jueves, 10 de enero de 2013

Cap 1: La llegada a la región del mar (ULTIMA PARTE)



  • Estaba que me corría, mi hambre sería saciada. Quité el pene del ano de la chica, le dije que se quedase de espaldas  y se sostuviese con sus manos, que levantase un poco las rodillas para yo ponerme bajo su cuerpo. Así le puse mi pene a la altura de su boca, le pedí que me lo succionara mientras yo (levantando un poco la cabeza) le realizaba un completo anolingus. Mi lengua pasaba deliciosamente por su ano estimulando aun más sus zonas reactivas de placer, lo sé porque ella chupaba audazmente mi falo. El acto duró poco, pues rápidamente me corrí en la boca de la chica. El semen se desparramo como una explosión, fue tan fuerte que Isidora incluso se atragantó.





Hambre.

El hambre me corroía por todo mí ser, sentía una picazón consistente, caliente. Sentía que mi espalda se desarticulaba. Poco a poco me daba cuenta de lo inmaterial que era, de que mi cuerpo era una forma prestada únicamente por la imaginación de mi amigo. A Gabriel mismo lo veía alejarse, desvanecerse, aunque en realidad era yo quien se perdía en un umbral en donde ya casi nada se podía identificar por su unidad, por su misterio, por su conmoción. Era cierto, estaba adoptando mi realidad irreal, empezaba aceptar el mínimo espacio de vida que tenía. Estaba con hambre, mis orejas puntiagudas se retorcían hasta caer laxas, mis dientes filosos se fundían con mis colmillos provocando que mi hocico poco a poco desapareciese. Mi nariz ártica se va perdiendo ante la risible proporción que mis fosas nasales van adquiriendo, lo peor y más horrible es que mi cola se va quemando como si fuese la mecha de una bomba, sé que cuando se consuma me perderé en algo peor que la oscuridad en la que antes Gabriel me había encerrado.

Por otro lado mi amigo se encuentra confundido, ayer no durmió, sus ojeras lo acusan de grandes pesadillas en estado consiente. Los nervios, la sequedad de boca, las uñas mordisqueadas, tanto las de las manos como las de los pies. Todos, todos son indicios de crisis, pero yo también me estoy hundiendo y lo más probable es que terminemos en un gran daño. Es que mi hambre parece afectarnos a ambos. No importa más, creo que la situación lo amerita, debo posesionarme de su cuerpo, de su conducta y emociones, sólo por un rato. Aceptaré los riesgos, no puedo desaparecer, el hambre me  mata y como lobo debo sobrevivir. El EROS antes que todo debo decir. Ahora Gabriel esta durmiendo, débil, agotado, sin ganas de despertar. Sin duda que los hechos de ayer algo parecieron afectarle ¿Quién sería aquella muchacha que tanto seguía? ¿Por qué lo hacía con esa obsesión indescifrable?   Me resultaba extraño entenderlo, pero ahora no quería hacerlo. Debía poseerlo, quizás hasta él mismo era quien me obligaba a poseerlo. Me adentré en su cuerpo, por un día Gabriel sería como yo y yo sería real. Unas horas después desperté y mi mirada estaba en los ojos de Gabriel, mi amigo estaba terriblemente asolado, ni siquiera se opuso o se dio cuenta de esta violación. Ahora usaba el cuerpo de Gabriel para desplazarme, entendía el mundo con sus sentidos, vivía según su paradigma. Debía aprovecharlo mientras durara.

“Imágenes de la calle Juan Cage. Comienza en una diagonal y se extiende hasta el sur, es una calle larga que nunca he transitado completamente porque dicen que más allá hay un campamento de indigentes y es peligroso pasearse por ahí. Yo pasó todos los días por esa diagonal y observo el nombre de la calle en esos postes negros. Al sur, Juan Cage, al norte Juan Zorn, yo voy a Zorn porque para allá queda mi colegio y odio ir a el, pero tengo que hacerlo porque mi papá es maestro y sabría si empiezo a faltar.
Aun tengo pesadillas con el lobo, se me aparece por  las noches y dice que me comerá. No quiero ir al psicólogo aunque me temo que pesadillas con Lobos es un problema serio ya a los once años y vaya que son cada vez más comunes, más reales, el lobo me habla y casi me toca. Pero no quiero ir al psicólogo, no, no quiero ir de nuevo. Maldición, todo  por culpa de ese sacerdote asqueroso que abusó de mí cuando a penas era un niño. Desde entonces mi vida ha sido un mero lamento.”

Lo malo de este estado es precisamente tener que convivir con los flashazos que Gabriel almacena en su memoria, de vez en cuando son chispazos simples, como detalles del día anterior, nombres, números, fechas y cosas así, pero a veces me atormentan recuerdos gigantescos. Recuerdos que empiezan con una simpe imagen, pero que conllevan toda una reflexión, como si la rama de un árbol tomará vida propia. Aún no logró distinguir si esas reflexiones son parte del recuerdo mismo o son ecos del pensamiento de Gabriel en su actual estado semi-vegetal. Como sea influyen en mí.

El hambre se me iba pasando a medida que más visible era al mundo. Caminaba por las calles, sentía el suelo, el piso duro, el eco de las pisadas. Era maravilloso sentirse real. De pronto un impulso vehemente me agarró desde las piernas, el falo de Gabriel se dirigía sin control hacía las féminas que pasaban por la calle, era una cosa sin escrúpulos, se erectaba tan descaradamente que corrí a sentarme a una banca de la plaza  para disimular ese enorme bulto. De pronto comencé a sentir las ganas de saborear el sexo opuesto, toda mi voluntad se dirigía a ese recóndito deseo y mientras más lo imaginaba, más hambre saciaba y más deseos aparecían. Muy pronto los deseos comenzarían a controlarme.

“La imagen de Capuso golpeándome hasta sangrar en los baños del colegio es una imagen casi cliché. El bravucón abusando del introvertido, del callado, del menospreciado, del que se la pasa en un rinconcito haciendo dibujos sin futuro en los cuadernos. El matonaje estudiantil era una de mis realidades frecuentes, pero esta vez Capuso me estaba golpeando por algo más hondo. De hecho estaba pronto a dejarme inconsciente, mi sangre ya ha sido regada en la cerámica del baño. Los cómplices de Capuso se han ido, asustados por el descontrol que su líder mostraba. El bravucón se ensañaba sin piedad, mostrándome, sin dejarme respirar, sus nudillos  sobre mi rostro. Una y otra vez me golpea, la cosa no acaba. Caigo exhausto, intento reponerme, levantar e incluso pelear con el grandulón que tengo en frente, pero Capuso tiene el ingrediente secreto de la rabia en sus ojos y ante eso no parará de machacarme hasta verme muerto y muy pronto lo estaré. Caigo al suelo finalmente, el infeliz sigue pateándome, después me ayuda a levantarme y me restablece de pie sólo por el gusto de darme otro puñetazo que me deja en el suelo nuevamente. El golpe contra el piso ha cortado parte de la superficie de mi oreja, mi boca esta hecha un cadáver. Mis músculos no responden, siento que la sangre escapará en una gran fuga en cualquier momento y me quedaré seco. Por suerte llegan los profesores a interrumpir todo, agarran a Capuso que ya esta listo para darme el golpe final. Entre varios profesores logran reducirlo y corren a asistirme. Capuso me lanza maldiciones con justa razón “¡Era mi hermana, monstruo, mi hermana y tú le hiciste eso!” desde lejos puedo verle sus lágrimas de impotencia. Capuso ese día seguramente me hubiese matado, gracias a Dios no lo logró, yo  sólo tenía diecisiete años, aunque quizás hubiese sido el mejor momento para morir”

Caminé muchas horas por las calles, era agradable sentir el aire en los orificios, pero a medida que el día avanzaba mis ganas se duplicaban. No pude más, estaba decidido a hacerlo, me paseé por todo el centro buscando mujeres, inspeccionándolas, olfateándolas si se podía. No quería tirarme en una si no en cien, estaba en un verdadero conflicto interno, poco a poco los preceptos de la estrecha moral burguesa no me ataban, poco a poco era yo quien manejaba mis volúmenes, de pronto escuchaba a lo lejos la voz de Gabriel pidiéndome que lo sacara de la oscuridad, pero yo no podía hacer eso. Gabriel parece que nunca ha entendido que el único con la clave de libéralo es él mismo, yo sólo me puedo descontrolar, es parte de mi naturaleza. Las lúdicas plazas de la región del mar me hicieron estacionarme en mi búsqueda. Me quedé en una plaza gigantesca, llena de negocitos de comida rápida y puestos de artesanías, había un café en una esquina en donde se encontraban aparcadas al menos cuatro motocicletas, un mimo realizaba ridiculeces en otro punto de la plaza mientras que en otra esquina un gordo gitano se ponía a cantar rumbas haciendo un espectáculo vergonzoso por su pobre capacidad vocal. Yo me quedé quieto en una silla, miré a un punto fijo, al centro de la plaza en donde se encontraba la gran pileta con la estatua de una gigantesca gaviota que abría sus alas. El pico y la mirada del pájaro apuntaban hacía el mar, hacía el lugar que tanto adoran volver esas aves. Muchas mujeres se paseaban por ahí, de todas las edades y formas, era un crisol de mujeres que incluso opacaban el transito de hombres, ¿será que las mujeres prefieren caminar por la luz y los hombres por la sombra? Como sea, mi mirada se posa en todas y finalmente una acoge mi presión. Mis ojos se cruzan con los de una joven y flaca muchacha de ropas grises, cabello largo y oscuro, de cara algo alargada. Está sentada a orillas de la pileta, me mira y reconoce que mis ojos son de deseo, tal vez un poco incomoda por esa deducción decide irse del lugar llena de nervios. Yo también me levanto de la banca y me apuro a seguirla. La luz del medio día comienza ya a estirar la sombra de los arboles y edificios. He traspasado la plaza tras su rastro, el caudal de gente por todas las calles me obstruye la persecución, mas el nervio que siente la chica de ser acechada por mí es algo que me permite localizarla inmediatamente entre el tumulto. A lo lejos suena el bocinazo de un barco que se asemeja al pitido de un tren.

 “Un tren, de eso tengo un recuerdo tan evocable. Siempre viajábamos en tren para ir a ver a mi abuela al campo. Era más económico irse por ese medio, pero también más lento. Sin embargo, esta vez el paisaje repetitivo de las casas y campos que existen en el camino hacía el sur no lograron aburrirme, debe ser mi mente la que no me deja tranquilo. En frente tengo a mi madre quien con un rostro severo me vigila, ahora soy un criminal. Aún me duelen los golpes que Capuso me dio hace seis meses, no lo puedo culpar, su hermana murió por mi culpa. Bueno, ella se suicidó, nunca sabré de qué forma, algunos dicen que colgándose, otros que lanzándose desde el décimo piso de su departamento, otros que incluso se martilló la cabeza hasta que  reventó. No sé ni he querido saber, ya con haberla violado siento que me he  ido al infierno. Desde que le hice eso he pensado mucho en mi futuro, si acaso eso continuará persistiendo. Hablo de un futuro común y corriente, un futuro en el que pueda ir a la universidad, conocer una linda chica, casarme, tener hijos, trabajar en algo que me guste. Parece que ya no tengo derecho a eso y quizás es lógico, lo más lógico es que mi destino se acabe aquí a una semana de cumplir dieciocho años. Una vez entrado en el lado oscuro no se puede regresar, reinsertarse es una fantasía, pues siempre funciona ese gen maligno que me impulsó a hacer lo que hice, violar a Sofía. No sé si soy malo, o si soy una victima de las circunstancia. Si el hecho de que un sacerdote me haya violado a los seis años habrá desencadenado todo esto. No sé, lo único que puedo entender es que mi vida se fue a pique y ya no me importa, soy como los paisajes que muestra este tren tras su ventana, pasajeros, sin importancia, basta que una bomba caiga aquí para que todo el campo quede reducido a la nada. Así está mi vida ahora, dispuesta en la nada, no quiero hacerle mal ni bien a nadie, sólo quiero sentarme y contemplar los campos del sur que evocan al aburrimiento más absoluto. Puede que lo mejor sea esto, después de todo me salvé de la ley gracias a mi tío, quizás sea lo único que pueda hacer ahora, irme al campo de mi abuela y vivir ahí. Me preguntó si la naturaleza me perdonará.”

Continuó en mi persecución, la muchacha ya sabe que la sigo con un objetivo claro, sus nervios me lo dicen, a pesar de que se mete por galerías de manera azarosa yo no la pierdo de vista y si lo hago su torpeza me permite volver a encontrarla fácilmente por la calle. Por unos momentos siento algo de miedo de que ella se tope con alguien o decida encararme frente a todos, pero no, se nota que los nervios la tienen agarrada hasta la última mecha, ella no tiene idea qué hacer excepto caminar una y otra cuadra sin descanso. De repente comete un error, se va a pasear por una plaza donde confluye poca gente. Hay mucho arbusto donde esconderse, no pierdo la oportunidad, me adelanto hasta llegar a su lado, le tomo el brazo, ella se resiste, pero no grita, a lo mejor aún cree que la dejaré ir, su actitud me da cierta confianza por lo que la lanzo al pasto y me tiro sobre ella. Le tapo la boca, ella se pone nerviosa, intenta desprenderse del peso de mi cuerpo. Le lamo el cuello con vehemencia mientras que con una mano me desabrocho el cinturón y me quito los pantalones. Rápidamente me saco los calzoncillos y sin dejar que la muchacha haga alguna acción le lanzo un viento cálido sobre su oído, era mi aliento que bajaba por todo su cuello hasta desembocar en la comisura de sus senos que le besé frenéticamente.  Entonces lo siento, la muchacha se excita. Sus pezones se endurecen y ella misma me ayuda quitándose los pantalones. El pasar de la gente que transitaba por ese tranquilo parque nos encrespa los pelos por el rubor que es sentirse expuestos. Ella se afirma sobre mis hombros mientras yo continuo usando mi lengua para recorrer sus hombros, sus labios y su nuca, no sigo demorando y la penetro enseguida.
-Sí, que duro, tu pene parece de acero.- Susurra ella seguida de brutales gemidos. Yo vuelvo a taparle la boca y esta acción hace que el pene entré con más dirección hasta tocar un punto también duro, pero a la vez cálido.

“Ese día la acompañé hasta su casa, era de noche. Hace poco había adquirido la licencia  y pese a que necesitaba estar en la compañía de un adulto para conducir, igual saque el auto por mi cuenta. Éramos yo y Sofía los que íbamos ahí. De pronto estacioné el auto, aún estábamos lejos de su casa, teníamos colegio al día siguiente así que no debíamos llegar tarde. Entonces el lobo susurro a  mis oídos. HAZLO me decía. Baje los seguros del auto para que ella no pudiese escapar. Miraba con miedo al lobo que me aseguraba con sus ojos que todo saldría bien, entonces en un brusco movimiento golpeé a Sofía…”

-Me gusta, me gusta, sigue.- Prorrumpía la jovencita explotando en orgasmos, su vagina chorreaba mucho por acción de la dilatación. A pesar de que todo había sido rápido, ella no terminaba de pedir más y a mí me costaba tranquilizarla así que comencé a asfixiarla mientras la excitaba con mi penetración intensa, esto le produjo más placer todavía, pero  al menos no hacía tanto escándalo. Sus ojos se volteaban a una profunda y rotunda voluptuosidad.

Ella gritaba de terror, mas nadie podía oírla. Manoseé todo su cuerpo con torpeza y brutalidad. Apreté sus senos virginales mientras ella simplemente lloraba y suplicaba una salvación. Yo no le decía nada, no quería decirle nada, simplemente quería atacarla como el lobo lo haría. Así que tironeé sus ropas hasta rompérselas. La abofeteé para que se quedara tranquila y le desprendí sus cuadros. Con tímida confianza la penetré, al parecer ella no sentía nada; sin embargo, pude romper su himen. Con algo de miedo quise eyacular, pero el semen se me atascaba en la punta de la verga, al parecer no estaba tan excitado como quería. Los sollozos de Sofía me intranquilizaban, la abofeteé una vez más, su rostro ya dejaba ver un consistente moretón. Frente a ella me masturbé con violencia. Finalmente logré eyacular lanzándole el semen en su rostro, las lágrimas de Sofía se mezclaban con el liquido de mi sustancia que la recorría de manera invasiva, sus ojos estaban completamente descolocados, ya no tenía reacción de pena, parecía indiferente a lo ocurrido, estaba incluso ida aunque yo también. Ni cuenta me di cuando logró abrir el seguro del auto y cayó al suelo para vomitar.”

Continué entrando y saliendo, comprendí que a ella le gustaba lo que le hacía. De pronto se puso de espaldas para que le diera en medio de las nalgas, quería gozar del porte de mi pene  por otras cavidades. Le gustaba estar sudada. Se quitó ella misma la ropa. No opuso resistencia después de unos cuantos minutos. Comencé a entrar por esa abertura tan estrecha, pude notar un lunar cerca de su nalga izquierda. Y empecé. Las nalgas se le movían como el batir de alas de una mariposa, ahora sin tapujo alguno la muchacha gemía con todo su ser, intentando expresar de aquella manera la excitación contenida en su vientre o en su culo. Traté de posicionarme de una manera más optima, le pedí que se posara sobre sus rodillas, levante un poco mi pierna, quería entrar muy profundamente, entonces levante mis brazos para afirmarla bien de la cintura. Podía comprender que tanto su útero como su perineo se contraían debido a las sacudidas que le brindaba. Realmente la muchacha estaba caliente.
-¿Cómo te llamas?.- Le pregunté algo cansado mientras continuaba dándole con fiereza.
-Isidora ¿y tú?.- Respondió tras una cortina de gemidos. Me quede callado un rato, realmente no sabía qué nombre decirle, no quería pensármelo mucho. Fui con mis dedos sobre su clítoris, pase la yema de mi anular sobre esa bolita que tanto placer les produce a las féminas, poco a poco mi dedo estaba húmedo y chorreado.

“No sabía bien que hacer. Después de que vomitó en el suelo caminó unos metros y se sentó sin señal alguna de reacción. En cuanto a mí aún me costaba comprender el fuego con el que me estaba quemando, el lobo me observaba desde el asiento trasero.
-¡Qué! Hice lo que me dijiste.-
-La violaste.- Me acusó.
-Tú me lo pediste.- Le reprendí.
-No es cierto, no te pedí nunca algo así, te das cuenta lo que nos pasará.-
-No fue mi culpa, tú me obligaste.-
-Nunca te puse una pistola en la cabeza para que lo hicieras.-
-Tengo miedo, Lobo.- Le dije completamente temblando.
-Está bien, yo no te dejaré, pero tienes que entender que esto que acabas de hacer te perseguirá por siempre.-Comenzaba a ver que el lobo adoptaba una forma muy consistente, lo veía ya no tan transparente como antes. Es más, de a poco el lobo había ido adquiriendo más color, más poder, más voz.
-Escapa, escapa ahora.- Me sugirió, le hice caso y arranqué el motor del auto. Dejando a Sofía ahí sentada en el pasto, completamente absorta en algo que yo no podía entender.”

Estaba que me corría, mi hambre sería saciada. Quité el pene del ano de la chica, le dije que se quedase de espaldas  y se sostuviese con sus manos, que levantase un poco las rodillas para yo ponerme bajo su cuerpo. Así le puse mi pene a la altura de su boca, le pedí que me lo succionara mientras yo (levantando un poco la cabeza) le realizaba un completo anolingus. Mi lengua pasaba deliciosamente por su ano estimulando aun más sus zonas reactivas de placer, lo sé porque ella chupaba audazmente mi falo. El acto duró poco, pues rápidamente me corrí en la boca de la chica. El semen se desparramo como una explosión, fue tan fuerte que Isidora incluso se atragantó. Yo me quedé de cabeza en el suelo, ahora mirando su ombligo, entonces por algún impulso extraño me observé la palma de mi mano.

“-Es hora de que te vayas.-Le dije al lobo mientras subía el balde con agua del pozo que estaba cerca de la casa de mi abuela. El lobo no me respondía, desde que habíamos llegado a este campo deshabitado de todo y todos, sus energías se habían reducido. Mi abuela, la única que cree en la presencia del lobo en mí, me ha ayudado para ir acallando al demonio que está dentro. Todos los días me la pasó leyendo y haciendo ejercicio, abuela dice que pronto me enseñará a tocar piano y guitarra. Yo entiendo que la cosa es gastar la mayor cantidad de tiempo posible, que no tenga espacios vacios que el lobo tenga oportunidad de  llenar; sin embargo, estoy por primera vez dispuesto a que ese ser desaparezca de mi vida.
Definitivamente el lobo se ha debilitado desde que llegamos aquí, antes, el aparecía y desaparecía cuando quería o me conducía a donde le placiera. Ahora su autonomía ya no es tan suprema, poco a poco he comenzado a manejar mis instintos. Estar en el campo es lo mejor que me ha pasado, ahora lo comprendo, puedo acallar a esa bestia cuando lo dese. No es él quien debe tener el control. Mi vida se rige bajo mis principios yo maniobro el timón de mis destinos. He logrado realizar muchas más cosas solo de las que hice en compañía del lobo, cada día me arrepiento por haberlo escuchado y rezo para no estar completamente condenado. Rezar es una buena vitamina. El lobo ya no me puede absorber, quiero que se vaya. Antes tenía miedo a estar sólo, ahora nunca más estaré sólo, basta con mi puño para seguir andando. No te necesito, no te necesito. Cuando ya logré subir el pesado balde desde el interior del pozo, me di cuenta que el lobo ya no merodeaba. En mi mente tampoco estaba. ¿Había desaparecido? Sí, lo había hecho desaparecer. Yo mismo lo había esfumado. Por fin me di cuenta que una vida por más dura que sea, vale más que una vida de fantasía. Adiós lobo, adiós para siempre”

¿Es que todo ha terminado? Lo he recordado todo, absolutamente todo. Estar manejando a Gabriel me hizo comprender el por qué de los días en ese encierro oscuro y claustrofóbico. Ahora recuerdo cuando aparecí por primera vez ante los ojos del pequeño Gabriel, como lo acompañé durante toda su niñez. Sí, el era un niño enclenque y vulnerable, nadie le hablaba y él a nadie se le acercaba. Yo lo acompañé por años. Recuerdo también cuando violó a esa pobre chica. Recuerdo que él creía que fui yo quien lo insté, recuerdo cuando lo llevaron al campo de su abuela y ahí poco a poco fui desapareciendo hasta encontrarme encerrado en esas paredes negras de silencio absoluto. Pero por alguna razón seguí existiendo en ese inconsciente, porque dentro de todo lo irreal que soy tengo una escaza realidad dentro de la vida de mi amigo, por eso lo llamo amigo. No sé si soy yo o él el que ha cometido los errores, no sé realmente cuánto de autonomía tengo frente a la mente de mi amigo, lo único que sé es que nuevamente estoy en lo oscuro y veo como Gabriel me entierra hasta cubrirme de una completa y abundante negrura. El silencio vuelve a someterme, ¿Quizás llegué muy lejos? Pero tenía hambre, soy un lobo que también necesita poder. Todo este tiempo estuve esperando que Gabriel me liberase, de hecho esperé sin esperanza alguna de lo que esperaba, simplemente esperé porque no me quedaba otra, porque no pude morir, de hecho morir no es una opción. Seguramente lo que pasará ahora es que Gabriel tomará conciencia de sí mismo y me enterrará en su inconsciente, rellenando de arena una tumba. Creo que nuevamente, este es el adiós.

¿No sé por qué  Gabriel me sacó de ahí? Quizás para esto, para volver a enterrarme. Creo que no entiendo a Gabriel. Ahora termina de enterrarme, pero esta vez me ha dejado un pequeño orificio por donde puede entrar la luz, es muy mínimo y no me deja ver nada, pero al menos en algo opaca esta profunda oscuridad. Entonces, sin poder moverme, pues mi cuerpo ha vuelto a ser encadenado me quedo mirando fijamente aquel punto de luz que mi amigo me ha dejado.-



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miércoles, 9 de enero de 2013

Cap 1: La llegada a la región del mar (III Parte)




Tercer día.

Mi amigo se levantó bastante temprano. Se vistió con una energía vigorosa, se puso buzo y se calzó unas viejas zapatillas blancas. Cuando a penas se asomaban los somnolientos transeúntes Gabriel salió a trotar por la costa, mientras trotaba yo lo seguía y miraba a la gente pasar en sus autos o bicicletas, algunos caminaban y otros también corrían bordeando la hermosa costa de la región del mar. Arriba de unas rocas, cercanas a un peligroso acantilado, Gabriel vio que una persona hacía el gesto de lanzar una caña a las olas del mar, una caña invisible. La marea golpeaba aquellas rocas formando cientos de chispas de agua helada que bañaban al pescador. Gabriel consideró aquella hazaña como temeraria y se lo advirtió al sujeto quien al girarse notamos que se trataba de una mujer bastante gorda, en realidad era una de esas mujeres que despreocupan su aspecto frente al paso de los años. Tenía toda la fisionomía de un hombre si no fuese por sus exuberantes y caídas tetas.  

Ante la gran sorpresa, el musicólogo tuvo la intención de excusarse y seguir su camino, pero la mujer con tono dulce, casi maternal, nos dijo: “Aquí no hay nada que pescar joven”
-¿Entonces por qué está pescando?.- Preguntó mi amigo con respeto.
-Una vieja costumbre. Usted no es de por aquí ¿verdad?.- Le respondió la mujer con una inflexión muy relajada en su voz. Aquella sensación se maximizaba mucho más al escuchar la sutil lluvia de chispas que se levantaban  por el golpe de las olas contra las rocas.
-No, llegué hace dos días.- Respondió sonriendo, él no lo notó, pero había dejado de correr.
-Le debe gustar mucho trotar, para hacerlo tan pronto.-
-Jajá, no es tan así…es que… es que estoy buscando a alguien.- Aquellas palabras me sucumbieron en una completa marginalidad. ¿Qué era lo que Gabriel quería hacer? ¿Realmente buscaba a alguien?
-Siempre alguien se pierde en la región del mar.- Agregó la señora mirando solemne al cielo. -¿No gusta tomar desayuno conmigo?.- Sugirió amablemente. Mi amigo se sintió incomodo, pero indudablemente la gentileza con que la mujer le hablaba lo dejaba absorto en un mar de regocijo. Cerrando los ojos con un gesto de desapego decidió aceptar la oferta.
-Bien, pues pase.- Ofreció la mujer. Gabriel quedó incrédulo ante esto, pues aquello significaba saltar la pequeña reja que separaba la vía de transito de los peatones de las peligrosas rocas golpeadas por las olas del mar, aún así, al ver que la mujer no daba atisbo de moverse del sitio en que estaba, mi amigo decidió saltar e ir donde ella. Cuando se acercó, la mujer le agarró fuertemente de la mano (por unos momentos el miedo se apoderó de Gabriel y creyó que la mujer era una loca que lo tiraría al mar) (nuevamente pude entrar en sus pensamientos) y lo guió por un camino lleno de rocas que daban hacía una cueva. Gabriel procuró no resbalarse, pero le fue imposible, mas la mujer tenía capacidades sorprendentes para adherir sus pies a las densidades rocosas y resbaladizas. Seguimos bajando hasta llegar a una pequeña bahía que se escondía entre toda esa montaña de rocas. Ahí había una cuevita. Una carpa de camping bastante grande se encontraba establecida frente a esta. Inmediatamente salió un perro negro gigantesco a recibirnos, comenzó a ladrarle irremediablemente a Gabriel, la mujer trataba de calmarlo de alguna forma. El perro mostraba amenazante sus colmillos, tanto Gabriel como yo sabíamos la razón de ese comportamiento, mi presencia. La mujer al no encontrar solución para tal alboroto amarró al animal a un pequeño mástil que tenía plantado sobre la arena. Invitó a Gabriel a pasar a la carpa, adentro tenía una pequeña mesita con dos sillas. La mujer ofreció asiento a mi amigo y luego extrajo fuego de una lámpara de cera que ya estaba prendida. Con la improvisada antorcha se dirigió afuera para encender un fogón y así hervir el agua para el té.  En su ausencia, recorrimos con nuestros ojos la “casa” observando los pocos cachivaches que se amontonaban, simplemente tazas de lata, algunos recipientes plásticos, pero lejos lo más misterioso era un tablero grande que tenía dibujado un polígono  en el.
-Soy Clarita.- Se presentó la señora al volver, mi amigo hizo lo mismo dándole su nombre y procedencia. Ella le ofreció pan calentito y él acepto.
-¿Hace cuanto vive aquí Clarita?.-
-Once años ya. Y tú a qué te dedicas.-
-Soy músico y también investigador musical.-
-Ah, que interesante. Voy por el agua.- Al dejarnos solos nuevamente mi amigo no se aguantó la curiosidad y fue a revisar el extraño tablero. Era un polígono de nueve puntas y tenía en cada vértice caracteres escritos así como líneas de diferentes colores que se desprendían de un vértice y caían en otro. Parecía sacado del bolsillo de una bruja. Clarita sorprendió a mi amigo hurgando en aquel extraño tablero.
-Es un eneágrama.- Dijo sin molestarle aparentemente la curiosidad de Gabriel.
-¿Y para qué sirve?
-Para ser una mejor persona en el mundo. Cada vértice corresponde a un aspecto de la personalidad que se puede superar. Todo parte por el azar, se lanzan dos dados cuyo resultado arroja un enfoque sobre ti y a raíz de eso se parte de un vértice en donde se tiene poco de un aspecto y mucho de otro. Entonces ese vértice en donde está tu aspecto débil o cualidad débil se traza hacía otro punto y hay que trabajar para alcanzar ese nuevo punto y así ad infinitum, nunca se termina, por años sigues lo mismo…hasta que siguiendo los caminos correctos llegarás al centro del eneágrama.-
-¿Qué ocurre cuando se logra eso?.-
-Se supone que cuando se logra eso, uno ya se encuentra en condiciones de ser una persona completamente libre.- Mi amigo miró con mucho interés el tablero de madera.
-Que interesante.- Dijo.
-Si quieres te lo puedes llevar.-
-¿En serio?.-
-Sí, pero no ahora, te molestaría mucho llevarlo mientras trotas. Mira, siéntate y te explico como funciona. Otro día o más tarde vienes por él.- Y así estuvieron por un rato. Ella le enseñó el funcionamiento de la maqueta. Le mostró unos dados que servían para caer en un “punto de inicio” lo cual sería el aspecto primerizo que se debía mejorar, al mismo tiempo que se ubicaba en otro carácter, el cual sería su cualidad más poderosa. Aquella cualidad poderosa sería la “meta” a la que la cualidad débil llegaría mediante los múltiples caminos que el desarrollo personal llevaban a uno. Finalmente la cualidad poderosa servía como un referente de llegada para la cualidad débil ya que al final la cualidad débil se establecería en otro vértice convirtiéndose así en la nueva cualidad poderosa y la antigua cualidad poderosa pasaría hacer la nueva cualidad débil y así hasta que en algún punto ambas cualidades llegasen al centro del tablero.

Luego de una cordial despedida Gabriel continúo trotando por la costa. En un momento de cansancio (porque a mí también me cansaba su esfuerzo físico) le pregunté  si era necesario seguir buscando lo que sea que estuviese buscando, pues ya era tarde y se había pasado prácticamente toda la mañana en eso.  Desconsolado mi amigo me dio la razón y partió hacía la casona.
-Yo que tú tendría más cuidado en ese lugar.- Le advertí mientras íbamos subiendo la pendiente del cerro.
-¿Por qué?.-
-Hay fantasmas y parece que asesinaron a alguien ahí.- Le contesté con honestidad, Gabriel me cuestionó un poco el asunto, le aclaré como fue que supe del hecho, comentándole mi encuentro con el niño y posteriormente el hallazgo del cuerpo escondido bajo las tablas de las inmensas escaleras.  Gabriel pareció entender todo.
-Pues, creo que dices la verdad.- Respaldó. –Fue como cuando encontraste ese espíritu del hombre ahorcado en el comedor del colegio.-
-¿Te acuerdas de eso? Fue hace tanto tiempo. Por lo menos para ti.- Le dije ridículamente agradecido. Él me sonrió, evidentemente también yo le traía momentos memorables.
-Fue toda una hazaña pasar la noche en el colegio, solos tú y yo para encontrar a ese espíritu. Nunca había tenido tanto miedo en mi vida. Pero fue genial, me acuerdo que el nochero nos…bueno, me encontró en la cafetería robándome los postres. Esa leche asada era exquisita.- Mientras Gabriel me hablaba, yo notaba cálidamente como la cadena que me amarraba con voluntad desde su mente se iba deshaciendo de su fiereza, hasta que poco a poco su presión disminuía, no obstante, cuando llegamos a la casona, los gritos histéricos del vecino hacía una mujer, pero no a su joven mujer, hicieron que la cadena volviese a su rigidez y que Gabriel tomara una actitud de alerta. La nueva mujer tenía más años en el cuerpo, el pelo completamente pintado de rojo y una flacura digna de aborrecer. Parecía un esqueleto viviente, sus gafas y pañuelo hippie revelaban en ella una tendencia a ser una vieja snob-esotérica. Fiel a esta impresión, la mujer frente a los gritos endemoniados del vecino simplemente miraba con parquedad al horizonte.
-Vieja de mierda, contéstame ¿fuiste tú o no?.-
-Tu perro se la pasaba ladrándole a quien pasará por esta calle, me ahuyentaba la clientela.- Decía la vieja con calma y seguridad frente a los alegatos del vecino.
-¿Mi amor que pasó?. Dijo de pronto la joven mujer que apareció tras abrir la puerta del pórtico (la pareja de viejos estaba discutiendo afuera, en plena avenida)
-Entra a la casa.- Ordenó el viejo. La vieja se quitó las gafas (sus ojos eran clarísimos) y  quedo mirando a la mujer.
-Porque no te preocupas de desinfectarte, perra de mierda.- Expresó la vieja hacía la mujer. La aludida quedó boquiabierta, dejando ver que el insulto había sido muy grave.
-Eglantina ten más respeto por mi mujer.- Pidió el viejo.
-No me pidas eso, pelafustán. Tú mejor que nadie debes saber lo que significa ser irrespetuoso.-
-Mira no me vengas con eso. Mataste a la coqueta y me las vas a pagar, voy a quitarte la casa lo antes posible ya veras.-
-Yo no maté a tu perra.- Contestaba la vieja con tranquilidad y seguridad en sus palabras.
-Ah claro. Crees que te creeré que no fuiste tú la que la envenenó. Coqueta era una linda perra, como pudiste…-
-Pero usted se la pasaba golpeándola.- Irrumpió sorpresivamente Gabriel, que había escuchado parte del asunto y lo comprendía todo. Ambos viejos se giraron con miedo a mirar a mi amigo, debía verse magistral o algo así porque el viejo simplemente se subió a su auto amenazando con que muy pronto le quitaría la casa a Eglantina. La mujer al quedarse sola con Gabriel fue muy efusiva hasta el punto de llegar a abrazarlo.
-Tú debes ser el que llegó hace poco, ¿no es cierto? Yo soy la señora Eglantina, la dueña de esta casa. Ven, pasa y tomémonos un café con malicia, Juan.- Decía la mujer con una sorpresiva calma.
-Gabriel.- Le corrigió mi amigo.
-Es igual.- Agregó la señora. Entraron y se instalaron en el comedor, por segunda vez en el día mi amigo compartía un brebaje caliente con una mujer mayor.
-Discúlpame por no haber estado aquí antes, es que tengo unos problemas horribles a la espalda.- Se quejaba Eglantina palmeándose las costillas con ardor.
-Si sabes algo de Reiki o masaje me serías de gran ayuda, que a veces no doy más con estos dolores.- Agregó la mujer.
-No, lo siento.-
-Esta bien Miguel, no importa. Bueno hablemos de tu vida o algo así. ¿De dónde es qué eras?.-
-De la ciudad de Tal.-
-¿A dónde queda eso?.-
-Súper al sur, a unos veinte kilómetros de la ciudad de Sion.-
-Ah muy bien, muy bien.- Respondía la vieja. Naturalmente no le interesaba en nada los datos que mi amigo le entregaba.
-Bueno, como supongo ya debes saber, estoy en un conflicto con el vecino de al lado, prefiero que lo sepas ahora, Él y yo estuvimos casados y nos divorciamos hace varios años. La cosa es que quedó enojado y me quiere quitar la casa, que bueno… la casa sí es de él, pero no te preocupes, el juicio aún no se ha terminado y en caso que él gane, igual tengo que quedarme unos tres meses con la casa, ya que es un negocio, no un hogar para mí y para desahuciar los negocios la cosa es distinta. Pero de todas formas buscaremos un lugar mejor y más conveniente.-
-Bien yo…
-Ah, el muchacho gordo y rubio de arriba se llama Cristóbal y es un chiquillo un poco rarito, así que trata de no hablarle ni toparte mucho con él. No es que sea peligroso, pero como te digo es…rarito.- Nos comentó la vieja. Ante la pregunta inminente de Eglantina sobre la comodidad de la casa, mi amigo respondió que todo andaba bien, pero que (y me miró  esperando respaldo psicológico) en un mes más pretendía cambiarse porque le parecía un lugar bastante extraño (me hizo un amigable guiño con su ojo izquierdo, al parecer Gabriel quería irse para no toparse con el niño fantasma) Eglantina se puso roja por unos momentos, en realidad no supo qué decir concretamente y sólo levantó su taza para decir salud y tomarse el resto del café que le quedaba. Se despidieron tensamente, sobre todo Eglantina que al besar en el pómulo a mi amigo pareció querer rasguñarlo o incluso morderlo.

Mi amigo por su parte sin más remedio, se duchó y se apostó de cabeza a seguir en su investigación.  Pasadas unas horas su novia lo llamó. Estuvieron hablando unos minutos, yo no quise escuchar aunque de todos modos Gabriel vetó el sonido para mí, simplemente lo veía gesticular a veces con deseo, otras con rabia y algunas con letal aburrimiento. De pronto la barrera insonora se desvaneció y poco a poco iba oyendo las palabras de mi amigo a su novia. Le decía que la amaba, pero que estaba harto de ese lugar, que sería capaz de mandar todo a la mierda por volver allá, supongo que su novia le daba fuerzas para que aguantara lo que era el suplicio de estar lejos, pero Gabriel no aguantaba que lo contradijeran, quería escuchar una voz aduladora que le dijese “Esta bien, deja todo y ven conmigo” Yo conocía a Gabriel mejor que muchos, sabía que eso es lo que él esperaba oír. Él lo que quería era escuchar la respuesta del miedo, aquel ser adulador que sólo te dice lo que quieres oír, el lisonjero de siempre, sé muy bien aquello porque cuando comencé a conocer a Gabriel  era yo principalmente el que le susurraba esas palabras que él quería oír. Gabriel cortó abruptamente el teléfono y se puso a llorar, yo sabía bien qué cosas esperaba escuchar de mí en ese momento de debilidad, pero contrario a todo no quise seguirle la corriente. Me acerqué a él cautelosamente, sin siquiera mover demasiado mi cadena. Me senté a su lado,  en la orilla de la cama.
-Gabriel ¿Estas bien?.- Mi amigo sollozó un buen rato, no quería darme pistas concretas, sin embargo, ante mi silencio atento, decidió evidenciar sus sollozos como un niño que descubre que en su casa no habrá navidad  nunca más. Una mezcla que va entre la tristeza letal y la igualmente letal toma de madurez.
-Pensé que podría…ella pensó que yo podría resistir esto, pero no puedo ya estoy harto de este trabajo.- Alegaba deschavetadamente.
-Aún no entiendo porque decidiste venirte aquí. ¿Por el dinero?.-
-No tanto por eso, fue por Lina, en realidad por el bien de nuestra relación. 

Estábamos muy mal, nos la pasábamos discutiendo, enojados porque sí y porque no. Un día recibí esta oferta por correo y Lina me dijo que era una gran oportunidad, pero yo sabía que en el fondo de sus ojos lo que ella quería era que me fuera lejos para que no nos asfixiáramos tanto el uno del otro, para que nos echásemos de menos, para que el amor renaciera como en aquellos primeros años. Yo también pensé que era lo mejor, irse lejos, sentir la nostalgia del cariño, valorar a la persona que uno tiene al lado ¿me entiendes? Pero creo que no resultará, aquí me estoy volviendo loco.- Le aprisioné con mis brazos  y en un tono bajo le dije:
-Calma, calma.- Mi reacción pareció descolocar y a la vez compadecer a Gabriel que amablemente se levantó.
-¿Por eso me sacaste?.- Le pregunté con amabilidad.               -¿querías que te apaciguara en estos momentos?.- Gabriel no me contestó.
-Yo no sé qué hacer con Lina, de verdad que estar juntos se hace pesado. Yo al venir aquí quería demostrarle que cuando volviera estaría más hombre, más confiado, más…no sé, más capacitado para estar a su lado toda la vida.- Gabriel hablaba  con sus brazos, los movía mucho dándome a entender que “eso” que a él le faltaba, quizás estaba bajo su ombligo, en una de esas, entre sus piernas.
-Pero Gabriel, eso no pasará de un día para otro, resiste estos días, no tienes para que encerrarte siempre aquí ni tampoco tienes que quedarte todos los días en este lugar. Tal vez cada fin de semana puedas viajar a la ciudad de Tal, dinero no te faltará. Te volverás loco y no serás mejor de como llegaste si te quedas encerrado aquí catorce horas seguidas. Por qué no viajas este fin de semana a ver a tu novia, aprovecha que aún no tienes ninguna presión. No te crees un daño de la nada…
-¿Cómo puede ser que digas tantas cosas apacibles en un momento en que yo me encuentro tan alterado?.- Preguntó Gabriel con una sonrisa en sus labios. Yo le dije que no sabía, pero que si se lo decía yo era porque realmente él lo pensaba. Mi amigo pareció tranquilizarse, serenarse e incluso tomar una actitud más confiada hacía mí. De todas formas no me quito las cadenas, pero tampoco me importó mucho que no lo hiciese, al menos por fin me había entregado un gesto de complacencia.

Gabriel decidió ir a comprar los pasajes para ir el fin de semana a la ciudad de Tal y darle una sorpresa a su novia tal como se lo había sugerido. Las estrechas calles de la región del mar llevaban a un sendero con una infinidad de plazas en las cuales cada una albergaba fuentes de soda, botillerías, restaurantes de bajo precio y una infinidad de personas ociosas que no hacían nada más que estar ahí paradas en la plazas. De hecho, después de comprar los pasajes, mi amigo decidió almorzar en una placita cuya distinción era que en su centro había un barquito de metal instalado. Originalmente le llamaban la plaza del barco y a su alrededor habían una infinidad de locales que dejaban las mesas afuera  aprovechando el aparente eterno buen clima de la región del mar. Ahí mi amigo consumió un plato de hígado encebollado con puré de papas, pidió además una cerveza y se instaló a comer en una mesita exterior cuya vista daba justo al paseo de toda la avenida por la que transitaban una y otra vez un sinfín de personas, casi todas con ropas muy coloridas. Además del transito de gente, mi amigo pudo observar a los ociosos que se paraban en las esquinas a mirar al suelo, a un viejo que se sentaba en una de las bancas y con un manubrio imaginario simulaba que conducía un auto haciendo sonidos similares a los de un carro. También habían ebrios con sus cajas de vino arrellanados en las pocas áreas verdes que esa plaza atestada de mesas de restaurant, ofrecía. No faltaban los niñitos mendigos que pasaban con su rostro llena de polvo pidiendo una monedita, molestando a los que comían, intentando olvidarse de sus problemas como lo hacía mi amigo. Uno de los últimos locos que Gabriel vio en aquella plaza fue un gordo con rizos negros y aspecto poco higiénico que estiraba y contraía los labios como si fumara. Así estaba todo el rato, en medio del tumulto de gente que pasaba, él se quedaba en un punto fijo gritando, de repente, ridiculeces sin aparente sentido como “Niñita” o  “Cortina” o “Vitrina” de todas formas sólo decía palabras terminadas en INA a excepción de niñita, que repetía mucho logrando espantar así a un gran número de pequeñas escolares que pasaban cerca de él.

Pasada la hora, mi amigo concibió como buena idea ir a buscar el eneágrama donde Clarita, pero al llegar a la costa y bajar a los roquerios no dio con su presencia ni con la carpa, pero sí encontró el tablero botado en un rincón. En efecto era el eneágrama y tenía de hecho un papelillo amarillo pegado en una punta que decía “Para Gabriel: Mi nuevo amigo” Gabriel simplemente me observó de reojo con una mezcla de susto y excitación.
Antes de dormir, Gabriel me dijo dos cosas: “Es verdad, te saqué de la cárcel para que me acompañarás en esta ciudad de locos, desde el principio supuse que no podría yo sólo con este lugar tan horrible” Luego se calló un momento, se dio vuelta en la cama dándome la espalda y cerrando sus ojos terminó su día  diciéndome “Gracias”



Cuarto día.

Gabriel se levantó con el mismo ánimo del día anterior, su corazón vibraba aunque no sabía muy bien por qué, tal vez por el hecho de tener boletos para volver a Tal el fin de semana. (Pude saber esa información gracias a que en unos momentos de la mañana logré meterme en su mente) Luego de un ligero desayuno y después de escuchar algo de música, mi amigo se puso a trabajar en su incansable investigación. Hasta que lo llamó Lina a su celular.
-Hola amor, ¿cómo amaneciste?.- Le preguntó Gabriel con buen semblante. Él por primera vez me dejo escuchar la conversación entre ambos.
-Bien, gracias ¿y tú?.- Preguntaba ella con algo de resquemor.
-Bastante bien. Pensé mucho en ti y quiero que sepas que tienes toda la razón, debo ser más fuerte, apenas estoy comenzado todo este asunto y todo será para mejorar. Ya veras que el tiempo será rápido y después volveré aquí, pero contigo y disfrutaremos de una hermosa luna de miel.-
-¿De verdad piensas eso?.-
-Por supuesto, es que ayer estaba muy ofuscado y no podía entender lo que me decías.-
-Sólo te pedía fuerza para aguantar todo, sabes que es lo mejor para ti…
-¿Y para ti?.-
-Yo te extraño más que nunca, no he dejado de pensar un solo día en ti.- Contestaba la mujer con una voz que rebalsaba sinceridad.
-¿Entonces?.-
-Es sólo un sacrificio, un sacrificio para que valoremos nuestra relación. Llevamos tantos años juntos que una prueba así no podría afectar nuestro amor.- A pesar de que ella hablaba con confianza yo sabía por lo que Gabriel me ha dicho, que ese mismo amor que ella tanto profesaba él muchas veces lo dudaba.
-Pues, extrañar hace bien. Imagínate que estos días han sido una verdadera enormidad para mí.-
-Y para mí también, pero Gabriel recuerda también esas discusiones, esos problemas que nacían de la nada, esos susurros que luego se volvían gritos. Todo lo que sufríamos, necesitamos esta prueba si al final sabemos que todo saldrá bien. Tú eres parte de mi plan de vida y lo sabes. Ningún problema debería acabarnos.-
(El único problema es en la cama) Pensó Gabriel y yo pude escucharlo, pero esta vez a diferencia de otras, él se dio cuenta de que yo me di cuenta y sagazmente bloqueó el canal auditivo para que yo me quedara nuevamente sordo por unos momentos.

 Lina se escuchaba como una mujer realmente comprometida y sacrificada, alguien que no le gusta lo que pasa, pero que; sin embargo, esta convencida de que será lo mejor. Una voz tan dulce y melosa (pese a su tono lastimoso) no podía mentir en ningún aspecto. Definitivamente el cariño dentro de ella estaba, pero algo me hacía sospechar que Gabriel no tenía ese mismo cariño dentro de él. Tal vez los problemas en la cama realmente los superaba a ambos.
Luego de cortar, Gabriel me devolvió la audición, no parecía molesto por el pequeño incidente, sólo me pidió que respetase más su intimidad, yo le quise decir que eso sería muy difícil, pues era parte de su mente. Me explicó alegremente que su conversación con Lina había ido muy bien, que de hecho ella le había enviado ante ayer una encomienda que debiese haber llegado ya a la oficina de correos. Me dijo con un tono algo sincero que estaba muy entusiasmado de volver a verla a ella y a todos sus demás amigos del sur, que la amaba mucho y que le daría una gran sorpresa cuando llegase el sábado, pues no le había dicho nada sobre los pasajes. Yo algo anonadado por tanta efusividad mostrada  lo felicité y le motivé a que siguiese así.
-No he visto el eneágrama.- Dijo confiado, su rostro era radiante.
-Pues dale, echa los dados a ver que te sale.- Lo animé. Mi amigo me hiso caso, tiró esos dados color roble, uno que tenía puntos verdes dio  el número dos y otro con puntos rojos el número cuatro. Se supone que el dado con puntos verdes correspondía a la actitud poderosa. Según el número que el dado le dictaba debía ir a la casilla que correspondía a  dicho número, ahí estaba su actitud poderosa. Con respecto a la actitud débil se hacía lo mismo sólo que a medida que los días pasaban tenía que avanzar desde el vértice en que estaba hasta el vértice donde se encontraba su actitud poderosa y esto lo hacía por medio de líneas verdes que estaban trazadas alrededor de todo el eneágrama, formando de esta manera un caos. Cada día debía de tirar los dados con puntos rojos y según el número que le saliese debía recorrer ese mismo número de líneas y quedarse en el vértice que más se le acercase a la actitud poderosa.

ACTITUD PODEROSA: El orden

ACTITUD DÉBIL: Honestidad

 Mi amigo se mantuvo perplejo ante este azar, se supone que según las normas del juego ahora él debía en su vida intentar mejorar el aspecto que arrojó como menos favorable e intentar cambiarlo dentro de la semana, mas mi amigo no lo tomó como algo lúdico, sino como un agravio a su forma de ser e internamente intentaba desligarse de aquel resultado que le parecía vago.
-Es sólo un juego.- Le dije para apaciguar sus nervios.
-Pero no es justo un resultado así. Yo soy muy honesto.- Se repetía internamente (sí, sí, ya podía escucharlo en su mente y él lo sabía. No le importaba)
-Ya no te preocupes por esas tonterías, mejor salgamos a buscar la encomienda.-
-Sí, mejor.- Mi cadena poco a poco perdía su presión. Caminamos por el centro hasta llegar al lugar dónde se retiraban las encomiendas. Gabriel volvió a casa caminando, tuvo que volver a pasar por el centro que ahora estaba mucho más lleno. Ahí estaban esos diversos y coloridos personajes que remataba la región del mar con su locura. También se podían reconocer en el flujo de las estrechas calles que se ahogaban entre tanto edificio antiguo a muchos extranjeros que seguramente turisteaban mirando aquellas construcciones. La región del mar era un cosmos. Un puñado esquizofrénico irremediablemente asfixiado no por el atestamiento de sus habitantes sino por sus caminantes.

Quizás eso último no fueron mis pensamientos, es probable que se hayan fundidos con las ideas de Gabriel al ver esas calles, esas plazas y aquellos ascensores del cual se adueñaban cuanto extranjero hubiese, pero hablar de extranjeros aquí en la región del mar era algo absurdo. ¿Quién realmente es el habitante natural de esta urbe? Entre tanta diversidad, la masa citadina parecía un mero complemento. El mar coexistía con ese montón de violadores transeúntes que poco o nada tienen que ver con sus aguas. Es curioso, pero aparte de Clarita, no hemos visto por estos lados ni un solo personaje que intentase pescar (incluso imaginariamente como lo hacía Clarita) Hay barcos, sí, pero sólo de marinos, algunos buques de guerra y otros que son cruceros de placer. Venus y Marte en el mar de la región del mar. YA BASTA. ¿Quién está pensando aquí, él o yo? ¡Mi cadena! se ha cortado. Gabriel está parado ahí en la costa, al borde de una reja en una caleta que no tiene pescadores y en cambio sí muchos puestos de artesanías, mirando todo el largo de la playa. Ahí, tan solo, tan callado, tan oscuro, con un chaquetón negro. Ni siquiera recuerdo a qué vinimos al centro. Observo la tenue sombra que se le forma en el piso al recibir el sol, yo no tengo sombra, soy apenas un soplo de vida, una mísera opción de imágenes. Mierda, él debe morir, si me acerco lo bastante, con la fuerza apropiado, podría lanzarlo al mar y verlo ahogarse, sí que podría, demostraría que no soy una sombra de una sombra, una pobre imagen del imaginario. Sólo ir y empujarlo al agua, nada más simple, no oirá mis cadenas, ya no las tengo.

Gabriel se giró mucho antes de que yo pudiese dar un paso, al mismo tiempo me sentí muy enfermo, muy debilitado. ¿En qué estaba pensando? No importa, ya lo olvidé, no puedo creer mi amnesia, pero es verdad, no sé que pensaba, sólo sé que Gabriel observó algo que al parecer no fui yo, quizás una mirada, pues semi hipnotizado avanzó hacía al centro de la ciudad, yo a pesar de que inclusive estaba libre de su dirección, decidí simplemente seguirlo.
Entre todos los transeúntes que nuevamente tuve que afrontar, una imagen que iba de espaldas parecía no cambiar. Parecía no cambiar, pues me di cuenta que Gabriel la seguía. A medida que avanzábamos contra la gente y sentíamos el sonido directo de los vehículos acelerar por las calles, Gabriel se esmeraba por no perder de vista a la mujer que ciegamente perseguía. La imagen  de la perseguida era hasta ahora una espalda muy fina, descubierta hasta las costillas, con piel color nieve que lucía equilibradamente colorida cuando un  rayo de sol tocaba su espalda fina. Un moño de cabello castaño también se movía al compas de su caminar.  Ella usaba un vestido rojo, que también dejaba ver sus piernas tan blancas como las lágrimas, eran piernas que mostraban unos muslos agiles, duros, redondos. Más arriba, ella meneaba un culo  muy provocador.

En un momento dado, la perseguida ingresó a un ascensor el cual se llenó rápidamente. El ascensor partió sin mi amigo y él, ante la posibilidad de perder a esta ninfa vio con cierta malagana una posibilidad de alcanzarla: Una escalera de unos cuatrocientos peldaños estaba edificada al lado de ese ascensor vertical. Tomando  aire, mi amigo comenzó a subir los peldaños con estoicismo, el ascensor ya había llegado a su punto de término, mi amigo apenas iba a la mitad, mas no quiso ceder a la desidia, sentía que había llegado muy lejos como para regresar por nada, al menos, sólo subir hasta la punta de la escalera.    

Y lo hizo, juntó todo el esfuerzo posible y subió rápidamente, en la cima se veía para variar un nuevo caudal de personas que transitaban hacia el ascensor para descender, también otros tomaban el auto bus para subir aún más arriba en los cerros. Entre toda esa gente había un denominador común: La mayoría eran jóvenes. La razón era simple, a unas cuadras del ascensor se instalaba la Escuela de actuación de la Universidad del mar, un letrero gigante lo anunciaba y bajo aquel chusco letrero (como para ser de una universidad, pensó mi amigo) había un portón con rejas verdes, estaba abierto. Mi amigo intuyó que la perseguida más que seguro debió haber entrado ahí. Gabriel se aventuró, pasó tanto la reja como la tibia mirada del guardia que estaba ahí parado. Se metió por el patio esquivando las desinteresadas miradas de los jóvenes que se lo topaban.  Ingresó a un pasillo oscuro y estrecho que estaba plagado de afiches en las paredes, afiches de obras de teatro por presentar y de otras que ya habían sido presentadas, el pasillo terminaba en una gran puerta de la que se intuía por su tapizado acolchonado y sus manillas de bronce que era la entrada a un auditorio. Gabriel empujó con fuerza y entró. Efectivamente era un auditorio, en el centro se representaba una escena. Habían actores, había publico que se esparcía por todos los asientos y estaba oscuro. Gabriel se dejó caer en la última fila, más bien penetrado por la oscuridad que le brindaba un rincón, no quería ser visto.

En escena se podían ver dos actores cubiertos únicamente con una capa roja mientras que el rostro de ambos estaba tapado por una máscara de diablo. Se trataba de máscaras blancas como de bufón o arlequín, pero con una actitud siniestra por lo que bien se infería que eran diablos. Como dije, solamente se cubrían con capas por lo que dejaban ver sus genitales. Acostada sobre una mesa, reposaba vestida con un harapiento vestido azul que no dejaba ver sus senos, pero sí los sugería, una joven. Era una actriz de pelo rubio, labios carnosos y nariz respingada.  Estaba encadenada, la actriz se veía muy pequeña, sobre todo frente al porte de los diablos. O tal vez era sólo la posición en que se encontraban.
-Ahora has de morir corrompida por tus oscuras pasiones y deseos infinitos de piel.- Vociferaba un diablo e inmediatamente el otro decía.
-Nada ha hecho el Padre y el hijo para que uno sea infeliz, la infelicidad es producto de nuestra oscuridad.-
-¡Oscuridad!.- Repetían ambos, la muchacha comenzaba a incomodarse, intentaba salir de su posición, pero estaba amarrada tan firmemente a unas cadenas que incluso sonaban cuando ella las movía.
-No podrás escaparte de lo que has cosechado. Sería un esfuerzo tan inútil como contar las nubes del cielo. Simplemente calla y siente la oscuridad.-
-Has escogido la oscuridad, ahora tus rubios cabellos serán fuego rabioso, tus delgados pechos amamantaran la cruda desgracia y tus ojos azules lloraran acido que quemará a quien se te acerque. ¡QUE ASÍ SEA!.-
-¡¡QUE ASÍ SEA!!.- Gritaron los dos y la actriz gritó horrorizada un “No” que retumbó por todo el escenario al momento que se apagaban las luces de la escena y todo quedaba oscuro. Entonces una luz blanca proyectada hacía las cortinas del escenario mostraba las siluetas de los personajes y se veía como los diablos torturaban y violaban desgarradoramente a la joven. Los gritos, aullidos y golpes se escuchaban con eco por todos los rincones del lugar. Mi amigo se masturbaba obsesionado con la imagen de las sombras. Luego hubo un cese, las siluetas de los diablos desaparecieron, la silueta de la joven se deshizo de sus cadenas levantándose de la mesa, tras sus sombras se podía ver que se desvestía. Gabriel se masturbaba copiosamente. La silueta de la actriz de pronto se arrodilló y apareció ante ella otra silueta, la de un hombre que entre sus piernas mostraba lo que se supone era un pene gigante. Yo pensé (O Gabriel sospechó) que bien eso podía ser una lámpara puesta de modo horizontal, pero el juego de sombras daba a entender muy bien la idea. Esta nueva sombra dijo.
-Desiste de tus creencias. Nunca te dejaron libre. Nunca te dejaron caminar por ninguna senda voluntariamente elegida. Nunca pudiste elegir. Acógete a mi verdad, a mi única realidad. La que todos visitan en la oscuridad. Verás que vivir desde lo opaco es realmente gozar de la existencia. Succiona.- Y la sombra acercaba su supuesto pene a la cabeza de la joven. Luego las luces se apagaban y aparecía nuevamente la celestial muchacha, sólo que desnuda y en una actitud mucho más osada.
-¡Paren todo! Prendan las luces.- Gritó de pronto una voz externa a la obra. Entonces el auditorio se iluminó y mi amigo se encontró con los rostros del público que se giraron para verlo. Un hombre gordo, de terno, camisa, pero no corbata, algo cojo y deficiente para respirar, canoso y de nariz aguileña se acercó lentamente a mi amigo. Cuando ya estuvo bien próximo a él le dijo simplemente “sígame”.

Encerrados en la oficina del profesor Soto, mirábamos desde la gran ventana el patio de la escuela de actuación, ahí correteaban algunos estudiantes ensayando posiciones, haciendo ejercicios de respiración y voz y unos menos se encontraban tirados por los prados, durmiendo o fumando. El profesor Soto caminó con su cojera hasta nosotros, había salido unos momentos de la oficina y al volver se sentó frente a su escritorio, nos dijo o bueno…le dijo a Gabriel en un tono conciliador y casi amistoso:
-Llamé a la policía, ellos sabrán cumplir con su deber señor. Comprenderá que no es lógico ni pedagógico que lo deje impune ante esta situación. No es nada personal, es más, sepa que gracias a usted esos alumnos tendrán la mejor calificación en su proyecto. El hecho de que hayan logrado provocarlo a tal punto de que se pusiera a masturbar así sin atisbo de noción me parece simplemente admirable. No obstante, debe saber que esta es una escuela de teatro y como tal, llueven las chicas lindas. Hermosas, rozagantes, sin pudor a enseñar cada rincón de sus manoseados cuerpos, expuestas a mostrar siempre un trabajo libre de complejos con sus pechos, piernas, culo, vaginas…El profesor observó con un aire incomodo a Gabriel, se había abstraído totalmente pensando en otras cosas. Intentando volver a una posición de relajo natural prosiguió con su discurso.
-Pues bueno, como le decía, aquí hay muchas chicas guapas, no sé por que será, supongo que el escenario las embellece, como sea, a raíz de eso tenemos que estar siempre atentos a los ajenos que ingresan a la escuela. Por ejemplo, el año pasado tuvimos la penosa experiencia de una joven que fue encontrada muerta en el baño. Semanas después encontramos a su asesino, un psicópata que embobado por la belleza de la jovencita, una morena de pantorrillas apetitosas, ingresó a la escuela  buscando el momento propicio. Consiguió drogar a la joven, llevarla al baño y penetrarla por el ano con la potencia de un cañón. Cada vez que el hundía su perturbado pene por esas nalgas morenas y redondas, el desgraciado le cortaba con una navaja un pedazo de piel a la joven. Al otro día encontramos un charco de sangre en el baño femenino y el cuerpo masacrado de la muchacha. Oh, pero como eso pasó en la Región del mar el asunto fue irrelevante para la prensa nacional. ¿Qué importancia tendría un asesinato así en la región del mar? ¿Qué? Siempre la sangre empapa a diario las paredes de los departamentos de esta eterna región. –

Mi amigo fue aturdido por la historia, con cierta inverosimilitud imaginaba al asesino penetrando y enterrando al mismo tiempo la punta de la navaja en algún punto del cuerpo de la joven actriz hasta enterrárselo completamente y así arrancarle un pedazo de piel. “¡Gabriel!” Me interpuse, era hora de que dejase de pensar tonterías y atendiese la realidad.
-Yo no soy esa clase de persona.- Fue lo único que Gabriel usó para defenderse. El profesor lo vio, obviamente lo examinaba con cautela. Por la mirada complaciente del docente algo le indicaba a Gabriel que el Soto aquel le adquiría cierta confianza por lo que mi amigo decidió decir la razón real de su estancia en la región del mar. Habló que venía de la ciudad de Tal, que el gran (y plagiador) músico Leroca lo había llamado para trabajar en un proyecto sobre un desconocido músico llamado Bremejol. Incluso le contó la historia de Bremejol. Le habló de todo. En lo más profundo de si pensaba que aquello le serviría de algo. El profesor lo observó con gran incredulidad, apenas y se tragaba el cuento, seguramente ya habían muchos locos en el mundo pregonando conspiraciones y alianzas secretas como para tomarse ese tipo de cosas muy en serio.
-Mire, haré lo siguiente. Yo lo dejaré irse ahora mismo y haré como que nada de esto pasó. Pero a cambio, usted no aparecerá nunca más por aquí, de lo contrario llamaremos de inmediato a la policía.- Decía serio, muy serio el profesor. Mi amigo tomó la oportunidad y se paró de inmediato. Al salir del pasillo no quiso mirar atrás, tampoco enfrentar los ojos de otros, simplemente acuso su mirada a un rincón del pasillo y lo siguió como si fuese una línea vital para entender la salida. Entre ese camino se topó con una puerta entreabierta, sólo la miró un mini segundo y se encontró con la chica que había estado siguiendo. Estaba vestida como odalisca y bailaba la danza del vientre, se contorneaba compulsivamente al ritmo de la música oriental. Se movía deslizando su vientre, subiéndolo, bajándolo, atrayendo cualquier ojo que pasase por ahí, sobresaliendo de sus otras compañeras que igual de lindas que ella no podían seguir su paso erótico. Era hermosa, su cabello castaño, su piel blanca, sus labios carnosos, sus ojos verdes, todo era  una maravilla para Gabriel tanto que se quedó inmutable ante la puerta, sólo lo pudo mover la mirada del profesor Soto quien se encontraba detrás de él, vigilándolo. Gabriel esta vez pudo intercambiar miradas con la muchacha. Pero fue fugaz y quizás los mejores momentos así lo sean, pensó Gabriel… y yo lo supe.

Mi amigo salió del lugar excitadísimo por el hallazgo. Se subió al ascensor para descender, estaba sólo. Se tocó la chaqueta negra que tenía puesta y un sobre cayó del bolsillo superior. Era la carta de Lina que venía acompañada de un chocolate de leche. Aquella era la encomienda que le había mandado. Ni cuenta me di cuando Gabriel  la retiró.

“Mi amor que estés lejos me hace quererte más que nunca, desearte más que nunca e incluso sentirte en mis pensamientos más que nunca. Sé que es lo mejor para ambos, sobre todo para ti. Los meses pasarán volando y todo volverá a lo que tanto queremos. Te amo mucho, quería darte una sonrisa, pero no encontré esas calugas de anís que tanto te gustan, creo que ya no las venden, de todas formas te compré tu chocolate favorito, recuerdas que la primera vez que lo comiste fue conmigo, cuando fuimos de paseo a la Isla Dos. Recuerda que te ama Tu Lina”

Por alguna razón después de leer la carta mi amigo cayó al suelo del ascensor y desconsoladamente se puso a llorar.

Cuando llegamos a la casa Gabriel se acostó y no quiso saber de nada. Cuarto día terminado, creo que Gabriel anda en busca de algo. 



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sábado, 5 de enero de 2013

CAP 1: La llegada a la región del mar (II Parte)



Segundo día.

La mayor parte del tiempo mi amigo se quedó encerrado en la pieza rebanándose los sesos por culpa de la maldita investigación, esto involucraba que yo también me aburriese mirándolo hacer su mierda de trabajo. Cuando ya dieron las cuatro y noté que aún no había almorzado, lo convencí de que se tomara un descanso, que saliese por un poco de aire. Me hiso caso, pues a pesar de lo obsesivo que era,  no estaba tan loco como para quedarse todo el día realizando la investigación.

Me sentía humillado con esa cadena tironeándome la pata, pero después de un rato me acostumbré. Fuimos hasta la costa para observar más de cerca el mar en cuestión. Las olas se quebraban con bravura sobre un roquerio en donde unos hombres viejos parecían practicar artes marciales o tal vez Tai-Chi. Increíblemente ni se inmutaban cuando la ola se rompían con fuerza tras sus espaldas, los viejos lograban seguir en pie.
-Que templanza.- Dijo admirado mi amigo al ver a esos ancianos mantenerse estoicos frente al frío y ruido. Gabriel encendió un cigarro, yo no sabía cuándo se había puesto nicotino-maniaco, durante el día ya se había fumado su buen par de cigarrillos. Él me explico que la manía la adquirió en sus años de universidad, antes cuando se ponía nervioso por algo lo único que hacía era rascarse la cabeza frenéticamente, pero llegó un momento en que se dio cuenta de que si seguía así se abriría una herida en la nuca por lo que decidió seguir la fiel filosofía de que un clavo saca  otro clavo y se puso a fumar. Mientras mirábamos a los viejos, Gabriel se giró para ver una chica que pasó trotando  a su lado, le llamó mucho la atención. Se trataba de la misma chica que había visto ayer, de hecho parecía que andaba con la misma tenida deportiva. Sus largas y blancas piernas dejaban ver unos muslos muy fuertes, se notaba que la chica cada día acudía sin falta a su cita con el deporte. Su culo era grande, bien formado, se veía incluso duro, apretado, rozagante. Gabriel la siguió diabólicamente con la mirada hasta que ella se perdió en las distancias del larguísimo puerto y aún así mi amigo la continuó buscando con la mirada, cuando ya se dio cuenta que no volvería ni que la podría ver, me lanzó una mirada de rabia y volvimos a encerrarnos.

A la noche, Gabriel cumplió con lo acordado y se encontró con el abogado Dangelo Martínez en un bar. Efectivamente el licenciado era baterista en una banda de jazz que pareció no agradarle mucho a mi amigo, su música era dispersa, improvisada, ruidosa. De vez en cuando los saxofones y demás vientos entraban en una verdadera demolición de sonidos y acechaban al público con nuevas cacofonías. Definitivamente Gabriel se sintió perturbado por esas melodías. Cuando la banda acabó su performance, Dangelo se acercó a mi amigo y lo invitó a una cerveza, se sentaron en una mesa cercana al escenario. El abogado se veía bastante más informal que el día anterior, con una camiseta holgada y pantalones cortos color naranjo, además tapaba sus ojos con unas horrendas gafas oscuras.
-Ah, ¿éstas? Me las saco, es que me da mucha vergüenza mirar a la gente cuando estoy tocando batería.- Dijo adivinando mi pensamiento (¿es mi pensamiento o el de Gabriel?)
-¿Y qué tal? ¿Te gustó el sonido de la banda?.-
-Algo.- Contestó mi amigo mirando tercamente su vaso de cerveza.
-Mentiroso.- Sonrió el abogado. –Puedo leer las mentiras en el rostro de las personas a la perfección, vamos ¿te gustó o no?.- A mi amigo le costó sincerarse, estaba tenso, incomodo, con unos inmensos deseos de volver a casa y abocarse únicamente al trabajo, al contrario que Dangelo que transmitía pura confianza y seguridad en su posición.
-Es que…Intentó explicar Gabriel.- No me gustan mucha las bandas que se dedican a la pura improvisación, admiro más las composiciones bien dirigidas, ¿me entiendes? Como Chet Baker.
-Ah, ya veo. Bueno, la gracia de ésta música es que es justamente un orden caótico. ¿Has escuchado a John Coltrane? ¿sí? Bueno, la idea básica se puede sentir, tantear, esbozar, pero se esconde detrás de todo ese embrollo que amplifica en sus composiciones. Sabes lo que más me gusta de todo esto, es que este tipo de música te encuentra, no eres tú el que la elige. Por ejemplo, la puedes escuchar ahora y te sonará a ruido diabólico, a estrés y nada más que eso, pero no sé, quizás la escuches un día en que estés muy feliz y te haga más sentido o un día en que estés apenado y le encuentres una forma más singular a tus sentimientos. Esta música tiene su esencia en la mutación de formas, es increíble.- El abogado explicaba su teoría con tanta efusividad que casi gritaba por todo el bar, aunque eso poco importaba, pues todo el mundo estaba en lo suyo. Mientras tanto Gabriel intentaba relajarse sorbiendo más y más del vaso, pero el movimiento tiritón de su pie demostraba que no cesaba con el nerviosismo.
-Es que, tú lo dices con mucha autoridad…pero, yo tenía compañeros en la Universidad que trabajaban así y bueno en realidad ellos componían con pura droga en el cuerpo y no sabían una mierda de nada.- Dijo Gabriel constantemente mirándome para ver si yo le transmitía ánimos de alguna forma.
-Bueno, la droga ayuda ¿tú nunca has probado esto?.- Dangelo sacó de su bolsillo un tubito con polvo blanco dentro. Gabriel lo examinó bien con la mirada y luego sonrió declinando la oferta.
-No gracias. Una vez, en mis tiempos de estudiante, probé cocaína y terminé despertando en el hospital, me había electrocutado tratando de comerme la ampolleta de una lámpara.-
-Bueno…pero no dejarás que una mala experiencia te aleje de las drogas.- Comentó el abogado riéndose y aprovechando de jalar un poco del polvillo. Cuando terminó de meterse la coca a la nariz se la ofreció amablemente a Gabriel, él me observó pidiéndome en los ojos que le diera una respuesta rápida al tipo. Le dije a Gabriel que no había problema en jalar un poco ya que se veía que Dangelo no compraría droga de la mala. De esta manera, con completa desconfianza mi amigo probó la cocaína o la volvió a probar si es que  la historia de la ampolleta había sido verdadera.
-¿Qué tal?.- Preguntó el abogado sonriendo. Mi amigo asintió sin grandes complicaciones.
-Te reprimes, se nota que te reprimes, no obstante, eres una mente brillante.-
-¿Qué tiene de malo que sea músico y no me guste la droga?.- Preguntó mi amigo.
-Oh, nada, es que, no olvides que sé leer muy bien los rostros de las personas y noto lo incomodo que estás. ¿Te gustaría follar con alguna puta? Conozco muchas.- Sugirió el abogado cambiando el tema.
-¿Qué clase de abogado eres? No, já, yo estoy comprometido.- Aseguraba mi amigo mientras sonreía (de lo incomodo)
-¿Y? Sería una locura intentar andar solo por esta ciudad sin mujer. Además tu bien debes saber que el sexo es lo más revitalizante que existe. Por ejemplo, esta música que toco es como una orgía, un complot de sentidos igual que el sexo. Para mí no hay mayor placer que tener sexo con una mujer escuchando “Las bodas de Fígaro” ¡Oh!, pero que excelsa maravilla es llevar a la amante al ritmo de los compases de esa orquesta y darle con fuerza cuando los movimientos se ponen álgidos. ¿Sabes por qué me interesó la batería? Porque es el ritmo de la música, todos estos instrumentos transmiten con sólo ser ejecutados, pero el ritmo, el verdadero ritmo, el indispensable ritmo sólo lo puede considerar la percusión y ese es el mismo ritmo que sé llevar al sexo y las mujeres lo entienden así y me lo agradecen y ellas también llegan al orgasmo. La música y el sexo son inseparables.-
-No había considerado esa conexión…
-¡Pero deberías! Tienes que considerarla. ¿Sabes otro paralelo entre la música que ejecuto y el orgasmo? Esta música no es éxtasis, es trabajo, es resultado de una verdadera búsqueda elemental, así mismo el orgasmo en el sexo no viene de la mano de la suerte, es la causa de una búsqueda, una búsqueda, una búsqueda de los sentidos. Algunos creen que el orgasmo llega de repente, de casualidad, pero no es así, lo que pasa es que ellos no se dan cuenta que ese orgasmo que les ha llegado de casualidad es el febril resultado de una causalidad que se ha llevado a cabo trabajando. ¿Me entiendes?, mientras más lo busques, más lo encauses, más rápido a ti llegará.- Dangelo estaba muy excitado comentando sus ideas y de vez en cuando mi amigo también se perdía en ellas. Pasado un punto de la noche, cuando ya Gabriel estaba empezando a perder el susto y no me miraba tanto sino que se fijaba discretamente en los ojos del abogado, éste se levantó y mirando el reloj consideró que ya era bastante tarde.
-Mañana hay trabajo, pero ha sido grato conversar contigo.- El abogado fue a dejar a mi amigo a la pensión, en el auto sonaba “Death or glory” del grupo inglés The clash, y esta información la sé (como muchas otras) sólo porque Gabriel la sabe. En el trayecto del bar a la pensión, la confianza que Gabriel pareció haber adquirido se esfumó inmediatamente.

Luego de despedirse cordialmente del abogado, Gabriel entró a la pensión. Como debía ser todo estaba muy oscuro, no obstante, unos jadeos acompañados de una música muy estimulante se dejaban sentir arriba en el segundo piso. Envuelto en miedo y curiosidad mi amigo y yo avanzamos por el pasillo, el ruido provenía de la pieza de en frente. Un halo de luz blanca contorneaba los bordes de la puerta, se trataba de la habitación del gordo. El sensual ruido de un saxofón, acomodado por los sugerentes compases de un piano debían indicar algo. Embobado por la curiosidad mi amigo empujo un poco la puerta y pudo ver que en la cama de la pieza se encontraba acostada una mujer rubia. Estaba con las manos atadas a cada extremo de la cama al igual que sus piernas, sus ojos estaban vendados y su boca censurada con una pelota roja, se encontraba completamente desnuda. Completamente libre de manos y pies estaban el gordo quien vestía un corsé de cuero y usaba una mascara sadomasoquista. Atrás del gordo había un flaco, un muchachito larguirucho que se esforzaba con toda su potencia en penetrar al gordo por el ano hasta llegar al fondo. El muchachito (también rubio)  jadeaba como animal, mientras que el gordo se masturbaba frente al rostro de la muchacha reducida. El pene del gordinflón estaba muy erecto, mientras que el otro flacucho (con algo de acné en el rosto y en el pecho) luchaba por endurecer su miembro luego de que se doblara en el interior del ano del gordo. “Aquí tienes preciosa” gritó el gordo, direccionando hacía arriba su pene y sin dejar de masturbarse eyaculó hacía el techo, las gotas fueron cayendo, esparciéndose en distintos lugares y algunas cayeron en el pecho de la muchacha. “Más Juan. Más” le ordenaba el gordo al muchachito que intentaba seguramente endurecer un poco más su pobre pene.  “¡Dame los utensilios y no pares!” Grito excitadísimo el gordo, mientras el largo y delgado joven le traía un cuchillo, un limón y un poco de sal, luego continuó metiéndosela puesto que el aparato nuevamente se le había endurecido, incluso tanto que el gordo llegó a quejarse un poco al momento de la conexión pene-ano. Mientras se bañaba de placer, el panzón se fijó bien en las partes del pecho en donde la chica había recibido la caído de su semen, pasó su cuchillo frío y filoso por esas partes provocando cierta sensación térmica en la muchacha, para después, sin ninguna pregunta ni nada, realizar un corte profundo en ese rincón del pecho, abriendo un tajo hasta donde se podía (mientras la muchacha se deshacía en mudos gritos de dolor) luego el gordo echó gotas de limón y también sal a la herida. Aquel dolor físico que la muchacha no podía expresar en su plenitud hicieron que el hombre se excitara tanto que su pene volviese a un estado de plena recta, rápidamente se corrió una nueva paja, pero ahora dejando caer el semen dentro de la herida de la muchacha. Fue demasiado, sin que nadie se diese cuenta (aparentemente) mi amigo cerró la puerta y corrió al baño para vomitar.

-¿Estás bien?.- Pregunté asustado, Gabriel comenzó a reír con la cabeza inmersa en el retrete.
-Sí, claro que sí. Ahora sé que hay que buscar la orgía.- Yo me quedé lleno de dudas porque aún no puedo comprender todo lo que él cree comprender. Y eso fue nuestro segundo día en la región del mar.

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Oscuridad y silencio por Nicolas Aravena se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-SinDerivadas 3.0 Unported.