jueves, 21 de noviembre de 2013
NOTA PARA LOS POSIBLES LECTORES
Está novela la escribí en 2011. Como pueden ver primero están los últimos capitulos así que tienen que irse al indice si quieren leerla correctamente.
ATTE MARK BOWEN
...
EL ADIOS A LA REGIÓN DEL MAR
Llegó hasta lo alto de un cerro, cerca de un risco en donde podía observar toda la Región del mar. Estacionó el auto y se acercó sin mucha prudencia a la punta de la roca para contemplar en todo su esplendor aquella región que tanto lo había cambiado. Un par de kilómetros más por la carretera y pasaría el primer peaje del camino, oficialmente estaría fuera de la región del mar. Miró el paisaje con cierta nostalgia, de noche se veía hermosa, llena de luces que adornaban su costa y que transformaban aquel camino en una especie de serpiente de fuego, a lo lejos se vislumbraba también un buque que anclaba cerca de la playa, aparte de los miles y miles de bares que relucían cada cual con mayor intensidad. Sí, eso era la región del mar, lo suficientemente pequeña para ser vista desde lo alto de un cerro. Unas olas golpeaban con leve brusquedad, mas se podían escuchar y ante la noche aquel ruido le causaba a Gabriel una profunda estimulación. Decidió prender un cigarro para acompañar aquellos últimos vistazos; sin embargo, la fría brisa del cerro lo hice devolverse al auto, la chaqueta que estaba usando no era suficientemente gruesa como para mantenerlo abrigado por toda la noche, tal vez después robaría una camisa, una polera, algo más… eso iba pensando y yo sé bien que es lo que él piensa, pues para mí no hay filtros, directamente puedo entenderlo todo.
Avanzó unos metros en el auto, iba a toda velocidad cosa de no gastar mucha bencina, la carretera comenzaba a doblarse en peligrosas curvas ascendentes, él las veía como unas prominentes curvas de mujer, sí, también sé lo que ve con exactitud, pero él no sabe lo que yo sé. Antes de entrar en el camino de las curvas, Gabriel se detuvo y estacionó nuevamente el auto en la carretera, para su fortuna atrás suyo no venía nadie, se bajó y abrió el porta equipajes, ahí estaba, tal como lo había dejado, Leroca, complemente maniatado y amordazado. Gabriel había pensado unos segundos antes que quizás el hombre ya había muerto asfixiado, pero para su suerte no, tenerlo vivo era mucho mejor. Leroca ya no miraba con miedo ni repudio, aquella mirada intrigó a Gabriel quien rápidamente lo tomó y lo llevó hasta el interior del bosque, lo tiró como si fuese un mero bulto y fue a buscar al auto un bidón color rojo y una soga, posteriormente volvió al bosque y se encontró con que su victima ni siquiera había intentado arrastrarse, tal vez ya sabía lo inútil que eso era. Lo ató con la soga a un tronco de un árbol bastante grueso y le roseó toda la parafina contenida dentro del bidón.
-Bueno, este es el adiós jefe.- Le dijo Gabriel fríamente, Leroca a su vez intento murmurar algo. Sólo por curiosidad Gabriel le quito la mordaza.
-Me estaba quedando sordo.- Le dijo mirando a Gabriel con lastima.
–La maquina la estaba construyendo porque sabía que un día dejaría de oír por mi propia cuenta y no quería perder esa sensación, no quería dejar de sentir los sonidos dentro de mi mente. No hay peor infierno que el silencio. Supongo que ahora tú me ahorrarás eso.
-Pues para mí el peor infierno sería la oscuridad.- Le respondió Gabriel prendiendo la llama que sentenciaría a Leroca.
-Te encontrarán, no importa que te vayas del país, sabrán que la maquina que llevas la construí yo, sabrán lo de Ginés, sabrán lo de tu novia Lina. Lo sabrán todo de ti Gabriel, creo que te vas a pudrir.- Dijo Leroca muy tranquilo mientras notaba como Gabriel dejaba caer la mecha de fuego sobre él.
-Chao.- Dijo éste simplemente y se fue provocando un incendio forestal, esos que abundaban en los cerros de la región del mar. Gabriel abrió la puerta trasera del auto y comenzó a acariciar la gran maquina que le había robado a Leroca, rápidamente una impotencia tremenda lo dominó, era como si una parte dentro suyo lo estuviese acechando y recriminando. Se tambaleó sin saber qué hacer y sólo actúo cuando vio que el incendio comenzaba a siniestrar todo el bosque sin clemencia. Entonces en un arranque de ira agarró la gran maquina y la lanzó al fuego, haciendo que esta se carbonizara al igual que su creador. Después de eso volvió a subir al auto, se sentía mucho más tranquilo, no se explicaba por qué, pero realizar aquello le había dado algo de paz interior, algo o alguien dentro suyo le decía que había hecho, dentro de todo, lo correcto. Avanzó con relativa calma un par de kilómetros más, pasó el camino de las curvas hasta que por fin logró llegar al primer peaje, la noche ya había avanzado un poco y ese ruido nocturno de grillos campestres acechaba todo el lugar. Al llegar frente a la cabina miró con pudor los ojos del muchachito que atendía, era un mozalbete, pero en ese momento, ese mozalbete sería quien le daría el boleto de libertad para salir de la región del mar. Seguramente para el muchacho debió de ser un trámite normal, algo rutinario y aburrido. Simplemente le pidió el dinero y lo dejo pasar como si nada, Gabriel aún no dejaba de temblar y pensó mientras avanzaba alejándose del peaje, que el muchacho tal vez lo llamaría o que alguien lo llamaría desde atrás o incluso que el incendio que había provocado lo alcanzaría y también lo quemaría. Pero nada pasó, nadie lo llamó. Ahora podía respirar en paz.
La noche continuaba relajada, todo estaba demasiado tranquilo en el camino tanto que incluso era mejor detenerse y dormir, pero Gabriel quería alejarse lo más rápido posible de la región del mar y de todas las pesadillas que ese lugar implicaba. El plan de usar la maquina de Leroca para salir del país ya no le sería posible. Ahora se arrepentía de haber sido tan imbécil unas horas atrás y de haber quemado el artefacto. No había caso, en la mañana siguiente buscaría una solución a todo.
Gabriel había estado conduciendo por horas y horas, los bostezos no se hacían esperar y se concadenaban uno después del otro. De pronto Gabriel detuvo el auto y abrió la puerta de copiloto.
-Tan sola y tan hermosa, ¿cómo puedes estar haciendo auto-stop en un lugar así?.- Los ojos de Gabriel se volvían los de un lobo, incluso su manera de actuar imitaba la de un animal, parecía olfatear y tocaba el borde del manubrio como si garras tuviese en sus manos.
-De no haber presentido que tras esos hermosos ojos verdes tramas algo bien malo, no me hubiese detenido para subirte preciosa. Me llamo Gabriel Llamas ¿y tú?.-
-Paulina.- Le contesté.
-Mucho gusto.- Me dijo dándome la mano e intentando buscar algo en mí que le hiciera recordarme. Aquello le sería inútil. Por fin lo tenía justo como quería, salvaje y manipulable.
-Pero en serio dime, ¿qué hacías en esa carretera solitaria tan tarde?.- Me preguntaba mientras miraba con descaro mis blancas piernas, aquellas que sé lo volvían loco.
-Buscaba algún amigo, creo que lo he encontrado.- Le dije sonriendo. El auto se alejaba cada vez más de la región del mar, se iba perdiendo en un camino mucho más atestado por la neblina.
EL DÍA ANTERIOR
Gabriel despertó con la extraña sensación de haberse ahogado. Tenía escalofríos por todo su cuerpo y a penas podía abrir bien los ojos y describir las cosas que le rodeaban, estaba completamente mareado, yo podía saberlo, yo ahora podía saber todo lo que él decía y callaba.
-¿Ya estas mejor?.- Le preguntó una voz. Poco a poco Gabriel iba reconociendo los olores y colores que ese lugar le brindaba, se trataba de la cueva de Clarita. De a poco Gabriel fue recobrando la razón, pero aún sentían un gran vacio en la cabeza, como si un rayo le hubiese borrado la información de algo importante. Iluso, tan fácil olvidar una vida, o al menos una aspiración de vida. Las rocas, el sonido de las olas golpeando con levedad las piedras y arrastrándose. La humedad, la carpa de Clarita que también soportaba el viento, el perro que dormía apacible y que parece que cada vez se ponía más viejo. Clarita se acercó al hombre, le tomó la frente con su palma y luego le ofreció un té que había preparado en una especie de fogón. Gabriel lo bebió, pero al rato vomitó.
-¿Qué ha pasado?.- Preguntaba anonadado mientras intentaba recordar los hechos que lo pudieron haber arrastrado hasta ese lugar. Las imágenes no eran muy precisas, pero se le aparecían nítidas: Su pelea con Lupe, como fue destruyendo las cosas de su departamento, como fue caminando por la calle con absoluta paranoia de la gente que lo miraba. Empezaba a revivir todo ante sus ojos, pero no acertaba a responderse qué era lo que tenía en su mente en ese momento.
-Casi te ahogas, te encontré flotando en el mar.- Le respondió Clarita, Gabriel recordó que lo último que hizo fue pararse entre las rocas enfrentándose a las olas que llegaban allí. Le dio las gracias e intentó levantarse, recién en ese momento se dio cuenta que estaba a torso desnudo.
-Te traeré una chaqueta.- Dijo Clarita, de pronto el perro se acercó a Gabriel para olfatearlo como si lo estuviese reconociendo.
-¿Has seguido usando el eneágrama?- Preguntó la mujer, Gabriel tuvo que admitir que no. Clarita con algo de decepción, llevando la chaqueta en la mano, le dijo que entonces sería mejor que se lo devolviese. Gabriel se probó la chaqueta, le quedaba bien y lo cubría del frio que en ese momento lo hacía temblar.
-Clarita, lo he intentado, lo he intentado una y otra vez. He intentado mejorar, dominarme, ser otro, yo…Simplemente no puedo, siempre pasa algo en mi vida que me obliga a volver a la misma oscuridad, es incontrolable, pareciera que estoy rondando una y otra vez las mismas ideas, las mismas palabras y yo realmente quiero ser otro, no…no quiero ser más el que soy.- Clarita escuchaba los lloriqueos de Gabriel atentamente, pero también parecía que ya no los tomaba muy en serio, con voz algo aburrida le dijo.
-Tal vez…mira, el hecho de que uno diga una y mil veces que quiere cambiar y no puede involucra sólo un punto, no que no se hayan hecho todos los esfuerzos necesarios si no que no se ha hecho el sacrificio necesario. Basta con que realices un sacrificio para empezar a forjarte como realmente quieres ser.- Gabriel miro atónito a Clarita, ella no supo que más decir y se entró a su carpa dejándolo escuchar los apacibles sonidos de las olas. Al cabo de una hora, Gabriel decidió irse, no le fue muy complicado escalar las rocas. Durante todo el rato que estuvo sentado afuera de la carpa de Clarita lo que más pensó fue en qué diablos gobernaba su cabeza cuando él caminaba como un loco por la calle.
Gabriel anduvo algo temeroso, para su fortuna no había muchos transeúntes que lo apuntaran con la mirada y los que pasaban ni lo miraban mucho porque con el pelo mojado y tapado únicamente por una chaqueta tenía más bien aspecto de ser un indigente. Al principio creyó que sería buena idea volver a su departamento, pero pronto recordó que no tenía cómo hacerlo si no andaba con sus llaves y por lo demás el departamento bien podía estar siendo resguardado por la policía, después de todo Gabriel no había olvidado sus crímenes y Lupe ¿Qué sería de ella? ¿Habría ido a la policía? ¿Debería ir él a entregarse? ¿Sería ese el sacrificio necesario para cambiar de vida? Esas cuestiones ametrallaban su cabeza de forma incesante hasta que decidió (no del todo seguro) ir a la comisaria para confesar sus crímenes y de paso tratar de liberar a Lupe de cualquier culpa, pero a metros de la comisaria un auto desvió su atención, mejor dicho, las personas que iban en ese auto desviaron su atención. El vehículo se estacionó frente a sus ojos y de el descendieron primero Dangelo Martínez (no era el auto que Gabriel le conocía, era uno mucho más nuevo y grande, por eso Gabriel se sorprendió al verlo) y luego se bajo Isidora, la misma chica que Gabriel había violado. Ella llevaba un vestido blanco y ahora su cabello tenía las puntas pintadas de rojo. Ambos se veían enfadados, pero más ella que él, Dangelo más bien se veía agotado. Gabriel se escabullo para espiarlos.
-Te dije que manejarás una hora antes. Vamos a llegar tarde.- Le recriminaba ella.
-Si amor.- Contestaba Dangelo sin dar signos de querer escucharla. Gabriel comprendió todo, se trataba de su mujer, Isidora era la mujer de Dangelo, la misma que él aseguraba lo sacaba de quicio. Por eso le había sonado conocida su voz por el celular. En ese momento una idea atronadora crujió en la cabeza de Gabriel y tuvo que elegir si seguir caminando y entregarse a la policía o realizar el plan que estaba seguro lo sacaría de todos sus problemas. Los segundos corrían y eran valiosos, cerró los ojos por unos momentos y como si esperará el resultado de una moneda que se lanza para saber si es cara o cruz, los terminó abriendo y esbozó un frio “Lo siento”. Se acercó con sigilo y atacó por la espalda a Dangelo logrando que éste cayera al suelo sin enterarse de quién lo había atacado, inmediatamente Gabriel le quitó las llaves del auto, luego lo pateó en el estomago para que el abogado no pudiese levantarse inmediatamente. Miró a Isidora y le dijo de manera autoritaria “Vienes o te quedas” la muchacha comenzó a tambalearse, Gabriel no tenía idea si es que ella lo había reconocido, pero inmediatamente los ojos de la mujer se llenaron de una extraña admiración.
-¿Entonces?.- Repitió Gabriel en tono agrio, la chica se sobresaltó y decidió subir al auto con él. Arrancaron a toda marcha mientras Dangelo se reponía de los golpes para levantarse y darse cuenta de que le habían robado el auto y su mujer.
-Me da igual, ya ni la quería.- Se le podía escuchar gritar al licenciado.
Dentro del auto Gabriel observaba a la muchacha, se veía igual que la última vez aunque tenía algo más de busto, tal vez sus senos estaban hinchados por alguna razón.
-¿Sabes quién soy?.- Le preguntó Gabriel. Isidora asintió con su cabeza, parecía tener miedo de contestar con palabras. Varios kilómetros más allá, por los cerros animosos de la Región del mar, la pareja ya en completa soledad comenzó a acariciarse con lascivia. Él acariciaba sus piernas con la yema de sus dedos y agarraba sus senos con tanta fuerza que la llegaba a lastimar. Aquellas fuertes manos igual que unas tenazas no soltaban hasta reventar. Él se paseó con sus labios por todo el contorno de su cuello, pero no de forma suave si no de forma animal, como si fuese un depredador listo para aniquilar. Ella se ahogaba en gemidos gloriosos que traspasaban los gruesos vidrios del auto. Tres veces entró la polla de Gabriel sobre la mojada y dilatada vagina de Isidora quien por cada desgarro sentía más y más ardor en su entrepierna, Gabriel también aprovechó de remojar su boca con los labios bajos de la muchacha que al sentir aquella lengua deslizarse cerca de su clítoris olvidaba cualquier discreción.
-Hace tanto que nadie me lo hacía así.- Decía la muchacha entre jadeos, suspiros y gemidos mientras Gabriel hurgaba en su vientre con su dedo índice y lamía con desesperación la punta del ano de la muchacha.
-No me sentía así desde la primera vez que me tomaste. Tan llena de…La chica se corrió ensuciando toda la boca de Gabriel quien trataba de devolverle parte de esos fluidos con su saliva.
-Porque no te corres tú también.- Pedía ella, pero el hombre no le permitía siquiera rozar un tramo de sus genitales y cuando lo intentó se ganó una bofetada que la dejo tirada sobre el asiento, pero el golpe además de herirla pareció excitarla más, pues en esa posición, de espaldas, continuo masturbándose hasta que sus múltiples orgasmos ya no dieron más con su energía.
-No puedo creer lo que me has hecho pasar hoy.- Le decía ella mientras se vestían.
-Te lo debía.- Dijo Gabriel.
-No pude resistirme cuando me miraste, tenías todo en tus manos, ni respiraba de lo excitada que estaba al verte tan seguro, tan lleno de vigor.- Decía ella mordiéndose los labios.
-Bien, pues ahora necesito que hagas algo por mí.- Pidió Gabriel con la misma frialdad y autoridad que anteriormente había dejado tan asombrada a Isidora, esta lo escuchó obedientemente y de inmediato aceptó ayudarlo.
Varias calles más allá, el vehículo se estacionó con meticuloso cuidado para no ser visto. Unas cuadras más adelante se encontraba la casa de Leroca, custodiada como siempre por sus guardias. Isidora besó a Gabriel con tanta fuerza que incluso le mordió los labios y se bajo para entrar en casa del viejo, los guardias la dejaron pasar sin mayores problemas. Ahí estuvo casi tres horas, la noche ya caía y Gabriel no dejaba de mirar preocupado la puerta de la casa pensando que algo desafortunado pudo haber pasado, pero todo se le olvidó cuando vio a la muchacha salir nuevamente. Tal como tenían acordado, Gabriel avanzó unos metros más atrás para que el encuentro no pareciera muy sospechoso.
-¿Cómo te fue?.- Le pregunto él.
-Bien.- Dijo ella contenta, pero pareció avergonzarse de su actitud al notar la mirada oscura de Gabriel y se limitó a decir. –El plan salió tal como querías.-
-¿Tienes las llaves?.- Preguntó él. Isidora le sonrió con lujuria y le mostró un llavero con forma de clave de sol y con un montón de llaves colgando. –Fue muy fácil conseguirlas.
-¿Le hablaste de música como te dije?.-
-Sí, pero en realidad el viejo era un degenerado, no dejaba de verme las piernas y cuando me quite las bragas y se las lancé en la cara casi eyaculó sobre sus pantalones.
-Bien hecho, eso quiere decir que estas sin nada abajo.- Isidora movió la cabeza e inmediatamente Gabriel metió sus dedos en ella. Mientras la masturbaba le preguntó por qué se había casado con Dangelo.
-No lo sé. Era de lo mejor al principio, parecía entenderlo todo con respecto al sexo, a las posiciones, el kama Sutra, parecía un experto, pero después de dos semanas de casados todo eso se acabo. ¿Y tú cómo lo conoces?.-
-Digamos que él era mi abogado.- Isidora comenzó a gemir lentamente.
-Entonces lo que hiciste no es nada nuevo para él, la mayoría de sus clientes lo terminan golpeando.-
-Necesito que hagas algo más por mí.- Pidió Gabriel. Lo que quería era ir a una pieza o algún lugar donde pasar la noche, fueron a un motel donde Gabriel tuvo que satisfacer a Isidora cinco veces hasta que quedó completamente exhausta. Casi al alba, mientras la mujer roncaba absolutamente agotada, Gabriel que no había podido dormir nada en toda la noche, se levantó de la cama, se guardó las llaves de la casa de Leroca y le robó algo de dinero a Isidora. Se fue en el auto abandonándola.
Gabriel llegó a las cercanías de la casa de Leroca, era muy temprano, pero los guardias de la casa ya andaban rondando; sin embargo, ese ya no sería un problema debido a que tenía la llave en su poder. Se bajó del auto y recorrió con sumo cuidado los alrededores. Gabriel sabía que Leroca tenía una puerta de escape secreta ubicada atrás de la casa, como ésta era tan grande había que darle la vuelta a la manzana y ahí se encontraba con la puerta mimetizada en el muro, estaba pintada de gris y aunque era fácil reconocerla, nadie la tomaba en serio debido a que nadie se imaginaba que realmente aquella era una puerta de verdad. El ingreso no se encontraba custodiado así que rápidamente encajó la llave (se equivoco dos veces al ponerla en la cerradura) y abrió la puerta. Un pasadizo estrecho y cubierto de ladrillos era lo que se vislumbraba, el camino llevaba hasta el sitio más preciado de la casa de Leroca, el estudio de grabación en donde tenía su valiosa maquina. Gabriel avanzó decidido y llegó al estudio. Todo estaba en silencio, aún era muy temprano por lo que probablemente Leroca seguía durmiendo. Gabriel caminó sigilosamente por la casa, sabía donde estaba la pieza de su victima así que no perdió tiempo en elucubraciones, sabía perfectamente a dónde tenía que ir y cómo ir. Caminó descalzo para provocar el menor ruido posible. Gabriel sabía que Leroca tenía un oído maestro capaz de distinguir el sonido más ínfimo dentro de una orquesta por lo que cualquier ruido de más lo podría despertar. Tomó de la cocina un cuchillo largo y filoso, avanzó por las escaleras hacía el segundo piso directo al cuarto de Leroca, la puerta estaba entre abierta y se podía ver la punta de la cama. Gabriel avanzaba escalón por escalón, iba con mucho cuidado cuando de pronto, ya casi llegando a la cima, el cuchillo se le resbaló de las manos y se cayó al suelo ocasionando un fuerte ruido en toda la sala. Gabriel creyó que el plan estaría perdido ya que Leroca seguramente despertaría y avisaría de inmediato por su teléfono que un intruso estaba en la casa. Sin embargo, un milagro pasó y Leroca no despertó, simplemente pareció regañar entre dientes. Gabriel avanzó con cuidado hacía la cama y ya teniéndolo en frente le dio una fuerte bofetada con la que el músico inmediatamente despertó. Al ver a Gabriel casi encima de él, los ojos del viejo parecieron dilatarse. El hombre lo amenazó de inmediato con el cuchillo, acercándoselo al centro de su frente le ordenó que mandase a sus guardias por medio del teléfono que lo dejaran solo, que se fueran de la casa, que volviesen dentro de una hora. Gabriel sabía que aquello no extrañaría a los guardias porque cada vez que ambos trabajaban en la maquina, Leroca les pedía aquello, seguramente lo veían como una excentricidad propia del músico.
Leroca no le hizo caso inmediatamente, pero al notar que el filo del cuchillo se empezaba a hundir ligeramente en su frente lo hizo sin más premura, tomó el teléfono que estaba dispuesto en su velador y dio la orden a los guardias de que lo dejaran solo por una hora.
-¿Por qué haces esto?.- Quiso saber, mas Gabriel no lo miró.
-Cómo entraste.- Gabriel le mostró las llaves. Leroca dirigió su mirada a un costado de su cama en donde estaban tiradas unas bragas y pareció comprender cómo es que las había conseguido. Con violencia el hombre empujó al viejo quien no se podía mover muy bien. Le obligó a bajar al estudio. Ahí se puso a revisar la maquina, pero antes lo ató de manos y pies con unos cinturones.
-Termina con esto Gabriel ¿hasta donde piensas llegar con tu locura?.-
-Yo no estoy loco.- Dijo Gabriel y comenzó a examinar la maquina.
-Lupe ha confesado, lo supe ayer. No ha dicho ni una sola palabra de ti, pero yo sí, llamé a la policía y atestigüé en tu contra. Ellos te están buscando Gabriel y créeme que te encontrarán.-
-No si me largo de aquí lo antes posible.- Aseguró el hombre sin dejar de mirar la maquina.
-¿Y qué? Piensas que podrás salir del país tan fácilmente. La ley te esta buscando Gabriel, date cuenta que no podrás escaparte por mucho tiempo de ellos.-
-Mientras tenga esta maquina en mi poder, puedo hacerlo. La usaré para ganar dinero. Compraré otra identidad, me iré del país y me llevaré los planos, la construiré de nuevo.-
-La patente de la maquina esta a mi nombre, idiota.-
-Eso no importa, basta con hacerle uno o dos ajustes nuevos y la podré patentar a mi nombre, mientras ésta se perderá en la clandestinidad.-
-Gabriel por favor reacciona, te lo pido como amigo. No te das cuenta que tienes la oportunidad de cambiar todo, si no vas a la policía te seguirás hundiendo, yo sé que tienes muchos problemas y…Un puñetazo hizo callar los consejos de Leroca, Gabriel lo amordazó con un paño para que ya no abriera más la boca y se llevó la maquina al auto. Lo dejo en la parte trasera y ahí descubrió que por alguna razón Dangelo guardaba una cuerda que era lo bastante larga y gruesa como para atrapar un cuerpo humano, con lo que decidió darle una lección a Leroca, algo dentro de él sentía una intensa rabia contra ese hombre.
De esta manera Gabriel fue donde Leroca quien inútilmente había tratado de moverse a un punto diferente de donde había sido dejado. Lo amarró con fuerza. Difícil tarea fue sacarlo de la casa sobre todo porque la hora estipulada para que regresaran las guardias se iba a cumplir. Gabriel actuó con rapidez, metió el cuerpo de Leroca en el porta equipaje. Temía que alguien lo descubriese, pues había mucho sol y por consiguiente mucha luz alumbrando las calles.
Finalmente nadie lo descubrió, pudo realizar la operación con tranquilidad y se alejó con calma de la casa, pero al poco rato sintió que una sirena policiaca llegaba al lugar. Gabriel dedujo que algún guardia debió haber sospechado algo raro en todo el asunto y terminó llamado a la policía sólo por si acaso. De esta forma Gabriel tuvo que acelerar con desesperación, pensando a cada minuto que lo atraparían. Ya a las siete de la tarde cuando aún no conseguía salir del todo de la región del mar, compró unos cigarrillos y descubrió por un diario local que su rostro era uno de los más buscados. Tenía que irse rápido, las consecuencias ya habían caído. Pronto oscurecería y podría guarecerse en la noche, como buen lobo, pero ahora debía seguir su camino y escapar, escapar, escapar de la región del mar.
LO QUE PASÓ EN SU MENTE
La conciencia que ahora poseía la apariencia de Gabriel se quedo mirando un rato al lobo quien atónito intentaba encontrar un significado a las palabras que le había oído.
-No lo entenderás.- Dijo riendo y caminó derecho hacía el puerto mientras a su alrededor la destrucción era inminente. Los rayos que golpeaban la mente de Gabriel eran fuertes azotes que no dejaban más que un profundo vacio de intensa oscuridad.
-Será mejor que te des prisa si quieres hacerte cargo de Gabriel, adelante, ya no te daré problemas. Vamos, es lo que querías ¿no? vivir, existir en el mundo real. Bien, pues apodérate de la mente de Gabriel, tienes razón, en una situación así es preferible a que hagas lo que tu dices a que se vuelva loco.- Aseguraba la conciencia avanzando a paso lento, pero firme. Ya los estruendos no lo hacían mermar, los nervios habían desaparecido. Pero el Lobo continuaba ido como si una alucinación lo hubiese eclipsado.
-Escúchame Lobo, ahora me destruiré. Una vez que lo haya hecho te cederé el control absoluto, tendrás toda esta mente para ti solo. Voy a provocar un espasmo tan grande que Gabriel caerá inconsciente, no sé cuanto tiempo lo estará, pero debes aprovechar ese tiempo para imponerte por todos lados, escúchame, sentirás que te duplicarás tal cual lo hacen las células, sentirás que tu cuerpo se esparcirá por cada rincón de esta oscura mente y entonces tendrás el control de cada rincón por lo que cuando Gabriel despierte pensará tal como tú lo haces.-
-¿Porque dijiste que Paulina será mi ruina?.- Quiso saber el lobo esquivando por suerte un rayo que casi lo pulveriza. La consciencia superior sonrió y siguió caminando directo a la costa, ya estaba frente al mar, unas olas bravísimas chocaron contra las rocas e hicieron temblar todo el espacio en donde él estaba.
-Ella ya ha comenzado a controlar todo.- Dijo la consciencia superior mirando al oscuro cielo. –Nos observa y sabe lo que piensas, es muy poderosa.-
-¡Habla claro!.- Se enfadó el lobo e intentó correr hacía la costa, pero nuevamente un rayo casi lo parte por la mitad. Entonces el lobo comenzó a recordar la apariencia que tenía la conciencia superior antes de que le cayese aquel rayo. Ese hombre autoritario, serio y controlador se le vino a sus recuerdos, rápidamente recordó una melodía en piano, la canción retumbó una y otra vez en sus pensamientos hasta que la reconoció. Se trataba de la sonata 14 para piano de Beethoven, junto a esa melodía le llegó un extraño recuerdo de Gabriel, un recuerdo en donde él no era el protagonista si no que era un mero testigo y lo que veía tras la puerta era un living inmenso que tenía un gran piano en un costado. A el llegaba una chica, una escolar en realidad, ella iba a clases particulares de piano las cuales las impartía el mismo sujeto que la consciencia superior había tomado como apariencia, se trataba del hermano mayor de Gabriel. El recuerdo terminaba con el profesor tocando la sonata 14 y con la chica de rodillas bajo el piano realizándole una felación.
-Tú, ¿por qué habías tomado esa apariencia?.- Preguntó el lobo ahora con la revelación en los ojos. Estaba bastante sorprendido.
-Al parecer ya lo sabes. Como conciencia superior tomé la apariencia de la forma aspiracional de Gabriel ósea su…
-Hermano mayor.- Concluyó el lobo.
-Exacto, su hermano mayor. Él mismo que ya se había convertido en un gran pianista cuando nuestro Gabriel era apenas un niño.-
-¿Por qué quería ser cómo él? Su hermano nunca fue importante en su vida.- Quiso saber el lobo.
-Su hermano lo marcó indirectamente, primero que todo por su influencia Gabriel quiso dedicarse a algo relacionado con la música, sólo que nunca quiso que se le comparase con él por lo que decidió optar por el camino de la teoría, tú bien deberías saber eso.- Explicó la conciencia superior mientras una gigantesca ola que se quebraba en el mar levantaba sendas chispas de agua que lo mojaban completamente.
-Pero de todas formas no era algo tan fuerte como para ser su modelo aspiracional.- Objeté.
-No, claro que no. Lo que pasa es que cuando Gabriel era apenas un niñito vio a su hermano tocando el piano mientras bajo sus piernas una chica de tez blanca, moño café y ojos verdes se encontraba de rodillas y completamente desnuda succionándole el miembro. Aquella imagen dibujó todo el panorama sexual en la vida de Gabriel y es probablemente la causa de muchas de sus decisiones conscientes e inconscientes. Aquella imagen operó dentro de él de un modo muy incisivo. Todos los sucesos que lo perfilaron como la persona que es fueron una desafortunada consecuencia de esta imagen que le dio la idea de cómo debía ser el sexo: Un acto de sumisión y bestialidad. Lo que su hermano hizo con esa muchacha le provocó un vacio en su mente que no supo jamás cómo satisfacer, todos los sucesos posteriores no hicieron más que acrecentar aquella oscuridad. Por esa razón yo tenía la forma de su hermano porque era un ser que Gabriel inconscientemente valoraba como el fuerte, como el verdadero Lobo.-
-¿Y lo qué ocurrió después? Lo del cura, lo de la chica del colegio, lo de Lina. Todo lo demás. Yo estaba ahí, yo fui testigo. ¿Quieres decir que si Gabriel no hubiese visto a su hermano con esa chica, otra hubiese sido la historia?.-
-Tú fuiste creado por Gabriel como la excusa perfecta, fuiste la conciencia capaz de sobrellevar esa carga que dentro de sus ideas no conectaban bien. Debo irme.- La consciencia hincaba sus rodillas, parecía completamente dispuesto a saltar al mar.
-¡Espera! A qué te refieres con que fui la excusa.-
-Cuando una persona tiene una idea que su consciente no le deja transmitir, lo hace a través de chistes, actos fallidos o sueños. En el caso de Gabriel, la idea del sexo que fue la idea que lo marcó durante toda su vida, le era tan difícil de sobrellevar que te creó a ti para traspasarla. Cuando el cura se aprovechó de Gabriel otra pudo haber sido la historia si él no hubiese tenido ya una extraña idea preconcebida sobre el acto sexual. Sin embargo, a medida que crecía y se enfrentaba más y más al mundo moral, esas ideas debían mantenerse en una conciencia que las supiese almacenar, esa fue tu misión, por eso fuiste la excusa perfecta para sopesar esas ideas, lo que sucedió es que te fuiste volviendo tan autónomo, con tanta independencia, que aquellos aspectos íntimos de Gabriel pasaron a una suerte de inconsciente tuyo y ahí es en donde se generó Paulina, es decir, ella se generó dentro de tu mente. Yo nunca supe que era exactamente Paulina, cuando Gabriel fantaseaba con ella para mí y para todas las demás consciencias una especie de velo se nos corría tapándonos todo. Tú eras el único que la veía porque se trataba de tu fantasía que poco a poco fue ganando terreno en tu cabeza, tanto que ya es imposible no verla como tu sombra. Ahora lo entiendo claramente, ella quiere apoderarse de tu mente porque sabe que así podrá destruir todos los pensamientos de Gabriel. Paulina es la enajenación mental y pudo engañarte jugando tu propio juego, el juego del sexo.-
-Detente, es una locura lo que dices, ¿cómo es posible que algo que yo mismo creé llegue a ser tan fuerte como para destruirme?.- Gritaba el lobo completamente frentico. Verlo tan nervioso me producía una gran excitación.
-¿Cómo es que puedes preguntar algo así después de todo lo que has vivido? Ella es aún un pensamiento, pero ha ganado mucho poder en poco tiempo, lo más probable es que te quiera enajenar a ti también. Lo más probable es que te quiera manipular. Lo más probables es que vayas a caer. Por mi parte, yo me lavo las manos y me voy.- La conciencia superior saltó al vacio, el lobo gritó intentando detenerla, pero no pudo correr, pues ya sentía como comenzaba a dividirse en varias partes. De esa forma la consciencia de Gabriel se hundió perdiéndose en las profundidades del mar, en los abismos de la mente, aquellos rincones en donde no penetraba más nada y lo único reinante serían por siempre la oscuridad y el silencio.-
FIN
Oscuridad y silencio por Nicolás Aravena se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-SinDerivadas 3.0 Unported.
CAP 5: “La oscuridad”
Era libre, al fin lo había conseguido. Pero si ganar la libertad es asunto de años, perderla es cosa de segundos, sobre todo cuando uno no sabe realmente qué debe hacer luego de obtenerla. Me esforcé al máximo por la muerte de Gabriel, pero nunca había tomado en cuenta realmente qué es lo que haría después de conseguir aquello. Fui a ONIRICO para celebrar y expugnar en cierta medida mis pasiones (algo que en realidad era mi columna vertebral pues yo estaba construido en base a pasiones) al llegar ahí me encontré con Eloy y para mi sorpresa también con Martínez que ya iba por su cuarta copa de whisky.
-Finalmente lo hice.- Les dije, pues ambos estaban juntos. Eloy sirviéndole y Martínez tomando.
-¿Qué cosa?.- Se extrañó Eloy.
-Maté a mí creador, ya no se interpondrá más en mis planes.- Dije mientras pensaba que en realidad no tenía ningún plan.
-Bien hecho, esto hay que celebrarlo una y mil veces ¿cómo lo hiciste?.- Quiso saber Martínez mientras levantaba su copa.
-Hice lo que usted me dijo, por cierto, lamento haberme ido así el otro día, es que sentí que los ángeles iban aparecer y bueno, ellos ya me habían tomado una vez y…
-No te preocupes, es entendible tu reacción. En todo caso, entraron y no vieron nada, tal como te lo había dicho, ese refugio los desconcierta de todo. Ellos simplemente no pueden aceptar el silencio. Tendrás que crearte también un refugio contra ellos, ahora que eres un prófugo.- Eloy me había servido una copa de vino que yo ya estaba tomando, pero al escuchar esas palabras, inmediatamente escupí el liquido por el hocico.
-¿Qué cosa?.-
-Yo no sé nada, ustedes son aquí los “Enfermos imaginarios”.- Se excusó Eloy mirando hacía otro lado. Entonces acusé con la mirada mi ignorancia.
-¿No me digas que hiciste todo esto y no lo sabías?.-
-¿Saber qué?.-Mayor que mi sorpresa era el asombro de Martínez quien con una expresión quejosa me dejaba en claro que me había metido en un nuevo lío.
-Oh, pobre criatura, no tiene idea en lo que se metió. La culpa fue mía por no habértelo advertido cuando me fuiste a ver.- Aún desconcertado miraba para todos lados preocupado de no encontrarme con algún ángel fiscalizador. Eloy parecía tan extrañado como yo.
- Cuando matas a tu creador, te conviertes en un asesino moral. No tengo idea lo que eso será, pero es uno de los delitos más graves que fiscalizan los ángeles. Ellos te buscarán y darán de baja inmediatamente. Conmigo lo han estado haciendo desde que maté a Bremejol, ósea hace ya veinte años. Uno después se acostumbra y le conoce las mañas a esas criaturas. Por eso no me ves preocupado de que me puedan encontrar, sé cuando van a aparecer. Escucha, lo esencial para evitarlos es construirte un refugio anti ángeles, es la única forma de desviarlos de tu atención. Ellos te buscarán por siempre, créeme, nunca te dejarán en paz. Pero al fin de cuentas puedes vivir con eso. Te acostumbras.- Estaba mareado y por alguna razón sentía un ridículo orgullo de haber cometido aquel error (quizás porque errar es humano) Sin duda la libertad que había adquirido era mucho peor que la esclavitud a la que me habían sometido, no sabía muy bien cómo ni dónde defenderme para no desaparecer.
-Tranquilo, yo te ayudaré. Puedes quedarte en mí refugio el tiempo que quieras.- Me aseguró Martínez, yo sin mucho animo le di las gracias y estuve el resto del rato cabizbajo, sin mucho más que decir.
-Oye, no te pongas así. Conmigo estarás bien. Pensé que sabías esto. Bueno, en realidad fue mi culpa por no habértelo advertido, pero es que te fuiste tan rápido de la iglesia la otra vez que no alcancé a comentártelo. Yo cuando maté a Bremejol tampoco lo sabía. Cuando los ángeles vinieron por mí, no tenía idea de nada y simplemente atine a huir, un ángel me atacó, era un tipo poderoso con rostro horripilante, llevaba cuernos, no sé realmente qué clase de ángel podría ser, pero lo era y antes de eliminarme me dijo el por qué de mi exterminio. Yo iba a sucumbir, escapar de él me era imposible, pues el tipo tenía un poder ilimitado, fue entonces cuando le dije algo que muchas veces había escuchado que las personas decían cuando el ángel de la muerte se las iba a llevar. Le pedí un último deseo, que me dejase tocar una sonata en piano. Para mi sorpresa el tipo me lo concedió e hizo aparecer un piano y un escenario. Envuelto en nervios sin saber bien cómo aprovechar aquella oportunidad me iba a disponer a tocar, pero entonces recordé que yo en realidad no sabía nada de música ya que el músico en mí era Bremejol, pero su parte tanto en cuerpo como en alma ya estaban muertos. Lo único que sabía era la sonata del silencio que fue una broma que una vez compusimos juntos. Se trataba de una performance en la que había que estar en silencio frente al piano durante tres minutos y cuarenta y cuatro segundos exactamente. No hacer absolutamente nada y escuchar el silencio. Sin saber bien si aquello me salvaría de algo lo “interprete” frente aquel monstruoso ángel que poseía un ala negra y otra blanca y entonces me percaté que yo comenzaba a desaparecer para él, y no sólo para él sino que para todos los demás ángeles que le acompañaban. Fue la primera vez que me di cuenta del poder del silencio frente a esas criaturas. Estuve en completo, absoluto, incorruptible silencio durante un año frente a ese piano y entonces aquellos ángeles pensaron que había desaparecido. Fue entonces cuando comencé a pensar en algún lugar dónde esconderme de estos tipos.-
-Debiste habérmelo dicho, esos ángeles ya me han agarrado dos veces.- Le dije frenético a Martínez.
-Lo siento, es que según las reglas, tú puedes alcanzar la libertad a través de dos formas: Una, que tu creador te deje libre a su completa voluntad. Algo que jamás de los jamases pasaría. Y dos, que tu creador muera por un accidente dejando a todos sus pensamientos libres por la noosfera.
-¿Y quién crea esas reglas?.-
-De seguro un ser ocioso sin nada más que hacer en la vida, pero vamos, como te digo yo llevo años en esto así que conmigo estarás bien.- Y era cierto, José Luis Martínez sabía exactamente en que momento aparecían los ángeles y como reconocer incluso a algún ángel que anduviese de incógnito. De esta forma comencé a vivir con él, aferrado a su refugio de silencio y saliendo sólo en su compañía. Por dentro me sentía absolutamente miserable, pues me había vuelto más esclavo de lo que era. El silencio me sirvió para experimentar algunos cambios en mí, comencé a reflexionar con mayor interés sobre el gran atado que había sido mi vida hasta ese momento. Aquel templo me sirvió para que convergieran en mi mente todas aquellas imágenes que retrataban mis recuerdos. De alguna que otra forma me fui armando un mapa mental de mi vida, recordando los primeros años, los momentos de oscuridad en los que estuve enterrado y mis últimos días junto a Gabriel. Definitivamente, no se podía decir que no había tenido una vida, pero ahora era consiente de aquella, y es en realidad la vida consiente la que a uno lo construye. Lo otro que comenzó a operar en mí estos días de encierro han sido los sueños o mejor dicho las pesadillas. Yo nunca había tenido sueños, o al menos nunca he tenido la sensación de haberlos tenido; sin embargo, ahora me despertaba aquejumbrado por algún mal trance que mi mente me jugaba, aquello me producía pavor porque mis sueños eran verdaderas pesadillas que me llenaban de terror. En la mayoría me veía a mí como un pequeño pianista de unos seis años tocando para un profesor de aspecto severo. Yo tocaba nervioso, pues sabía que a la primera nota en falso, el profesor me daría con su regla de madera en mis manos, tal como el padre de Beethoven lo atormentaba. Pero tampoco podía tocar tranquilo, pues al momento que mi melodía comenzaba a tomar forma, el piano transformaba sus teclas en dientes carnívoros y me devoraba los dedos dejándome las manos sin ellos. Este sueño a pesar de tener un carácter ciertamente infantil me despertaba aterrado y me hacía cuestionarme si había estado bien separarme de mi amigo matándolo.
Este cargo de conciencia que una y otra vez me agarraba, según Martínez era producto de la ociosidad y me sugirió comenzar a pensar en la creación de mi propio refugio anti ángeles, en parte la idea me gustó, pues así ya tendría un proyecto con que rellenar mi tiempo, pero a la vez me desagradaba ya que armar un refugio requería quedarse establecido en un lugar y lo que más me había llamado la atención de querer independizarme absolutamente de Gabriel era en efecto poder viajar por todos lados sin ningún limite.
Una noche, en el refugio de Martínez, para evitar soñar pesadillas, me quede meditando. ¿Por qué Gabriel me quería destruir? ¿Cuándo fue que todo se derrumbó? Tal vez yo no veía las cosas desde la óptica “Gabrielesca”. Yo había nacido por aquel entonces cuando un pequeño Gabriel quería rehuir de las consultas al psiquiatra, un psiquiatra que no lo ayudaban a afrontar en nada ese trauma que le había dejado aquel cura. Recordé el dibujo del lobo que Gabriel tenía albergado en su mente. Aquel dibujo, sin duda alguna, lo había hecho mucho antes de conocer al cura, era un dibujo de un niño de kínder. Comencé a creer que tal vez yo siempre había estado en lo correcto y en realidad sí era parte de Gabriel. Era una parte de Gabriel que él quería oscurecer a toda costa. No era una creación, ni un alter ego, ni parte de su imaginario mundo. Tal vez era aquel lado que aniquilaba a Gabriel día y noche. Así es como siempre me lo había imaginado. Después de todo, en cada cosa que hice, en cada cosa que le dije que hiciera, en cada cosa que hicimos, jamás vi nada malo, pues sabía que también era la voluntad de Gabriel. ¡Eso es! Yo soy el lado oscuro de Gabriel, yo no soy un amigo imaginario. Soy la oscuridad, soy lo que Gabriel no quiere ser, eso soy yo. Y ahora era involuntario a los propósitos de mi amigo, en realidad siempre lo fui, pero tenía que tener conciencia de aquello. Por eso cada cosa que hacía era para perjudicarlo, porque dentro de mí estaba la indudable oscuridad, dentro de mis deseos estaba el siempre querer aniquilar a Gabriel, pero no a él sino al lado de Gabriel que no era yo. Sin embargo, nunca lo vi como algo malo, lo veía como una cosa natural que no merecía mayores planteamientos. Ahora lo entendía absolutamente todo. Yo no era esclavo de Gabriel, él era esclavo de mis designios así como yo no era del todo su amo, él también era mi amo porque yo lo necesitaba como esclavo. Éramos un ciclo tormentoso y entonces entendí que Gabriel simplemente se quería liberar de ese lado que me constituía, sin embargo, tan intuitivo como yo, jamás supo racionalizar el problema, saber quién era quién en toda esta comedia. Ahora yo lo veía claro, ahora después de que Gabriel ya había muerto.
-Tu teoría flaquea en un punto.- Me aseveró Martínez cuando le comuniqué mi idea. –Si Gabriel y ú eran parte del, digamos, ser humano que constituía el ser humano Gabriel. Entonces por qué cuando él murió tú seguiste viviendo como entidad. Escucha, entiendo por lo que pasas, sé que es difícil caminar sin el creador de la mano, pero es una fase que todos nosotros los espectros imaginarios pasamos, algunos nunca pueden superarla, pero lo que debes hacer es mantener la mente ocupada en algún proyecto único.- Me aseguraba el alter ego. Sin saber bien si tomarme con humildad o molestia sus palabras, finalmente le hice caso y me puse a pensar en que clase de refugio pergeñar, pero nada venía a mí y cuando pensaba me quedaba dormido y esos sueños me atacaban, esos sueños que los sentía como un deja vu, como si una imagen ahí volviese a aparecer. Como si de aquellos sueños algo se hubiese desprendido y es que era cierto también que yo tenía mente propia independiente de la que había tenido Gabriel. Bien podía quizás haber creado ya algo ¿tal vez? Después de todo, ¿Cuándo alguien está realmente consciente que ha creado algo? Sea como sea, esas pesadillas no cesaban. Y las imágenes del profesor de piano rígido, severo y maligno me llevaban a un lugar que sentía ya haber visitado. Los sueños, en todo caso, no eran algo de lo que Martínez supiese, cuando se lo contaba él me miraba sorprendido quizás pensando que estaba loco, pues él nunca había experimentado la sensación de un sueño, de hecho no tenía idea si realmente dormía.
Una noche mientras esas pesadillas no me dejaban tranquilo desperté con un fuerte grito que destruyó casi instantáneamente el refugio. Sentí como vidrios rotos se despedazaban por el espacio, vidrios que por supuesto no eran visibles, pero sí que hacían un ruido feo que me causó más alboroto que mi propia pesadilla.
-¡Pero Lobo tonto, qué has hecho! Mira mi refugio. ¡Imbécil!.- Me dijo golpeándome hasta dejarme casi atontado, luego ambos sentimos el golpetear de unos pasos que hacían temblar el piso. Martínez se vio aterrado, dejo de golpearme y corrió a esconderse a algún lugar. Yo cobijado entre las sombras, me fui al rincón más oscuro que había, sabíamos quienes estaban rondando por esos lugares.
- Maldita sea, ¿por qué tuve que traerlo? En quince años nada había pasado. La gente no entiende el concepto del silencio.- Alegaba Martínez intentando buscar una salida, yo ahora le parecía innecesario, pues no me tomaba más en cuenta y entonces la puerta del sótano se abrió. Un montón de ángeles aparecieron en oleadas. Eran en realidad una especie de querubines, todos con gafas como si fuesen agentes secretos. Al final se alzó una figura imponente, terrible, robusta y gigantesca. Era de rostro aborrecible, llevaba cuernos y dos alas, una negra y otra blanca. Con su dedo índice apuntó a Martínez, quien ya los querubines lo tenían atrapado, éste pedía como loco una última oportunidad.
-No porque la última vez que te di una prorroga me costaste veinte años. Escucha, yo no puedo estar pendiente de ti. Tengo compromisos sabes, compromisos con gente de verdad, con seres humanos de carne y hueso. Estos trabajos extra que hago con seres como tú sólo los hago por un castigo que me impusieron, así que no me vengas con estupideces quieres.- La voz tronaba por todo el lugar, parecía la voz a coro de miles de almas sufrientes. De repente Martínez cobardemente empezó a decir que yo también estaba ahí y que había matado de manera más cobarde a mi amo.
-Esta bien, gracias por decírmelo.- Dijo el extraño ángel haciendo una seña para que sus querubines soltaran a Martínez.
-Muchas gracias señor, muchas gracias, le prometo no volver a molestarlo.- Decía éste haciéndole reverencias, sin embargo, el ángel levantó su pie para pisarlo, exterminándolo así como si se tratase de una verdadera cucaracha. El espacio que Martínez había ocupado ahora era puro humo y cenizas. El ángel rápidamente inspeccionó con la vista todo el lugar. Yo me escondí lo más adentro que podía de entre las sombras.
-Con lo que odio venir a las iglesias. Éste imbécil fue muy listo al venir a esconderse a un lugar como éste. Nunca nos hubiésemos imaginado algo así. Bueno, en fin. ¿Han encontrado alguien más?.- Le preguntaba a sus querubines que volaron como moscas por todo el lugar, pero ninguno dio conmigo. Al no encontrar nada, el ángel dio un aplauso juntado sus palmas por arriba de su cabeza y convirtió a todos los querubines en calaveras podridas, que esta vez se arrastraron por los rincones. Fue entonces cuando una me encontró y gimiendo (no tenían boca) me anunció. El ángel se acercó a mí. Éste, por alguna razón, no me parecía tan detestablemente brillante como los que había conocido antes.
-Eres un hijo de las sombras, ya veo.- Me dijo el ángel. Yo no sabía que decirle, por alguna razón no me inspiraba tanto temor como los otros.
-Me gusta la oscuridad. Una oscuridad impenetrable ciega tanto como una luz incandescente. ¿Cómo te llamas?.-
-Soy Lobo.-
-Lobo eh.- El ángel hizo aparecer una carpeta entre sus manos tal como lo habían hecho los otros.
-¿Por qué no estas con tu creador?.- Me preguntó extrañado.
-Porque está muerto. Yo lo maté.-
-No es así. Él está en un hospital. Ha quedado ciego después de un accidente. Deberías estar con él.-
-¿No me va a reprender por no estar con él?.- Le dije con inusitado valor. El ángel miró su carpeta y constató que yo ya llevaba dos semanas separado de Gabriel.
-Bah, para qué, eso es cosa de otros, yo me encargo de los forajidos y tú no lo eres. Sé muy bien lo que eres ¿y tú, lo sabes?.- Me quede pensando unos momentos en aquello que había estado reflexionando los últimos días, eso de que era el lado oscuro de mi amigo y de que en realidad él necesitaba tanto de mí como yo de él.
-Sí, sí lo sé.-
-Bien, pues a mí me costó siglos y peleas entenderlo. Ahora estoy en una situación muy parecida a la tuya. Aunque hay una gran proporción de diferencia.- El extraño ángel se esfumó junto a todo su personal en una bola de fuego que inundó el lugar y en un solo parpadeo desapareció, sólo una pluma blanca y otra negra quedaron ahí flotando como recuerdo de su paso. Un ángel que al parecer la oscuridad no le molestaba en lo absoluto.
Posteriormente busqué a Gabriel por varios hospitales hasta que di con él. Me encontré con Lupe caminando cabizbaja hacía una sala, sabía que su paso me llevaría hasta donde estaba mi amigo, la seguí. No me equivoqué, ahí estaba Gabriel en una cama con los ojos vendados. Se notaba débil.
-¿Eres tu Lupe?.- Preguntó al sentir a su novia abrir la puerta, ésta entró con mucho cuidado y al notar que Gabriel la había reconocido se sonrió.
-Veo que ya sabes cuando soy yo.- Le dijo acercándose a él para tomarle la mano. Gabriel no le contestó, Lupe le besó los labios, pero al parecer mi amigo apenas reaccionó. La mujer se sentó a su lado, lo bastante cerca como para poder acariciarle el cabello. Salvo por los vendajes en sus ojos Gabriel se veía bastante normal, casi ni parecía que había tenido un accidente.
-Hoy hablé con el doctor. Me dijo que hay una posibilidad muy alta de que vuelvas a ver.- Le comentaba Lupe a un impávido Gabriel.
-¿Cómo?.-
-Por medio de un trasplante. Tienen un donante, el problema es el dinero de la operación.-
-No me importa el costo, sólo quiero volver a ver.- Decía mi amigo alterándose un poco, momento en el que su novia lo tranquilizaba con suaves caricias. Inmediatamente lo comprendí, Gabriel había quedado ciego después del accidente que le provoqué. Su ceguera llegaba a tal punto que ni siquiera podía ser capaz de percibir mi presencia.
-Con lo que Leroca te pagó podemos costear la operación, además yo tengo algunos ahorros….
-No, esos guárdalos para cuando nos vayamos.- Interrumpió de pronto Gabriel.
-Amor, Leroca ya no está. Se supone que nos íbamos a ir con él.-
-No me importa, con él o sin él. Sea a Alemania u Argentina. Nos vamos a ir. Voy hacerme esa operación cuanto antes.-
-Mañana te darán de alta amor, y comenzaremos el proceso…
-¡Quiero hacerlo ya! No pienso seguir esperando, no puedo seguir esperando.-
-Amor, el proceso no es tan simple.- Trataba de argumentar Lupe en forma muy sumisa, casi temerosa.
-No me importa. Hay que adelantarlo y agilizarlo.- Prosiguió Gabriel quien poco a poco ganaba un autoritarismo sobre la modesta muchacha.
-Ni siquiera has ido a buscar el dinero de Leroca.-
-¡Mañana mismo voy, y me operan en dos días más!.-
-Gabriel por favor cálmate, te estas exaltando, eso no te hace bien.- Intentaba detener la mujer al acalorado hombre quien ante esos ruegos cesó en sus palabras. Gabriel comenzando a sollozar dijo:
-Es que no sabes lo que siento aquí en mi corazón. Perder la vista, entrar en la oscuridad es…es la locura, es el camino a la locura. Sentir las voces invisibles a tu alrededor, despertar del sueño en la mañana para enfrentar la eterna pesadilla. Estos días han sido los más malos de mi vida, sólo oscuridad, una oscuridad que se entremezcla con la imaginación, un mundo que ya no tiene cabida. Ya no verte más, ya no poder disfrutar más de tus ojos o del color rojo de tu cabello. Ya no poder conocer el mundo que está a mí alrededor. Sumergirme en la oscuridad, como un pobre buitre que se deja caer en los panteones. No lo soporto más Lupe. Me quiero ir de este lugar, me quiero ir de esta maldita región que no ha sabido darme más que angustias y resentimientos. Si no fuera por ti, mi amor. Sácame de aquí Lupe, sácame de aquí cuanto antes.- Ante su quebranto, Lupe no pudo más que abrazarlo intentando así contener de alguna manera a Gabriel que no podía dejar de sollozar tal como lo hacen los cachorros al ser abandonados en la lluvia. Aproveche entonces ese momento para adentrarme en su mente y poder recorrerla sin grandes limitaciones, aventajándome de aquel estado de penumbras que mi amigo alegaba.
Cuando entre en su mente, ciertamente vi un montón de sombras que sólo sabían dibujar figuras disparejas. Aquella mente estaba alterada, ya no tenía dinamismo si no que era un mar de oscuridad. Se alumbraba únicamente el espacio en donde se podía apreciar la figura de Gabriel, quien como si fuese guardia de aquel mausoleo se acercó a mí violento, con intención de despedazarme, pero como él iba en un evidente estado de mareo, a tropezones con lo que pisaba, ni siquiera pudo llegar bien y se cayó al piso.
-¿Por qué me hiciste esto? ¿Querías matarme?.- Me recriminó. Notando que el Gabriel que tenía en frente quizás era una representación mental de su actual estado, me sinceré con él. Después de todo tenía algo más que hablarle.
-Sí. Quería matarte Gabriel. Pero porque quería ser libre.-
-Ser libre, ser libre. Lobo estúpido, lo único que quiero es que me dejes libre, que te vayas. Si quieres hacer una especie de vida en un universo de fantasmas, hazlo, pero déjame sólo para siempre.-
-Gabriel, cuando me desenterraste al llegar a la región del mar, lo hiciste con la intención de eliminarme.- Gabriel no me respondió y avanzó recto ante esa oscuridad cada vez más acechante. La tenue luminosidad que resplandecía su figura se iba apagando a medida que se adentraba en aquellas tinieblas.
-Mira mi mente Lobo, mírala, pareciera que ya no tengo arreglo. He quedado ciego, he perdido la oportunidad que Leroca me daba para poder viajar. Maté a Lina y también a Paulina y lo peor es que tú sigues en mí.-
-Yo ya soy independiente de tus pensamientos. Ahora puedo pensar por mi mismo y tomar determinaciones propias.-
-¡Entonces por qué mierda no me dejas en paz!.-
-No puedo, no me dejan..
-¡Quién!.- Guardé silencio porque aquello sería incomprensible para Gabriel.
-Já. Lo sabía. Sigues jugando conmigo, como lo hiciste cuando estaba en el colegio, cuando me hiciste violar a esa chica. ¿Por qué te tuve que invocar? Siempre sospeché que volverías a irrumpir en mi cabeza, de hecho desde que te enterré siempre tuve pequeños pensamientos en relación a ti, pero no debí haberte forzado, no debí.- Gabriel se arrodilló de forma suplicante, las lagrimas le brotaban.
-Gabriel.- Le dije en tono bastante conciliador. –Gabriel, no puedo separarme de ti porque tú eres mi esclavo. Esa es la razón por la que dependo tanto de ti, eres mi esclavo, eres la parte mía que es sumisa y callada y yo soy la parte tuya esquizofrénica y alborotada. Yo no soy ningún invento tuyo, ningún amigo imaginario, soy parte de ti, de tu forma de ser y me necesitas porque estas a mi merced.- Gabriel comenzó a llorar con más fuerza, rápidamente su mente nos trajo un montón de imágenes en común, pequeños recuerdos que ambos compartíamos. Aquellas imágenes me daban la razón.
-Yo no quiero ser así, yo no quiero ser como tú. Yo quiero la libertad. ¡La libertad maldita sea!.- Gabriel gritó con fuerza, no obstante, su ira no logró que la oscuridad nos dejase de rodear y muy pronto no pudimos ver absolutamente nada y solamente nos percibíamos por nuestros sonidos respiratorios.
-Tú dices que eres libre.- Dijo de pronto Gabriel, yo solamente escuchaba su voz entre la oscuridad. –Pero me necesitas.-
-Por supuesto que sí, un amo depende de su esclavo de la misma forma en que tiene poder sobre él. Sin embargo, quiero romper ese círculo. Quiero que seas libre de mis ataduras, Gabriel, quieras o no tienes que comprender que yo soy tu verdadera personalidad, tú eres sólo una fachada que ha intentado ocultarme por el miedo, pero yo soy realmente quien debe estar ahí, manejando tu cuerpo y tus acciones. Tú lo sabes desde hace tiempo y ahora quiero darte la libertad, para que tanto tú como yo podamos ser felices.- El silencio se hizo tan poderoso que me puse a gritar. Unas risotadas fueron mi respuesta.
-Idiota, aunque yo me vaya la relación de amo y esclavo seguirá y seguramente tú serás el nuevo esclavo. Siempre habrá alguien a quien matar dentro de este sujeto, pues la personalidad de este tipo es la de un loco, sin duda lo mejor sería que muriese de una buena vez, eso sería lo mejor para el mundo.- La voz era de Gabriel, pero tenía un tono bastante distorsionado, como si un niño estuviese tratando de hablar con una viga traspasada en el cuello. La voz que retumbó entre esa oscuridad fue aterradora y más lo fue la risotada que hizo aquel eco por todo el lugar. Aterrado, sin poder si quiera verme las patas, salí de esa maldita mente comprendiendo que Gabriel era un ser enfermo, cuya mente resultaba perturbadora hasta para mí.
Me desprendí como si fuese un pez extraído del mar por medio de una caña. Apenas podía respirar y me sentía agotado de inmiscuirme dentro de esa cabeza. Lupe continuaba al lado de mi amigo, tomándole la mano con gran cariño, mirándolo con lastima y susurrándole cosas que pretendían darle alguna esperanza. Luego de tres horas se fue y yo me puse a seguirla. Lupe habló con un doctor, quien le confirmo que una posible operación a los ojos era factible y con un cincuenta y cinco por ciento de resultados favorables. También le comunicó que el hecho de que Gabriel haya sobrevivido a la caída sin fracturarse los huesos era prácticamente un milagro y que a pesar de que la operación de trasplante de ojos era sumamente complicada – y cara- , quizás deberían meditar si no era un regalo el hecho de que Gabriel siguiera vivo a pesar de su ceguera.
-Por supuesto que no. No hay nada que meditar. Quiero que le hagan la operación a Gabriel cuanto antes- Contesto Lupe exaltada, el doctor incluso retrocedió unos pasos al escucharla tan decidida.
-¿Y usted se hará cargo del costo de la operación y de la responsabilidad por los resultados?.- Preguntó el médico. Lupe agachó su cabeza unos momentos, finalmente miró al profesional a los ojos y afirmó con decisión.
-Doctor quiero que esto se haga cuanto antes. A lo más tardar en dos días más.-
-Pero eso es imposible, además hace que las cosas sean mucho más riesgosas.-
-De todas formas siguen existiendo más posibilidades de que vuelva a ver, ¿no?.- El doctor con algo de duda asintió.
-Pagaremos todo lo que sea necesario, se lo aseguro, sólo quiero que vuelva a ver lo antes posible.- Le dijo finalmente para luego irse, dejando al doctor bastante tembloroso. La seguí hasta la calle. Ella realizaba su vida normal, iba de compras al súper mercado y paseaba por las plazas de la región del mar con bastante nostalgia, tal vez pensando en Gabriel. Como era común, la cantidad de personas que transitaban por las estrechas calles de la región del mar me obstruyeron la vista y ya no pude seguirle el paso. Me fui a sentar a un rincón de una calle, amparado por la sombra de un pequeño árbol que se disponía por ahí. Al frente de la calle, un viejo cine que sólo exhibía películas ya pasadas de moda estaba presentando “El cielo sobre Berlín” de Win Wenders, no es que yo hubiese visto la película, pero en el cartel se presentaba así. De pronto sentí la respiración de alguien, era una persona que estaba a mi lado, como estaba guarecido por la oscuridad del árbol no lo había visto. Llevaba un sombrero de paja enorme que le tapaba todo el rostro y el resto del cuerpo era tapado por una especie de poncho de lana. De repente el hombre enderezo su cabeza (al parecer dormía) y comenzó a olfatear, pude verle su rostro, tenía una barba canosa y puntiaguda y un rostro aguileño. Tenía la sensación de haberlo visto en alguna parte. Inmediatamente el viejo se levantó y se puso en posición de lucha.
-Puedo sentirte, no creas que no.- Comenzó a decirle al viento, pero al rato comprendí que me hablaba a mí porque se dirigía a la misma dirección en la que yo estaba. Entonces recordé quién era ese viejo, lo había visto aquella noche que asaltaron a Gabriel a la salida del bar, era el sujeto que se bebía todos los restos de alcohol que quedaban en las mesas. Era un ser real, debido a que podía tomar las cosas materiales e incluso consumirlas, de hecho, a medida que bajaba la guardia el viejo sacaba un cigarrillo y se iba a buscar un carrito en donde tenía un montón de cartones por ahí reunidos. Mientras se iba del callejón, la gente comenzaba a salir del cine.
-Escúchame compañero.- Dijo el viejo con cierto tono despectivo. –Si estas buscando donde meter tus narices, créeme que conmigo no te funcionará. He tenido que caer en la locura para joder a tipos como tú. La locura, es la única salvación del ser humano así que a mí no me tocas.- Me dijo yéndose a tropezones con su carro. Yo quede intrigado ¿cómo es que podía sentirme? Naturalmente no podía verme, pero podía percibirme, decidí seguirlo y fue entonces cuando en la esquina de la calle me encontré unos metros más adelante con ella, Paulina. Me miraba fijamente, no podía confundirme, yo estaba suspendido en el aire y ella miraba justo en mi dirección cómo si ya supiera como encontrarme. Vestía unos pantalones cortos y una blusa que le dejaba ver el ombligo. Seguía igual a como la había visto antes, con la misma piel blanca, los mismos labios apetecibles y los mismos ojos verdes maravillosos. Ella me sonrió con lujuria y desapareció entre la multitud. Me quede pasmado y me di cuenta que le había perdido el rastro a todos los que quería seguir. Una nueva función de “El cielo sobre Berlín” comenzaría pronto, decidí entrar para quedarme a ver la película, luego regresaría a la mente de Gabriel, pero no sabía si era pertinente decirle sobre mi hallazgo. ¿Sería real?.-
La oscuridad que invadía a Gabriel era abrumadora, nada se podía ver ni percibir, quizás era lo más parecido a un ataúd y entonces recordé estando en esas paredes oscuras mi experiencia cuando estuve enterrado en la mente de mi amigo. Era muy similar la situación, yo vivía -por decirlo de algún modo- mas la oscuridad y silencio reinante me contraía al miedo en una primera fase, en una eterna primera fase. Sí, sentía un miedo largo que recorría con hambre cada uno de mis extremidades para luego dejarme inmóvil y ya sin ganas de nada, sin sensaciones de nada, totalmente sin emociones. Esas fueron las fases que enfrenté cuando tuve que soportar el entierro, ahora eran lo mismo, meterme en la mente de Gabriel era prácticamente lanzarse a un desierto. De vez en cuando se aparecía él (no era Gabriel, al igual que yo, era una entidad de su mente, pero representado con su mismo aspecto) y rondaba sin tomarme en cuenta, como ido.
No pude comunicarme bien con Gabriel, ni en su mente consciente ni en su inconsciente, este último porque estaba sumido en la más aterradora oscuridad, pero al consciente era igual de difícil llegar ya que Gabriel tenía que lidiar con su condición de ciego. El primer día fuera del hospital, Lupe no se despegó de él en ningún momento, lo guiaba como el más incondicional lazarillo.
-Siento ser una molestia.- Decía Gabriel con vendas en los ojos (decidieron no comprar gafas debido a que la operación de trasplante se realizaría en dos días más)
-Eres lo más importante que tengo, no podría dejarte sólo jamás.- Le decía ella con una calma y cariño inmenso que hacían tranquilizar a Gabriel. Cuando ella le hablaba así sobre él se podía sentir un hormigueo agradable, un relajo total al escucharla.
-Te amo.- Le respondió éste tratando de reír y ella lo abrazó. –Aún no entiendo cómo es que te enamoraste tanto de una persona como yo.- Preguntaba Gabriel.
-Me enamore cuando te vi la primera vez, todo confundido y asustado. Estabas igual que yo, sin esperanzas.- Lupe realmente idolatraba a Gabriel, lo cual era algo que me parecía más que curioso, exótico. Al parecer mi gama de sentimientos todavía no lograban contemplar aquello llamado amor.
La pareja fue a buscar el cheque que Leroca ya le había extendido hace algunos días a Gabriel. Ella lo llevaba siempre del hombro y caminaban a paso de hormiga, pero al parecer ambos disfrutaban aquello, sonreían a cada tropezón, se sentían fuertes juntando los hombros, al menos fuertes y felices en ese momento. Gabriel retiró el cheque, Leroca ya había partido a Alemania y llegaría en unas cuantas semanas.
-Es mucho dinero.- Decía feliz Lupe. –No va a haber problema para realizar la operación.- Gabriel le sonreía, pero solamente para esconderle muchas palabras que le quería decir y que ella ignoraba, muchas verdades que le habían cubierto la mente con ese manto oscuro.
El día siguió un cause bastante lento y aburrido, en donde Gabriel tenía problemas hasta para comer por si mismo. Frustrado se ponía a llorar y su novia lo intentaba tranquilizar asegurándole que la operación sería un éxito y que muy pronto volverían a verse a los ojos.
Gabriel lloraba y no se acostumbraba a la idea de su ceguera, le parecía horrible que a cada paso que daba por si mismo no hacía otra cosa que chocar contra algo y pegarse. “Esto es horrible, esto es horrible” se repetía. A raíz de todas estas lamentaciones me era imposible ingresar a su mente y decirle lo de Paulina. Lo que yo pensaba al respecto era que en realidad ella nunca existió, y a cada rato aquella opción me parecía más y más plausible, sin embargo, no tenía como decírselo a Gabriel y a pesar de todo no dejaba de ser una intuición, no podía decir que tenía pruebas concretas de aquello. Entonces, a pesar de que acompañaba a Gabriel todo el día, no pude si quiera decirle una palabra, su estado lo tenía demasiado mal.
Ya acostados por la noche, ella se acercó al cuerpo de Gabriel para poder acariciarlo, pero él se mantenía distante.
-Te he echado de menos.- Decía ella tratando de acurrucarse a su lado. Pero él la corría.
-No creo que sea la hora, ni siquiera puedo verte.- Le respondió.
-Pero puedes sentirme.- El silencio fue incomodo, ella esperaba una respuesta o gesto de su amante, pero él no supo realizar. –Yo siempre te he sentido Gabriel, siempre tuve la esperanza de encontrar a una persona que me acompañara para siempre. Nunca esperé a un príncipe azul o algo por el estilo, pero siempre estuve sintiendo la presencia de aquel hombre que me llenara, que me entendiera. Por eso cuando te vi lo supe de inmediato. Es más, Gabriel yo te he estado buscando desde hace mucho tiempo, la primera vez que te vi fue cuando bajaste del terminal de buses de la región del mar. Te veías muy distinto a como te ves ahora, parecías alguien lleno de temores, bueno, esa fue la impresión que tuve. Yo te vi desde lejos, iba a viajar y esperaba mi bus cuando pasaste frente a mí y no pude dejar de mirarte, te seguí con la mirada hasta que desapareciste y luego te busqué y vi el taxi en el que te habías ido. Tomé mi bus, pero no deje de pensar en ti. Durante días pensaba únicamente en ti, incluso cuando estaba con…con mis clientes. El sólo hecho de haberte visto despertó en mi con más fuerza que nunca aquella sensación de haber encontrado a aquel que por siempre sentí. Cuando volví a la región del mar no quise buscarte ya que sabía en mi interior que nos reencontraríamos en el momento adecuado y de la forma adecuada y no me equivoque. Por eso tú para mí Gabriel, eres lo más preciado que haya podido llegar.- Lupe hablaba con exaltación, incluso lagrimas de felicidad le brotaban de sus ojos, realmente parecía una chica que le daba mucha importancia a las casualidades de la vida, recuerdo que un día Gabriel la descubrió escribiendo en un cuaderno un mapa de casualidades que alguna vez la hicieron feliz y otro de casualidades que le importunaron la vida.
-Creo que puedo guiar mi vida si le presto más atención a estas cosas.- Le dijo ella sonriéndole, quien incrédulo la miraba con ternura, pues él no le hacía mucho caso a esas cosas. Pero ahora Gabriel estaba callado y quizás conmovido (algo, al parecer la mínima autonomía que aún conservaba, no me dejaba saberlo) acarició el cabello de su moza. Se guió por el olor a frutos secos que el cabello de la muchacha desprendía. Ella se encaramó sobre él y le besó la boca para ir suspirando levemente por su cuello. Lo desnudó con suavidad, mientras sus manos realizaban círculos sobre el desnudo pecho de mi amigo. Esos círculos parecían erectar el pene de Gabriel con mayor rapidez. Ella aprovechándose ya de la disposición de Gabriel lamió todo su dorso desnudo acometiendo de pronto en suaves mordiscos que no hacían más que incrementar las ansias de mi amigo quien en su estado de ceguera trataba de percibir con su olfato y su tacto el cuerpo de su amada, un cuerpo que recién duchado olía a espuma y tal como la espuma, aquella suavidad se podía acariciar por cada rincón, apretar cada esquina del cuerpo con los dedos y refregarlos sintiendo que la piel poco a poco se perdía, que las formas ya no valían, que los cuerpos desaparecían y que tal como lo hace un niño al dibujar con pintura, todo terminaba en una confusión de líneas, rayas y colores.
Eso es lo que Gabriel veía dentro de su mente, aplacando por primera vez la oscuridad que lo tenía cautivo, mientras su amada se subía en el para ser penetrada. Ella se arqueaba con fuerza y gemía gustosa mientras mi amigo trataba de no emitir ruido, pero finalmente cedió a la presión y se deshizo en un orgasmo constante mientras en su mente, las rayas y colores se iban juntando formando una espiral que actuando en conjunto lo hipnotizaba con sus vivos colores.
-Te amo, tú también eres lo mejor que tengo. Podría morir feliz ahora.- Decía Gabriel mientras el éxtasis lo alcanzaba, Lupe también no paraba de acelerar, pues su ímpetu la llevaba con fuerza a nuevos horizontes de la excitación. Por unos momentos me desvanecí ya que Gabriel volvía a tener fuerza, volvía a tener voz y en resumidas cuentas, volvía a sentir una cuota de autoridad sobre mí, siendo yo recluido a las sombras. De alguna u otra forma terminé descubriendo que el sexo parecía ser en cierta medida el alimento del alma.
Al día siguiente, Lupe despertó muy temprano a Gabriel para que éste fuese a hacerse unos exámenes que necesitaba para el día de la operación.
-Lamento mucho que no nos podamos ir.- Decía Gabriel en tono de ultratumba, mientras Lupe lo lavaba en la tina.
-No te preocupes, no será difícil conseguir dinero para irnos, pero para serte franca, no entiendo bien tus razones. La región del mar es tan bella, todos los días hay sol y siempre hay una brisa tan fresca
-Y un viento de los mil demonios cada tarde.- Interrumpió Gabriel, Lupe lo ignoró y comenzó a lavarle el pelo.
-Además, siempre se respira vida, siempre hay eventos culturales, bares abiertos toda la noche, calles iluminadas frente al mar, cerros alegres que están llenos de colores, cafés hermosos, paisajes increíbles. Para cualquiera esto es un paraíso, yo siempre me sentí muy dichosa de vivir aquí.-
-Bueno, pero de todas formas es un lugar desordenado, lleno de ladrones, gente alcohólica y viciosa. Una gran cantidad de enfermos mentales y cada tres calles hay olor a orina. Yo no le veo nada de bonita a esta ciudad, de que sea linda para una postal de eso no hay duda, pero el día a día viviendo acá me tiene harto.-
-Aún no te entiendo Gabriel, siempre creí que te gustaba la Región del mar, sobre todo porque nunca me hablaste mucho de la ciudad de Tal, parece que ni te importaba, que ni la echabas de menos.-
-También es una ciudad fea, en realidad este país es una mugre, me gustaría irme a vivir a otro lado.-
-Realmente no entiendo tus razones, pero si te hace feliz irte de aquí yo te acompañaré y también seré feliz.- Gabriel sonrió, de pronto sonó el timbre del departamento “¿Quién será?” se preguntaron ambos, Lupe dejo que Gabriel siguiese remojándose solo y fue a abrir la puerta, ahí se encontró con Ginés de Pasamonte quien apoyado contra la pared la miraba con algo de lujuria.
-Señorita ¿me recuerda?.- Preguntaba el policía. Lupe sonriendo le dijo que sí, que él era quién había llevado a Gabriel al hospital después del accidente. Éste asintió feliz, luego Lupe lo invitó a pasar.
-No se preocupe, la verdad es que estoy muy atareado. Quería saber cómo se encontraba Gabriel, supe que lo dieron de alta.-
-Él está muy bien, es más, mañana mismo se someterá a una operación de trasplante para que vuelva a ver.-
-Ah, entonces parece que la vida seguirá su curso normal.-
-Así parece don Ginés, ahora se esta bañando, pero si gusta lo puede esperar.-
-No hace falta, no hace falta hermosa dama, pero si gusta puede enviarle este mensaje, aunque tal vez no sea necesario, como dicen eso de que cuando alguien pierde un sentido los demás se agudizan, tal vez él nos esté escuchando perfectamente desde el baño.- Lupe sonrió, la presencia del hombre aquel no le producía ningún nervio si no más bien cierta curiosidad.
-No lo creo, su estado aún es delicado, él ni siquiera se ha quitado la venda de los ojos.-
-Bueno, pues dígale que pague lo que me debe. He sido respetuoso debido a su accidente, pero ahora sí que no le concederé más plazos, si no me paga lo acordado, mañana mismo me lo llevo a la cárcel. Que use el dinero de Leroca, es más que suficiente, conozco la cantidad. Soy un detective, me meto en la vida de las personas como una pulga lo hace en el cuerpo de sus victimas.- Lupe parecía anonadad ante el torrente de palabras, el detective notó aquello y decidió irse.
-Sólo dígale que me pague a más tardar mañana.- Luego se fue, Lupe sonrió sin comprender bien qué había ocurrido, cuando volvió al baño, le comentó a Gabriel simplemente que se trataba del policía que lo había salvado.
-Ese hombre fue tu héroe, pero a decir verdad yo le conozco uno que otro vicio. Era uno de los clientes más frecuentes de Ane Marie, le encantaba azotar a sus putas hasta que estas terminaban llorando y sólo ahí las penetraba. En todo caso a mí nunca me tocó esa suerte. No sé porque dejo de ir a dónde Ane Marie, parece que se quedó sin dinero.- Comentaba Lupe con total tranquilidad, parecía que aquellos tormentoso tiempos ya no la afectaban en lo absoluto. Como si nada volvió a lavarle el pelo a Gabriel quien estaba completamente en silencio, lo había escuchado todo.
-Amor.- Decía éste temblando. –Creo que debo contarte algo.- Lupe continuaba tranquilamente en lo suyo.
-Sí, ese hombre dijo…
-Sé lo que dijo. Lo escuché.-
-Y a qué se refería.- Fue entonces cuando Lupe notó que Gabriel temblaba y que el agua de la bañera comenzaba a rebalsarse un poco.
-Qué ocurre Gabriel.- Inmediatamente Lupe entendió que lo que Gabriel le diría sería algo terrible y se alejó un poco de la bañera.
-Lupe, yo…no sé cómo empezar. Hace un tiempo…- Gabriel realizaba continuas pausas en sus palabras, los nervios lo comían, sin embargo dentro de su mente esa oscuridad tan abrumadora daba paso poco a poco a una luz cenital que tenue y de manera no muy directa comenzaba a iluminar los recovecos. Esa luz también quemaba y parecía estar haciéndolo ahora sobre él. Su intensidad era tan brusca que yo mismo tuve que escapar de inmediato de su mente porque si no me sentiría carbonizado.
Gabriel a duras penas intentó explicarle la situación a Lupe que con horror lo miraba.
-Asesiné a una persona Lupe, fue un error, un accidente, algo que ocurrió de manera…sé que no tengo explicaciones, que no tengo derecho a tenerlas, pero yo nunca he querido hacerle mal a nadie, tuve miedo y por eso hice lo que hice.- Le comentó también que ese policía andaba tras él extorsionándolo y que al parecer no habría otra, tendría que usar el dinero del cheque para pagarle a Ginés.
-Será mejor que olvides aquello de la operación. No sé que más decir.- Se atormentaba Gabriel, pero Lupe parecía más aterrada. Unos minutos después de que mi amigo dejase de hablar se levantó del piso y se fue horrorizada. Gabriel sólo escuchó el portazo que la mujer dio y aunque tenía el presentimiento de lo que ocurría, se puso a llamar a Lupe.
-Ella ya se ha ido Gabriel y no creo que vuelva.- Le dije sonando más fuerte que nunca en su cabeza, éste se tomo la frente con sus dos manos.
-La perdí.- Dijo y yo asentí. Infinitas lágrimas llenaron la bañera de agua salada, como la del mar y mi amigo después de un rato intentó levantarse por sus propios medios. Falló mucho y casi se rompe la cabeza al resbalarse con el piso de baldosa del baño, pero finalmente de alguna u otra forma, supo llegar a su cama y se acostó ahí desnudo.
-¿Qué harás?.- Le pregunté.
-Nada.- Dijo con el rostro vuelto hacía la almohada.
-¿Cómo qué nada? ¿Vas a dejar todo así?.-
-¿Qué más puedo hacer? Mañana llamaré a Ginés y le pagaré para que me deje tranquilo.-
-¿Y qué pasará conmigo?.-
-¿Qué pasará contigo de qué?
-Sobre lo que te dije, sobre la forma de que ambos podamos ser libres.-
-Yo sólo podría ser libre estando muerto- Dijo tajante mi amigo.
-Ahí está, eso es lo que tú quieres, no seré yo quien lo haga por ti. Ahora es hora de que te mueras.-
-¿Acaso crees que es muy fácil hacerlo? Antes de morir uno experimenta más recuerdos que los que se encuentran en las fotos de un álbum, todos esos recuerdos te dejan paralizado.-
-Bueno, pero el asunto es que ninguno de los dos será libre estando en este estado.-
-Maldita sea por qué te tuve que despertar. Sabes cuál fue mi perdición al llegar aquí. Paulina, ella me jodió completamente. Por culpa de ella te desenterré por segunda vez en esta región. No me importa que me digas que igual lo hubiese hecho tarde o temprano, al menos hasta ese punto te tenía dominado, ahora eres un desgraciado que no me deja en paz.-
-¡Eso es! Paulina. Ella ha sido tu calvario, ella es la que nos une.- Dije muy emocionado, con la sensación de tener las cosas resueltas.
-¿De qué mierda me estas hablando?
-Tú mismo lo dijiste. En cierto modo me tenías controlado cuando llegaste hasta esta región, sin importar que a la larga igual hubiese terminado apareciendo en tu cabeza, explotando todos tus pensamientos, cuando llegaste, tienes razón, me tenías controlado. Luego me enterraste de nuevo y me desenterraste otra vez con el pretexto de querer acercarte a Paulina. Sabes lo que creo, que Paulina no es real, es sólo un invento de tu mente para que puedas seguir dependiendo de mí.-
-¡Eres un estúpido!.- Gritó enojado. –Por qué mi mente haría algo así. Algo como para perjudicarme, tan esquizofrénico crees que soy.-
-La verdad es que sí. Hace tiempo que tú ya no mandas en tu mente.-
-¡Porque tú me la jodiste!.-
-¡Tú y yo somos lo mismo! ¡Entiéndelo! Lo que pasa es que tu pretendes ser el racional y yo soy el pasional, pero ya estuvo de ese juego de roles, tu vida tiene un camino hecho y ya es hora de que alguien se haga responsable de los actos que realizas. Sea de la forma que sea para afrontarlos.-
-Ajá, acaso tú vas a hacerte cargo.-
-Por supuesto que sí, pero lo haría de la forma que dicta mi consciencia, de la única forma que sé hacerlo por lo demás, de la manera pasional.-
-Ósea de la manera incorrecta.-
-Llámalo como quieras maldito obtuso. Pero desde que llegaste aquí has causado muchas consecuencias de las que no te has hecho cargo, de las que has rehuido, de las que incluso te has escondido, pero ya va hervir el agua Gabriel, tienes que entenderlo, no podrás seguir así para siempre y tienes que tomar un camino para hacer las cosas, tienes que ordenar tu mente, ¡nuestra mente!
-Sabes lo que pasa. Es que te has vuelto un maldito loco. No sé en qué momento has ganado tanto poder como para pensar por ti mismo. Ni siquiera cuando era joven podías separar tus pensamientos de los míos-
-Ha sido desde que Paulina entró en tu vida.-
-Incluso me dices que ella es falsa. Maldita sea, tú eres falso, te puedo ver, pero jamás te he tocado, y jamás nadie te ha visto. En cambio a Paulina sí la he podido tocar, no te bastó con el hecho de haberla matado. A mí no me pareció que era mi imaginación la que estaba jugando conmigo. Además si fuese un ser tan falso como tú o un producto de mi esquizofrénica mente, ella también te vería.-
-Precisamente hace dos días la vi en la calle y ella me estaba mirando, es más, ahora que recuerdo, creo que muchas veces he sentido que me observaba.-
-Es una estupidez. Y si fuese imaginaria, si fuese creada sólo por mí como es que tú también la puedes ver.-
-Porque tenemos la misma mente, porque venimos juntos desde que naciste. Yo no soy una creación tuya, maldita sea, soy una extensión, yo también puedo ver lo que tu ves y viceversa, sobre todo si se trata de algo relacionado con la mente.-
-¿Y cómo explicas el hecho de que otras personas puedan interactuar con Paulina?.-
-¿Realmente ha sido así? Recuerda lo que el abogado te dijo: Que no encontró a Paulina en la carrera de teatro. Realmente nunca la has visto hablar con alguien más que no sea contigo.-
-¡Y en la feria de los azotes!.-
-Eso siempre estuvo en tu cabeza, por eso nunca la encontraron, lo que pasa es que no quieres reconocer que tu mente también es capaz de generar pensamientos sucios y sexuales, crees que tengo que ser yo el que los genere siempre, por eso confundiste aquella ilusión con un lugar real, para defender tu mente y no querer aceptar que en realidad eras tú el que forjaba ese escenario.- Gabriel comenzaba a sudar, se veía nervioso. De pronto arremetió
-Pero sí vimos a Paulina con alguien. Recuerdas ese gordo que vivía frente a mí en la pensión de doña Eglantina. Recuerdas que lo vimos teniendo sexo con Paulina.- Me quede en silencio, no supe que solución encontrarle aquello.
-Tal vez simplemente quisiste proyectar una imagen grotescamente sexual de ella y lo hiciste con la persona más grotesca que habías conocido hasta ese momento.-
-Eso es una estupidez, de verdad crees que soy tan cínico como para querer imaginarme algo así. Eso pasó y lo vi.-
-De todas formas no importa, ese gordo ya está muerto. Pero, Gabriel, entiéndelo, Paulina es falsa.-
-Yo la toqué, yo la besé, yo la probé. No puede ser que todas esas sensaciones sean engaños de mi mente.- Un pensamiento extraño me vino a la cabeza “Tal vez también sean engaños de la mía”, Gabriel pareció percibir aquellas palabras que resonaron con fuerza dentro mío, ambos nos quedamos en silencio.
-Lo siento, pero creo que es lo que te digo. Ella es un engaño de tu mente para que tú sigas en esta relación de amo y esclavo que tienes conmigo y yo a la vez siga conectado contigo y no pueda alcanzar mi libertad.-
-Lo único que quieres con todo esto es hacerme pasar por un esquizofrénico. Que acepte de buenas que estoy loco para que me puedas poseer con mayor facilidad.-
-¡No, maldita sea!.- Realmente enfadado me hundí en la mente de Gabriel que había vuelto a esa tormentosa oscuridad, no me costó mucho encontrarlo por ahí y me lancé sobre él aprovechando que dentro de su cabeza si podía tocarlo y hasta lastimarlo. Me abalancé sobre esa representación que hacía su mente de él y gruñéndole sobre su rostro le dije.
-Paulina es un invento de tu mente. Piensa en sus manos, en sus senos, en su rostro, en aquellos hermosos labios que tanto te gustaban cuando rozaban sobre tu pene y tus testículos. Piensa en ella profundamente y verás que en menos de tres segundos esa puta aparecerá, tocará tu puerta y se echará sobre ti.- Estaba tan furioso que la baba se me escapaba a montones, Gabriel que al principio no podía dejar de sentir miedo, se terminó tranquilizando y me hizo caso, se puso a pensar en Paulina. Yo no sé precisamente lo que pensó, pues estaba más preocupado de mantenerlo a raya y entonces sonó el timbre del departamento. Salí de inmediato de la mente de mi amigo, él apenas y podía creerlo, el timbre seguía sonando.
-Te lo dije.- Afirme. Ante la insistencia del timbre Gabriel tuvo que gritar que ya iba y con mucha dificultad se puso a caminar, tropezándose con todo lo que tenía en frente. Logró recordar dónde guardaba su bata y se la puso lo más bien que pudo para ir a abrir la puerta. En todo el proceso se demoró cerca de diez minutos y el timbre seguía sonando. Gabriel excitado abrió la puerta y escuchó frente a él una voz de hombre gordo o al menos de una persona que ya no podía ser un niño. Yo que podía ver, constaté con pesar que sí se trataba de un hombre de bigotes, regordete y bajito que vestía una chaqueta café y unos blue jeans, llevaba un maletín, parecía un hombre de negocios.
-Señor, le interesaría saber sobre nuestra empresa de seguros.- Escuchó mi amigo al abrir un poco la puerta. Inmediatamente cerró y se fue caminando a tientas hasta alcanzar el sillón para echarse sobre el.
-Con que Paulina ¿eh?.- Me quede en silencio algo avergonzado, estuvimos así durante tres horas hasta que volví a irrumpir.
-Ya sé quién puede sacarnos de esta duda. Doña Eglantina, recuerda que la pieza de esa pensión después la ocupo Paulina, por lo que sólo tienes que preguntarle a la vieja quién arrendó esa pieza después de ti y ahí saldrás completamente de la duda, si Paulina realmente existe te dirá que fue ella, si no, es porque yo tengo razón.- Gabriel parecía no querer ceder al trato y argumentaba que ir donde Eglantina sería demasiado difícil tomando en cuenta su situación actual.
-Pues llama a alguien para que te lleve. Llama a…a Dangelo.- Gabriel parecía no querer aceptar mi propuesta, pero finalmente se decidió y buscó con dificultad el teléfono, estuvo cerca de veinte minutos intentando marcar bien hasta que dio con el abogado, éste le contesto con menos efusividad de la acostumbrada. A pesar de que sonaba desganado, aceptó y dos horas más tarde ya estaba ahí en el departamento ayudando a bajar a Gabriel quien con grandes esfuerzos se había vestido solo.
-Disculpa las molestias Dangelo, pero es algo importantísimo lo que tengo que saber.- Dijo Gabriel ya arriba del auto
-No te preocupes, desde que me casé mi vida ha sido una mierda, haría lo que fuera por llegar más tarde a casa. Lo malo es que ahora mi señora trabaja en las oficinas que están frente a la mía y me vive controlando. Lo vez, ahí está.- Un celular sonaba con la clásica tonada de la película phycosis (un dato que obviamente sé gracias al bagaje cultural de Gabriel) el abogado tomó el celular con evidente molestia; sin embargo, al contestar su voz era suave.
-Hola mi amor, sí, sí, no te preocupes, voy con él, es el ciego. ¿Ah?, pero…esta bien.- Dangelo le pasó el celular a mi amigo para que éste confirmara que lo que decía el abogado era verdad.
-Sí señora, sí, sí, tuve un accidente, pues sí, quede ciego, sí señora vamos a ir a ver a una mujer que me arrendaba una pensión, no señora, no vamos a ir a ningún otro lado, ¿cuánto tiempo? Pues, media hora supongo, no es mucho lo que tengo que preguntar.- Al decir esas palabras, Dangelo golpeó el manubrio en señal de molestia.
-Esta bien señora, le paso con Dangelo. Mucho gusto el escucharla.- Mi amigo le pasó el celular a Dangelo, aunque la voz de la mujer le pareció algo conocida no quiso descifrar de quién se podría tratar. El abogado finalmente tuvo que prometerle a su mujer que volvería temprano. Al cortarle se puso a escuchar Pink Floyd a un volumen estrepitoso.
-Es una mierda Gabriel, en mi casa no puedo escuchar nada de música si no tengo los audífonos puestos. Esta mujer va a terminar con mis nervios.-
-¿Pero entonces por qué te casaste?.-
-No lo sé, no sé en dónde estaba parado cuando lo hice. La conocí este año y parecía realmente una chica muy dulce y yo quede cegado por ella. Eh, discúlpame por la analogía, pero es que.-
-No hay problema.- Decía Gabriel cabizbajo, bajándole un poco el volumen al radio, a Dangelo no pareció importarle.
-Era una chica buenísima para la cama, quería a toda hora y de cualquier forma, hombre le gustaba hacer posiciones que podían dejarla sin espalda. Era una puta entre las sabanas. Eso debió haber sido lo que me enamoró de ella, ese inagotable elixir de sexo que brindaba, pero todo eso se acabó luego de dos semanas de casarnos, ahora se convirtió en una bruja.-
-Ya veo, bueno, eso suele pasar en los matrimonios.-
-Sí, pero nunca tan rápido, ahora casi nunca quiere follar, prefiere ver telenovelas y me vive controlando, incluso pareciera que tiene un radar sobre mí porque cuando no le contesto el teléfono igual termina sabiendo a dónde estoy. Cuando pasa eso me va peor ya que ella me pega y me pega muy fuerte.- Explicaba Dangelo sobándose un pómulo.
-Bueno, y si te divorcias.-
-Nos casamos sin separación de bienes, todo lo que yo tengo es de ella, es más, ha terminado siendo más de ella que mío. Fui un estúpido, definitivamente el amor es ciego…oh, lo siento, no quise decir.-
-No importa.- Decía Gabriel algo hastiado. Hubo un silencio y finalmente Dangelo le preguntó a Gabriel por lo de Ginés, mientras el atardecer comenzaba a iluminar el cielo de un color anaranjado.
-Pues nada, finalmente me extorsionó. Tuve que pagarle para que se quedara callado.- Contestó Gabriel.
-Ah, ese Ginés, es tan buen policía y tan hijo de puta además. Es uno de los hombres más ricos de la región del mar, es como obvio que todo su dinero lo ha hecho extorsionando a personas como tú.-
-¿Pero cómo es que nadie a intentado pararlo?.-
-Porque tiene demasiado dinero. Nadie que este en sus cabales se atrevería a enfrentarlo en un juicio.-
-¿Tan así es la cosa?.-
-Sí, pero bueno, algún día quizás vaya perdiendo poder y tal vez pagué en la cárcel por todas sus extorsiones, sólo digo que tal vez puede pasar, después de todo…la justicia es ciega, jajá.- Dangelo continuó realizando algunas bromas que remitían sobre la condición de no vidente de mi amigo, hasta que llegaron a la casa de Eglantina. Gabriel recordaba la dirección debido a que cuando ya dejo la pensión tuvo que ir a su casa para finiquitar todo.
-Bien aquí es, si quieres puedes acompañarme…
-No, prefiero esperarte aquí en el auto y escuchar algo de música. Por favor Gabriel, demórate mucho.- Le rogó el abogado, Gabriel con dificultad llegó hasta la puerta y ahí fue recibido por la vieja que lo vio como un bicho raro.
-Por dios niño, qué te pasó, yo no te recordaba así.- Dijo ella ayudándolo a caminar, Gabriel se instaló en un sillón, mientras la mujer iba por una taza de café. La casa de Eglantina parecía una tienda de bisutería, adornada hasta el extremo en cada rincón por cosas pequeñas como elefantitos de cristal, soldaditos de plomo, cajitas de madera. Todo estaba adornado por alguna pequeñez que lo llenaba todo, por lo demás todo estaba repleto de colores. La sala de estar que era en donde estaba mi amigo, daba con la puerta de algo que estaba en frente, una puerta tapada con paños de distintos colores, de pronto la puerta se abrió y apareció a torso desnudo, tapado únicamente con una toalla, refregándose los ojos como si hubiese despertado recién, el mismo viejo que había advertido a Gabriel sobre la pensión cuando éste recién había llegado a la Región del mar. Aquel viejo que estaba en un juicio con Eglantina por lo de la casa, o algo así, la verdad es que ya ni me acuerdo y de hecho lo reconocí más que nada porque recordé aquella fantasía que tuvo Gabriel en la que este viejo le pegaba bofetadas a su mujer.
-Oh, disculpa yo no sabía.- Dijo al percatarse que frente suyo estaba sentado Gabriel. El viejo retrocedió avergonzado
-Julio qué haces.- Dijo Doña Eglantina con la taza de café en la mano, luego se acercó al viejo y le susurro al oído “Es ciego” el viejo sonrió y le pellizcó el culo a Eglantina para luego volver a meterse a la pieza. La vieja siguió como si nada (después de todo Gabriel no había visto nada, aunque estaba algo intrigado por el ruido que había escuchado) y dejo la taza de café sobre la mesa.
-¿Qué fue eso?.- Preguntó Gabriel.
-Ah, nada, un amigo que estaba en la cocina. Pero ignóralo.- Decía la vieja mirando la puerta, de lo que tal vez era su cuarto, con picardía.
-Bien, dime muchacho qué te trae por aquí. ¿Necesitas una pensión? Aún tengo algo que ofrecer.-
-No, no señora, la verdad es que algo distinto me trae aquí, en realidad es algo muy simple, pero que necesito saber urgentemente y le ruego que me ayude, si quiere podría hasta pagarle.- Gabriel saco de su bolsillo unos cuantos billetes que la vieja observó golosamente.
-Bien y qué quieres saber.-
-Es muy simple. Me gustaría saber el nombre de la persona que ocupó la pieza en la que yo estuve después de que me fui.- Doña Eglantina adoptó una actitud pensativa y después de un rato dijo.
-Pero si nadie tomó la pieza después. Quedo deshabitada. ¿O no? Ah, no me acuerdo muy bien, es que de repente los años le pasan la cuenta a una.- Doña Eglantina se veía acongojada tratando de recordar lo que Gabriel le pedía.
-¿Pero sí o no?.-
-No lo recuerdo bien, es que creo que una chica se instaló ahí, pero creo que fue en la habitación de al lado. Ah, espera, déjame ir a buscar mi libreta, ahí lo tengo todo. Pero estoy casi segura de que nadie ocupó la pieza. Espérame un momento.- Gabriel estaba inquieto y yo también, el corazón de mi amigo latía muy rápido, era agonizante esperar a que la vieja volviera. Entonces el celular de mi amigo sonó. Él lo contestó de inmediato.
-¿Si?
-Gabriel.- La voz era la de Lupe, se notaba rasposa y bastante seria.
-Lupe.- De pronto todos los nervios de Gabriel se desvanecieron y ese llamado fue para él lo más imperante.
-Gabriel, necesito que hablemos ahora. Estoy afuera del departamento ¿dónde estás?.-
-Lupe, yo. En quince minutos estoy allá. Espérame.- Gabriel se levantó como si un resorte lo hubiese impulsado de la silla, caminó torpemente por el pasillo.
-Gabriel, espera un momento, salgamos de esta duda.- Le rogué, pero él no me escuchaba, el llamado lo había conmocionado y ahora su prioridad era Lupe. Sin esperar que la vieja volviese, Gabriel se fue de la casa y prácticamente le ordenó a Dangelo que acelerará rumbo a su casa.
-Pero no te demoraste ni cinco minutos. Por la mierda Gabriel, esto no fue lo que acordamos.- Gabriel no escuchó los reclamos del abogado y casi lo empujó para que éste hiciese lo que se le decía. A lo lejos se veía la figura de doña Eglantina con la libreta en la mano, pensé en quedarme para resolver el asunto por mí mismo, pero no tenía caso, si Gabriel no lo escuchaba, no lo creería.
Cuando Gabriel llegó al departamento se despidió atolondradamente de Dangelo y se fue al hall para tratar de encontrar a Lupe. En el intento se resbalo y cayó al suelo. Lupe acudió a ayudarlo, a penas sintió sus manos mi amigo las apretó muy fuerte dirigiéndolas a su pecho.
-Lupe, Lupe ¿eres tú verdad? Decía Gabriel a lo que ella respondió.
-Sí, no te dejaré sólo Gabriel, te amo.- Eso fue lo que escuchó Gabriel; sin embargo, yo que podía ver los ojos de la muchacha, parecían completamente descolocados, como si fuese un alma en pena, como si fuese una demente jugando con la punta de un cuchillo.
-Amor, pagaremos y nos iremos y te prometo que este pasado nunca nos va a atormentar, tú eres lo más bello que tengo y te necesito para respirar. Amor, no me importa perder la vista si te tengo a ti.- Gabriel se aferró a los brazos de la muchacha quien lo apretó bien fuerte contra su pecho y la besó con pasión.
-Nada de eso amor, tú te realizarás la operación y volverás a ver.- Dijo Lupe tajante. El tono de la chica atemorizó un poco a mi amigo que intentó hacerle entender que algo como eso sería un poco difícil tomando en cuenta que era mejor ocupar el dinero para pagarle a Ginés.
-A Ginés déjamelo a mí.- Dijo Lupe y mi amigo no se atrevió a contradecirla más.
Esa noche tanto a Gabriel como a Lupe les costó dormir, él estaba absolutamente petrificado con aquellas palabras que le había escuchado pronunciar, no se había atrevido a preguntarle nada, a decirle nada, a refutarle nada. Ella en cambio seguía una senda de silencio incorruptible y no dijo palabra hasta la mañana siguiente.
-Gabriel, es hora de que vayas al hospital, te harán la operación.- Decía ella dándole la espalda a mi amigo quien por el tono oscuro que usaba la chica nuevamente no se atrevió a contradecirla. Lupe fue de pronto al baño, se cerró con llave y se duchó un largo rato. Luego mirándose en el espejo todo empañado por el vapor se repitió como si fuese un mantra “Tengo que hacerlo, tengo que hacerlo. Por él” y posteriormente sacó una bolsita que tenía polvo blanco dentro, no tardo en aspirar.
Mi amigo fue llevado al hospital en donde le realizaron algunos exámenes simples. Lupe pagó de inmediato con el cheque de Leroca y los doctores llevaron a mi amigo a la sala de operaciones, ella se despidió de él con un largo beso en sus labios y le dijo “Confía en mí, cuando salgas todo estará bien” Yo sin saber que hacer decidí quedarme con Gabriel y entrar en su mente, después de todo, vagar por las calles podría ser peligroso tomando en cuenta que ya me había escapado tres veces de los ángeles y lo mejor era no seguir tentando a la suerte. Entré en él cuando ya se encontraba en un profundamente aletargado por la anestesia.
Poco a poco, su mente daba paso a luces exorbitantes, empezaron a surgir calles, calles bohemias que recordaban pasajes de la región del mar, luego autos, ruido, bocinazos, gente cantando en las calles con guitarras y panderos, personas vendiendo dulces y alcoholes. En el fondo lo que se edificaba delante mío era una ciudad llena de vida. Empecé a llamar a Gabriel, pero entre todo el murmullo festivo él no podía escucharme, avance por miles y miles de avenidas entre las cuales podía ver vitrinas en dónde se instalaban televisores que transmitían ciertos momentos de la vida de mi amigo. Hora cuando comió tal cosa, hora cuando hizo tal cosa, al parecer eran recuerdos intrascendentes de los que incluso yo no tenía certeza, pero estaban ahí opacando a los recuerdos que siempre suelen traumarlo. Seguí caminando y observando hasta percatarme que aquellas luces y ruidos eran quizás las últimas alegrías de Gabriel, aquellas que sólo salían a flote en su estado anestesiado, entonces se me ocurrió una idea. Me subí a una estatua que era el centro de una plaza en dónde todo el jolgorio se realizaba y grité (o aullé) con todo mi potencia el nombre de Lupe, fue entonces cuando todo se detuvo, los miles y miles de personas que colmaban esa ciudad tan festiva se silenciaron y como si estuviesen hechos de aire se esfumaron. Así mismo la estatua en donde yo estaba parado también desapareció y nuevamente me quede parado en la nada, el cielo se empezaba a oscurecer y aquello me hizo pensar que Gabriel volvería en si, pero entonces noté una figura delante de mí, una figura que nunca antes había visto o al menos eso creí. Los ruidos del jolgorio que había desaparecido aún retumbaban en pequeños ecos que se iban diluyendo en el espacio de la nada, el personaje que estaba frente a mí alzó su mano con la palma abierta y con aquel gesto en medio de la oscuridad pareció absorber el poco sonido que quedaba en el ambiente.
-Que bueno que nos encontramos Lobo.- Dijo el hombre porque era un hombre, de eso no cabía duda, era un hombre y yo un animal, su aspecto serio me hacía creer que era un hombre que sabía tratar con fieras. Este sujeto vestía un terno negro, parecía un elegante agente secreto, sobre todo porque llevaba gafas oscuras, tenía el pelo corto y su expresión facial tan rígida era imposible de quitar. Caminó hasta llegar a un punto en donde había un piano, de pronto se sentó y se puso a tocar la sonata número 14 para piano de Beethoven. La sensación de ya haber experimentado aquello me hizo sacudir la cabeza. Caminé lentamente hasta el piano mientras el maestro continuaba ejecutando su pieza, lo hacía con minuciosa concentración, la misma con la que yo intentaba recordar dónde había visto a ese hombre. De pronto como un perro manso me eché a sus pies y él al terminar la pieza me acarició la nuca, me sentí humillado, pero a la vez reconfortado.
-Hay que hacer algo con Gabriel, ahora ya.- Me dijo mientras me acariciaba con total calma.
-¿Quién eres?.- Pregunté en tono amistoso.
-Soy la consciencia máxima de Gabriel.- Me dijo él.
-¿Cómo es eso? Cada vez que entró a la mente de Gabriel me topó con representaciones de su conciencia que son idénticos a él.- Le dije y era cierto, pues cada vez que me peleaba con algún Gabriel que estaba dentro de su mente, yo sabía que no eran más que aspectos de él que intentaban ordenar aquel caos que mi amigo había formado dentro de su cabeza. El hombre dejo de acariciarme y se puso a caminar entre la oscuridad, tuve que apresurarme para no perderle el rastro. Mientras iba a su lado él me decía:
-Eso es cierto, el ser humano tiene una gran cantidad de dimensiones dentro de su cabeza e incluso un montón de personalidades que no obstante pueden armonizar de alguna forma su convivencia. Distintos aspectos de él, diferentes personalidades si incluso lo quieres ver así, que conectan entre si para mantener la mente en constante funcionamiento. Estas representaciones de distintos aspectos de la conciencia de Gabriel son unificadas por voluntad propia, pues entienden que a pesar de tener orientaciones distintas, trabajan en pos del bien del funcionamiento de nuestro amigo. Es por eso que siempre los encuentras parecidos a él. Un poco como lo que pasa con Los pitufos.- Aquel hombre había mencionado una serie infantil de televisión que mi amigo solía ver en sus años más tiernos, años en lo que yo no estaba a su lado, pero que, sin embargo, conocí gracias a sus recuerdos.
-¿Entonces tú eres la consciencia absoluta?.- Quise saber intrigado.
-Por decirlo de alguna forma. El ser humano siempre será conflictivo porque en su propia mente existen variaciones de él, variaciones que no terminaran de ponerse de acuerdo, pero que al menos sabrán llegar a un consenso que suelen aceptar como el peor de los males. Es parte de su esencia crearse problemas y esto pasa con todos, sean más tontos, más listos, más pueriles, más inocentes, más ingenuos. Todo ser humano que haya vivido al menos quince años de vida va desarrollando estos aspectos dentro de su mente. Pero también hay un aspecto que es aquel que almacena la mayor parte de su conocimiento, de sus experiencias y de sus anhelos. Esto es lo que yo llamo la conciencia absoluta. No importa que clase de hombre o mujer sea, todos tienen una conciencia absoluta que va moldeándose de acuerdo a sus experiencias de vida, pero algunas personas suelen proyectar mucho más estas conciencias logrando sacar provecho real de ellas y otras simplemente suelen oscurecerlas en el fondo del inconsciente como es mi caso.-
-Entonces eres como un Dios en el universo de la mente de Gabriel.- El hombre sonrió.
-Algo así, desde que Gabriel entendió que al decir mamá, la mujer que lo cuidaba venía a socorrerlo, y que al decir papá, el hombre que lo cuidaba se sonreía, desde ese momento de lucidez infantil, estuve en la conciencia de Gabriel y vi a aparecer a todos los demás que han compuesto esta cabeza.-
-Debe ser así, porque me siento muy bien estando a tú lado.- El hombre volvió acariciarme.
-Mira Lobo, yo estoy muy al fondo en la mente de Gabriel y ya casi me es imposible intervenir en sus razonamientos o experiencias, hace mucho que no hablo con alguna parte de la consciencia de nuestro amigo y es muy probable que no vuelva a hablar con nadie más si pasa lo que pronto pasará.-
-¿Qué va a pasar?.-
-Algo malo, nadie se da cuenta porque pasa muy lentamente, pero a mí no se me puede engañar y como te dije debo abogar por el mal menor, igual como lo harían cualquiera de ustedes.-
-¡Pero qué cosa es!.-
-Gabriel está a puertas de perder el juicio y cuando caiga en la demencia todos nosotros desapareceremos, también tú.-
-¡Yo!
-Sí Lobo, lo único distinto que tienes de todas las conciencias que vigilan a Gabriel aquí dentro, es que tú puedes entrar y salir de su mente cuando quieras. Has logrado aquella habilidad única y sin embargo, es aquello lo que mata a nuestro amigo.-
-Pero yo también tengo mis propios pensamientos, mis propias ideas. Ya no vivo a la sombra de Gabriel, es él el que me necesita, es mi esclavo y yo su amo, tenemos esa dinámica.- El hombre pareció lamentarse, poco a poco fueron apareciendo varias siluetas. Se trataba de miles y miles de Gabrieles, todos portaban un arma, de pronto, el propio hombre que había sido tan amable conmigo sacó por arte de magia un arma gigantesca y entonces sentí como aquel ejército me apuntaba.
-Lobo, el hecho de que puedas razonar por ti mismo, independiente de las acciones que Gabriel tome, el hecho de que puedas entrar y salir de su mente, ya sin que él pueda controlarte y lo más importante, el hecho de que tomes iniciativas que causen consecuencias graves en la mente y comportamiento de Gabriel te hacen un ser peligroso en extremo. Sabemos lo importante que eres para Gabriel, sabemos que eres el aspecto de su consciencia más poderoso y que más a perfilado a nuestro amigo, sabemos también que si acabamos contigo podríamos quizás generar un vacio tal que dañe profundamente las pasiones de Gabriel, pero si no te hacemos desaparecer, el caerá muy pronto en la locura y todos podríamos morir.- Poco a poco todo el ejercito de Gabrieles alzaba sus armas y prorrumpía fuertes gritos sobre la hora de mi muerte. Yo temeroso como nunca antes lo había estado, me puse a decirles si acaso esa era la forma de llegar a una solución, matando a uno de los suyos. La consciencia absoluta me explicó que la mente, después de todo, en su funcionamiento es igual que cualquier parte del cuerpo, que cuando ven que una glándula esta haciendo su función más mal que bien la terminan desechando.
-Por favor esperen.- Suplicaba mientras todos se abalanzaban sobre mí. –Estoy intentando llegar a un acuerdo con Gabriel, un acuerdo para que tanto él como yo lleguemos a ser libres e independientes, no me tienen que exterminar.-
-Es muy tarde para eso, quizás en algún momento pudiste haberlo hecho, pero desde que lo llevaste a la feria de los azotes, la oscuridad en la mente de Gabriel no ha hecho más que crecer y ha llegado a cubrirlo todo.- Explicó la consciencia superior iluminado cada vez más por aquellos rayitos de razón.
-Yo no lo llevé a la feria de los azotes ¡Él la creo!.- Alegué.
-No, fuiste tú el que creó ese lugar. Desde ese momento comenzaste ya a elaborar una forma completamente independiente de pensamiento, desde ese momento diste rienda suelta a la locura esquizofrénica de Gabriel. Es hora de terminar con esto.- Todos se lanzaban contra mí, entonces grite como un pobre idiota que ya no tenía salvación:
-¿Y qué hay de Paulina?.- Todos se quedaron estáticos, comenzaron a susurrar y noté por sus rostros que trataban de recordar algo. Decidí ocupar esa mínima oportunidad para escapar lo más veloz que pude de aquella temible turba que sólo después de un rato se percató de mi huida. Me escabullí en la más terrible oscuridad, mientras los demás me comenzaban a buscar, todo se convirtió de pronto en una persecución. Entonces tras mis espaldas se lanzaba la consciencia superior. Aguerrido y lleno de coraje me lancé de la manera más fiera hacía aquella consciencia para morderle el brazo y aunque no pude arrancárselo, se lo deje lo bastante mal como para que el arma que sostenía en sus mano cayese al suelo, rápidamente uno de los Gabriel me encontró y me disparó, aunque el disparo no me causó un daño letal, sí logró que me sintiese muy debilitado. Poco a poco fueron llegando más Gabrieles que me ametrallaron sin descanso.
-Esas armas no le harán nada, denme mi fusil.- La consciencia superior pedía su arma gigantesca, uno de los gabrieles llego hasta él y la tomó, pero no se la dio si no que lo golpeó con ella en la cabeza dejándolo de cara al suelo. El Gabriel que había tomado el arma correspondía a la representación de las emociones concernientes a la envidia y los celos.
-Ahora yo seré la consciencia superior aquí.- Gritó el envidioso, apuntándome.
-No imbécil, no cualquiera puede disparar eso. Deténgalo. Por qué tenía que ser el de la envidia.- El Gabriel disparó, pero tal como se lo había dicho el de la consciencia superior, el disparo falló y su potencia lo sacó volando a uno de los rincones más oscuros de la mente. Ahora el hombre no tenía su arma, no obstante, las múltiples consciencias continuaban disparándome y ya comenzaban a herirme gravemente. Al menos así lo comenzaba a sentir.
-Sigan, sigan, tal vez resulte.- Alentaba el de la consciencia superior desde el suelo, mientras yo profería sendos aullidos a medida que las balas me perforaban. Cerré mis ojos esperando lo peor.
-Extermínenlo, ¡rápido! tienen que hacerlo antes de que Gabriel despier…Abrí los ojos, ya no estaba frente a ese ejercito, estaba en la absoluta oscuridad, aquella oscuridad que azotaba la mente de mi amigo y no había nadie hiriéndome. Comprendí que Gabriel había despertado de la anestesia aunque me encontraba completamente dañado y apenas podía caminar decidí aprovechar el momento y salir de aquella mente, pues no podría confiarme que aquellas consciencias no me volviesen a encontrar, de hecho en mi penoso andar vi unos cuantos que caminaban algo desorientados y a pesar de que me miraban no sacaban pistolas ni nada, al parecer actuaban así sólo si la consciencia superior se los ordenaba. Con más dolor que nunca, casi como si me estuviese estrellando contra un vidrio, salí de la mente de Gabriel que seguía postrado a una cama con los ojos todavía vendados. De pronto entró una enfermera, llevaba un carrito lleno de frascos.
-¿Cómo se siente señor Gabriel?.- Preguntó, pero Gabriel no respondió.
-Aún tiene algunos efectos de la anestesia.- Se dijo para sí misma y le dio un poco de agua, de pronto Gabriel dijo:
-Lupe, quiero hablar con Lupe.- La enfermera pareció urgirse con aquel pedido y tranquilizó a mi amigo diciendo que muy pronto la vería porque la operación había sido un completo éxito, luego se retiró dejando que mi amigo desvariara solo. Yo también decidí quedarme a su lado, me encontraba muy débil tanto que por primera vez en mi vida caí desfallecido y no supe de nada hasta que volví abrir los ojos.
Estuve al lado de Gabriel toda la semana que se encontró convaleciente. Aunque sabía que el ingresar a su mente no representaba un gran problema ahora que él estaba lucido, no quería arriesgarme a que mi amigo volviese a quedar inconsciente por cualquier razón (le administraban fuertes dosis de analgésicos) y tener que encontrarme con aquella consciencia superior que ahora sí sería capaz de exterminarme debido a mi pésimo estado. Durante toda esa semana no le hablé a Gabriel y él tampoco pareció intentarlo aunque sí me veía y me refiero a todos los sentidos, pues le habían sacado las vendas y la operación había resultado cien por ciento exitosa. Gabriel volvía a verlo todo, pero lo que más quería ver era a Lupe y ella no daba rastros de vida, las enfermeras lo único que hacían era calmarlo diciéndole que pronto volvería. Yo tuve mucho tiempo para pensar, para reflexionar sobre lo que había visto y escuchado, ¿realmente el estado demencial de Gabriel sería una bomba de tiempo? ¿Cuál sería el detonante? De todas formas lo que más me inquietaba era tratar de entender como una mente tan mínima como la mía había imaginado un lugar tan inmenso y con tanta repercusión en los recuerdos de Gabriel. ¿Cómo es que yo había ganado tanto poder y ni siquiera me había dado cuenta? Ya no tenía caso preguntarse una y otra vez estas cuestiones. La vida de Gabriel desde el comienzo nunca tuvo un buen andar, quizás la locura sea la causa lógica de sus desgracias tal como aquellos que van a la guerra terminan dementes y algunos casi psicópatas. Para salvarse de eso tal vez debería nacer de nuevo o reprogramar su mente, en ambos casos yo dejaría de existir.
El último día Gabriel pudo ver a Lupe, la muchacha estaba muy demacrada, con los ojos bastante deplorables y mil veces más flaca de lo que la recordaba. Ambos se abrazaron estrechándose de manera más bien desesperada que romántica. Se besaron, pero no se dijeron una sola palabra. Ella se notaba muy ansiosa y preocupada, al parecer Gabriel se percató de aquello y la abrazó, pero aún así Lupe no parecía estar tranquila. Al llegar al departamento ella no aguanto más, se sentó en una de las sillas contiguas a la mesa y se puso a llorar desconsolada, Gabriel comprendió que la razón de aquel comportamiento debía estar relacionado con aquellas últimas palabras que le escuchó decir, eso de que ella se encargaría de Ginés. Se armó de valor para acercarse a su novia y cariñosamente le preguntó cuál era el problema.
-Todo lo hice por ti amor. Para salvarte de ese maldito.- Decía sin parar de llorar. –Pero yo ya no sabía qué hacer, creí que lo tendría todo controlado cuando regresarás, pero aquí me tienes hecha un completo atado de nervios.-
-Lupe, qué fue exactamente lo que hiciste.- Preguntó Gabriel intentando sonar calmado, pero tampoco lograba encontrar ese tono conciliador y plañidero que se necesita para relajar a alguien, además mi amigo se dio cuenta por la forma que Lupe respiraba de algo que yo ya había visto, ella se estaba drogando. Gabriel le abrazó; sin embargo, poco a poco fue perdiendo la paciencia y al final la terminó zamarreando para que le contase lo que había hecho.
-Te quería ayudar, simplemente eso.- Decía entre sollozos.
-¡Sí, pero que hiciste!
-Sabía que si le dabas el dinero a Ginés no podrías realizarte la operación y yo quería que pudieses ver, que pudieses ver como te lo merecías. Entonces…
-¡Dime por favor que fue lo qué hiciste!
-Yo sabía bien cuales eran los vicios que ese tipo tenía. Que clase de cosas eran las que le gustaban así que le pagué a una de las putas que trabaja para Ana Marie. El plan parecía simple, ella lo hizo sin cobrar mucho sólo porque me conocía. Lo abordó en la tarde mientras se encontraba en un bar e intentó seducirlo, pero no lo logró, el tipo era duro de llevar y no se dejaba ilusionar con muchas cosas así que le dije que realizase un segundo intento y que le susurrara al oído todas aquellas cosas que yo sabía a él le gustaba hacer. Afortunadamente mi plan dio resultado, la chica logró convencerlo con esas palabras y Ginés se la llevó a una casa que tenía bastante lejos del centro de la ciudad, casi arriba de un cerro, me costó mucho seguirles el paso ya que necesitaba de un vehículo para entrar ahí. Al final tuve que pedir un taxi y cuando llegué a la mitad del camino continué caminando. Al llegar a la casa ya la noche había avanzado y no había rastro de la chica. Yo le dije que pasara lo que pasara me esperase cerca de la puerta, pero ella no estaba ahí. Esperé un rato más y al cabo de dos horas ella salió, completamente adolorida. Me dijo que Ginés era un potro duro de domar, que le costó mucho dejarlo exhausto y que era muy exigente en la cama, que no esperaba nunca volver a encontrarse con alguien así. Bueno como sea, me entregó las llaves de la casa y yo le dije que a unos cuantos metros más abajo había un taxi esperándola. Entré a la casa, parecía un lugar común y corriente, una casa más bien austera. Se supone que encontraría a Ginés durmiendo exhausto en su pieza. El plan era simple, yo llevaba un frasco con veneno que se lo daría mientras dormía, un plan simple. Cuando llegué a la pieza no lo encontré en la cama.- La muchacha se detuvo un momento para acariciarse su cuello. Gabriel había prendido un cigarro. Lupe continuó.
-De pronto alguien apareció detrás de mí y me agarró por el cuello casi asfixiándome. Se trataba de los brazos gruesos de un hombre, se trataba de él, de Ginés que me aprisionaba hasta casi ahogarme, me tomó del cabello y prácticamente me arrastró hasta el baño en donde puso a correr el agua de la tina hasta que este se llenó y como castigo, sumergió mi cabeza y la sacó del agua unas diez veces, no sé, fue un verdadero calvario para mí. Ya cuando acabó, me sentía tan asfixiada que la respiración se me entrecortaba sólo podía sostener mi cabeza al estar respaldada por una pared. Fue entonces cuando Ginés se puso a decirme que en ese mismo instante iba a dar la orden para que te encarcelaran y que yo también recibiría mi merecido. Estaba aterrorizada, todos mis músculos temblaban y mi corazón no dejaba de palpitar. Pensé que ese terrible sujeto se pondría a pegarme hasta dejarme completamente maltrecha; sin embargo, no lo hizo, sólo volvió a amenazar con que tú y yo nos pudriríamos en la cárcel. De pronto su teléfono sonó, quizás por verme tan mal no me consideró un peligro y me dejo ahí tirada en el piso y se fue a contestar. Escuché entonces que decía algunas palabras como ¡QUÉ!, CUÁNDO FUE, ¿MATIAS ESTÁ ESTABLE? No podía comprender a lo que se refería con todo eso, pero haya sido lo que haya sido aquellas llamada le traía una mala noticia. Noticia que le hizo olvidarse completamente de mi presencia, por lo que aproveché de levantarme con las pocas fuerzas que me quedaban y fui avanzando hacía donde estaba él. CUANTAS VECES TE HE DICHO QUE ME LLAMES A MI CELULAR, CÓMO VOY A SABER YO A QUÉ CASA DECIDO IR. Le decía a la persona que estaba al otro lado del teléfono, se había olvidado completamente de mí. ESTA BIEN, IRÉ CUANTO ANTES A VERLO. ADIOS, CUIDATE. Dijo para luego cortar y cuando lo hizo le di en su cabeza con una lámpara que tenía por ahí. El golpe fue tan intenso que incluso la lámpara se rompió en mil pedazos y el tipo cayó inconsciente al piso. Sin saber bien qué hacer, aproveché el instante para amarrarlo de pies a cabeza, lo deje tan firme que cuando despertó aunque se retorcía de la manera más atroz no fue capaz de moverse un centímetro, lo deje en el sótano de su casa, en ese momento pensé en matarlo, incendiar su sótano, dispararle con algún arma, pero ante sus ojos abiertos no fui capaz de hacer nada, así que simplemente lo deje a oscuras en el fondo de ese sótano, todo amarrado. Cerré la puerta y me fui de la casa. Eso pasó en la noche en que tú te operaste. Desde ese día no he vuelto a verlo, no sé qué habrá pasado con él y la verdad es que me siento preocupada. Todos estos días la culpa me ha consumido, no me ha dejado en paz. Yo, yo no sé qué hacer. Te necesitaba Gabriel.- La muchacha volvió a estallar en lloriqueos, Gabriel sin saber qué hacer o decir simplemente la abrazó, asegurándole que todo iría bien.
-No sé qué hacer Gabriel, no sé.- Se repetía ya pasmada, mi amigo que no se veía más tranquilo, intentó acariciarla con más fuerza y le preguntó si conservaba aquella llave. Ella le dijo que sí. Gabriel propuso ir a echar un vistazo.
Sin perder tiempo tomaron un taxi que los dejo a las puertas de la casa, cuando el vehículo se fue, ambos entraron con la llave que Lupe poseía. La casa continuaba igual, nada parecía desordenado, en el fondo parecía que no había habido movimiento alguno. Lupe se sentó en un sillón argumentando entre lágrimas que no podría seguir. Gabriel le dijo que lo esperase ahí y al momento de andar, pisó unos pedazos de vidrio que correspondían a una lámpara echa pedazos, debía de ser aquella con la que Lupe le atizó en la cabeza a Ginés. Gabriel siguió sigiloso por el pasillo que daba a la puerta del sótano. Notó que la bañera aún estaba llena tal como Lupe le había dicho, de pronto llegó a la puerta que lo definiría todo. La abrió con cuidado, esta chirrió al extenderse, Gabriel se vio frente a una oscuridad que sólo dejaba ver unas cuantas sombras o bosquejos de sombras (lo cual en cierto modo podía ser un reflejo de su mente) Gabriel bajó dos escaleras hasta que dio con el enchufe y al prenderlo iluminó el lugar, mas la peste que se desprendía ya le daba una pista de lo que ocurría. Al ver las cosas iluminadas encontró ahí tirado el cuerpo de Ginés del cual se desprendieron unas ratas que al ser reflejadas por la luz corrieron a escabullirse. Gabriel se contuvo para no vomitar debido a que lo que estaba ahí en el suelo no podía ser otra cosa que una carroña. Totalmente molido por los afilados dientes de algunas ratas, ahí estaba el cuerpo de Ginés, ya sin vida y si es que la tenía, matarlo seguramente le sería un favor. El cuerpo se encontraba atado tal como Lupe lo había dejado, su evidente descomposición era producto de la acción de las ratas que habían acabado con él de la forma más macabra. Tapándose la nariz para evitar el hedor de la pudrición, Gabriel desató el cuerpo y comprobó que se encontraba inerte, decidió dejarlo ahí mismo. Luego subió las escaleras envuelto en escalofríos y apagó la luz, al hacerlo sintió el corretear de las ratas tal vez continuarían su perfecto banquete. Gabriel fue al baño para lavarse las manos, su expresión ya parecía desquiciada, no obstante, en algo conservaba los estribos y en vez de comenzar a romperlo todo caminó decidido hasta la puerta y sin mirar a Lupe le dijo que no había nada qué hacer, no obstante, Lupe no se movió del sillón en donde estaba arrellanada. Gabriel fue a presionarla, pero al tomarla la volvió a encontrar llorosa.
-Gabriel, mira.- Ella le extendió una fotografía que seguramente había sacado de la mesa que estaba al lado del sillón. En la fotografía aparecía Ginés (sólo que con bigote y gafas) al lado de un niño que estaba recostado en una cama de hospital, el niño tenía un regalo en la mano y detrás de ellos se veía una especie de árbol de pascua. Debajo de la foto había una leyenda que decía “FELIZ NAVIDAD PAPÁ. TE DESEA TU HIJO MATIAS. GRACIAS POR TODO”
-Él tenía un hijo.- Dijo ésta, sin poder controlar el temblor de su mano. Gabriel sin saber cómo reaccionar dejo la fotografía en la mesa y tomó a Lupe del brazo.
-Vámonos él ya ha muerto.- Sentenciaba mi amigo y agarrándola bien fuerte, dejando las llaves ahí dentro, volvieron en silencio al departamento, durante el tramo ya se les había hecho de noche por lo que al llegar Lupe simplemente se acostó, pero mi amigo no quiso acompañarla. “Necesito estar sólo un rato” se dijo, ella lo aceptó en silencio y simplemente esbozó “Lo hice por ti, para que fueras feliz, para que pudieses ver, eso es lo que querías” Gabriel le respondió con un frío gracias y le cerró la puerta, luego se quedo en el living en silencio, fumando cigarro tras cigarro y ya cuando no pudo más se puso a llorar, primero como condenado y luego enrabiado. Intenté intervenir, lo llamé, pero Gabriel comenzó a decir cosas incoherentes mientras se afirmaba con sus manos la cabeza.
-¡Déjenme en paz, yo no las quise matar! Era lo que tenía que pasar, ¡No había otra opción! ¡Aléjense de mí!.- Suplicaba, yo por más que lo intentaba no lograba ver a nadie que estuviese a su alrededor. Me di cuenta que el proceso de locura de mi amigo ya estaba comenzando. Lo seguí llamando, pero el parecía paranoico. Intentaba esconderse bajo las sillas como un niño lo hace cuando le teme a las tormentas. Yo no lograba ver a nadie, no entendía de quién o de quiénes se escondía. Me di cuenta que era verdad lo que la conciencia superior me había advertido. Volví a llamarlo y sólo entonces me notó. Se acercó a mí gateando y me abrazó o más bien trató de hacerlo.
-Lobito, lobito, por favor ayúdame, me quieren matar, me van a matar.- Me decía, le pregunté algo nervioso que a quién se refería.
Apuntó al centro del living en donde yo no podía ver nada. –Lina, Paulina y Ginés. Van tras de mí.- Me decía aferrándose a mis pieles. A mí ya no me cabía duda, Gabriel iba a enloquecer. Me quede a su lado protegiéndolo de sus fantasmas hasta que cayó dormido en el suelo.
La mañana siguiente Gabriel despertó a causa de un grito que profirió Lupe, yo lo había visto todo ya que no pude dejar de pensar en toda la noche (el estado de Gabriel me tenía realmente muy preocupado, nunca antes lo había notado tan al borde del abismo) Lupe se levantó bastante a mal traer y notó que mi amigo se había dormido en el suelo como un vulgar vagabundo, serían eso de las doce del día cuando ella al ir a despertarlo encontró un sobre bajo la puerta que yo ya había visto, pero que no le di importancia alguna, al abrirlo fue cuando gritó. Mi amigo tratando de orientarse por haber dormido en ese suelo tan incomodo fue de inmediato a donde Lupe, ahí pudo notar la carta que ella tenía entre manos y lo que decía.
¡¡SÉ LO QUE HICIERON, ENTREGENSE AHORA YA!!
Estaba escrito con recortes de diario, se trataba de una carta anónima que inmediatamente hizo temblar a Lupe. Abrazó a Gabriel quien no pudo si quiera contenerse de la rabia y rompió la misiva en miles de pedacitos. Lupe se fue a sentar al sillón y mirando asustada por la ventana comenzó a decir una y otra vez que estaban perdidos, que todo se había ido a la mierda y así con ese ánimo continuó vociferando sus desgracias. Mi amigo en cambio estaba callado e iba de un lado a otro pensando en cuál sería una posible solución a todo esto.
-Ah, ya sé.- Dijo de pronto, Lupe lo miró confundida. –Leroca, él debió haber llegado hace poco ¿no? Le voy a pedir ayuda.-
-¿No será muy peligroso?.- Previno Lupe.
-Sólo le pediré dinero para que nos podamos ir lejos de aquí a algún otro país, algún lugar en el que podamos estar tranquilos de todo esto.- Decía muy sobresaltado, Lupe lo miraba con desdén.
-¿De verdad crees que vamos a vivir tranquilos después de todo esto?.- Gabriel se le acercó y le besó la frente, trató de hacerlo con mucha suavidad y seguridad como si con ese beso lo estuviese arreglando todo.
-Gabriel, yo…Nunca me dijiste a quién fue que mataste.- Dijo de pronto Lupe bastante nerviosa. Aquello era verdad, Gabriel no había dicho nunca el nombre de Lina o el de Paulina frente a Lupe, ella no tenía idea de su pasado amoroso y cuando Gabriel le confesó que había matado a alguien nunca especificó a quién y así mismo Lupe nunca se había atrevido a preguntarle quién había sido. Gabriel la miro extrañado, incluso con resentimiento.
-Ayer gritabas unos nombres de mujeres, decías…Paulina y no recuerdo qué más y yo…
-No es nada, tenía pesadillas, ella, ella era una loca que me hizo la vida imposible hace un tiempo.- Respondió rápidamente Gabriel.
-Nunca me habías hablado de ella.-
-No tenía por qué hacerlo.-
-¿Es verdad?.- Ambas miradas se estrecharon una inusitada desconfianza y rápidamente comenzaron a temblar. Gabriel no quiso seguir con el tema y besándole otra vez la frente a Lupe le dijo o más bien le ordenó que se quedase quieta en el departamento, que no le abriese a nadie la puerta, que no contestase el teléfono a nadie, en fin, que se quedase estática ahí en el living, pues él llegaría de inmediato. Al cerrar la puerta a Gabriel se le cruzó la idea de que Lupe quizás podría traicionarlo, que podría irse y dejarlo ahí con el problema; sin embargo, decidió anular esos pensamientos y darle crédito a quien amaba.
Gabriel no tenía ni siquiera dinero para movilizarse por lo que tuvo que irse caminando por la región del mar, tardó dos largas horas en llegar a casa de Leroca. Al pararse frente a la puerta, todo sudado y sin aire comenzó a ensayar las palabras justas y precisas con las cuales pedirle dinero al viejo, no sabía bien como explicarse, tal vez lo mejor sería decirle la verdad o irse por las ramas y preguntarle sobre su viaje. Yo por mi parte, por más que intentaba hablarle a mi amigo sus oídos me eran sordos. Finalmente entró a la casa, Leroca le abrió la puerta, usaba un bastón, pues había tenido un accidente menor y se había fracturado la rodilla izquierda. Luego de fugaces cordialidades Leroca dejo pasar a Gabriel a su casa, éste se quedo cerca de la puerta mientras el hombre a paso de lo que le permitían su pierna sana y su bastón iba en dirección a un cajón dándole la espalda a mi amigo.
-Y bien dime ¿cómo está tu chica?.- Pregunto amable el viejo.
-Bien, bien, pero sabes. Yo…yo venía a pedirte un favor, sabes que…no sé bien cómo decírtelo, es que, en cierto modo tú eres como la única persona que se ha convertido aquí en mi amigo y sólo en ti tengo la confianza suficiente para pedirte lo que te quiero pedir, este.- Leroca había abierto el cajón y había sacado una botella de whisky, pero sólo se sirvió él.
-¿Quieres dinero?.- Preguntó, teniendo por respuesta un largo silencio de Gabriel que se veía completamente avergonzado. El músico tomó un trago y luego miró a su derecha, al cuarto en donde se encontraba la maquina en la que habían trabajado juntos.
-¿Cuándo piensas entregarte Gabriel?.- Arremetió el hombre dejando a mi amigo pasmado.
-¿De qué hablas?.-
-De lo que le hiciste a tu novia, ¿Lina cierto? Y también de lo que ahora le hiciste a Ginés de Pasamonte.- Gabriel retrocedió unos milímetros, Leroca no paraba de darle la espalda.
-Yo no sé de lo qué hablas.- Dijo como excusándose.
-Hace unos meses atrás vino ese policía a mi casa, estaba parado ahí mismo en donde estás tú.- Comenzó a explicar Leroca mientras se servía un nuevo vaso. El pobre de Gabriel no cabía en su asombro y ya estaba pensando en tomar lo primero que tuviese a mano para darle directo en la cabeza.
-Él me explico lo que estaba haciendo contigo.- Continuó el viejo a medida que terminaba su segundo vasito. –Me dijo que te iba a extorsionar por una buena cantidad de dinero, me dijo que había investigado todo lo que habías estado haciendo aquí en la región del mar y que sabía cuanto te iba a pagar por estar trabajando en la maquina. Él prácticamente te iba a sacar todo lo que tuvieses, yo entonces le dije que no me importaba y que no me metiera en aquello. Me dijo que habías matado a tu ex novia; sin embargo, aún así le dije que no me importaba, que prefería estar lo más lejos posible de aquellos asuntos. Yo pensé que quería mi complicidad, o tal vez que incluso me quería inculpar como encubridor tuyo, pero lo único que me quería pedir es que evitase a toda costa que te fueses conmigo a Alemania, pues sospechaba que haciendo eso, te podrías dar a la fuga. ¿Ibas a hacer eso Gabriel?.- Gabriel no respondió palabra, simplemente agachó la cabeza.
-Tal como lo pensé. Pero como es el destino, de todas formas no pudiste ir al viaje y yo de todas las formas posibles traté de olvidarme del asunto, de desentenderme. Allá en Alemania la muestra de la maquina fue un éxito, un completo suceso entre los inversionistas, etc, etc. No pensé en ningún momento en ti ni en tus problemas, pero cuando volví aquí, la curiosidad pudo más y decidí saber qué había ocurrido. Al enterarme de que te habías operado de los ojos deduje que el dinero que te había pagado lo habías usado en la operación y no en acallar a Ginés, por lo que quise saber qué había pasado con aquel policía y contraté a un par de investigadores. Realmente no es que el asunto me importara mucho, mas era un inmenso capricho el querer saber a dónde había ido a parar toda esta historia...Leroca dejo de hablar ya que notó que Gabriel se alzaba con un paraguas para atacarlo, pero mi amigo tuvo que retroceder completamente avergonzado ya que Leroca por fin se volteó revelando una pistola en su mano derecha.
-Ni se te ocurra Gabriel, ni se te ocurra. Ahora baja eso. Muy bien. Como te decía, contraté a un par de detectives y me comenzaron a entregar datos que yo ignoraba de aquel policía. Resultó que se trataba de un hombre muy rico, incluso más que yo, todos decían que aquella fortuna la había logrado a través de extorsiones. El tipo incluso tenía más de seis casas repartidas por toda la región del mar, por lo que tratar de hallarlo no siempre era fácil. Ayer mientras tenía a unos hombres vigilando cerca de una de sus casas te vieron salir a ti y a tu novia, incluso aquí tengo las fotos.- Leroca sacó una carpeta en donde se veía las imágenes de ambos saliendo de la casa. (Ridículamente intenté buscarme en las fotografías, pero obviamente no me encontré)
-Luego mis detectives ingresaron al lugar, lo registraron todo hasta que dieron con el cuerpo de Ginés.- Por primera vez desde que Leroca comenzó a hablar se desplazó, siempre defendiéndose con la pistola en la mano. Se sentó en el sillón, confesó que había sido él quien en la mañana había mandado aquella carta anónima.
-¿Por qué? ¿Por qué te importa tanto? ¿Quieres verme en la cárcel? Entonces nunca dejaste de estar enojado conmigo por haber revelado tu fraude.- Le recriminaba con fuerza mi amigo, Leroca simplemente movió su cabeza en señal de desaprobación.
-No es eso muchacho tonto. Ya te dije que siempre aplaudí tu capacidad de descubrir aquello. Escúchame, yo sé que nunca ganaré un premio humanitario ni nada de eso, pero más allá del dinero que me inunda y de las obsesiones que me gobiernan aún queda un espacio de mi cuerpo capaz de sangrar con el dolor ajeno y hubo algo en ese hombre que me produjo una verdadera catarsis de espíritu. Mis detectives descubrieron que Ginés tiene un hijo que vive en otra región y que sufre de una enfermedad muy fuerte al corazón, una enfermedad que ha tenido desde que nació. Prácticamente gracias al dinero con que Ginés financiaba los tratamientos de ese chico, Matías creo se llama, podía continuar con vida, pero ahora que Ginés ha muerto a ese chico bien podrían quedarle sólo algunos meses.-
-¡Entonces tú sigue pagándole los tratamientos!.-
-Lo haré por un tiempo, pero el problema es que no puedo hacerme cargo por siempre de lo que no es mío y fuiste tú quien le arruinó la vida a aquellas personas, sobre todo a la madre de ese niño por lo que debes enmendar en algo las cosas. Gabriel te estoy dando una oportunidad de que hagas lo correcto, de que termines con la oscuridad que llevas dentro, de que te liberes ¡Hombre, por dios, como no lo entiendes! ¡Quiero que lo hagas tú, que te entregues por tu cuenta!.- Gabriel miró perplejo a Leroca.
-Eres un mentiroso, sólo quieres verme tras las rejas.-
-Gabriel no quiero acusarte, pero creo que debes entregarte cuanto antes, ya no puedes andar esperando que las cosas se solucionen solas, debes hacerte cargo y dar la cara, si no de todas formas…
-¡De todas formas qué!
-Ellos te encontrarán. Gabriel, fue un policía al que mataste. ¿Crees que no te van a pillar?
-¡Nadie me encontrará y será mejor que no abras la boca!.- Mi amigo se fue completamente exasperado del lugar, maldecía entre dientes y parecía chocar con todas las personas que transitaban por la calle, de pronto, después de casi una hora de infernal caminata, mi amigo se aferró a una de las vallas que estaban cerca de la costa, aquellas que separaban la playa de la ciudad y se puso a mirar las olas con fijación, su rostro se empezaba lentamente a desfigurar, a mostrarse mucho más demencial, sus ojos se iban tornando oscuros y sus manos parecían descontrolarse de las demás acciones de su cuerpo. Mirando al mar decía una y otra vez “No puedo confiar en nadie, no puedo confiar en nadie, no puedo confiar en nadie…Hasta que dio un grito que todo aquel que iba caminando cerca suyo escuchó. Fue un grito de angustia que asustó a muchos, incluso yo me asuste al pensar que Gabriel podría saltar la valla para lanzarse al mar y ahogarse en aquellas bravas olas. Mientras la gente lo miraba con natural pavor, como si de un marciano se tratase y apresuraban el paso, yo la vi de nuevo, a metros de mí, escondiéndose entre la multitud que pasaba, pero ahora completamente desnuda, de pies a cabeza como si de un animal se tratase. Era Paulina, esta vez sí que no se me escaparía por lo que corrí lo más veloz que pude esquivando a tanto estorbo que se me cruzaba por delante. Di un salto con el que pude instalarme frente a ella teniéndola entre mis garras y bajo mis dientes como una presa fácil, con mi hocico próximo a su boca, con mi pelaje rozando su blanca y exuberante piel. La excitación no se hizo esperar, ella me aprisionó con su brazo izquierdo y lo enredó sobre mi espalda mientras que con su otra mano intentaba llevar mis testículos a su clítoris para que en el roce sintiéramos un eterno placer. Aunque ambos, mujer y bestia, gozábamos de aquella frotación, me acerqué a su rostro y le pregunte quién era.
-Soy tu peor pesadilla.- Dijo sonriéndome mientras llevaba mi pene directo a su entrepierna para que pudiese ingresar, chocando así con todas aquellas paredes que su carne construía por dentro. Ella gemía, los pasos de las personas, aquella multitud que ya me parecía sin rostro se acompasaba a nuestros jadeos. Paulina gemía muy cerca de mí, lo hacía sólo para provocar que mi grosor aumentara y así lograra que el calor que la invadía por dentro la desgarrara con intensidad.
-¿Gabriel te creó?.- Quise saber en medio del brusco movimiento de mis caderas.
-No, fuiste tú…Respondió Paulina y volvió a gemir como loca.
-No lo haré hasta que me respondas cómo es qué pude haberte creado.- Le fui dando más fuego a mis ganas.
-Lo sabrás a su debido tiempo, lo único que puedo decirte es que…Paulina se tomaba unos lapsus para respirar, parecía querer apartarse de mí. La multitud ahora caminaba con más calma, me di cuenta que también se habían reducido en cantidad.
-Lo importante ahora…Lobo, es que salves a Gabriel de su locura o terminará así.- Paulina me señaló a aquel loco que había visto el otro día en el callejón justo antes de encontrármela, él hombre paseaba por ahí con un carrito de supermercado.
-Déjame ir.- Me rogó como una niña pequeña.
-No.- Le respondí brusco y volví a desgarrarla, ella profirió un grito muy fuerte que me dio más placer.
-Déjame ir o puede encontrarnos un ángel.- Me quede quieto y decidí hacerle caso, pero me cuestioné cómo es que ella podía saber sobre la existencia de los ángeles. Mientras se paraba podía ver aquel rozagante culo que tan blanco lucía al sol.
-Te diré que es lo que tienes que hacer para salvar a Gabriel. Apodérate de él.- Me dijo y luego siguió su camino hasta que desapareció de mis propios ojos. Aunque estuve absorto unos minutos, rápidamente recordé a mi amigo y fui a alcanzarlo, había avanzado varias calles. Al cabo de dos horas volvimos al departamento.
Al llegar Gabriel sorprendió a Lupe jalando cocaína en el baño; sin embargo, no pareció importarle mucho, simplemente fue con una expresión fantasmal hasta su pieza, se quito los zapatos y tendiéndose sobre la cama se repetía una y otra vez que ya todo estaba acabado, mientras, Lupe que trataba de recomponerse se acercó a la pieza, parecía intentar expresar algo con señas, mas mi amigo no tenía humor para fijarse en ella.
-Gabriel ¿qué pasó?.- Se atrevió a preguntar de pronto, pero mi amigo no tenía mayor interés en mirarla y se volteó. La muchacha algo más cariñosa fue a tocarlo para preguntarle qué había ocurrido, pero mi amigo aún no le pretendía dar señales de nada, entonces Lupe se enervó y le exigió saber qué era lo que había sucedido.
-¡Nada Lupe, nada! Leroca no nos ayudará.- Contestó con enfado. Lupe se encogió de hombros fue hasta el living, Gabriel aguantó unos momentos solo y rápidamente la curiosidad lo llevo al living para saber qué estaba haciendo Lupe. La encontró llorando en el sillón, Gabriel se acercó a ella, se arrodilló y puso su cabeza sobre su regazo, trató de consolarla acariciándole el muslo derecho, le dijo que iban a encontrar una solución a todo eso. Lupe hizo un esfuerzo por tranquilizarse, pero finalmente expresó que tal vez la mejor solución sería confesar el crimen. Gabriel rápidamente se separó de ella como si tuviese alguna peste encima. La miró con sorpresa, parecía no reconocerla, el rostro de mi amigo volvía a tornar en aquella expresión maniática.
-¡Qué has dicho!.- Pronunció con ira, yo intente llamarlo con delicadeza debido a que sabía que su locura empezaba a desarrollarse, esa locura que menoscaba todas sus consciencias y que incluso podría acabar conmigo. Pero él, como era de esperarse, no me escuchó, ni si quiera atendió a sentir una extrañeza en el entorno, continuaba mirando con repulsión a Lupe que sintiendo esa mirada dura encogía su cuerpo en aquel sillón.
-Gabriel, es que, creo que es la única solución. Ya no podemos escapar a ningún lado y a mí la culpa no deja de matarme, necesito salir de esto.-
-¡Es esa mierda que te echas a la nariz lo que te hace decir eso!.- Con cada palabra Gabriel alzaba más la voz.
-Lo hago porque no puedo soportar lo que está pasándonos, no era lo que yo quería. Necesitamos salir de esto…
-¡Y que mierda crees que quiero yo! ¡Estúpida!.- Lupe reacciono, nunca antes había escuchado a Gabriel tratarla de forma tan agresiva, es más, nunca había visto a Gabriel comportarse tan grosero, el miedo empezó a aflorar en sus ojos mientras mi amigo se paseaba de un lado a otro.
-Ahora entiendo.- Dijo de pronto. –Tú estas con Leroca, estas con él para perjudicarme, quieres echarme a la cárcel, por eso hiciste todo este numerito, querías que me realizara la operación para que así yo no pudiese pagarle a Ginés y terminase envuelto en todo esto.- Acusaba Gabriel furioso.
-¿De qué hablas? Todo esto lo hice por ti, porque quería que volvieses a ver, sabía lo infeliz que te hacía estar así. Nunca pensé que terminaríamos en esto. De partida fuiste tú quien asesinó a alguien y provocó todo esto. Yo sólo intentaba defenderte.- Gabriel se acercó a Lupe y la tomo de sus hombros con brutalidad.
-Sí y sabes a quien asesine…a mi ex novia y a mi amante.- Lupe no terminaba de creer lo que escuchaba. Sin saber cómo reaccionar, Gabriel la soltó y retrocedió unos pasos.
-Por qué Gabriel, yo sé que tú no eres así, yo sé que no eres un asesino. Eres una persona buena, me has ayudado mucho, por favor terminemos con esto, confesemos y dejemos esto atrás. Puede que incluso no nos den una condena muy larga.-
-¡Eres una puta! Eso es lo que siempre has sido. Estas coludida con Leroca, quieres que vaya feliz de la vida a la policía a confesar lo que hice, quieres que lo haga sabiendo que tú y Leroca se van a estar riendo a mis espaldas. Maldita puta, nunca dejaste de serlo.- Aquellas palabras parecieron resonar con mayor eco en la triste cabeza de Lupe, quien sin dejar de mirar a Gabriel simplemente esbozo un “Te desconozco” y se fue del departamento dejando a Gabriel solo en su locura.
-¡Vete! ¡Vete con él, puta! Lo que siempre quisiste fue cagarme.- Le grito Gabriel desde la ventana al verla correr, luego tomo lo primero que encontró que era nada más ni nada menos que el eneágrama y lo lanzó desde la ventana haciendo que el tablero se reventara para siempre. Luego cerró la ventana y lo inundaron unas lágrimas asesinas, unas lágrimas asesinas debido a que no eran de aflicción ni pena sino que de verdadera rabia e impotencia. Con voracidad se puso a romper todo lo que tenía en frente. La mesa del comedor la trisó a más no poder, los sillones los fue lentamente desbaratando, los platos de la cocina caían uno tras otro, incluso se hirió muchas veces con los cortes que se realizaba. En su cuarto lanzó toda su ropa (y también la que era de Lupe) por la ventana. Destruyó también los frascos de perfume que Lupe guardaba ahí, cosa que se deshicieran desparramados en la alfombra. En el baño su masacre continuó y además de desgarrar las cortinas de la tina, echó al piso todo lo que tenía por delante, ahogándose en lágrimas desesperadas. Yo en todo momento intenté hablarle, pero no había caso, su locura ya se había desencadenado. Bastaba observar su rostro reflejado en el espejo, ni el mismo terminaba de reconocerse. Traté de entender qué sería lo mejor que podría hacer en estas circunstancias. Después de todo a diferencia de las demás conciencias yo sí era libre, quizás podría escapar en ese preciso instante, pero tendría que vivir toda una eternidad escondiéndome de los ángeles quienes tarde o temprano me encontrarían y además, si es que era verdad lo que la consciencia superior me había advertido, después de todo igual terminaría desapareciendo si Gabriel se volvía loco, porque yo también era una conciencia suya. Entonces, no tenía escapatoria, lo único que podría hacer sería esperar a que se suicidara por su propia voluntad para así poder estar libre; sin embargo, el tiempo apremiaba y su locura lo reinaba cada vez más. De pronto recordé lo que Paulina me había recomendado. “Apodérate” me dijo y entonces comprendí que tal vez la única opción de tranquilizar un poco esta exponencial demencia sería posesionándome del cuerpo de mi amigo como lo había hecho en otras ocasiones.
Una y otra vez intente entrar en su mente, pero simplemente me fue imposible, parecía ser que su frente se había convertido en un muro gigante en el que terminaba rebotando. Mientras tanto Gabriel ya sin nada más que romper salió del departamento tropezando con todo. No llevó las llaves por lo que su decisión parecía absolutamente letal. A medida que caminaba, la calle, los lugares comunes, los autos, todo le parecía una especie de amenaza de la que debía hacer frente, todo le parecía un ataque. Profirió maldiciones enteras al mundo que lo rodeaba y en especial a aquella región de depravados que era la región del mar. Caminó como si estuviese equilibrándose, como si entre un paso y otro no existiese coherencia. Yo poco a poco podía empezar a escurrirme por su cabeza, por eso estaba al tanto de esas sensaciones, sin embargo, aún me era imposible llegar al fondo. Una nube de oscuridad total me lo impedía. Intenté por todos los medios continuar en mi esfuerzo, pero una y otra vez chocaba con aquella pared invisible y sólo podía llegar a lo superficial. De pronto mi amigo se quitó la camisa que llevaba y quedando a torso desnudo se puso a correr como si hubiese visto algo que realmente lo sorprendiera. Yo lo llame una y otra vez, incluso le grité pero ya no había caso, no podía entrar en su mente, de todas formas continúe saltando sobre su cabeza, esperando que por milagro pudiese encontrar una abertura de razón. De pronto mi amigo se detuvo, había recorrido gran parte de la costa y ahora se quedaba parado frente al roquerio de la playa. Caminó entre las rocas y se puso a contemplar las olas que iban y venían con violencia, se quedo ahí absorto, mirando el horizonte. Lo noté tan concentrado que me decidí a intentar entrar en su mente una vez más y ahora sí lo logré.
Su mente estaba absolutamente nublada, pero no era un gris lo que acechaba si no nubes oscuras, de un negro realmente lúgubre. Ni siquiera podía saber que era lo que estaba haciendo Gabriel en el mundo real, la mente estaba tan nublada que ya ni siquiera me dejaba saber aquello. Pero no era sólo eso lo que más me inquietaba, dentro de la mente una verdadera catástrofe se desencadenaba. Su cabeza había recreado una costa en donde se desarrollaba una tormenta, las aguas a diferencia de las de la región del mar estaban muy violentas, las olas envueltas en un color negro subían metros altísimos para luego azotarse sobre las costas llevándose todo lo que había a su paso. A si mismo una buena cantidad de truenos impactaban achicharrando a quien tuviese en frente. Al ver este apocalipsis mi primera reacción fue la de querer escapar lo más pronto posible, pero me sentía desorientado, no encontraba una vía de escape y al intentar expulsarme me topaba con un nuevo muro, a esto se le sumaba el hecho de que todas las consciencias de Gabriel (la mayoría con su apariencia física) corrían desesperados intentado hallar una salida y al no encontrarla se provocaba una histeria total, un verdadero caos. Todas esas consciencias al ir corriendo sin dirección, en completo pánico encontraban la muerte (si es que se le podía llamar así) por una ola que los arrastraba o por un rayo que les caía dejándolos inmediatamente calcinados. Yo también tuve que unirme a ese caos y corrí sin saber bien a dónde ir, pues las olas y los truenos se manifestaban cada vez con mayor y mayor violencia.
Corrí más rápido que las otras consciencias que seguían cayendo. De pronto sentí una mano firme que me tomó del pescuezo. Se trataba de la consciencia superior.
-¡Te das cuenta lo que has provocado!.- Me dijo mientras un rayo que le caía a uno de los Gabrieles que estaba muy cerca nuestro, lo dejaba reducido a la nada.
-¿Vas a matarme?.-
-Ya no tiene caso, si ya estamos todos condenados, imbécil.- Me dijo lanzándome con fuerza hacía un costado.
-Te das cuenta el daño que has provocado, nunca debiste tener más autoridad que cualquiera de nosotros. Llevaste a Gabriel a la locura.- Me decía mientras sentíamos que unas olas gigantescas se quebraban muy cerca de nuestros cuerpos, mojándonos por completo.
-Tal vez pueda arreglar esta situación.- Dije asustado por los truenos.
-¿Así? ¿Cómo?. Si no te has dado cuenta, esto ya se ha terminado.-
-Aún no, si pude entrar aquí fue porque Gabriel aún conserva algunos espectros de lucidez. Simplemente tengo que poseerlo, apoderarme de su mente. Tú mismo lo has dicho, soy la consciencia que tiene más autoridad aquí así que no sería raro que en un momento como éste tomase las riendas de la razón.- La consciencia superior me quedo mirando algo atónito.
-¿Y quién te ha dado esa idea?.-
-Ha sido Paulina.-
-De nuevo con ese nombre, ya te dije que aquí nadie sabe quien es…Un rayo alcanzó a la consciencia lanzándolo varios metros lejos de mí, pero no logró pulverizarlo. A lo lejos noté que una figura se trataba de levantar con grandes esfuerzos, fui a socorrerla lo más rápido que pude, pero al llegar me di cuenta que ya no se trataba de la misma figura que había conocido, el que se levantaba era otra consciencia, una que también poseía la apariencia física de Gabriel.
-¿Qué pasó?.- Quise saber, entonces aquella consciencia comenzó a reírse.
-Ya veo, ya veo, Paulina, ahora lo recuerdo todo. Bien, creo que es hora de terminar con esto.- Decía la consciencia superior convertida ahora en Gabriel, de pronto alzó su cabeza y mirándome fijamente me dijo con tanto estrepito que incluso llegue a temblar:
-Así que Paulina. ¡Ella será tu ruina!.-
Oscuridad y silencio por Nicolás Aravena se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-SinDerivadas 3.0 Unported.
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