jueves, 10 de enero de 2013

Cap 1: La llegada a la región del mar (ULTIMA PARTE)



  • Estaba que me corría, mi hambre sería saciada. Quité el pene del ano de la chica, le dije que se quedase de espaldas  y se sostuviese con sus manos, que levantase un poco las rodillas para yo ponerme bajo su cuerpo. Así le puse mi pene a la altura de su boca, le pedí que me lo succionara mientras yo (levantando un poco la cabeza) le realizaba un completo anolingus. Mi lengua pasaba deliciosamente por su ano estimulando aun más sus zonas reactivas de placer, lo sé porque ella chupaba audazmente mi falo. El acto duró poco, pues rápidamente me corrí en la boca de la chica. El semen se desparramo como una explosión, fue tan fuerte que Isidora incluso se atragantó.





Hambre.

El hambre me corroía por todo mí ser, sentía una picazón consistente, caliente. Sentía que mi espalda se desarticulaba. Poco a poco me daba cuenta de lo inmaterial que era, de que mi cuerpo era una forma prestada únicamente por la imaginación de mi amigo. A Gabriel mismo lo veía alejarse, desvanecerse, aunque en realidad era yo quien se perdía en un umbral en donde ya casi nada se podía identificar por su unidad, por su misterio, por su conmoción. Era cierto, estaba adoptando mi realidad irreal, empezaba aceptar el mínimo espacio de vida que tenía. Estaba con hambre, mis orejas puntiagudas se retorcían hasta caer laxas, mis dientes filosos se fundían con mis colmillos provocando que mi hocico poco a poco desapareciese. Mi nariz ártica se va perdiendo ante la risible proporción que mis fosas nasales van adquiriendo, lo peor y más horrible es que mi cola se va quemando como si fuese la mecha de una bomba, sé que cuando se consuma me perderé en algo peor que la oscuridad en la que antes Gabriel me había encerrado.

Por otro lado mi amigo se encuentra confundido, ayer no durmió, sus ojeras lo acusan de grandes pesadillas en estado consiente. Los nervios, la sequedad de boca, las uñas mordisqueadas, tanto las de las manos como las de los pies. Todos, todos son indicios de crisis, pero yo también me estoy hundiendo y lo más probable es que terminemos en un gran daño. Es que mi hambre parece afectarnos a ambos. No importa más, creo que la situación lo amerita, debo posesionarme de su cuerpo, de su conducta y emociones, sólo por un rato. Aceptaré los riesgos, no puedo desaparecer, el hambre me  mata y como lobo debo sobrevivir. El EROS antes que todo debo decir. Ahora Gabriel esta durmiendo, débil, agotado, sin ganas de despertar. Sin duda que los hechos de ayer algo parecieron afectarle ¿Quién sería aquella muchacha que tanto seguía? ¿Por qué lo hacía con esa obsesión indescifrable?   Me resultaba extraño entenderlo, pero ahora no quería hacerlo. Debía poseerlo, quizás hasta él mismo era quien me obligaba a poseerlo. Me adentré en su cuerpo, por un día Gabriel sería como yo y yo sería real. Unas horas después desperté y mi mirada estaba en los ojos de Gabriel, mi amigo estaba terriblemente asolado, ni siquiera se opuso o se dio cuenta de esta violación. Ahora usaba el cuerpo de Gabriel para desplazarme, entendía el mundo con sus sentidos, vivía según su paradigma. Debía aprovecharlo mientras durara.

“Imágenes de la calle Juan Cage. Comienza en una diagonal y se extiende hasta el sur, es una calle larga que nunca he transitado completamente porque dicen que más allá hay un campamento de indigentes y es peligroso pasearse por ahí. Yo pasó todos los días por esa diagonal y observo el nombre de la calle en esos postes negros. Al sur, Juan Cage, al norte Juan Zorn, yo voy a Zorn porque para allá queda mi colegio y odio ir a el, pero tengo que hacerlo porque mi papá es maestro y sabría si empiezo a faltar.
Aun tengo pesadillas con el lobo, se me aparece por  las noches y dice que me comerá. No quiero ir al psicólogo aunque me temo que pesadillas con Lobos es un problema serio ya a los once años y vaya que son cada vez más comunes, más reales, el lobo me habla y casi me toca. Pero no quiero ir al psicólogo, no, no quiero ir de nuevo. Maldición, todo  por culpa de ese sacerdote asqueroso que abusó de mí cuando a penas era un niño. Desde entonces mi vida ha sido un mero lamento.”

Lo malo de este estado es precisamente tener que convivir con los flashazos que Gabriel almacena en su memoria, de vez en cuando son chispazos simples, como detalles del día anterior, nombres, números, fechas y cosas así, pero a veces me atormentan recuerdos gigantescos. Recuerdos que empiezan con una simpe imagen, pero que conllevan toda una reflexión, como si la rama de un árbol tomará vida propia. Aún no logró distinguir si esas reflexiones son parte del recuerdo mismo o son ecos del pensamiento de Gabriel en su actual estado semi-vegetal. Como sea influyen en mí.

El hambre se me iba pasando a medida que más visible era al mundo. Caminaba por las calles, sentía el suelo, el piso duro, el eco de las pisadas. Era maravilloso sentirse real. De pronto un impulso vehemente me agarró desde las piernas, el falo de Gabriel se dirigía sin control hacía las féminas que pasaban por la calle, era una cosa sin escrúpulos, se erectaba tan descaradamente que corrí a sentarme a una banca de la plaza  para disimular ese enorme bulto. De pronto comencé a sentir las ganas de saborear el sexo opuesto, toda mi voluntad se dirigía a ese recóndito deseo y mientras más lo imaginaba, más hambre saciaba y más deseos aparecían. Muy pronto los deseos comenzarían a controlarme.

“La imagen de Capuso golpeándome hasta sangrar en los baños del colegio es una imagen casi cliché. El bravucón abusando del introvertido, del callado, del menospreciado, del que se la pasa en un rinconcito haciendo dibujos sin futuro en los cuadernos. El matonaje estudiantil era una de mis realidades frecuentes, pero esta vez Capuso me estaba golpeando por algo más hondo. De hecho estaba pronto a dejarme inconsciente, mi sangre ya ha sido regada en la cerámica del baño. Los cómplices de Capuso se han ido, asustados por el descontrol que su líder mostraba. El bravucón se ensañaba sin piedad, mostrándome, sin dejarme respirar, sus nudillos  sobre mi rostro. Una y otra vez me golpea, la cosa no acaba. Caigo exhausto, intento reponerme, levantar e incluso pelear con el grandulón que tengo en frente, pero Capuso tiene el ingrediente secreto de la rabia en sus ojos y ante eso no parará de machacarme hasta verme muerto y muy pronto lo estaré. Caigo al suelo finalmente, el infeliz sigue pateándome, después me ayuda a levantarme y me restablece de pie sólo por el gusto de darme otro puñetazo que me deja en el suelo nuevamente. El golpe contra el piso ha cortado parte de la superficie de mi oreja, mi boca esta hecha un cadáver. Mis músculos no responden, siento que la sangre escapará en una gran fuga en cualquier momento y me quedaré seco. Por suerte llegan los profesores a interrumpir todo, agarran a Capuso que ya esta listo para darme el golpe final. Entre varios profesores logran reducirlo y corren a asistirme. Capuso me lanza maldiciones con justa razón “¡Era mi hermana, monstruo, mi hermana y tú le hiciste eso!” desde lejos puedo verle sus lágrimas de impotencia. Capuso ese día seguramente me hubiese matado, gracias a Dios no lo logró, yo  sólo tenía diecisiete años, aunque quizás hubiese sido el mejor momento para morir”

Caminé muchas horas por las calles, era agradable sentir el aire en los orificios, pero a medida que el día avanzaba mis ganas se duplicaban. No pude más, estaba decidido a hacerlo, me paseé por todo el centro buscando mujeres, inspeccionándolas, olfateándolas si se podía. No quería tirarme en una si no en cien, estaba en un verdadero conflicto interno, poco a poco los preceptos de la estrecha moral burguesa no me ataban, poco a poco era yo quien manejaba mis volúmenes, de pronto escuchaba a lo lejos la voz de Gabriel pidiéndome que lo sacara de la oscuridad, pero yo no podía hacer eso. Gabriel parece que nunca ha entendido que el único con la clave de libéralo es él mismo, yo sólo me puedo descontrolar, es parte de mi naturaleza. Las lúdicas plazas de la región del mar me hicieron estacionarme en mi búsqueda. Me quedé en una plaza gigantesca, llena de negocitos de comida rápida y puestos de artesanías, había un café en una esquina en donde se encontraban aparcadas al menos cuatro motocicletas, un mimo realizaba ridiculeces en otro punto de la plaza mientras que en otra esquina un gordo gitano se ponía a cantar rumbas haciendo un espectáculo vergonzoso por su pobre capacidad vocal. Yo me quedé quieto en una silla, miré a un punto fijo, al centro de la plaza en donde se encontraba la gran pileta con la estatua de una gigantesca gaviota que abría sus alas. El pico y la mirada del pájaro apuntaban hacía el mar, hacía el lugar que tanto adoran volver esas aves. Muchas mujeres se paseaban por ahí, de todas las edades y formas, era un crisol de mujeres que incluso opacaban el transito de hombres, ¿será que las mujeres prefieren caminar por la luz y los hombres por la sombra? Como sea, mi mirada se posa en todas y finalmente una acoge mi presión. Mis ojos se cruzan con los de una joven y flaca muchacha de ropas grises, cabello largo y oscuro, de cara algo alargada. Está sentada a orillas de la pileta, me mira y reconoce que mis ojos son de deseo, tal vez un poco incomoda por esa deducción decide irse del lugar llena de nervios. Yo también me levanto de la banca y me apuro a seguirla. La luz del medio día comienza ya a estirar la sombra de los arboles y edificios. He traspasado la plaza tras su rastro, el caudal de gente por todas las calles me obstruye la persecución, mas el nervio que siente la chica de ser acechada por mí es algo que me permite localizarla inmediatamente entre el tumulto. A lo lejos suena el bocinazo de un barco que se asemeja al pitido de un tren.

 “Un tren, de eso tengo un recuerdo tan evocable. Siempre viajábamos en tren para ir a ver a mi abuela al campo. Era más económico irse por ese medio, pero también más lento. Sin embargo, esta vez el paisaje repetitivo de las casas y campos que existen en el camino hacía el sur no lograron aburrirme, debe ser mi mente la que no me deja tranquilo. En frente tengo a mi madre quien con un rostro severo me vigila, ahora soy un criminal. Aún me duelen los golpes que Capuso me dio hace seis meses, no lo puedo culpar, su hermana murió por mi culpa. Bueno, ella se suicidó, nunca sabré de qué forma, algunos dicen que colgándose, otros que lanzándose desde el décimo piso de su departamento, otros que incluso se martilló la cabeza hasta que  reventó. No sé ni he querido saber, ya con haberla violado siento que me he  ido al infierno. Desde que le hice eso he pensado mucho en mi futuro, si acaso eso continuará persistiendo. Hablo de un futuro común y corriente, un futuro en el que pueda ir a la universidad, conocer una linda chica, casarme, tener hijos, trabajar en algo que me guste. Parece que ya no tengo derecho a eso y quizás es lógico, lo más lógico es que mi destino se acabe aquí a una semana de cumplir dieciocho años. Una vez entrado en el lado oscuro no se puede regresar, reinsertarse es una fantasía, pues siempre funciona ese gen maligno que me impulsó a hacer lo que hice, violar a Sofía. No sé si soy malo, o si soy una victima de las circunstancia. Si el hecho de que un sacerdote me haya violado a los seis años habrá desencadenado todo esto. No sé, lo único que puedo entender es que mi vida se fue a pique y ya no me importa, soy como los paisajes que muestra este tren tras su ventana, pasajeros, sin importancia, basta que una bomba caiga aquí para que todo el campo quede reducido a la nada. Así está mi vida ahora, dispuesta en la nada, no quiero hacerle mal ni bien a nadie, sólo quiero sentarme y contemplar los campos del sur que evocan al aburrimiento más absoluto. Puede que lo mejor sea esto, después de todo me salvé de la ley gracias a mi tío, quizás sea lo único que pueda hacer ahora, irme al campo de mi abuela y vivir ahí. Me preguntó si la naturaleza me perdonará.”

Continuó en mi persecución, la muchacha ya sabe que la sigo con un objetivo claro, sus nervios me lo dicen, a pesar de que se mete por galerías de manera azarosa yo no la pierdo de vista y si lo hago su torpeza me permite volver a encontrarla fácilmente por la calle. Por unos momentos siento algo de miedo de que ella se tope con alguien o decida encararme frente a todos, pero no, se nota que los nervios la tienen agarrada hasta la última mecha, ella no tiene idea qué hacer excepto caminar una y otra cuadra sin descanso. De repente comete un error, se va a pasear por una plaza donde confluye poca gente. Hay mucho arbusto donde esconderse, no pierdo la oportunidad, me adelanto hasta llegar a su lado, le tomo el brazo, ella se resiste, pero no grita, a lo mejor aún cree que la dejaré ir, su actitud me da cierta confianza por lo que la lanzo al pasto y me tiro sobre ella. Le tapo la boca, ella se pone nerviosa, intenta desprenderse del peso de mi cuerpo. Le lamo el cuello con vehemencia mientras que con una mano me desabrocho el cinturón y me quito los pantalones. Rápidamente me saco los calzoncillos y sin dejar que la muchacha haga alguna acción le lanzo un viento cálido sobre su oído, era mi aliento que bajaba por todo su cuello hasta desembocar en la comisura de sus senos que le besé frenéticamente.  Entonces lo siento, la muchacha se excita. Sus pezones se endurecen y ella misma me ayuda quitándose los pantalones. El pasar de la gente que transitaba por ese tranquilo parque nos encrespa los pelos por el rubor que es sentirse expuestos. Ella se afirma sobre mis hombros mientras yo continuo usando mi lengua para recorrer sus hombros, sus labios y su nuca, no sigo demorando y la penetro enseguida.
-Sí, que duro, tu pene parece de acero.- Susurra ella seguida de brutales gemidos. Yo vuelvo a taparle la boca y esta acción hace que el pene entré con más dirección hasta tocar un punto también duro, pero a la vez cálido.

“Ese día la acompañé hasta su casa, era de noche. Hace poco había adquirido la licencia  y pese a que necesitaba estar en la compañía de un adulto para conducir, igual saque el auto por mi cuenta. Éramos yo y Sofía los que íbamos ahí. De pronto estacioné el auto, aún estábamos lejos de su casa, teníamos colegio al día siguiente así que no debíamos llegar tarde. Entonces el lobo susurro a  mis oídos. HAZLO me decía. Baje los seguros del auto para que ella no pudiese escapar. Miraba con miedo al lobo que me aseguraba con sus ojos que todo saldría bien, entonces en un brusco movimiento golpeé a Sofía…”

-Me gusta, me gusta, sigue.- Prorrumpía la jovencita explotando en orgasmos, su vagina chorreaba mucho por acción de la dilatación. A pesar de que todo había sido rápido, ella no terminaba de pedir más y a mí me costaba tranquilizarla así que comencé a asfixiarla mientras la excitaba con mi penetración intensa, esto le produjo más placer todavía, pero  al menos no hacía tanto escándalo. Sus ojos se volteaban a una profunda y rotunda voluptuosidad.

Ella gritaba de terror, mas nadie podía oírla. Manoseé todo su cuerpo con torpeza y brutalidad. Apreté sus senos virginales mientras ella simplemente lloraba y suplicaba una salvación. Yo no le decía nada, no quería decirle nada, simplemente quería atacarla como el lobo lo haría. Así que tironeé sus ropas hasta rompérselas. La abofeteé para que se quedara tranquila y le desprendí sus cuadros. Con tímida confianza la penetré, al parecer ella no sentía nada; sin embargo, pude romper su himen. Con algo de miedo quise eyacular, pero el semen se me atascaba en la punta de la verga, al parecer no estaba tan excitado como quería. Los sollozos de Sofía me intranquilizaban, la abofeteé una vez más, su rostro ya dejaba ver un consistente moretón. Frente a ella me masturbé con violencia. Finalmente logré eyacular lanzándole el semen en su rostro, las lágrimas de Sofía se mezclaban con el liquido de mi sustancia que la recorría de manera invasiva, sus ojos estaban completamente descolocados, ya no tenía reacción de pena, parecía indiferente a lo ocurrido, estaba incluso ida aunque yo también. Ni cuenta me di cuando logró abrir el seguro del auto y cayó al suelo para vomitar.”

Continué entrando y saliendo, comprendí que a ella le gustaba lo que le hacía. De pronto se puso de espaldas para que le diera en medio de las nalgas, quería gozar del porte de mi pene  por otras cavidades. Le gustaba estar sudada. Se quitó ella misma la ropa. No opuso resistencia después de unos cuantos minutos. Comencé a entrar por esa abertura tan estrecha, pude notar un lunar cerca de su nalga izquierda. Y empecé. Las nalgas se le movían como el batir de alas de una mariposa, ahora sin tapujo alguno la muchacha gemía con todo su ser, intentando expresar de aquella manera la excitación contenida en su vientre o en su culo. Traté de posicionarme de una manera más optima, le pedí que se posara sobre sus rodillas, levante un poco mi pierna, quería entrar muy profundamente, entonces levante mis brazos para afirmarla bien de la cintura. Podía comprender que tanto su útero como su perineo se contraían debido a las sacudidas que le brindaba. Realmente la muchacha estaba caliente.
-¿Cómo te llamas?.- Le pregunté algo cansado mientras continuaba dándole con fiereza.
-Isidora ¿y tú?.- Respondió tras una cortina de gemidos. Me quede callado un rato, realmente no sabía qué nombre decirle, no quería pensármelo mucho. Fui con mis dedos sobre su clítoris, pase la yema de mi anular sobre esa bolita que tanto placer les produce a las féminas, poco a poco mi dedo estaba húmedo y chorreado.

“No sabía bien que hacer. Después de que vomitó en el suelo caminó unos metros y se sentó sin señal alguna de reacción. En cuanto a mí aún me costaba comprender el fuego con el que me estaba quemando, el lobo me observaba desde el asiento trasero.
-¡Qué! Hice lo que me dijiste.-
-La violaste.- Me acusó.
-Tú me lo pediste.- Le reprendí.
-No es cierto, no te pedí nunca algo así, te das cuenta lo que nos pasará.-
-No fue mi culpa, tú me obligaste.-
-Nunca te puse una pistola en la cabeza para que lo hicieras.-
-Tengo miedo, Lobo.- Le dije completamente temblando.
-Está bien, yo no te dejaré, pero tienes que entender que esto que acabas de hacer te perseguirá por siempre.-Comenzaba a ver que el lobo adoptaba una forma muy consistente, lo veía ya no tan transparente como antes. Es más, de a poco el lobo había ido adquiriendo más color, más poder, más voz.
-Escapa, escapa ahora.- Me sugirió, le hice caso y arranqué el motor del auto. Dejando a Sofía ahí sentada en el pasto, completamente absorta en algo que yo no podía entender.”

Estaba que me corría, mi hambre sería saciada. Quité el pene del ano de la chica, le dije que se quedase de espaldas  y se sostuviese con sus manos, que levantase un poco las rodillas para yo ponerme bajo su cuerpo. Así le puse mi pene a la altura de su boca, le pedí que me lo succionara mientras yo (levantando un poco la cabeza) le realizaba un completo anolingus. Mi lengua pasaba deliciosamente por su ano estimulando aun más sus zonas reactivas de placer, lo sé porque ella chupaba audazmente mi falo. El acto duró poco, pues rápidamente me corrí en la boca de la chica. El semen se desparramo como una explosión, fue tan fuerte que Isidora incluso se atragantó. Yo me quedé de cabeza en el suelo, ahora mirando su ombligo, entonces por algún impulso extraño me observé la palma de mi mano.

“-Es hora de que te vayas.-Le dije al lobo mientras subía el balde con agua del pozo que estaba cerca de la casa de mi abuela. El lobo no me respondía, desde que habíamos llegado a este campo deshabitado de todo y todos, sus energías se habían reducido. Mi abuela, la única que cree en la presencia del lobo en mí, me ha ayudado para ir acallando al demonio que está dentro. Todos los días me la pasó leyendo y haciendo ejercicio, abuela dice que pronto me enseñará a tocar piano y guitarra. Yo entiendo que la cosa es gastar la mayor cantidad de tiempo posible, que no tenga espacios vacios que el lobo tenga oportunidad de  llenar; sin embargo, estoy por primera vez dispuesto a que ese ser desaparezca de mi vida.
Definitivamente el lobo se ha debilitado desde que llegamos aquí, antes, el aparecía y desaparecía cuando quería o me conducía a donde le placiera. Ahora su autonomía ya no es tan suprema, poco a poco he comenzado a manejar mis instintos. Estar en el campo es lo mejor que me ha pasado, ahora lo comprendo, puedo acallar a esa bestia cuando lo dese. No es él quien debe tener el control. Mi vida se rige bajo mis principios yo maniobro el timón de mis destinos. He logrado realizar muchas más cosas solo de las que hice en compañía del lobo, cada día me arrepiento por haberlo escuchado y rezo para no estar completamente condenado. Rezar es una buena vitamina. El lobo ya no me puede absorber, quiero que se vaya. Antes tenía miedo a estar sólo, ahora nunca más estaré sólo, basta con mi puño para seguir andando. No te necesito, no te necesito. Cuando ya logré subir el pesado balde desde el interior del pozo, me di cuenta que el lobo ya no merodeaba. En mi mente tampoco estaba. ¿Había desaparecido? Sí, lo había hecho desaparecer. Yo mismo lo había esfumado. Por fin me di cuenta que una vida por más dura que sea, vale más que una vida de fantasía. Adiós lobo, adiós para siempre”

¿Es que todo ha terminado? Lo he recordado todo, absolutamente todo. Estar manejando a Gabriel me hizo comprender el por qué de los días en ese encierro oscuro y claustrofóbico. Ahora recuerdo cuando aparecí por primera vez ante los ojos del pequeño Gabriel, como lo acompañé durante toda su niñez. Sí, el era un niño enclenque y vulnerable, nadie le hablaba y él a nadie se le acercaba. Yo lo acompañé por años. Recuerdo también cuando violó a esa pobre chica. Recuerdo que él creía que fui yo quien lo insté, recuerdo cuando lo llevaron al campo de su abuela y ahí poco a poco fui desapareciendo hasta encontrarme encerrado en esas paredes negras de silencio absoluto. Pero por alguna razón seguí existiendo en ese inconsciente, porque dentro de todo lo irreal que soy tengo una escaza realidad dentro de la vida de mi amigo, por eso lo llamo amigo. No sé si soy yo o él el que ha cometido los errores, no sé realmente cuánto de autonomía tengo frente a la mente de mi amigo, lo único que sé es que nuevamente estoy en lo oscuro y veo como Gabriel me entierra hasta cubrirme de una completa y abundante negrura. El silencio vuelve a someterme, ¿Quizás llegué muy lejos? Pero tenía hambre, soy un lobo que también necesita poder. Todo este tiempo estuve esperando que Gabriel me liberase, de hecho esperé sin esperanza alguna de lo que esperaba, simplemente esperé porque no me quedaba otra, porque no pude morir, de hecho morir no es una opción. Seguramente lo que pasará ahora es que Gabriel tomará conciencia de sí mismo y me enterrará en su inconsciente, rellenando de arena una tumba. Creo que nuevamente, este es el adiós.

¿No sé por qué  Gabriel me sacó de ahí? Quizás para esto, para volver a enterrarme. Creo que no entiendo a Gabriel. Ahora termina de enterrarme, pero esta vez me ha dejado un pequeño orificio por donde puede entrar la luz, es muy mínimo y no me deja ver nada, pero al menos en algo opaca esta profunda oscuridad. Entonces, sin poder moverme, pues mi cuerpo ha vuelto a ser encadenado me quedo mirando fijamente aquel punto de luz que mi amigo me ha dejado.-



Licencia Creative Commons
Oscuridad y silencio por Nicolas Aravena se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-SinDerivadas 3.0 Unported.

No hay comentarios:

Publicar un comentario