jueves, 21 de noviembre de 2013

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EL ADIOS A LA REGIÓN DEL MAR 

 Llegó hasta lo alto de un cerro, cerca de un risco en donde podía observar toda la Región del mar. Estacionó el auto y se acercó sin mucha prudencia a la punta de la roca para contemplar en todo su esplendor aquella región que tanto lo había cambiado. Un par de kilómetros más por la carretera y pasaría el primer peaje del camino, oficialmente estaría fuera de la región del mar. Miró el paisaje con cierta nostalgia, de noche se veía hermosa, llena de luces que adornaban su costa y que transformaban aquel camino en una especie de serpiente de fuego, a lo lejos se vislumbraba también un buque que anclaba cerca de la playa, aparte de los miles y miles de bares que relucían cada cual con mayor intensidad. Sí, eso era la región del mar, lo suficientemente pequeña para ser vista desde lo alto de un cerro. Unas olas golpeaban con leve brusquedad, mas se podían escuchar y ante la noche aquel ruido le causaba a Gabriel una profunda estimulación. Decidió prender un cigarro para acompañar aquellos últimos vistazos; sin embargo, la fría brisa del cerro lo hice devolverse al auto, la chaqueta que estaba usando no era suficientemente gruesa como para mantenerlo abrigado por toda la noche, tal vez después robaría una camisa, una polera, algo más… eso iba pensando y yo sé bien que es lo que él piensa, pues para mí no hay filtros, directamente puedo entenderlo todo. Avanzó unos metros en el auto, iba a toda velocidad cosa de no gastar mucha bencina, la carretera comenzaba a doblarse en peligrosas curvas ascendentes, él las veía como unas prominentes curvas de mujer, sí, también sé lo que ve con exactitud, pero él no sabe lo que yo sé. Antes de entrar en el camino de las curvas, Gabriel se detuvo y estacionó nuevamente el auto en la carretera, para su fortuna atrás suyo no venía nadie, se bajó y abrió el porta equipajes, ahí estaba, tal como lo había dejado, Leroca, complemente maniatado y amordazado. Gabriel había pensado unos segundos antes que quizás el hombre ya había muerto asfixiado, pero para su suerte no, tenerlo vivo era mucho mejor. Leroca ya no miraba con miedo ni repudio, aquella mirada intrigó a Gabriel quien rápidamente lo tomó y lo llevó hasta el interior del bosque, lo tiró como si fuese un mero bulto y fue a buscar al auto un bidón color rojo y una soga, posteriormente volvió al bosque y se encontró con que su victima ni siquiera había intentado arrastrarse, tal vez ya sabía lo inútil que eso era. Lo ató con la soga a un tronco de un árbol bastante grueso y le roseó toda la parafina contenida dentro del bidón. -Bueno, este es el adiós jefe.- Le dijo Gabriel fríamente, Leroca a su vez intento murmurar algo. Sólo por curiosidad Gabriel le quito la mordaza. 
-Me estaba quedando sordo.- Le dijo mirando a Gabriel con lastima. 
–La maquina la estaba construyendo porque sabía que un día dejaría de oír por mi propia cuenta y no quería perder esa sensación, no quería dejar de sentir los sonidos dentro de mi mente. No hay peor infierno que el silencio. Supongo que ahora tú me ahorrarás eso. 
-Pues para mí el peor infierno sería la oscuridad.- Le respondió Gabriel prendiendo la llama que sentenciaría a Leroca. 
-Te encontrarán, no importa que te vayas del país, sabrán que la maquina que llevas la construí yo, sabrán lo de Ginés, sabrán lo de tu novia Lina. Lo sabrán todo de ti Gabriel, creo que te vas a pudrir.- Dijo Leroca muy tranquilo mientras notaba como Gabriel dejaba caer la mecha de fuego sobre él. -Chao.- Dijo éste simplemente y se fue provocando un incendio forestal, esos que abundaban en los cerros de la región del mar. Gabriel abrió la puerta trasera del auto y comenzó a acariciar la gran maquina que le había robado a Leroca, rápidamente una impotencia tremenda lo dominó, era como si una parte dentro suyo lo estuviese acechando y recriminando. Se tambaleó sin saber qué hacer y sólo actúo cuando vio que el incendio comenzaba a siniestrar todo el bosque sin clemencia. Entonces en un arranque de ira agarró la gran maquina y la lanzó al fuego, haciendo que esta se carbonizara al igual que su creador. Después de eso volvió a subir al auto, se sentía mucho más tranquilo, no se explicaba por qué, pero realizar aquello le había dado algo de paz interior, algo o alguien dentro suyo le decía que había hecho, dentro de todo, lo correcto. Avanzó con relativa calma un par de kilómetros más, pasó el camino de las curvas hasta que por fin logró llegar al primer peaje, la noche ya había avanzado un poco y ese ruido nocturno de grillos campestres acechaba todo el lugar. Al llegar frente a la cabina miró con pudor los ojos del muchachito que atendía, era un mozalbete, pero en ese momento, ese mozalbete sería quien le daría el boleto de libertad para salir de la región del mar. Seguramente para el muchacho debió de ser un trámite normal, algo rutinario y aburrido. Simplemente le pidió el dinero y lo dejo pasar como si nada, Gabriel aún no dejaba de temblar y pensó mientras avanzaba alejándose del peaje, que el muchacho tal vez lo llamaría o que alguien lo llamaría desde atrás o incluso que el incendio que había provocado lo alcanzaría y también lo quemaría. Pero nada pasó, nadie lo llamó. Ahora podía respirar en paz. La noche continuaba relajada, todo estaba demasiado tranquilo en el camino tanto que incluso era mejor detenerse y dormir, pero Gabriel quería alejarse lo más rápido posible de la región del mar y de todas las pesadillas que ese lugar implicaba. El plan de usar la maquina de Leroca para salir del país ya no le sería posible. Ahora se arrepentía de haber sido tan imbécil unas horas atrás y de haber quemado el artefacto. No había caso, en la mañana siguiente buscaría una solución a todo. Gabriel había estado conduciendo por horas y horas, los bostezos no se hacían esperar y se concadenaban uno después del otro. De pronto Gabriel detuvo el auto y abrió la puerta de copiloto. 
-Tan sola y tan hermosa, ¿cómo puedes estar haciendo auto-stop en un lugar así?.- Los ojos de Gabriel se volvían los de un lobo, incluso su manera de actuar imitaba la de un animal, parecía olfatear y tocaba el borde del manubrio como si garras tuviese en sus manos. 
-De no haber presentido que tras esos hermosos ojos verdes tramas algo bien malo, no me hubiese detenido para subirte preciosa. Me llamo Gabriel Llamas ¿y tú?.- -Paulina.- Le contesté. -Mucho gusto.- Me dijo dándome la mano e intentando buscar algo en mí que le hiciera recordarme. Aquello le sería inútil. Por fin lo tenía justo como quería, salvaje y manipulable. -Pero en serio dime, ¿qué hacías en esa carretera solitaria tan tarde?.- Me preguntaba mientras miraba con descaro mis blancas piernas, aquellas que sé lo volvían loco. -Buscaba algún amigo, creo que lo he encontrado.- Le dije sonriendo. El auto se alejaba cada vez más de la región del mar, se iba perdiendo en un camino mucho más atestado por la neblina.

 EL DÍA ANTERIOR 

 Gabriel despertó con la extraña sensación de haberse ahogado. Tenía escalofríos por todo su cuerpo y a penas podía abrir bien los ojos y describir las cosas que le rodeaban, estaba completamente mareado, yo podía saberlo, yo ahora podía saber todo lo que él decía y callaba. -¿Ya estas mejor?.- Le preguntó una voz. Poco a poco Gabriel iba reconociendo los olores y colores que ese lugar le brindaba, se trataba de la cueva de Clarita. De a poco Gabriel fue recobrando la razón, pero aún sentían un gran vacio en la cabeza, como si un rayo le hubiese borrado la información de algo importante. Iluso, tan fácil olvidar una vida, o al menos una aspiración de vida. Las rocas, el sonido de las olas golpeando con levedad las piedras y arrastrándose. La humedad, la carpa de Clarita que también soportaba el viento, el perro que dormía apacible y que parece que cada vez se ponía más viejo. Clarita se acercó al hombre, le tomó la frente con su palma y luego le ofreció un té que había preparado en una especie de fogón. Gabriel lo bebió, pero al rato vomitó. -¿Qué ha pasado?.- Preguntaba anonadado mientras intentaba recordar los hechos que lo pudieron haber arrastrado hasta ese lugar. Las imágenes no eran muy precisas, pero se le aparecían nítidas: Su pelea con Lupe, como fue destruyendo las cosas de su departamento, como fue caminando por la calle con absoluta paranoia de la gente que lo miraba. Empezaba a revivir todo ante sus ojos, pero no acertaba a responderse qué era lo que tenía en su mente en ese momento. -Casi te ahogas, te encontré flotando en el mar.- Le respondió Clarita, Gabriel recordó que lo último que hizo fue pararse entre las rocas enfrentándose a las olas que llegaban allí. Le dio las gracias e intentó levantarse, recién en ese momento se dio cuenta que estaba a torso desnudo. -Te traeré una chaqueta.- Dijo Clarita, de pronto el perro se acercó a Gabriel para olfatearlo como si lo estuviese reconociendo. -¿Has seguido usando el eneágrama?- Preguntó la mujer, Gabriel tuvo que admitir que no. Clarita con algo de decepción, llevando la chaqueta en la mano, le dijo que entonces sería mejor que se lo devolviese. Gabriel se probó la chaqueta, le quedaba bien y lo cubría del frio que en ese momento lo hacía temblar. -Clarita, lo he intentado, lo he intentado una y otra vez. He intentado mejorar, dominarme, ser otro, yo…Simplemente no puedo, siempre pasa algo en mi vida que me obliga a volver a la misma oscuridad, es incontrolable, pareciera que estoy rondando una y otra vez las mismas ideas, las mismas palabras y yo realmente quiero ser otro, no…no quiero ser más el que soy.- Clarita escuchaba los lloriqueos de Gabriel atentamente, pero también parecía que ya no los tomaba muy en serio, con voz algo aburrida le dijo. -Tal vez…mira, el hecho de que uno diga una y mil veces que quiere cambiar y no puede involucra sólo un punto, no que no se hayan hecho todos los esfuerzos necesarios si no que no se ha hecho el sacrificio necesario. Basta con que realices un sacrificio para empezar a forjarte como realmente quieres ser.- Gabriel miro atónito a Clarita, ella no supo que más decir y se entró a su carpa dejándolo escuchar los apacibles sonidos de las olas. Al cabo de una hora, Gabriel decidió irse, no le fue muy complicado escalar las rocas. Durante todo el rato que estuvo sentado afuera de la carpa de Clarita lo que más pensó fue en qué diablos gobernaba su cabeza cuando él caminaba como un loco por la calle. Gabriel anduvo algo temeroso, para su fortuna no había muchos transeúntes que lo apuntaran con la mirada y los que pasaban ni lo miraban mucho porque con el pelo mojado y tapado únicamente por una chaqueta tenía más bien aspecto de ser un indigente. Al principio creyó que sería buena idea volver a su departamento, pero pronto recordó que no tenía cómo hacerlo si no andaba con sus llaves y por lo demás el departamento bien podía estar siendo resguardado por la policía, después de todo Gabriel no había olvidado sus crímenes y Lupe ¿Qué sería de ella? ¿Habría ido a la policía? ¿Debería ir él a entregarse? ¿Sería ese el sacrificio necesario para cambiar de vida? Esas cuestiones ametrallaban su cabeza de forma incesante hasta que decidió (no del todo seguro) ir a la comisaria para confesar sus crímenes y de paso tratar de liberar a Lupe de cualquier culpa, pero a metros de la comisaria un auto desvió su atención, mejor dicho, las personas que iban en ese auto desviaron su atención. El vehículo se estacionó frente a sus ojos y de el descendieron primero Dangelo Martínez (no era el auto que Gabriel le conocía, era uno mucho más nuevo y grande, por eso Gabriel se sorprendió al verlo) y luego se bajo Isidora, la misma chica que Gabriel había violado. Ella llevaba un vestido blanco y ahora su cabello tenía las puntas pintadas de rojo. Ambos se veían enfadados, pero más ella que él, Dangelo más bien se veía agotado. Gabriel se escabullo para espiarlos. -Te dije que manejarás una hora antes. Vamos a llegar tarde.- Le recriminaba ella. -Si amor.- Contestaba Dangelo sin dar signos de querer escucharla. Gabriel comprendió todo, se trataba de su mujer, Isidora era la mujer de Dangelo, la misma que él aseguraba lo sacaba de quicio. Por eso le había sonado conocida su voz por el celular. En ese momento una idea atronadora crujió en la cabeza de Gabriel y tuvo que elegir si seguir caminando y entregarse a la policía o realizar el plan que estaba seguro lo sacaría de todos sus problemas. Los segundos corrían y eran valiosos, cerró los ojos por unos momentos y como si esperará el resultado de una moneda que se lanza para saber si es cara o cruz, los terminó abriendo y esbozó un frio “Lo siento”. Se acercó con sigilo y atacó por la espalda a Dangelo logrando que éste cayera al suelo sin enterarse de quién lo había atacado, inmediatamente Gabriel le quitó las llaves del auto, luego lo pateó en el estomago para que el abogado no pudiese levantarse inmediatamente. Miró a Isidora y le dijo de manera autoritaria “Vienes o te quedas” la muchacha comenzó a tambalearse, Gabriel no tenía idea si es que ella lo había reconocido, pero inmediatamente los ojos de la mujer se llenaron de una extraña admiración. -¿Entonces?.- Repitió Gabriel en tono agrio, la chica se sobresaltó y decidió subir al auto con él. Arrancaron a toda marcha mientras Dangelo se reponía de los golpes para levantarse y darse cuenta de que le habían robado el auto y su mujer. -Me da igual, ya ni la quería.- Se le podía escuchar gritar al licenciado. Dentro del auto Gabriel observaba a la muchacha, se veía igual que la última vez aunque tenía algo más de busto, tal vez sus senos estaban hinchados por alguna razón. -¿Sabes quién soy?.- Le preguntó Gabriel. Isidora asintió con su cabeza, parecía tener miedo de contestar con palabras. Varios kilómetros más allá, por los cerros animosos de la Región del mar, la pareja ya en completa soledad comenzó a acariciarse con lascivia. Él acariciaba sus piernas con la yema de sus dedos y agarraba sus senos con tanta fuerza que la llegaba a lastimar. Aquellas fuertes manos igual que unas tenazas no soltaban hasta reventar. Él se paseó con sus labios por todo el contorno de su cuello, pero no de forma suave si no de forma animal, como si fuese un depredador listo para aniquilar. Ella se ahogaba en gemidos gloriosos que traspasaban los gruesos vidrios del auto. Tres veces entró la polla de Gabriel sobre la mojada y dilatada vagina de Isidora quien por cada desgarro sentía más y más ardor en su entrepierna, Gabriel también aprovechó de remojar su boca con los labios bajos de la muchacha que al sentir aquella lengua deslizarse cerca de su clítoris olvidaba cualquier discreción. -Hace tanto que nadie me lo hacía así.- Decía la muchacha entre jadeos, suspiros y gemidos mientras Gabriel hurgaba en su vientre con su dedo índice y lamía con desesperación la punta del ano de la muchacha. -No me sentía así desde la primera vez que me tomaste. Tan llena de…La chica se corrió ensuciando toda la boca de Gabriel quien trataba de devolverle parte de esos fluidos con su saliva. -Porque no te corres tú también.- Pedía ella, pero el hombre no le permitía siquiera rozar un tramo de sus genitales y cuando lo intentó se ganó una bofetada que la dejo tirada sobre el asiento, pero el golpe además de herirla pareció excitarla más, pues en esa posición, de espaldas, continuo masturbándose hasta que sus múltiples orgasmos ya no dieron más con su energía. -No puedo creer lo que me has hecho pasar hoy.- Le decía ella mientras se vestían. -Te lo debía.- Dijo Gabriel. -No pude resistirme cuando me miraste, tenías todo en tus manos, ni respiraba de lo excitada que estaba al verte tan seguro, tan lleno de vigor.- Decía ella mordiéndose los labios. -Bien, pues ahora necesito que hagas algo por mí.- Pidió Gabriel con la misma frialdad y autoridad que anteriormente había dejado tan asombrada a Isidora, esta lo escuchó obedientemente y de inmediato aceptó ayudarlo. Varias calles más allá, el vehículo se estacionó con meticuloso cuidado para no ser visto. Unas cuadras más adelante se encontraba la casa de Leroca, custodiada como siempre por sus guardias. Isidora besó a Gabriel con tanta fuerza que incluso le mordió los labios y se bajo para entrar en casa del viejo, los guardias la dejaron pasar sin mayores problemas. Ahí estuvo casi tres horas, la noche ya caía y Gabriel no dejaba de mirar preocupado la puerta de la casa pensando que algo desafortunado pudo haber pasado, pero todo se le olvidó cuando vio a la muchacha salir nuevamente. Tal como tenían acordado, Gabriel avanzó unos metros más atrás para que el encuentro no pareciera muy sospechoso. -¿Cómo te fue?.- Le pregunto él. -Bien.- Dijo ella contenta, pero pareció avergonzarse de su actitud al notar la mirada oscura de Gabriel y se limitó a decir. –El plan salió tal como querías.- -¿Tienes las llaves?.- Preguntó él. Isidora le sonrió con lujuria y le mostró un llavero con forma de clave de sol y con un montón de llaves colgando. –Fue muy fácil conseguirlas. -¿Le hablaste de música como te dije?.- -Sí, pero en realidad el viejo era un degenerado, no dejaba de verme las piernas y cuando me quite las bragas y se las lancé en la cara casi eyaculó sobre sus pantalones. -Bien hecho, eso quiere decir que estas sin nada abajo.- Isidora movió la cabeza e inmediatamente Gabriel metió sus dedos en ella. Mientras la masturbaba le preguntó por qué se había casado con Dangelo. -No lo sé. Era de lo mejor al principio, parecía entenderlo todo con respecto al sexo, a las posiciones, el kama Sutra, parecía un experto, pero después de dos semanas de casados todo eso se acabo. ¿Y tú cómo lo conoces?.- -Digamos que él era mi abogado.- Isidora comenzó a gemir lentamente. -Entonces lo que hiciste no es nada nuevo para él, la mayoría de sus clientes lo terminan golpeando.- -Necesito que hagas algo más por mí.- Pidió Gabriel. Lo que quería era ir a una pieza o algún lugar donde pasar la noche, fueron a un motel donde Gabriel tuvo que satisfacer a Isidora cinco veces hasta que quedó completamente exhausta. Casi al alba, mientras la mujer roncaba absolutamente agotada, Gabriel que no había podido dormir nada en toda la noche, se levantó de la cama, se guardó las llaves de la casa de Leroca y le robó algo de dinero a Isidora. Se fue en el auto abandonándola. Gabriel llegó a las cercanías de la casa de Leroca, era muy temprano, pero los guardias de la casa ya andaban rondando; sin embargo, ese ya no sería un problema debido a que tenía la llave en su poder. Se bajó del auto y recorrió con sumo cuidado los alrededores. Gabriel sabía que Leroca tenía una puerta de escape secreta ubicada atrás de la casa, como ésta era tan grande había que darle la vuelta a la manzana y ahí se encontraba con la puerta mimetizada en el muro, estaba pintada de gris y aunque era fácil reconocerla, nadie la tomaba en serio debido a que nadie se imaginaba que realmente aquella era una puerta de verdad. El ingreso no se encontraba custodiado así que rápidamente encajó la llave (se equivoco dos veces al ponerla en la cerradura) y abrió la puerta. Un pasadizo estrecho y cubierto de ladrillos era lo que se vislumbraba, el camino llevaba hasta el sitio más preciado de la casa de Leroca, el estudio de grabación en donde tenía su valiosa maquina. Gabriel avanzó decidido y llegó al estudio. Todo estaba en silencio, aún era muy temprano por lo que probablemente Leroca seguía durmiendo. Gabriel caminó sigilosamente por la casa, sabía donde estaba la pieza de su victima así que no perdió tiempo en elucubraciones, sabía perfectamente a dónde tenía que ir y cómo ir. Caminó descalzo para provocar el menor ruido posible. Gabriel sabía que Leroca tenía un oído maestro capaz de distinguir el sonido más ínfimo dentro de una orquesta por lo que cualquier ruido de más lo podría despertar. Tomó de la cocina un cuchillo largo y filoso, avanzó por las escaleras hacía el segundo piso directo al cuarto de Leroca, la puerta estaba entre abierta y se podía ver la punta de la cama. Gabriel avanzaba escalón por escalón, iba con mucho cuidado cuando de pronto, ya casi llegando a la cima, el cuchillo se le resbaló de las manos y se cayó al suelo ocasionando un fuerte ruido en toda la sala. Gabriel creyó que el plan estaría perdido ya que Leroca seguramente despertaría y avisaría de inmediato por su teléfono que un intruso estaba en la casa. Sin embargo, un milagro pasó y Leroca no despertó, simplemente pareció regañar entre dientes. Gabriel avanzó con cuidado hacía la cama y ya teniéndolo en frente le dio una fuerte bofetada con la que el músico inmediatamente despertó. Al ver a Gabriel casi encima de él, los ojos del viejo parecieron dilatarse. El hombre lo amenazó de inmediato con el cuchillo, acercándoselo al centro de su frente le ordenó que mandase a sus guardias por medio del teléfono que lo dejaran solo, que se fueran de la casa, que volviesen dentro de una hora. Gabriel sabía que aquello no extrañaría a los guardias porque cada vez que ambos trabajaban en la maquina, Leroca les pedía aquello, seguramente lo veían como una excentricidad propia del músico. Leroca no le hizo caso inmediatamente, pero al notar que el filo del cuchillo se empezaba a hundir ligeramente en su frente lo hizo sin más premura, tomó el teléfono que estaba dispuesto en su velador y dio la orden a los guardias de que lo dejaran solo por una hora. -¿Por qué haces esto?.- Quiso saber, mas Gabriel no lo miró. -Cómo entraste.- Gabriel le mostró las llaves. Leroca dirigió su mirada a un costado de su cama en donde estaban tiradas unas bragas y pareció comprender cómo es que las había conseguido. Con violencia el hombre empujó al viejo quien no se podía mover muy bien. Le obligó a bajar al estudio. Ahí se puso a revisar la maquina, pero antes lo ató de manos y pies con unos cinturones. -Termina con esto Gabriel ¿hasta donde piensas llegar con tu locura?.- -Yo no estoy loco.- Dijo Gabriel y comenzó a examinar la maquina. -Lupe ha confesado, lo supe ayer. No ha dicho ni una sola palabra de ti, pero yo sí, llamé a la policía y atestigüé en tu contra. Ellos te están buscando Gabriel y créeme que te encontrarán.- -No si me largo de aquí lo antes posible.- Aseguró el hombre sin dejar de mirar la maquina. -¿Y qué? Piensas que podrás salir del país tan fácilmente. La ley te esta buscando Gabriel, date cuenta que no podrás escaparte por mucho tiempo de ellos.- -Mientras tenga esta maquina en mi poder, puedo hacerlo. La usaré para ganar dinero. Compraré otra identidad, me iré del país y me llevaré los planos, la construiré de nuevo.- -La patente de la maquina esta a mi nombre, idiota.- -Eso no importa, basta con hacerle uno o dos ajustes nuevos y la podré patentar a mi nombre, mientras ésta se perderá en la clandestinidad.- -Gabriel por favor reacciona, te lo pido como amigo. No te das cuenta que tienes la oportunidad de cambiar todo, si no vas a la policía te seguirás hundiendo, yo sé que tienes muchos problemas y…Un puñetazo hizo callar los consejos de Leroca, Gabriel lo amordazó con un paño para que ya no abriera más la boca y se llevó la maquina al auto. Lo dejo en la parte trasera y ahí descubrió que por alguna razón Dangelo guardaba una cuerda que era lo bastante larga y gruesa como para atrapar un cuerpo humano, con lo que decidió darle una lección a Leroca, algo dentro de él sentía una intensa rabia contra ese hombre. De esta manera Gabriel fue donde Leroca quien inútilmente había tratado de moverse a un punto diferente de donde había sido dejado. Lo amarró con fuerza. Difícil tarea fue sacarlo de la casa sobre todo porque la hora estipulada para que regresaran las guardias se iba a cumplir. Gabriel actuó con rapidez, metió el cuerpo de Leroca en el porta equipaje. Temía que alguien lo descubriese, pues había mucho sol y por consiguiente mucha luz alumbrando las calles. Finalmente nadie lo descubrió, pudo realizar la operación con tranquilidad y se alejó con calma de la casa, pero al poco rato sintió que una sirena policiaca llegaba al lugar. Gabriel dedujo que algún guardia debió haber sospechado algo raro en todo el asunto y terminó llamado a la policía sólo por si acaso. De esta forma Gabriel tuvo que acelerar con desesperación, pensando a cada minuto que lo atraparían. Ya a las siete de la tarde cuando aún no conseguía salir del todo de la región del mar, compró unos cigarrillos y descubrió por un diario local que su rostro era uno de los más buscados. Tenía que irse rápido, las consecuencias ya habían caído. Pronto oscurecería y podría guarecerse en la noche, como buen lobo, pero ahora debía seguir su camino y escapar, escapar, escapar de la región del mar. 

LO QUE PASÓ EN SU MENTE 

 La conciencia que ahora poseía la apariencia de Gabriel se quedo mirando un rato al lobo quien atónito intentaba encontrar un significado a las palabras que le había oído. -No lo entenderás.- Dijo riendo y caminó derecho hacía el puerto mientras a su alrededor la destrucción era inminente. Los rayos que golpeaban la mente de Gabriel eran fuertes azotes que no dejaban más que un profundo vacio de intensa oscuridad. -Será mejor que te des prisa si quieres hacerte cargo de Gabriel, adelante, ya no te daré problemas. Vamos, es lo que querías ¿no? vivir, existir en el mundo real. Bien, pues apodérate de la mente de Gabriel, tienes razón, en una situación así es preferible a que hagas lo que tu dices a que se vuelva loco.- Aseguraba la conciencia avanzando a paso lento, pero firme. Ya los estruendos no lo hacían mermar, los nervios habían desaparecido. Pero el Lobo continuaba ido como si una alucinación lo hubiese eclipsado. -Escúchame Lobo, ahora me destruiré. Una vez que lo haya hecho te cederé el control absoluto, tendrás toda esta mente para ti solo. Voy a provocar un espasmo tan grande que Gabriel caerá inconsciente, no sé cuanto tiempo lo estará, pero debes aprovechar ese tiempo para imponerte por todos lados, escúchame, sentirás que te duplicarás tal cual lo hacen las células, sentirás que tu cuerpo se esparcirá por cada rincón de esta oscura mente y entonces tendrás el control de cada rincón por lo que cuando Gabriel despierte pensará tal como tú lo haces.- -¿Porque dijiste que Paulina será mi ruina?.- Quiso saber el lobo esquivando por suerte un rayo que casi lo pulveriza. La consciencia superior sonrió y siguió caminando directo a la costa, ya estaba frente al mar, unas olas bravísimas chocaron contra las rocas e hicieron temblar todo el espacio en donde él estaba. -Ella ya ha comenzado a controlar todo.- Dijo la consciencia superior mirando al oscuro cielo. –Nos observa y sabe lo que piensas, es muy poderosa.- -¡Habla claro!.- Se enfadó el lobo e intentó correr hacía la costa, pero nuevamente un rayo casi lo parte por la mitad. Entonces el lobo comenzó a recordar la apariencia que tenía la conciencia superior antes de que le cayese aquel rayo. Ese hombre autoritario, serio y controlador se le vino a sus recuerdos, rápidamente recordó una melodía en piano, la canción retumbó una y otra vez en sus pensamientos hasta que la reconoció. Se trataba de la sonata 14 para piano de Beethoven, junto a esa melodía le llegó un extraño recuerdo de Gabriel, un recuerdo en donde él no era el protagonista si no que era un mero testigo y lo que veía tras la puerta era un living inmenso que tenía un gran piano en un costado. A el llegaba una chica, una escolar en realidad, ella iba a clases particulares de piano las cuales las impartía el mismo sujeto que la consciencia superior había tomado como apariencia, se trataba del hermano mayor de Gabriel. El recuerdo terminaba con el profesor tocando la sonata 14 y con la chica de rodillas bajo el piano realizándole una felación. -Tú, ¿por qué habías tomado esa apariencia?.- Preguntó el lobo ahora con la revelación en los ojos. Estaba bastante sorprendido. -Al parecer ya lo sabes. Como conciencia superior tomé la apariencia de la forma aspiracional de Gabriel ósea su… -Hermano mayor.- Concluyó el lobo. -Exacto, su hermano mayor. Él mismo que ya se había convertido en un gran pianista cuando nuestro Gabriel era apenas un niño.- -¿Por qué quería ser cómo él? Su hermano nunca fue importante en su vida.- Quiso saber el lobo. -Su hermano lo marcó indirectamente, primero que todo por su influencia Gabriel quiso dedicarse a algo relacionado con la música, sólo que nunca quiso que se le comparase con él por lo que decidió optar por el camino de la teoría, tú bien deberías saber eso.- Explicó la conciencia superior mientras una gigantesca ola que se quebraba en el mar levantaba sendas chispas de agua que lo mojaban completamente. -Pero de todas formas no era algo tan fuerte como para ser su modelo aspiracional.- Objeté. -No, claro que no. Lo que pasa es que cuando Gabriel era apenas un niñito vio a su hermano tocando el piano mientras bajo sus piernas una chica de tez blanca, moño café y ojos verdes se encontraba de rodillas y completamente desnuda succionándole el miembro. Aquella imagen dibujó todo el panorama sexual en la vida de Gabriel y es probablemente la causa de muchas de sus decisiones conscientes e inconscientes. Aquella imagen operó dentro de él de un modo muy incisivo. Todos los sucesos que lo perfilaron como la persona que es fueron una desafortunada consecuencia de esta imagen que le dio la idea de cómo debía ser el sexo: Un acto de sumisión y bestialidad. Lo que su hermano hizo con esa muchacha le provocó un vacio en su mente que no supo jamás cómo satisfacer, todos los sucesos posteriores no hicieron más que acrecentar aquella oscuridad. Por esa razón yo tenía la forma de su hermano porque era un ser que Gabriel inconscientemente valoraba como el fuerte, como el verdadero Lobo.- -¿Y lo qué ocurrió después? Lo del cura, lo de la chica del colegio, lo de Lina. Todo lo demás. Yo estaba ahí, yo fui testigo. ¿Quieres decir que si Gabriel no hubiese visto a su hermano con esa chica, otra hubiese sido la historia?.- -Tú fuiste creado por Gabriel como la excusa perfecta, fuiste la conciencia capaz de sobrellevar esa carga que dentro de sus ideas no conectaban bien. Debo irme.- La consciencia hincaba sus rodillas, parecía completamente dispuesto a saltar al mar. -¡Espera! A qué te refieres con que fui la excusa.- -Cuando una persona tiene una idea que su consciente no le deja transmitir, lo hace a través de chistes, actos fallidos o sueños. En el caso de Gabriel, la idea del sexo que fue la idea que lo marcó durante toda su vida, le era tan difícil de sobrellevar que te creó a ti para traspasarla. Cuando el cura se aprovechó de Gabriel otra pudo haber sido la historia si él no hubiese tenido ya una extraña idea preconcebida sobre el acto sexual. Sin embargo, a medida que crecía y se enfrentaba más y más al mundo moral, esas ideas debían mantenerse en una conciencia que las supiese almacenar, esa fue tu misión, por eso fuiste la excusa perfecta para sopesar esas ideas, lo que sucedió es que te fuiste volviendo tan autónomo, con tanta independencia, que aquellos aspectos íntimos de Gabriel pasaron a una suerte de inconsciente tuyo y ahí es en donde se generó Paulina, es decir, ella se generó dentro de tu mente. Yo nunca supe que era exactamente Paulina, cuando Gabriel fantaseaba con ella para mí y para todas las demás consciencias una especie de velo se nos corría tapándonos todo. Tú eras el único que la veía porque se trataba de tu fantasía que poco a poco fue ganando terreno en tu cabeza, tanto que ya es imposible no verla como tu sombra. Ahora lo entiendo claramente, ella quiere apoderarse de tu mente porque sabe que así podrá destruir todos los pensamientos de Gabriel. Paulina es la enajenación mental y pudo engañarte jugando tu propio juego, el juego del sexo.- -Detente, es una locura lo que dices, ¿cómo es posible que algo que yo mismo creé llegue a ser tan fuerte como para destruirme?.- Gritaba el lobo completamente frentico. Verlo tan nervioso me producía una gran excitación. -¿Cómo es que puedes preguntar algo así después de todo lo que has vivido? Ella es aún un pensamiento, pero ha ganado mucho poder en poco tiempo, lo más probable es que te quiera enajenar a ti también. Lo más probable es que te quiera manipular. Lo más probables es que vayas a caer. Por mi parte, yo me lavo las manos y me voy.- La conciencia superior saltó al vacio, el lobo gritó intentando detenerla, pero no pudo correr, pues ya sentía como comenzaba a dividirse en varias partes. De esa forma la consciencia de Gabriel se hundió perdiéndose en las profundidades del mar, en los abismos de la mente, aquellos rincones en donde no penetraba más nada y lo único reinante serían por siempre la oscuridad y el silencio.-

 FIN

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Oscuridad y silencio por Nicolás Aravena se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-SinDerivadas 3.0 Unported.

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