años, es que es difícil desvincularse tan rápido del mundo que alguien te ha creado, pero cuando lo haces, es un lujo.- Aún estaba embobado, me di cuenta que Eloy se ponía a caminar rápido así que lo seguí. -Yo no vengo de ningún libro. Este… Yo era, era como el amigo del…ah es difícil de explicar.- Suspiré resignado. -¿Eras un amigo imaginario?.- Acertó Eloy, con vergüenza le dije que sí, que algo así. -Ah, tienes suerte entonces de estar aquí, esos suelen desaparecer en poco tiempo. ¿Pero por qué me miras así? ¿De verdad nunca te habías topado con nadie más?.- Pensé en aquel niño fantasma, pero no le dije nada. Al parecer Eloy sintió mi inquietud. -Relájate Lobo, digo, ¿cómo te llamas?, ¿cómo?, ¿así no más? ¿Lobo? Bueno, relájate lobo, aquí ya estás en un mundo donde puedes hacer lo que quieras. Desde que logré salir de mi historia, gracias a las personas que me daban vida leyéndome, desde que logré salir de la cárcel de la mente de un solo hombre, desde que me instauré en el imaginario popular, yo no he hecho otra cosa que disfrutar de esta vida. Imagínate, en mi libro, que leí sólo una vez, me la pasó sumido en un remolino mental, que el toño y la rosa, las traiciones, el dolor, la noche que no pasa, aquella tardes que no veré más, pues se encuentran en esos días donde la luz solía almacenar las esperanzas, y la Rosa me decía, ven Eloy, ven, y yo trataba de ignorarla porque a las mujeres es mejor a veces, sólo a veces, no darles el gusto, se ponen bravas después, pero tenía la cara de esperanza, una esperanza que yo sabía se derrumbaría, la esperanza era el toño, ese niño que ya no vi crecer mientras estoy aquí esperando a esos cobardes, que no aparecen y si no aparecen es por…Eloy se detuvo un momento, me miró consternado. -Discúlpame.- Me dijo, se quitó el sombrero y volvió a sacudirse la cabeza. -Ya vez, a veces me pasa, es difícil desvincularme de aquello, pero bueno, tampoco me desagrada tanto, es decir, me siento bien en gran parte por lo que soy. Por ejemplo, viajé a Rusia y conocí a un tal Raskólnikov, un tipo famosísimo, pero que vive deprimido. Todos los días se la pasa lamentándose, no sé, él está mal, le es difícil desligarse de lo que es, para mí es un poco más fácil, pero también es cómodo saber qué es lo que soy o que fue lo que fui. A ustedes los amigos imaginarios creo que también les va bien con eso, a los fantasmas creo que no, ellos casi siempre viven sufriendo, bueno son almas en pena, si no, no estarían aquí con nosotros.- -¿Dónde estarían?.- Eloy me miró desacertado. -En un lugar dónde no podemos ir.- Respondió y seguimos caminando calle abajo en un incomodo y respetuoso silencio, hasta que Eloy alzó la voz en un momento, declarando que ahí estaba lo que buscaba. Entramos a un bar completamente incandescente, todo iluminado por enredaderas de luces pegadas en las paredes, era un lugar onírico, de hecho ese era su nombre. Eloy me llevaba de la pata diciendo unos diálogos que me parecían incomprensibles (por momentos me parecía que el sujeto deliraba) en el bar convivían de todo: Humanos, animales, criaturas extrañas y animas. Todos invisibles para el ojo humano, todos imposibles de ser reales. Junto a Eloy llegamos a la barra en donde un lobo bípedo que vestía un camisón rosado nos atendió. -A ver, a ver. ¿Y usted quién es?.- Gritó Eloy de forma sarcástica al verlo. Admito que a mí también me produjo gracia. -Ah. Parece que sois nuevos.- Dijo el lobo vestido de abuela y sin otro reclamo le sirvió un vaso de vino a Eloy quien no tardó en perderse por los bordes del vaso de cristal que ahora tenía en sus manos. Luego el lobo recién se percató de que yo también era como él (claro que mucho menos ridículo) y me hizo un gesto de asentamiento. -¿Qué te sirvo amigo?.- Me preguntó, yo mirándolo un poco extrañado quise saber por qué usaba ese atuendo. -Inconsciente colectivo. No podemos manejar esas cosas ¿no? La gente tiene una imagen fuerte de uno y así me he quedado yo, con esa imagen. Al principio me jodía mucho, pero después fui conociendo a otros que les iba peor.- -Pero tú…¿de dónde vienes?.- Quise saber. -¿Es que no lo sabes?.- Me dijo sirviéndome un poco de vino sin que yo se lo hubiese pedido. -Bien, creo que siempre uno se puede encontrar con sorpresas. Soy el lobo feroz.- Me dijo alargando su pata para saludarme, lo hice, pero le dije que aún no sabía quién era. -Soy el lobo feroz. El lobo feroz, el de…ah…el de la caperucita roja.- Cuando me dijo esas palabras creo haberme excitado lo suficiente como para mover la cola con frenesí. -Pero viejo, tu eres una estrella…Le dije afanado. Obviamente en algún punto de la vida de Gabriel había escuchado aquella historia. -Que estrella ni nada. No tienes idea la de parodias y burlas que he tenido que soportar. Además de todos los cambios y alteraciones que la gente ha terminado por hacerme, no señor, yo soy un lobo retirado, elegí salir de ese cuento hace tiempo ya. No soportaba otro cambio más de la versión. Hoy en día los niños ya ni conocen como es en verdad esa historia, tienen la cabeza alterada.- -¿Y por qué te dedicas a esto? -Por nostalgia. Cuando comenzaron a crear el relato de la caperucita, el cuento se transmitía en sucios antros que parecían cavernas con viejos borrachos que bailaban al compás de su miseria. Aquellos viejos eran mucho más serios para conmigo y decían las cosas como eran, nada que después llegaba un leñador y me mataba, nada de que la caperucita se salvaba, no señor, eran buenos tiempos para mí. Tengo buenos recuerdos de esos bares.- -Ya veo.- Le dije mientras saboreaba con más gusto el vino, poco a poco el lugar me empezaba a gustar. Veía a los seres que por ahí transitaban jugar, apostar, beber, follar, todo con total libertad. Era un orgasmo estar ahí.- -¿Oye amigo y tú de dónde vienes? ¿Has estado en Europa? Yo estuve trabajando un buen tiempo allá.- Me dijo el lobo feroz. -Yo estuve en Europa.- Interrumpió Eloy sorpresivamente mientras se desequilibraba de su asiento debido al brusco movimiento que hizo al girarse, ya estaba algo ebrio y después de decir eso se puso a gritar garabatos y a buscar a alguien para pelear. -Tu amigo es un loco. Nunca he visto a alguien así, ni siquiera los que son recordados como borrachos se comportan como borrachos, por lo general se quieren quitar tal estigma.- -No es mi amigo, lo conocí hace poco.- -¿Será un fantasma?.- -Al parecer no. Me dijo que venía de un libro.- -Un personaje de literatura. Que aburrido, no sabes la cantidad de personajes literarios que he conocido en mi vasta vida. A veces incluso me encuentro con algunos que son una mala copia mía…eh, ¿Tú no….- -O no, yo no vengo de ningún libro.- Le respondí inmediatamente, adivinando lo que me iba a preguntar, el lobo pareció tranquilizarse. -Entonces ¿de dónde vienes?.- -Nací de la mente de un tipo que al parecer ya no me quiere.- -Ah, y cómo es eso.- -No sé, siempre pensé que éramos uno, pero supongo que en realidad yo era algo así como su amigo imaginario y ya no me quiere.- -Tienes suerte de seguir vivo, generalmente los amigos imaginarios se pierden.- -¿Se pierden? ¿A dónde van?.- -No lo sé, al olvido supongo.- -¿Y esto qué es?.- -Es lo más parecido a un limbo. Nosotros vivimos, pero no podemos existir. Aquí se reúnen los fantasmas – es decir las almas en pena- , las ideas que han provocado un cambio en la historia, los personajes míticos, los personajes literarios, los recuerdos que se niegan a morir en las personas, incluso, como tú, las ideas obsesivas de algunos mortales.- Me quedé algo triste. Así que no existía, simplemente un eterno vagabundo de las penumbras. -Pues, yo quiero existir.- Dije de pronto. -¿Qué?.- -Eso, quiero existir en la vida de los mortales, hace rato que lo he empezado a desear.- El lobo feroz pareció incomodarse con mi planteamiento. -Amigo, no seas tonto, aquí tienes de todo. Es cierto, no sentimos de la misma forma que los que están del otro lado, de aquellos que nos crearon y sufren por haberlo hecho, de aquellos que nos alimentan al pensar en nosotros, al recordarnos, al imaginarnos. Pero ahora eres libre de eso, puedes estar aquí independiente de ellos. Imagínate, eres inmortal, veras el fin de esta civilización y el principio de una nueva, conocerás más experiencias que cualquiera y si no te gusta como eres puedes cambiar de forma, conozco algunos que lo hacen. Tienes todo el poder contigo, puedes viajar a los mundos que tu quieras, inmiscuirte en las tierras de cualquier lugar, nada esta prohibido, para ti que eres libre ya no hay fronteras, no hay reglas. Aprovecha este mundo, además es imposible ser como los que nos crearon, ¿cómo crees que eso puede pasar?.- Me quedé en silencio, no sabía muy bien qué contestarle, parecía razonable, era verdad, ahora yo era libre, me podía codear con alguien tan famoso como el lobo feroz de la caperucita roja. Quizás no era mala idea conformarse con quedarse en este limbo. -Así que no hay reglas aquí.- Dije con algo de entusiasmo y fue entonces cuando irrumpieron en el bar dos sujetos vestidos con abrigos largos de color negros. Ambos llevaban gafas y se veían prominentes, absolutamente intensos, parecían estrellas y en su paso dejaban una huella de fuego que quemaba a quien osase mirarlos. Luego se aproximaron uno al lado del otro y extendieron desde su espalda lo que parecían dos alas enormes que al momento de abrirse iluminaron el lugar de una forma tan cegadora que las luces de neón con forma de enredadera que llenaban las paredes del local quedaron obsoletas ante el fulgor prominente de estos sujetos. -Mierda ¿qué hacen ellos aquí?.-Le escuché de pronto decir a Eloy que avanzaba con dificultad a la mesa, parecía que la luz lo aspiraba, él se aferraba con fuerza a los fierros que tenía más próximos. -¿Quienes son?.- Dije intentando aferrarme a lo que tuviese más inmediato, pues la luz (que ya nadie osaba enfrentar con la mirada) también me absorbía. -Son los policías de miechica que vienen a joder a uno aquí.- Respondía Eloy aferrándose a duras penas.- -Pensé que no habían reglas aquí.- Le recriminé al lobo feroz, éste me miró con algo de furia, parecía que no le gustaba ser contradicho. -Se supone que no. ¿Qué mierda pasa?.- Dijo y emitió un aullido que no pudo ser lo suficientemente potente para ser escuchado, pero yo lo escuché y me llené de miedo ante tal aullido, luego todo se volcó en esa oscuridad que ya no parecía incomodarme del todo, pero los minutos no fueron crueles y al poco rato pude ver una sala blanca, completamente blanca. Me encontraba sentado en una silla. Dos sujetos entraron a la sala, parecía que simplemente se habían aparecido ante mí, no me pude percatar bien de eso. Llevaban gafas oscuras y abrigos largos, eran los mismos que habían arruinado todo en el bar. De pronto uno hizo aparecer en la palma de sus manos una carpeta negra, la abrió y se puso a revisar unos papeles mientras el otro no me quitaba la vista de encima. -Bien, bien, ¿qué hay aquí? Aja, este personaje fue creado por Gabriel Llamas en el año…Lentamente comenzaron a relatar todo lo que había sido mi vida hasta el momento en que había pisado el bar Onírico. -¿Puedo saber quiénes son?.- Dije con mi tono más humilde, el tono más vergonzoso que un lobo podía permitirse, tanto que los tipos soltaron una carcajada, entonces el que me vigilaba se acercó a mí y me dio una bofetada, no fue muy fuerte, pero sí lo suficientemente dura como para infringirme algo de pesar. Luego se sacó las gafas y se puso a hablar. -Escúchame. No me gustan las mierdas como tú. Son malas, arruinan la vida de las personas y no sirven más que para incentivar el ocio. Odio a la gente ociosa, ¿sabes en lo qué termina la gente ociosa? ¿No lo sabes? ¿Tú lo sabes Azrael?.- Miró al que observaba la carpeta quien sonriendo movió la cabeza en sentido negativo. La voz del que me retaba sonaba como la de un locutor profundo. -Terminan en la nada, jodiéndole la vida quizás a cuantos más. Por eso detesto cuando seres, ¿Cómo decirlo? Cuando seres esquizofrénicos como tú se vienen empoderar. Y para que lo sepas, somos ángeles, yo soy Daniel y el es Azrael.- -¿Y qué me van hacer?.- Dije por primera vez nervioso. Los ángeles realmente se veían temibles. -Tienes un nombre muy original, eh. Lobo. Pero parece que no tienes buen olfato.- Dijo Daniel volviendo a ponerse las gafas y alejándose de mí. Azrael que parecía algo más tranquilo y benevolente se quitó también las gafas y me explicó la situación en la que estaba. -Veras…eh…Lobo. Has violado una ley sagrada, te has separado de tu creador estando él aún vivo. Y bueno, de repente eso pasa en algunos casos, pero en el tuyo no puede ser porque tu creador no te ha dado el consentimiento de entregarte a la opinión pública.- -¿Qué quiere decir?.- Me exalté, pues el tono de Azrael era lento y meloso, tanto que daba sueño. -Pasa que no eres Harry Potter, no eres tan famoso como para mandarte solo estando tu creador vivo.- Me explicó Daniel en un tono más agresivo que en realidad agradecí. -En conclusión, no tienes permiso para separarte de él.- Selló el caso Azrael -Pero él me liberó, es decir, ya ni siquiera me habla, ya ni siquiera pensamos lo mismo… -Sí, sí, sí. Pero mientras esté vivo le perteneces y todavía tendrán una mínima conexión con sus pensamientos. Así que olvídalo.- Me recordó Daniel. –Mira yo soy de exterminar la basura de inmediato, pero como las reglas no las creamos nosotros y esta es la primera vez que te agarramos haciendo algo indebido simplemente te irás con una advertencia, pero si te pillamos de nuevo, te juro que te irás al baúl de los no recuerdos.- Me gritó Daniel, luego se rieron un rato. Azrael felicitó a su compañero por el chiste. -Sí, es bueno porque en el baúl de los no recuerdos, nadie lo podrá recordar. ¿Muy buena no? Anótalo para la próxima mierda que agarremos. Eh, este tipo todavía sigue aquí. Mándalo a casa Azrael.- Acto seguido Azrael abrió sus alas y nuevamente la luz cegadora y aspiradora me consumió, cuando pude abrir los ojos ya sin dolor, estaba en la habitación de Gabriel, él dormía en su cama, se veía contento. Faltaban pocas horas para que amaneciera. Lo contemplé con algo de tristeza. Pensé que era libre y aunque al principio aquello me había aterrado ahora de verdad lo deseaba. Aunque lo había pensado antes ya lo había olvidado frente a la cuasi libertad que me empezaba a enfrentar. Ahora veo que no hay otra opción, lo que pensé en un momento ahora debe realizarse. Sí, Gabriel debe morir. Por mi libertad total.- Licencia Creative Commons
Oscuridad y silencio por Nicolás Aravena se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-SinDerivadas 3.0 Unported.

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